Biblia

Unos pocos a la vez

Unos pocos a la vez

por Greg Ogden

La iglesia necesita con toda urgencia volver a captar su misión original de hacer discípulos, creando ambientes de intimidad y relaciones que produzcan multiplicación y transformación.

 Un modelo sin productividad

«La crisis actual en el corazón mismo de la iglesia es una crisis de producción»1, escribe Bill Hull. ¿Acaso existe alguna pregunta más importante para que respondan los pastores que la de explicar qué clase de gente estamos formando en nuestros ministerios? Según George Barna y George Gallup, la gente que producimos no es tan distinta, en cuanto a convicciones y estilo de vida, que el resto de la sociedad. Esto ha sido bien documentado, así que no voy a repetir la mala noticia. Sin embargo, he aquí la solución.

 

Jesús indicó con claridad que para él la misión de la iglesia admite la formación de una sola una clase de gente: «Id, y haced discípulos a todas las naciones» (Mt 28.19). La misión de todas las iglesias es la misma: hacer discípulos de Jesús. Tal vez prefiramos expresar esto de una forma contemporánea y nueva, como «convertir a gente sin religión en seguidores de Cristo enteramente consagrados»2, pero esto no sería más que otra forma de presentar la Gran Comisión.

 

Cuando hablo a los pastores sobre la labor de hacer discípulos, hago entre ellos una encuesta informal. Les pido: «Levanten la mano los que se reúnen todas las semanas con unas cuantas personas para ayudarlas a convertirse en discípulos reproductores de Jesús». Tristemente, la respuesta es mínima. Se esperaría que la respuesta fuera mayor, puesto que Jesús nos dio ejemplo sobre la forma de hacer discípulos. Llamó a los Doce para que estuvieran con él, de manera que pudiera moldear su carácter y transferirles su misión. Padecemos una crisis de producción porque los pastores no siguen el modelo presentado por Jesús. Como consecuencia, nos perdemos cada día la oportunidad de un gozo y un fruto inapreciables.

 

En esta serie de tres artículos, describo una forma simple y eficaz de hacer discípulos de Jesús que se reproducen, que cambiará para siempre su manera de ejercer el ministerio. También dejará en su iglesia discípulos de Cristo que iniciarán el proceso por ellos mismos y se reproducirán.

 

El modelo es el siguiente: los discípulos se hacen en pequeños grupos reproducibles de tres o cuatro personas, en los cuales se cultiva un ambiente de transformación y multiplicación.

 

De acuerdo con mi experiencia, los siguientes son los tres elementos de construcción necesarios para formar discípulos. Esto, a su vez, tiene que ver con nuestra crisis de producción:

 

  • El modelo para la multiplicación
  • La prioridad de las relaciones
  • El ambiente para un crecimiento acelerado

 

Cada uno de estos elementos se abordarán en artículos por separado.

 

El modelo para la multiplicación

A este, le doy el nombre de «mi mayor momento eureka» en el ministerio, y es lo que le ha dado forma, más que ningún otro factor, a mi forma de hacer discípulos. Fue un momento en que tropecé con un importante descubrimiento.

 

Venía sintiéndome frustrado porque no veía que mis discípulos se multiplicaran. Había dado por sentado que el modelo de persona a persona era la mejor forma de hacer discípulos que se reproducían. Al fin y al cabo, ¿no es la relación entre Pablo y Timoteo el esquema bíblico? Discipular significaba dedicarme a alguien para asegurarme de que la vida de Cristo se edificara en él. Esto a su vez lo llevaría a desarrollar eso mismo por otra persona, y así sucesivamente. El problema estaba en que no veía que él hiciera lo mismo por otro. No ocurría la multiplicación.

 

¿De todo lo que hacía qué no era lo correcto? La locura consiste en hacer lo mismo una y otra vez, al mismo tiempo que esperamos resultados distintos. Frustrado, redoblé mis esfuerzos. Me aseguraba de tener a mano un buen contenido, me las arreglaba para mejorar mi vida de oración, y enseñaba las habilidades necesarias para estudiar la Biblia y testificar. Sin embargo, no era capaz de inspirar confianza, de traspasar la visión, ni de llenar de poder a las personas para que discipularan a otras. A pesar de todas mis mejoras, continuaba obteniendo los mismos resultados.

 

Entonces se produjo el gran adelanto. Yo había elaborado un plan de estudios3 para hacer discípulos que se convirtió en la base para el proyecto de mi doctorado en Ministerio. Mi mentor de la facultad consideró que sería bueno experimentarlo para probar la dinámica de aquel material en diversos ambientes. Además del enfoque de persona a persona, invité a otras dos para que se me unieran. De otro modo, nunca habría conseguido imaginarme la potencia que se desataría. Al añadir a una tercera persona, me pareció que el Espíritu Santo actuaba entre nosotros de una forma que daba vida, transformaba, y establecía los cimientos para la multiplicación.

 

A causa de lo que experimenté, nunca regresé al modelo de persona a persona para hacer discípulos. Veinte años después, he tenido una considerable oportunidad para reflexionar sobre la diferencia entre la dinámica que se produce entre los grupos de tres y de cuatro (tríada/cuadríada), y el enfoque de persona a persona.

 

Limitaciones que observé en el modelo de persona a persona

 

  • En el modelo de persona a persona, el discipulador es el responsable del bienestar espiritual del otro. Es como una especie de mamá ave que sale a buscar los gusanitos con los que alimenta a su cría. Y esos polluelos esperan con la boca bien abierta en su nido, hasta que regresa la madre. El discipulador desempeña el papel de traspasar sus amplios conocimientos a alguien cuyos conocimientos son limitados.
  • La relación de persona a persona establece una jerarquía que muchas veces lleva a la dependencia. Por agradecido que sea un Timoteo, lo más probable es que la persona que se encuentra en la posición de recibir no sea capaz de verse a sí misma en la posición de dar. El abismo existente entre un Pablo y un Timoteo se acentúa cuando es una relación entre pastor y miembro. El pastor es un profesional con estudios, con conocimientos bíblicos que muchos laicos no consideran que ellos puedan llegar a tener.
  • El enfoque de persona a persona limita el diálogo. Comparo la comunicación de persona a persona con un juego de ping-pong. En este diálogo de persona a persona, el discipulador se encuentra bajo una presión continua para llevar el intercambio a un plano superior.
  • El método de persona a persona también crea un enfoque de un solo modelo. La influencia primaria sobre un discípulo nuevo es una sola persona. Los parámetros de la experiencia discipuladora son definidos por los puntos fuertes y débiles de un solo individuo.
  • Por último, el modelo de persona a persona por lo general no reproduce. Es muy raro que lo haga. Solo las personas seguras de sí mismas e internamente motivadas pueden romper la dependencia para adquirir iniciativa propia y reproducirse en otros.4
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    Sin darnos cuenta, hemos mantenido un modelo de discipulado jerárquico y de posiciones fijas que no es transferible. Mientras una persona sienta que otra persona está por encima de ella a causa de una autoridad espiritual, como quiera que esta se mida, no se considerará en condiciones de discipular a otros. Aunque tratemos de vender el modelo de persona a persona como un método de multiplicación, lo cierto es que contiene en sí mismo las semillas de su propia destrucción. De acuerdo con mi propia experiencia, prefiero un modelo no jerárquico que considera el trabajo de discipular como un proceso mutuo de mentoría entre iguales.5

     

    Para evitar la trampa de la dependencia, es necesario que se vea la relación en un sentido lateral, en vez de verla como una relación en la que alguien tiene autoridad o posición sobre la otra persona.

      Un modelo práctico alterno para hacer discípulos en grupos de tres o de cuatro (tríadas/cuadríadas)

     

    ¿Por qué estos grupos de tres o de cuatro (tríadas/cuadríadas) comunican energía, están llenos de gozo y son reproductores?

     

  • Se opera un cambio desde una presión que no es natural hasta una participación natural por parte del discipulador. Cuando se añade una tercera o cuarta persona, el discipulador deja de ser el centro de enfoque para convertirse en una parte del proceso que lleva el grupo. En este ambiente, el discipulador es un participante más, junto con los otros. Aunque es él quien convoca a los demás, muy pronto se convierte en uno más del grupo en su andar hacia la madurez en Cristo.
  • Se da un paso de la jerarquía a la relación entre iguales. El grupo de tres o de cuatro crea de manera natural un andar en conjunto. El centro de atención se encuentra menos en el discipulador, y más en Cristo, como aquel hacia el cual debemos dirigir nuestra vida. En mi condición de pastor, descubrí que la relación podía comenzar con la conciencia de que yo era el experto en Biblia, a causa de mi título y de mis estudios, pero dentro de las primeras semanas, el grupo de tres o de cuatro me permitía ser uno más en un grupo de discípulos que estaban tratando de seguir a Jesús.
  • Ocurre un cambio del diálogo al intercambio dinámico. En mi experimento inicial con grupos de tres, muchas veces salía de las reuniones de discipulado, preguntándome: ¿qué propició ese intercambio tan lleno de vida y tan dinámico? La presencia del Espíritu Santo parecía palpable. La relación estaba llena de vida y de energía. Conforme he comprendido la dinámica de los grupos, he comprendido que la relación de persona a persona no es un grupo. El grupo se forma cuando se añade una tercera persona. (Piense en la Trinidad).
  • Se avanza de unas sugerencias limitadas a la sabiduría que existe en el número. La sabiduría procede de la multitud de consejeros (Pr 15.22). Muchas veces aquellos que consideramos más jóvenes, o menos maduros en la fe, tienen explosiones de gran sabiduría, una chispa nueva de vida, o simplemente unas preguntas fabulosas. En un grupo de cuatro con el que me reúno ahora, uno de los hombres, que llamaremos Miguel, confesó en nuestra reunión inicial: «Yo nunca he abierto la Biblia.» Yo lo había observado ansioso y hambriento, así que pensé que de seguro no había comprendido bien su comentario. Entonces traté de corregirlo: «Querrás decir que nunca has estudiado la Biblia en serio».«No; es que nunca he abierto una Biblia». Desde aquella primera reunión, Miguel ha mostrado un apetito voraz por las Escrituras. Sus inteligentes preguntas nos han llevado a entrar en diálogos y exploraciones de una profundidad mayor.
  • Se deja la suma para pasar a la multiplicación. Para mí no hay gozo mayor que ver a un cristiano reproducirse. Uno de los beneficios del modelo de tres o cuatro es su poder para facultar a la persona. Durante más de dos décadas he observado una proporción de reproducción cercana al setenta y cinco por ciento a través del modelo de grupos de tres o de cuatro (tríadas/cuadríadas) para hacer discípulos.
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    En resumen, una unidad más pequeña favorece la multiplicación, porque reduce al mínimo las dimensiones de tipo jerárquico, mientras que aumenta al máximo el modelo del compañero-mentor. Cuando se ofrece un plan de discipulado diseñado específicamente para esta relación tan íntima, se crea una estructura sencilla y reproducible que casi todos los creyentes en crecimiento pueden guiar. En estos grupos, el liderazgo se puede rotar muy temprano, puesto que el tamaño favorece el intercambio informal, y el plan proporciona una guía para seguir.

    La labor de discipular debe crear una multiplicación intergeneracional. Sin embargo, esto es solo uno de los logros que alcanza el trabajo de hacer unos discípulos con iniciativa propia, y capaz de reproducirse.

     

    Consulte en el próximo número de Apuntes el segundo artículo de esta serie: «Los discípulos se hacen en las relaciones, no en los programas».

     

    Greg Ogden es pastor de discipulado en Christ Church in Oak Brook, Oak Brook, Illinois.

    Se tomó de Enrichment Magazin, invierno de 2008. Se publica con permiso del autor.

     

    Notas

  • Bill Hull, The Disciple Making Pastor (Grand Rapids: Revell, 1988), p. 14.
  • Declaración de Misión de Willow Creek Community Church, en South Barrington, Illinois.
  • Greg Ogden, Discipleship Essentials: A Guide To Building Your Life in Christ (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1998).
  • Estas generalidades no tienen intención alguna de menospreciar las experiencias positivas y poderosas que la relación de persona a persona ha significado para muchos. Cuando se trata de la multiplicación de los discípulos mi experiencia me ha enseñado que, por lo general, esta relación no lleva a una reproducción.
  • Ogden, Discipleship Essentials, p. 17. «El discipulado es una deliberada relación en la cual andamos con otros discípulos para darnos ánimo, ayudarnos y exhortarnos unos a otros en amor a crecer hacia la madurez en Cristo. Esto incluye la preparación del discípulo para que él a su vez enseñe a otros».
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    Se publicó en Apuntes Pastorales, Vol. XXIX-6, edición de julio – agosto de 2012.