Venganza, Salvación, Mujeres y Muerte Jueces 14:20–16:31

VENGANZAS DE SANSÓN 14:20–15:17

Por el divorcio 14:20–15:5

Sansón había regresado a su casa furioso y sin consumar el matrimonio (14:18–19). Su suegro decidió interpretar esto como divorcio (15:2) y casó a su hija con el filisteo que había sido padrino de boda (14:20; la expresión que se traduce “al cual él había tratado como su amigo” significa “el cual era su padrino de boda”).

Sansón no se dio cuenta de lo acontecido hasta que un día regresó para consumar su matrimonio (15:1). El padre trató de calmar la ira del hombre que ya había matado a treinta de sus paisanos, ofreciéndole a su hija menor (15:2), pero éste prefirió rectificar las cosas a su manera (15:3). En una maniobra espectacular, empleó 300 chacales para quemar el trigo, las viñas y los olivares de los filisteos (15:4–5; la palabra que se traduce “zorras” aquí probablemente significa “chacales”).

Por la muerte de su esposa y suegro 15:6–8a

Los filisteos tomaron sus propias represalias, quemando a la ex esposa y al ex suegro de Sansón (15:6). Tal vez creyeron que el incendio de sus campos justificaba quemar a las dos personas, pero la Biblia nunca equipara el valor de la propiedad con el de la vida humana.

Sansón respondió con otra venganza (15:7), esta vez matando a muchos filisteos (15:8). La frase “hirió cadera y muslo” es un modismo hebreo que denota una matanza grande.

En sus venganzas, Sansón actuó por motivos egoístas y hasta irracionales. ¿Acaso el engaño de los filisteos para ganar la apuesta justificaba la matanza de treinta filisteos? ¿Justificaba el divorcio incendiar la cosecha? Después de la traición de su novia y su suegro, ¿realmente sentía Sansón que debía vengar su muerte? ¿Era tan ingenuo como para creer que los filisteos dejarían que él tomara la última venganza? (15:7)

Sin embargo, Jehová utilizó el espíritu vengativo y obstinado tanto de Sansón como de los filisteos para iniciar la liberación de su pueblo (ver 13:5; 14:4).

En defensa propia 15:8b–17

Sansón se retiró a la peña de Etam en Judá (15:8b), pero los filisteos lo buscaron allí (15:9) para darle “su merecido” (15:10). Los dos contrincantes decían que solamente se estaban desquitando (15:10b, 11b).

En un círculo vicioso de venganzas y represalias, es difícil discernir quién tiene la culpa. En realidad, ambas partes la tienen, y la única forma de romper el círculo es que una perdone a la otra.

En vez de defender a Sansón, los varones de Judá lo acusaron de crearles problemas con los opresores (15:11a) y luego lo entregaron a ellos atado (15:12–13). No reconocieron que Jehová los estaba socorriendo a través de las locuras del danita. Éste, a diferencia de los otros libertadores, no dirigía un ejército, sino que era una especie de Rambo, que peleaba sólo para hacer justicia según su criterio personal. Ni él ni los israelitas buscaban la liberación, solamente Dios la quería.

VENGANZAS Y REPRESALIAS

Nadie puede romper dos cuerdas nuevas (15:13b), pero cuando el Espíritu vino sobre Sansón, no le ofrecieron ninguna resistencia (15:14). Después se armó con una quijada de asno que las hienas habían dejado después de devorar el resto del cadáver (15:15a). Ese hueso era demasiado duro y lleno de dientes para que esas fieras lo pudieran comer. Siendo fresca, la quijada era bastante pesada y muy resistente, pero al tocarla, se contaminó el nazareo (ver Levítico 11:27; Números 6:6–9).

Con esa quijada, ¡Sansón mató a 1,000 filisteos! (15:15b) Celebró su victoria con otro poemita, en el cual cantó no a Jehová, sino a su arma y a sí mismo (15:16; comp. Habacuc 1:15–16). De manera semejante llamó al lugar Ramat-lehi “Colina de la Quijada”, en vez de escoger un nombre que diera la honra a Dios.

¡PENSEMOS!
¿Está usted enredado en un círculo vicioso de venganzas y represalias con alguien? ¿Qué acciones suyas han contribuido a esa situación? ¿Cómo puede romper el círculo?
¿Es posible que Dios esté llevando a cabo su plan a través de las venganzas violentas que suceden en su país? Explique su respuesta.

SALVACIÓN DE SANSÓN 15:18–20

Después de la lucha, Sansón quedó deshidratado, al punto de estar en peligro de morir (15:18). En su debilidad, por fin reconoció que Jehová le había dado la victoria y que su vida dependía de él. Como Israel, Sansón no clamó a Dios hasta que se encontró en un aprieto, y así como el Señor en su misericordia liberaba a su pueblo, así también salvó al indigno Sansón (15:19). Al bautizar el lugar “En-hacore” “Manantial del que clama”, Sansón conmemoró su oración y la gracia divina manifestada en la respuesta.

Aparentemente, este encuentro con Dios es lo que convirtió al joven alocado en un gobernante de Israel (15:20a).

¡PENSEMOS!
¿Le ha contestado Dios alguna oración desesperada aun cuando usted no le haya estado tomando en cuenta? ¿Qué efecto tuvo esa respuesta divina en su vida posteriormente? ¿Contesta Dios siempre semejantes oraciones?

LAS MUJERES DE SANSÓN 16:1–21

La ramera de Gaza 16:1–3

Probablemente durante los veinte años de su gobierno Sansón mantuvo un comportamiento más o menos recto. Sin embargo, al final de ese período, volvió a las andadas, así como Israel caía en la idolatría después de cada período de reposo. Al entrar en la ciudad filistea de Gaza (16:1a), el danita menospreció la capacidad de sus enemigos de hacerle daño. Al visitar a la ramera (16:1b), despreció su nazareato y al Dios Altísimo que lo había ordenado (comp. 1 Corintios 6:15).

Cuando los filisteos se enteraron de su paradero, decidieron esperar para matarlo cuando pudieran verlo (16:2). Además, pusieron una guardia en la puerta de la ciudad para evitar que saliera.

En efecto, a medianoche, Sansón se levantó para irse (16:3a). Las puertas de las ciudades tenían la altura de un edificio de dos pisos, y estaban llenas de clavos y cubiertas de bronce para evitar que los enemigos fácilmente les prendieran fuego. ¡Cuál no sería el asombro de los guardias cuando el israelita agarró la barra que servía de cerrojo y arrancó de sus cimientos las dos hojas con sus postes! (16:3b) Por supuesto nadie se atrevió a atacar al superhombre mientras él se marchaba tranquilamente. Después, llevó las puertas cerro arriba y las trasladó 60 kms., desde la costa hasta la cumbre de un monte cerca de Hebrón.

Sin duda, el poder para realizar esta hazaña provino de Jehová. Sin embargo, el texto no menciona al Espíritu de Dios (comp. 14:6, 19; 15:14). Sansón había vuelto a confiar en su propia fuerza y a hacer lo que le venía en gana (ver 14:3, 7).

Dalila 16:4–21

Al enamorarse de Dalila (16:4), Sansón de nuevo mostró su insensatez con respecto a las mujeres. Los gobernantes de las cinco principales ciudades filisteas (ver 3:3) ofrecieron a ella una cantidad inmensa de plata, 5,500 siclos, para averiguar el secreto de dónde residía la fuerza de su amante para poder dominarlo (16:5).

El terreno de Abraham en Macpela costó sólo 400 siclos de plata (Génesis 23:15–16); la era de Arauna y sus bueyes, 50 siclos (2 Samuel 24:24); un esclavo, 30 siclos (Éxodo 21:32); y los servicios anuales del levita de Micaía, 10 siclos (17:10).

Su novia de Timnat La ramera de Gaza Dalila
Traicionó a Sansón (14:16–17) Vendió sus amores (16:1) Traicionó a Sansón (16:6–21) Vendió sus amores (16:5, 18)

Cuando Dalila trató de sacarle a Sansón el secreto, él le contestó con dolo (16:6–7). La frase que se traduce como “mimbres verdes” (16:7) significa “cuerdas de arco frescas”. Estas cuerdas se hacían de tripas torcidas y tendones.

En una siguiente visita, Sansón permitió a Dalila atarlo con las cuerdas, contaminándose así con las tripas frescas de animal (16:8; ver Levítico 11:27; Números 6:6–9). Cuando ella gritó que el enemigo atacaba, él fácilmente rompió las siete cuerdas (16:9). Los filisteos escondidos en el cuarto se quedaron allí, de manera que Sansón supuso que su amada solamente estaba jugando con él.

A pesar de los reproches (hipócritas) de ella (16:10, 13a), Sansón le mintió dos veces más (16:11, 13b). Cada vez que ella hacía la prueba, él salía airoso (16:12, 14).

Por fin, Dalila acudió a las mismas tácticas que la novia de Timnat: le acusó de no amarla, y lo presionó insistentemente (16:15–16; comp. 14:16–17). Sansón debía estar prevenido por aquella experiencia, pero con las mujeres él era tan lerdo como Israel con los ídolos. El hombre invencible en batalla sentía que iba a morir por la presión de su novia (16:17b).

Su revelación a Dalila también lo es para nosotros (16:17). Por primera vez leemos que su fuerza tenía que ver con su pelo. Aunque él había tenido en poco su nazareato, reconocía que sin la señal más visible de su voto, perdería su potencia.

Así resultó. Cortado su pelo (16:18–19a), se debilitó, ya que Jehová, su verdadera fuerza, se había apartado de él (16:19b–20). De manera semejante, Dios quitaba su bendición cuando Israel perdía su identidad como pueblo suyo.

Los filisteos capturaron a Sansón, le cegaron, lo encadenaron y los pusieron a moler el grano (16:21). Sin sus ojos, no podía seguir “viendo” a las damas que tanto le atraían (comp. 14:1; 16:1). Su trabajo de molinero no era en sustitución de una bestia en un molino grande. Ese tipo de molino no se inventó sino hasta el Siglo V a.C. Más bien, trabajaba con un molino de mano, haciendo la labor que correspondía a una mujer (comp. 9:53; Éxodo 11:5). ¡Qué contraste entre la humillación de Sansón en Gaza y la gala que él había hecho de su fuerza en esa misma ciudad! (ver v. 3)

¡PENSEMOS!
¿Tiene usted debilidad para el sexo opuesto? ¿Qué puede hacer para no caer víctima de personas como Dalila?
¿Qué pistas dio Sansón a Dalila en 16:6–13 acerca del verdadero secreto de su fuerza?
¿Por qué le daría esas pistas? ¿Qué peligro había en eso? ¿Corre usted de alguna manera peligros semejantes?

MUERTE DE SANSÓN 16:22–31

Justo cuando parecía que todo había terminado para Sansón, el v. 22 sugiere lo contrario.

Llegó un día de fiesta a Dagón, dios filisteo (16:23a; ver 1 Samuel 5:2–5). Primero los cinco gobernantes (16:23b) y luego el pueblo (16:24) alabaron a Dagón por haberles entregado a Sansón. Pidieron traerlo de la cárcel para burlarse de él (16:25). Parecía débil, a tal grado que necesitaba apoyarse en las columnas del templo (16:26; la “casa” era la de Dagón). El techo estaba sostenido por columnas de madera que descansaban sobre bases de piedra.

La casa de Dagón estaba atestada de filisteos que se burlaban de Sansón (16:27). Jehová había logrado colocar a su enviado donde podría hacer el daño máximo, no solamente a los opresores, sino también a su dios falso.

En ese momento crítico, Sansón clamó por segunda vez a Jehová (16:28; comp. 15:18). Todavía no pensaba en la liberación de Israel o en la gloria de Dios, sino siempre en la venganza personal.

De repente el “anémico” israelita se apoyó sobre las dos columnas centrales de una manera inesperada (16:29; comp. v. 26). El peso de los 3,000 espectadores en el piso alto (v. 27) probablemente había desestabilizado el edificio. Sansón logró mover las columnas, y toda la construcción se desplomó, seguramente matando a casi todos los que estaban dentro (16:30).

Fue así como Jehová no sólo continuó con la liberación (13:5), sino que también demostró que el verdadero Dios no era Dagón, sino él mismo. Las derrotas del pueblo de Jehová no significan que él también estuviera vencido.

¡PENSEMOS!
¿Por qué Sansón se incluye entre los héroes de la fe de Hebreos 11:32? ¿En qué momentos manifiesta su fe? ¿Cómo responde Jehová a su clamor? (15:18; 16:28) ¿Por qué le salva la vida la primera vez, pero no la segunda? ¿Qué aprende usted de esto para su vida?
Haga una lista de las semejanzas entre Sansón e Israel. ¿Cuáles de esas semejanzas se hallan en usted también?
¿Por qué Jehová escogería a un pícaro como Sansón como libertador? ¿Utiliza a personas semejantes hoy también? ¿El hecho de que una persona tenga un ministerio fructífero necesariamente implica que su vida agrada a Dios?
¿Qué le enseña la historia de Sansón acerca de la libertad de acción de Dios? ¿Acerca de su amor por su pueblo? ¿Acerca de su celo por su gloria?

Williams, G. (1995). Estudios Bı́blicos ELA: Dios permanece fiel (Jueces y Rut) (75). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.