Trono de gracia
por Christopher Shaw
El trono de Dios es el lugar donde más seguramente encontraremos socorro
Versículo: Hebreos 4:16
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4:16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.
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El último versículo del capítulo contiene varios conceptos importantes. En primer lugar se nos anima a acercarnos al trono de gracia confiadamente. El término en griego significa acercarse con franqueza, con valentía, con seguridad. Percibimos que el autor de Hebreos nos está diciendo: «no se anden con rodeos». Esto es lo que solemos hacer cuando no estamos seguros si la persona a la que nos acercamos recibirá con agrado nuestro pedido. En este caso, tenemos absoluta certeza de que gozaremos de la absoluta comprensión y compasión del Sumo Sacerdote, que es Jesús. Al acercarnos al trono podríamos solicitar toda clase de ayuda de Cristo, y sin duda él nos escuchará con atención. No obstante, el autor de Hebreos asume que existen dos elementos indispensables para cualquier situación en la que nos encontremos. Estos son la misericordia y la gracia. La misericordia se refiere específicamente a una acción de parte de Dios que es contraria a lo que merecemos. El ejemplo más claro lo presenta Cristo en la parábola del siervo que debía diez mil talentos de oro. El hombre solicitó tiempo, al rey, para juntar el dinero; una petición por demás absurda porque ni tres vidas juntas alcanzarían para ese titánico emprendimiento. El rey no accedió a su pedido; en lugar de esto le perdonó toda aquella deuda (Mateo 18.27). Fue un acto de pura misericordia. Todos nosotros, sin importar las circunstancias en las que nos encontremos, estamos necesitados de misericordia. Jesús, en una frase que no deja de sorprender, dijo que no había sobre la faz de la Tierra un solo hombre bueno, y se incluyó a sí mismo en esa categoría. Tal fue su identificación con nosotros que asumió la indignidad que nos caracteriza como seres caídos. No obstante, por su sacrificio, accedemos al privilegio de entrar al lugar Santísimo, y podemos disfrutarlo cuántas veces queramos. La gracia es una provisión de Dios que suple lo que nosotros no tenemos. Es el maná del cielo que llega cuando no tenemos qué comer, el agua que brota de la roca cuando no hay de dónde beber. Es la fuerza que nos permite sobrellevar en la carne, una espina que nos atormenta. Es la fertilidad que llega a una anciana en su vejez. El autor de Hebreos asume que la gracia es el elemento más precioso al que pueda acceder un discípulo, porque muñido de ella no existe dificultad que no podamos sobrellevar. Por esto, podemos afirmar que la gracia se viste de muchas maneras. Puede ser la fuerza para sobrellevar la agónica muerte en la cruz. Puede ser la valentía para seguir hablando la verdad cuando las puertas parecen estar cerradas. Puede ser el amor para persistir en una relación que está quebrada por el odio. Puede ser la ofrenda que entra en el preciso momento en que los recursos se habían terminado. La gracia invariablemente suple lo que necesitamos para salir adelante.
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