Unos pocos a la vez: El modelo para la multiplicación (Parte II)
por Greg Ogden
Al añadir a una tercera persona, me pareció que el Espíritu Santo actuaba entre nosotros de una forma que daba vida, transformaba, y establecía los cimientos para la multiplicación.
A este, le doy el nombre de «mi mayor momento eureka» en el ministerio, y es lo que le ha dado forma, más que ningún otro factor, a mi forma de hacer discípulos. Fue un momento en que tropecé con un importante descubrimiento.
Venía sintiéndome frustrado porque no veía que mis discípulos se multiplicaran. Había dado por sentado que el modelo de persona a persona era la mejor forma de hacer discípulos que se reproducían. Al fin y al cabo, ¿no es la relación entre Pablo y Timoteo el esquema bíblico? Discipular significaba dedicarme a alguien para asegurarme de que la vida de Cristo se edificara en él. Esto a su vez lo llevaría a desarrollar eso mismo por otra persona, y así sucesivamente. El problema estaba en que no veía que él hiciera lo mismo por otro. No ocurría la multiplicación.
¿De todo lo que hacía qué no era lo correcto? La locura consiste en hacer lo mismo una y otra vez, al mismo tiempo que esperamos resultados distintos. Frustrado, redoblé mis esfuerzos. Me aseguraba de tener a mano un buen contenido, me las arreglaba para mejorar mi vida de oración, y enseñaba las habilidades necesarias para estudiar la Biblia y testificar. Sin embargo, no era capaz de inspirar confianza, de traspasar la visión, ni de llenar de poder a las personas para que discipularan a otras. A pesar de todas mis mejoras, continuaba obteniendo los mismos resultados.
Entonces se produjo el gran adelanto. Yo había elaborado un plan de estudios1 para hacer discípulos que se convirtió en la base para el proyecto de mi doctorado en Ministerio. Mi mentor de la facultad consideró que sería bueno experimentarlo para probar la dinámica de aquel material en diversos ambientes. Además del enfoque de persona a persona, invité a otras dos para que se me unieran. De otro modo, nunca habría conseguido imaginarme la potencia que se desataría. Al añadir a una tercera persona, me pareció que el Espíritu Santo actuaba entre nosotros de una forma que daba vida, transformaba, y establecía los cimientos para la multiplicación.
A causa de lo que experimenté, nunca regresé al modelo de persona a persona para hacer discípulos. Veinte años después, he tenido una considerable oportunidad para reflexionar sobre la diferencia entre la dinámica que se produce entre los grupos de tres y de cuatro (tríada/cuadríada), y el enfoque de persona a persona.
Consulte el tercer artículo de esta serie: «Unos pocos a la vez: Limitaciones (parte III)».
Notas
Greg Ogden es pastor de discipulado en Christ Church in Oak Brook, Oak Brook, Illinois.
Se tomó de Enrichment Magazin, invierno de 2008. Se publica con permiso del autor.