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Verdades íntimas (Segunda parte)

Verdades íntimas (Segunda parte)

por Gabriele Rienas

Si pudiéramos describir el matrimonio como un banco con tres patas, la ayuda del Espíritu Santo es la tercera pata en la relación. Hacemos lo que podemos, y dependemos de su ayuda.

El ministerio y el matrimonio: Las esposas de pastor lo cuentan todo

 

Por Gabriele Rienas

 

Consejeras

La mayoría de las esposas de pastor —por no decir todas— dirían que quieren apoyar al esposo y tratar de animarlo más que derribarlo en el ministerio. Hace algún tiempo algunas esposas de pastor veteranas hablaban acerca de escuchar a su esposo predicar cada semana. Ellas cambiaron impresiones sobre lo que era oír sermones de la misma persona semana tras semana, año tras año. La mayoría planteó que disfrutaban oír al esposo predicar. Pero otras pocas admitieron que estaban dolorosamente conscientes de las veces que el esposo parecía no preparado en su expresión oral. También admitieron que, después del culto, a veces se sentían tentadas a corregir la gramática del esposo o su selección de las palabras. Una esposa tímidamente sacó de su cartera una larga lista, hecha jirones. Ella llevaba esta lista semana tras semana, en la que anotaba meticulosamente los errores que su esposo cometía para que él trabajara en corregirlos después del culto.

 

La mayoría de las esposas no están plenamente conscientes de los detalles cotidianos del trabajo del esposo. Su conciencia de la ejecución de sus tareas se basa principalmente en lo que ellos les cuentan, más que en experiencia de primera mano. Sin embargo, las esposas de pastor a menudo observan a su esposo cuando trabaja. Esa familiaridad trae consigo la tentación de evaluarlo y de criticar su conducta.

 

«A través de los años, he aprendido que puedo confiar en sus elecciones —señala, espontánea, Josefina—. Por supuesto, no estamos de acuerdo a veces, y entonces se vuelve un asunto de oración. En esas ocasiones, argumento: «él es el pastor de la iglesia, y no yo. No veo todo el funcionamiento todos los días, y no sé todos los detalles. Voy a dejar que esa decisión sea suya.” —Después de pensar un momento, añade—: A veces diré lo que pienso porque me considero a mí misma como un equilibrio para mi esposo. Creo que él está de acuerdo.»

 

«No soy una líder por naturaleza, pero me aferro a mis ideas. A veces coloco las ideas aparte cuando mi esposo llega a casa —admite Abigaíl—. Debo guardar cuidado con eso.»

 

Catalina expresó con sinceridad la manera en que sostuvo esa lucha en los primeros años de su matrimonio. «Cuando éramos pastores de jóvenes, me encontré haciendo más eso. Amaba a aquellos muchachos, y alimentaba mis propias ideas de qué daría resultado. No estaba clara de qué se trataba la asociación. No podía entender por qué él no usaba mis ideas si eran buenas. Aprendí a reconocer que él proponía un buen plan, aunque no fuera mi plan. Tuve que dar un paso atrás, respetarlo y apoyar su visión.» Ella ha aprendido con rapidez.

 

Tal vez las parejas que entran juntos al ministerio al inicio de su matrimonio manejan una vista ligeramente idealizada de cómo funcionaría trabajar asociadamente. Esto es cierto, sobre todo si la esposa se considera llamada a la misma clase de ministerio que su esposo. El imaginarse la unidad armoniosa, el tomar decisiones juntos y trabajar codo a codo en el reino de Dios parece deseable, aun espiritual. Sin embargo, la realidad es que dos personas no piensan exactamente igual ni enfocan el trabajo de la misma manera todo el tiempo. La crítica se multiplica en las diferencias de personalidad, y se potencia al aumentar los conflictos.

 

El respeto a su esposo y sus métodos y enfoque adquiere prioridad sobre el tener razón y llevar a cabo las cosas a nuestra manera. Diana admira a su esposo. «Tengo un profundo respeto por los llamamientos que hace mi esposo. Quiero ser como él». Comentó que debido a que ella rara vez trata de influir en él, su aporte trae mucho más peso cuando surge algo importante.

 

La buena comunicación resulta ser la clave. «Me cuido mucho de cómo expreso mis pensamientos. El cuestionamiento dogmático no lo recibiría bien —afirma con franqueza Diana—. Por lo general, expreso preocupaciones con una pregunta: “¿Qué piensas de eso…?” Obtengo su respuesta y entonces regreso con: “He aquí cómo me siento al respecto.” Es como tomarse una medicina amarga con un poco de azúcar».

 

Diana cuenta acerca de una eficaz herramienta de comunicación. «Descubrimos este truquito hace algunos años y ahora lo usamos cotidianamente. Les damos puntuación a las cosas en una escala de 1 a 10. Le señalaré: “A esto le doy un 8 o un 9.” Él indicará: “Esto es solo un 4 para mí.” Esto nos ayuda a saber dónde está en la escala.» Rara vez uso 8 a 10 a no ser que sea muy importante. Si lo uso, él sabe que es muy importante. A menudo da 4 y 5. Si es un 6, sé que es importante para él. Descubrimos esa escala por casualidad, y de repente una luz se encendió. Nos ha dado buen resultado y hemos logrado comunicarnos.»

 

Respeto y admiración

Libros recién publicados han enfatizado que la mayor necesidad de un hombre es el respeto y la admiración de su esposa. Esa necesidad es tan intensa como la necesidad de una mujer de que su esposo la ame. Los hombres están de acuerdo en que esa perspectiva es correcta.

 

Sin embargo, pastores que en el exterior se muestran confiados y seguros de sí mismos, al mismo tiempo pueden estar luchando contra la vulnerabilidad y la inseguridad. Los hombres no expresan verbalmente estos sentimientos. Diana contó que con frecuencia su esposo le aclara: «Solo quiero que te ufanes de mí.»

 

Con prudencia ella añade: «Cuando la esposa constantemente corrige al esposo, el hombre piensa: Piensas que soy un tonto, y no crees en mí. Es posible que la esposa solo trate de expresar su reacción, pero el esposo no logra captarlo así. Él necesita estímulo más que consejo.»

 

Ser pastor es un oficio muy visible, y la iglesia es la familia de Dios. Por lo tanto, el pastor está expuesto a mucho escrutinio y análisis. Cada vez que predica, se vuelve vulnerable, pues le da a la gente la oportunidad de examinar o criticar lo que ofrece. La esposa opta, o por volverse aliada del esposo, o por volverse otra fuente de tensión en la vida de él. «Cuando mi esposo entra por la puerta, sé de inmediato cómo ha transcurrido el día —observa Catalina—. Él es fuerte. Nadie diría que es inseguro. Pero él admite que en lo más íntimo necesita seguridad.»

 

Seguridad en el matrimonio

Muchas de nosotras hemos resultado afectadas por las revelaciones de inmoralidad en algunos matrimonios de pastores. También sabemos que nuestro esposo trata con almas atribuladas que a menudo no cuentan con límites sanos. Catalina admite de buena gana que las revelaciones de inmoralidad en personalidades públicas del ministerio la asustan. Cuando oye de tales casos, se pregunta cómo las parejas pueden salvaguardar su matrimonio.

 

La prevención y la protección del matrimonio antes de que surja un problema es la clave. Si la relación conyugal es sólida antes de que ataque la tentación, con mucha más probabilidad la pareja la vencerá. Luchar por el éxito de su matrimonio parece ser común en matrimonios de pastores de larga duración. Si permanecemos en esta actitud de por vida nos dará perseverancia y prevención.

 

Diana comparte que ella y su esposo han analizado esto. «Estamos en esta relación de por vida. Cualquier dificultad que surja en nuestra relación, quiero una recuperación rápida. Haré todo lo que pueda para resolverlo entre nosotros y salirnos de ahí.» Ese tipo de compromiso ayuda a perseverar a través de los tiempos duros y trae seguridad a la relación.

 

En un nivel práctico, Diana añade: «Si me convierto en una gran compañera sexual de mi esposo, se adelanta mucho en el camino hacia la relación a pruebas de aventuras amorosas. La unidad sexual con su esposa es enorme para un hombre. En una escala del 1 al 10, es un 12.» Una esposa ejerce mucho poder en ese aspecto tanto para edificar como para derribar a su esposo.

 

Además, los límites y las salvaguardas apropiados resultan imprescindibles para cualquiera que trabaje con personas. Eso incluye responsabilidad y limitaciones que impidan aun la aparición de conductas impropias.

 

Lo mejor para las parejas pastorales es predeterminar los límites y estar de acuerdo con ellos. ¿En qué circunstancias, si es que las hay, estaría el pastor solo con otra mujer? ¿Cuáles serían las salvaguardas? ¿Qué en cuanto a las reuniones en la oficina? ¿Cuándo estas tendrían lugar y bajo qué condiciones? ¿Ante quién es responsable? ¿Quién formulará esas preguntas y se las planteará a ellos?

 

La visibilidad de la esposa para la congregación también desempeña una función de protección para el matrimonio y alcanza otros beneficios. Aunque las funciones, las responsabilidades, y aun el grado de participación pueden variar mucho, las esposas de pastor tienen que estar presentes en la vida de la iglesia. Un esposo que celebra la presencia excepcional de su esposa invierte en su matrimonio. También contribuye a la confianza que ella tiene en sí misma y en su llamado excepcional, cualquiera que sea.

 

Cómo obtener ayuda

¿Cómo debería proceder una pareja pastoral cuando surgen dificultades que parecen insalvables? ¿Qué pasa si los intentos de comunicación fallan y los temas sin resolver causan heridas y fatiga en su relación? La realidad es que los matrimonios de pastores no son inmunes al divorcio. Cuando sucede esto, la destrucción es grande y de largo alcance. En el pasado, buscar ayuda externa parecía una posibilidad impopular y remota.

 

Gracias a Dios, la orientación y la ayuda matrimonial las han ido aceptando cada vez más. Catalina confirma eso. «El primer año de nuestro matrimonio fue difícil. Mi esposo acudió al pastor principal en busca de ayuda. No hubo vergüenza en su respuesta a mi esposo. Él le recomendó orientación externa.» Libres para buscarla sin reservas, recibieron una gran ayuda por lo que aprendieron.

 

«Si usted consulta al médico para salvaguardar su salud física, ¿por qué no buscaría a un consejero matrimonial si su matrimonio enfrenta dificultades? —añadió Diana—. Si fuéramos perfectos, ¿cómo nos relacionaríamos con nuestro pueblo? La gente habla más acerca de lo que pasa en realidad. Vivimos en una sociedad de abundante comunicación. La gente habla de todo. Todo está al descubierto. El beneficio es que conseguimos ser más libres para pedir ayuda cuando la necesitamos.»

 

Unidad espiritual

Aunque se encuentren beneficios definidos a una mayor apertura y al diálogo sincero, las desventajas están presentes. El peligro es que nos volveremos tan cognoscitivos en nuestro enfoque de los problemas que dejaremos fuera el componente espiritual de una relación matrimonial fuerte. El adagio es viejo pero cierto: la familia que ora unida permanece unida.

 

El grito de muchas mujeres es que los esposos asuman más el liderazgo espiritual en el hogar. La esposa de pastor tiene el privilegio de observar a su esposo ejercer el liderazgo espiritual en una iglesia. Si este liderazgo se extendiera o no al hogar dependerá de la pareja.

 

Perece lógico que un hombre que exhorta apasionadamente y ora públicamente lo haría así en la privacidad de su hogar. Sin embargo, en un ambiente de entera sinceridad, muchas parejas pastorales admiten que ellos no oran ni ejercitan una vida devocional juntos. Una encuesta informó que noventa y cinco por ciento de los pastores no oran regularmente con su cónyuge. Este es un hecho misterioso. Tal vez la espiritualidad en público sea más segura que la expresión espiritual privada e íntima. La espiritualidad de uno es más vulnerable en un ambiente en que su cónyuge lo conoce íntimamente. Cualquiera que sea la razón, las parejas pastorales tienen que esforzarse por hacer de la oración parte natural de su relación.

 

Los beneficios inesperados

Aunque estar casado y en el ministerio trae sus problemas, también viene con sus beneficios. Cuando se le pidió que contara lo que a ella más le complace de su matrimonio, Josefina expresó: «Tengo un esposo muy apasionado por Dios. Es un hombre de Dios. Dirige su casa acorde con la Palabra.»

 

«Vivo impresionada por lo que he visto a Dios obrar en nuestra iglesia y en nuestra familia —comenta Catalina. Hemos visto que él provee. Hemos visto milagros, y hemos recibido su bendición. Hemos criado a nuestros hijos en un hogar en el que una y otra vez hemos sido testigos de milagros.» Disfrutar estas bendiciones juntos provee un vínculo especial y sólido a la familia.

 

Abigaíl señala que la esposa de un pastor se beneficia de la flexibilidad que trae el programa de su esposo. «Aunque a veces pueda estar ocupado, también me puede ayudar con ciertas tareas en pleno día si surge la necesidad. Me encanta esta flexibilidad.»

 

Ella también señala los beneficios que goza la familia en una iglesia cariñosa. «A pesar de todo, usted es especial porque es la familia del pastor. La mayoría de ellos lo aman y son comprensivos. Les complace amarlo.» Ese tipo de apoyo congregacional recuerda la clase de apoyo que las jóvenes parejas acostumbraban recibir de las familias antes de que nuestra sociedad se volviera ambulante. Eso enriquece una relación y provee perspectiva, de manera que contrarresta la tensión del aislamiento con la que luchan muchas parejas.

 

Una lista de los beneficios que disfruta la esposa de un pastor no está completa si no se mencionan las muchas oraciones que la gente eleva a favor de su matrimonio. La esposa del pastor aprecia el aliento y el consuelo que vienen de la seguridad de que los santos oran a diario por ella, su matrimonio y su familia. Ella aparece en muchas listas de oración desde el día en que aceptan el llamado de una iglesia.

 

La mayoría de las personas conocen matrimonios de pastores que se han destruido. Dondequiera que oímos de tal tragedia, nos entristecemos. Nos volvemos más conscientes de cuán frágil puede ser nuestra vida. Nos recuerda nuestra humanidad y nuestras vulnerabilidades.

 

Admiro a las parejas pastorales que buscan una relación apasionada, unificada y sana. El tema recurrente que aparece con las esposas de pastor en tales matrimonios es el mantener una perspectiva positiva y orientada a la solución de los problemas del matrimonio pastoral. Quizá la actitud lo sea todo.

 

Joseph Barth afirmó: «El matrimonio es nuestra última y mejor oportunidad de crecer». Aunque cada persona es diferente en carácter, fortalezas y pasiones, la resolución a trabajar para que una relación resulte, adaptando y buscando el crecimiento personal, parece ser la clave. La esposa de un pastor que sea sincera respecto a sus problemas, pero que adapte pragmáticamente sus expectativas, puede buscar soluciones y disfrutar del buen éxito y de la realización en su relación matrimonial.

 

No estamos solas en nuestro viaje. Si pudiéramos describir el matrimonio como un banco con tres patas, la ayuda del Espíritu Santo es la tercera pata en la relación. Hacemos lo que podemos, y dependemos de su ayuda. Diana lo resume así: «No soy una víctima. Opto por asumir una función activa en mi vida.» Este enfoque de la vida y del matrimonio en el ministerio consigue que esa aventura resulte un éxito.

 

Busque en el número anterior, edición de julio-agosto, de Apuntes Pastorales el primer artículo de esta serie.

 

La autora, ha sido esposa de pastor por más de treinta años y es consejera profesional; reside en Beaverton, Óregon. Es oradora en retiros y conferencias a nivel mundial.

 

Se tomó y adaptó de Enrichment Journal. Se publica con permiso de la autora. Todos los derechos reservados por la autora.

 

Se publicó en Apuntes Pastorales Vol. XXX-1, edición de septiembre – octubre de 2012.