Biblia

Una iglesia decidida ante adolescentes indecisos

Una iglesia decidida ante adolescentes indecisos

por Javier Miraflores Ortiz

¿En qué están nuestros adolescentes cuando vienen a la cena del Señor o en el tiempo de adoración? ¿Escuchan la predicación? Así es como los muchachos entran y salen de la iglesia y rara vez sabemos qué pasa en su interior.

Observe su iglesia un domingo a la mañana – o a la tarde, según el caso: ¿Cuántos adolescentes no hecho una verdadera y clara «profesión de fe»? Quizás en algunos esto pueda estar bien, pero en muchas iglesias pareciera que tuviéramos muy buenos jóvenes, que aparentan seguir a Cristo, pero que son muy lerdos en comunicárselo al resto de la iglesia de una manera convincente. Esto no es un problema reciente; en realidad, es bastante común. La difícil edad de los adolescentes siempre ha empobrecido las metas de los líderes de las iglesias para con ellos. Tratamos de entretenerlos, «de que no se vayan», etcétera.

Otro error que solemos cometer –inexplicablemente- es que creemos que nuestros hijos pertenecen al Señor -de hecho, El es su Creador-, pero no siempre ponemos el énfasis en los nuestros, tal como cuando evaluamos los ajenos.

¿En qué están nuestros adolescentes cuando vienen a la cena del Señor o en el tiempo de adoración? ¿Escuchan la predicación? Así es como los muchachos entran y salen de la iglesia y rara vez sabemos qué pasa en su interior.

No queremos que la unión a la iglesia sea algo intelectual o un rito de la pubertad; sino que queremos que represente un compromiso de corazón con el Señor. Así es como algunos «se unen» y otros no, y generalmente los «abandonamos» en la decisión. ¡Cuántas veces esos corazones habrán estado preparados para que alguien mayor y amoroso se acercara y los ayudara a dar el paso fundamental! Y la ocasión pasó, porque estábamos más interesados en el empresario o aquel matrimonio nuevo, pensando que en el próximo campamento alguien desafiaría a los más jóvenes.

Por supuesto que es bueno identificarse con un grupo en particular de creyentes, una iglesia local, para cuidar y para que nos cuiden. El Señor seguramente no nos llamó a ser ermitaños. Por eso nadie debe dejar a los adolescentes solos, aunque tengan actitudes de escape.

¿Ora usted más por esa muchacha desde que se unió a la iglesia o si ya concurre regularmente ha cesado en el ruego? ¿Están los ancianos realmente alertas a las necesidades de los adolescentes o sólo recuerdan fugazmente tos programas para jóvenes en sus oraciones?

Me parece a mí que algunos de estas personas no creyentes están viniendo a la iglesia sin mayor trascendencia en su interior.

¿Ha hablado alguien personalmente con éstos jóvenes? No sólo de los deberes de miembro de la iglesia sino sobre los puntos más básicos: Si es que reconocen sus pecados y necesidades, si es que ven que Cristo Jesús es su única esperanza para la salvación, si es que entendieron por qué murió Jesús, y si es que realmente ponen su confianza en El. Por supuesto que los padres deberían hacer esto; lo mismo las maestras de Escuela Dominical, los consejeros en campamentos…., pero, ¿lo están haciendo?

Aquí es donde intervienen los ancianos, para asegurarse de que alguien esté haciendo el trabajo. No es suficiente saber que el evangelio está siendo predicado y enseñado, el asunto es si está siendo entendido, según las edades. Así como después de una campaña de evangelización se tienen «reuniones de seguimiento», así también los ancianos deben conversar sobre estas cosas con los jovencitos de la iglesia, como parte regular de la vida de la congregación.

La iglesia no se va a ir de la ciudad mañana, como quizás lo haga el evangelizador, pero seguramente hay algo «funcionando mal» si estos jovencitos siguen escuchando el evangelio año tras año y no respalden a él.

Si esos jóvenes creen, deberíamos darles la bienvenida urgentemente a nuestra iglesia, ¡y a trabajar! Nuestro Dios no nos llama a contemplar la vida sino a ser protagonistas de ella, haciendo las buenas cosas que El ha estado preparando de antemano. El llama y trae a su gente, ese es el modelo para nosotros también. No dejemos a los adolescentes afuera del llamado de Dios.

Apunte Pastorales. Volumen VIII Número 3.