Biblia

Un nacimiento único, Parte IV

Un nacimiento único, Parte IV

por G. Campbell Morgan

En los evangelios hay tres expresiones que describen a Jesucristo y sugieren el doble hecho en su personalidad, una contemplación que ayudará en el estudio del misterio revelado. La primera de ellas, el Hijo de Dios, indica la deidad de Jesús, y sin embargo describe perfectamente su humanidad.

«El misterio de los revelado»Un nacimiento único en la historia, Parte IVUn análisis del gran misterio de la encarnación de Cristo


En los evangelios hay tres expresiones que describen a Jesucristo y sugieren el doble hecho en su personalidad, una contemplación que ayudará en el estudio del misterio revelado. La primera de ellas, el Hijo de Dios, indica la deidad de Jesús, y sin embargo describe perfectamente su humanidad. La segunda, el Hijo del Hombre, indica su relación con la raza, y sin embargo siempre sugiere ese estado de separación de aquella y que fue creado por el hecho de su deidad. La tercera, el Hijo, siempre sugiere la unión de estos hechos en su persona. Un examen de los cuatro evangelios y una selección de ellos, sin tomar en cuenta los pasajes en que aparecen estos títulos, revela ciertos hechos de interés tocante a ellos.



Hijo de Dios


Tomando en orden los términos, la expresión Hijo de Dios aparece en Mateo nueve veces; en Marcos, cuatro; en Lucas, seis; y en Juan, once. Cristo nunca usa el título en Mateo; sino que aparece seis veces en el lenguaje de los hombres, y tres en el de los demonios. En el Evangelio según Marcos, Cristo nunca lo usa, sino son los hombres que lo utilizan dos veces, y los demonios dos veces. En el Evangelio según Lucas, Cristo nunca lo emplea, sino un ángel una vez, un hombre una vez, y los demonios cuatro veces. En el Evangelio según Juan, Jesús usa el título en cinco ocasiones, y los hombres seis veces. Es interesante notar que en los tres evangelios que tratan principalmente de la humanidad de Jesús, no se registra un solo caso en que él haya hablado de sí mismo como el Hijo de Dios. En el evangelio que realza su deidad consta que él empleó la expresión cinco veces. En uno de estos casos existe una duda, pues bien podría ser que las palabras: «Él que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Jn 3.18), formen parte del comentario de Juan y no del propio discurso de Jesús. Los cuatro casos en que hay seguridad indican un método y una razón. Dos veces Jesús se describió a sí mismo para responder a sus críticos (Jn 5.25; 10.36), una vez cuando trajo el consuelo y luz a un hombre excomunicado (Jn 9.35), y la otra cuando quiso ayudar a dos mujeres dolientes y a cuyo hermano Lázaro estaba por levantar de los muertos (Jn 11.4).



Hijo del Hombre


El término Hijo del Hombre se halla treinta y dos veces en Mateo, quince en Marcos, veintiséis en Lucas, y doce en Juan. En los tres primeros evangelios, Cristo siempre utilizó el título para referirse a sí mismo, y nunca ángel, hombre o demonio lo utilizó. De las doce ocasiones en Juan, diez veces la expresión viene de los labios de Cristo, y sólo dos veces fue usada por hombres, y aun así en un espíritu de crítica e incredulidad. «Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?» (Jn 12.34).


El Hijo


La última de estas expresiones, el Hijo, la mayor de las tres, aparece cuatro veces en Mateo, una vez en Marcos, tres veces en Lucas y quince veces en Juan. Sin una sola excepción, la frase es empleada por Cristo mismo, nunca por un ángel, hombre o demonio.

Este rápido estudio muestra que la expresión favorita de Cristo para describirse a sí mismo es la que velaba su gloria, el Hijo del Hombre. La mayoría de las veces, se describía a sí mismo de un modo en que los hombres nunca le describen, excepto cuando, repitiendo su propio lenguaje, en duda preguntan qué quería decir. También usó, y solo él, la expresión el Hijo, sugiriendo a la luz de las dos otras expresiones su relación con lo divino y su relación con lo humano. La expresión que declaraba su gloria esencial solo pasó por sus labios, con toda probabilidad, cuatro veces.

El valor de este examen del uso de las frases descriptivas puede declararse como sigue. Era el Hijo de Dios, pero nunca lo decía excepto cuando alguna circunstancia apremiante hacía necesario que para censura o consuelo declarara la eterna relación que él tenía con Dios. El título que parece haber amado más era el que señalaba su humanidad y su relación con la raza, el Hijo del Hombre. De vez en cuando, y siempre en circunstancias de necesidad especial, hablaba de sí mismo como el Hijo.

Estos mismos títulos sugieren el hecho esencial en cuanto a él. En el nacimiento de Jesús de Nazaret entró en existencia una personalidad que, con referencia a la dualidad de su naturaleza, no tenía semejante entre los que existieron anteriormente. El Hijo de Dios vino de las eternidades. El Hijo del Hombre empezó su ser. El Hijo, en su combinación de los dos hechos en una sola personalidad, comenzó esa poderosa obra que sólo él podía llevar a cabo, poniendo en su realización todas las fuerzas de la deidad unidas a las capacidades de la humanidad.

Le invitamos a consultar los otros artículos de esta serie:


  • Parte I, El misterio de Dios
  • Parte II, El misterio testificado en las Escrituras
  • Parte III, El misterio de los secretos

Tomado y adaptado del libro Las crisis de Cristo, G. Campbell Morgan, Ediciones Hebrón – Desarrollo Cristiano.