Un nacimiento único, Parte II
por G. Campbell Morgan
¿Qué pudo haber sentido Jesús cuando se despojó a sí mismo para tomar forma de siervo? En esta segunda parte de la serie se estudia el testimonio de las Escrituras tocante al nacimiento de Jesús.
«El misterio testificado en las Escrituras»Un nacimiento único en la historia, Parte IIUn análisis del gran misterio de la encarnación de Cristo
De la gran cantidad de declaraciones en el Nuevo Testamento tocante al tema del nacimiento de Jesús, solo estudiaremos cuatro pasajes principales. Primero leeremos, con reverencia, los anuncios sin intentar explicarlos; en segundo lugar, consideraremos las declaraciones doctrinales.
Los anunciosLos anuncios son los del ángel a José y a María. Con relación a ellos también será necesario leer la breve declaración histórica en cuanto al cumplimiento del mensaje angelical.
- El anuncio a JoséEl ángel le dijo a José estas palabras: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros» (Mt 1.2023).En presencia de este misterioso anuncio, la única actitud digna por parte del intelecto humano es la de aceptar la verdad, sin querer explicar el misterio. El anuncio revela el hecho de que en el origen de la persona de Jesús hubo cooperación de deidad y humanidad, cada parte haciendo su propia contribución.
- El anuncio a MaríaEl anuncio a María debe leerse con estrecha relación a la declaración de su cumplimiento en la historia. «Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón» (Lc 1.35; 2.7). Este anuncio y declaración concernía a una persona, de quien se dice respectivamente que era el Hijo de Dios y «su hijo». Aquí no hay dos personas, sino una sola.Debemos leer y recibir estos anuncios sin intentar explicar el misterio central que contienen y que sobrepasa absolutamente toda comprensión humana. Tienen que ser recibidos; de otro modo, toda la superestructura del cristianismo tambalea y cae. Solamente por la vía de estos anunciamientos podemos comprender los grandes hechos que son evidentes en toda la obra subsiguiente de esta persona. Si negamos la verdad de esta narración de la crisis inicial, abandonaremos la contemplación de efectos para los cuales no puede hallarse ninguna causa suficiente. En Jesús, siempre está manifiesta la estupenda combinación de deidad esencial y humanidad real. No obstante, cuando los hombres cesan de tener fe en el relato bíblico de la milagrosa concepción, esta combinación queda completamente sin causa alguna. No se puede explicar en su totalidad ese milagro inicial.
Declaraciones doctrinales
Ahora analicemos las declaraciones doctrinales hechas por Juan y por Pablo.
- Por JuanLa de Juan está en la introducción a su Evangelio. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad» (Jn 1.14). Para los fines de la presente consideración, la declaración incluida entre paréntesis, «y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre», está omitida. Para apreciar correctamente el significado de esta declaración, es necesario relacionarla con las palabras de apertura del Evangelio. «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn 1.1). El pasaje desde el versículo 2 al 13, es una declaración que, en forma de paréntesis, da la historia del Verbo desde el principio de la primera creación hasta el principio de la segunda.Si omitimos este pasaje, el versículo 1 y el 14 leídos en conexión inmediata, contienen una declaración de los hechos más sublimes con respecto a la persona de Cristo. Además, provee una declaración de su venida en relación con la raza humana en el misterio de la encarnación. En cada uno de estos pasajes hay una triple declaración, y estas declaraciones están relacionadas entre sí.«En el principio era el Verbo.» «Y aquel Verbo fue hecho carne.»«Y el Verbo era con Dios.» «Y habitó entre nosotros.»«Y el Verbo era Dios.» «Lleno de gracia y verdad.»Esto es una declaración del misterio de la encarnación, en forma doctrinal de ese hecho que mensajeros celestiales anunciaron a José y a María.«En el principio era el Verbo»La primera declaración está llena de majestad y contenido sublime que arroja su luz sobre el sendero, pero que no podemos profundizar o comprender perfectamente. «En el principio era el Verbo». La frase «en el principio» precede en tiempo a cualquiera otra referencia hecha a las edades en el sagrado volumen. Por medio de ella el hombre es llevado a las infinitas e insondables extensiones de lo inmensurable. La frase con que comienza el libro de Génesis lleva al hombre hasta el principio de la historia del presente orden, a esos pasos originales de la divina mente y poder, y por los cuales se originó todo lo material. Tal como la emplea Juan en estas palabras de apertura, la frase nuevamente conduce a la mente más allá de esos movimientos originales de la creación. Con la ayuda de esas palabras, la mente del hombre es introducida a la presencia del Dios que existe por sí mismo. Al contemplar el esplendor inenarrable, cuya misma luz oscurece el entendimiento de la mente finita, descubrimos que ya existía el Verbo. Un verbo, o palabra, es un medio de expresión. La palabra del hombre es el método humano de expresión propia. El Verbo de Dios es el nombre usado aquí para esa Persona que en la Trinidad es el método divino de expresión propia.«Y Aquel Verbo fue hecho carne» Es una declaración pasmosa, irresistible que sale de las distancias infinitas a la cercanía finita; de lo incognoscible a lo conocible. Sale del método de expresión propia apreciable sólo por la deidad a un método de expresión propia comprensible a los humanos.En el inescrutable misterio de la Trinidad, el Hijo es siempre el medio de la propia expresión. Mediante este hecho que inspira pavor, el de la encarnación, no se cambia el oficio del Hijo. El amor que le tiene al hombre cambia su método. Ninguna inteligencia humana puede comprender los pasos en este cambio. Es misterioso con la oscuridad de un esplendor que ciega. La concepción es demasiado poderosa como para haber nacido alguna vez en la inteligencia del hombre. «El Verbo . que era en el principio fue hecho carne.»«Y El Verbo era con Dios» El hogar natural del Eterno Hijo, el cual utilizó la deidad para revelarse, estaba en íntima comunión con el Eterno Padre. «Aquel Verbo habitó entre nosotros», es decir, hizo su manifiesta morada en proximidad a la raza humana, tan cercana como la que caracterizaba su relación con el Eterno Padre. Se humilló hasta una verdadera identificación con la naturaleza humana, y al descender de esta manera, elevó la naturaleza humana a los espacios de la comunión con Dios.Esta, sin embargo, no es la doctrina de la expiación. En la persona de Jesús, Dios ha entrado en una nueva y mística relación con la humanidad no caída. Y en la vida de Jesús, Dios en relación con la humanidad no caída hace su tabernáculo entre los hombres caídos. Se necesita algo más para hacer posible la unión entre los miembros de una raza caída y esta nueva Cabeza de una raza no caída. Dicha unión se realizó por medio del sacrificio de Cristo en la cruz.«Y el Verbo era Dios»La declaración final es la de la suprema deidad del Verbo. Así, la persona de Cristo queda protegida contra cualquier interpretación que pudiera colocarle en infinita superioridad a la raza humana, y a pesar de ello en inferioridad a la deidad esencial. Era Dios, y sin embargo en su persona no estaba toda la verdad tocante a Dios, por cuanto era con Dios. Era con Dios, pero en ninguna manera era inferior al Eterno Padre, pues era Dios. La palabra «Dios» marca la unidad de la deidad y las palabras «el Verbo» indican la diversidad . Con el Dios que creó estaba el Verbo. En la revelación de la encarnación, la frase que responde a esta sentencia final es «lleno de gracia y de verdad». Esto enseña que en la gracia o hermosura y verdad o justicia del Hombre visto por Juan y los demás, había un resplandor de los hechos esenciales del amor y la luz de la deidad.
- Por PabloEn la declaración de Pablo se afirman las mismas grandes verdades en otro lenguaje. Del pasaje en Filipenses, donde se expone tan espléndidamente la humillación y exaltación de Cristo, podemos extraer las palabras que tratan inmediatamente este hecho. «El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Fil 2.67). En este trozo se declara primero el eterno hecho concerniente a Cristo: «siendo en forma de Dios». Después sigue la actitud de la mente del eterno Verbo, en presencia de la necesidad de la redención: «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse». Luego viene el sublime acto por el cual llegó al nivel de los que necesitaban socorro: «se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres». Nótense bien tres hechos en el alcance de esta breve porción. Primero, declara la eterna verdad acerca de Cristo. Él existió en forma de Dios, en igualdad a Dios. En segundo lugar, revela la posición que asumió, cuando vino para redimir al hombre. Tomó la forma de un siervo, en semejanza a los hombres. En estos dos hechos hay un contraste. Observe las declaraciones extremas. Cristo pasa de la forma de Dios a la semejanza a los hombres; y de la soberanía de la igualdad a la sumisión de la subordinación.El tercer hecho es la revelación de la actitud de la mente, y el acto de la voluntad por el cual se efectuó este cambio. En presencia de una gran necesidad no se aferró a su derecho de igualdad, no se apoderó de él, es más, para el cumplimiento de un propósito infinito, abandonó ese derecho. La acción de la voluntad está manifestada en la sublime declaración, que todo lo incluye, de que se despojó, o se vació, a sí mismo. El eterno Verbo descendió de la posición de expresión infinita hasta las limitaciones de la vida humana. Ahora es de extrema importancia entender qué lleva en sí la declaración de que se despojó a sí mismo. Imaginarse que se vació a sí mismo de su deidad esencial carece de apoyo. El vaciamiento indica poner a un lado todos los hechos de la igualdad con Dios, para así manifestar el necesario sometimiento de lo humano a lo divino. El eterno Verbo dejó una forma con el fin de asumir otra forma. Es evidente, pues, que mucho depende del significado de la palabra «forma».La palabra griega «morfe» aparece una sola vez en otra parte del Nuevo Testamento. Al hablar de una aparición de Cristo después de la resurrección, Marcos dice: «Después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.» (Mr 16.12). Si tomamos este uso del término con fines de ilustración, es evidente que el cambio no estaba en la naturaleza o personalidad esencial, sino en el método de manifestación. A los hombres que caminaban a Emaús vino aquel que era el mismo, pero en una forma cambiada, de manera que no lo reconocieron, hasta que él quiso revelar su identidad. Esto por supuesto en comparación con el tema que analizamos ahora era nada más que un cambio pequeño y, sin embargo, sirve para ilustrar el hecho mayor.En el advenimiento del eterno Verbo a la tierra para los fines de la redención, él no echó a un lado la naturaleza esencial de su deidad. Sencillamente cambió la forma de manifestación. Parecería claramente evidente que el Hijo de Dios había sido siempre aquél en quien Dios tomó forma, y por lo tanto aquél mediante el cual Dios fue revelado. El Hijo es siempre la manifestación del Padre. Es imposible declarar cuál era la forma o manifestación en el pasado, por cuanto está más allá de la comprensión de lo finito y lo limitado. Lo único seguro es que él era el Verbo, la Palabra, el método de comunicación del eterno Dios. Para la redención del hombre puso a un lado esa forma, y tomó una nueva para manifestar al mismo Dios. Una forma que los hombres pudiesen contemplar y así llegar a conocer al eterno Dios durante el curso del tiempo. Si fuese posible penetrar en los misterios de la Trinidad, al Hijo se le vería como el perpetuo medio de expresión divina, así como el Espíritu es el perpetuo medio de conocimiento o estado consciente divino. Al venir como hombre y al asumir una forma que el hombre pudiera comprender, era necesario colocar lo ilimitable dentro del espacio de lo limitado. Él pasó de lo celestial a lo terrenal, de lo infinito a lo finito, es decir, en cuanto a la forma de expresión. No es posible obtener una explicación final. Sin embargo, es un misterio revelado, del cual depende todo el cristianismo. Parecería que los eternos cielos fueron por un período vaciados de la manifestación de Dios, aunque nunca de su presencia, mientras que Dios estaba manifestado en carne, para la obra redentora.El Verbo pasó del gobierno a la obediencia, de independiente cooperación en la igualdad de la deidad a dependiente sumisión a la voluntad de Dios. Por vía de la encarnación vino a existir una Persona humana en todo, divina en todo lo esencial. Humana en todo, es decir, Cristo cumplió el ideal divino de la naturaleza humana, sin descender al nivel de la degradación de la humanidad resultante del pecado. El hombre de Nazaret fue perfecto como hombre. Era además perfecto como Dios, y no carecía de los poderes de la deidad esencial, excepto solo la forma celestial de manifestación.
Le invitamos a consultar los otros artículos de esta serie:
- Parte 1: El misterio de Dios
Tomado y adaptado del libro Las crisis de Cristo, G. Campbell Morgan, Desarrollo Cristiano – Ediciones Hebrón.