AUGUSTO

Luk 2:1; Act 25:21, 25.


Augusto (gr. Augoustos [1], transliteración del lat. Augustus, “majestuoso [venerable, augusto]”; gr. Sebastós [2], “digno de veneración y honor”, “reverendo”, “venerable”). 1. Tí­tulo-nombre que se le confirió a Gayo Octavio y por el que se lo reconoció como el 1er emperador de Roma (27 a.C.). Nació en el 63 a.C; y era sobrino nieto de Julio César. Cuando éste murió, Octavio, que habí­a sido adoptado como su hijo y heredero, tomó el nombre de Gayo Julio César Octaviano. Por esta razón se lo conoce como Octaviano durante el perí­odo preimperial. Poco después de la muerte de Julio César (44 a.C.), Octavio fue cónsul (43 a.C.), y luego formó el Segundo Triunvirato con Antonio y Lépido. Los siguientes 12 años estuvieron llenos de actividades militares y administrativas, las que le dieron la supremací­a sobre sus competidores. Lépido fue eliminado del Triunvirato (36 a.C.) y Antonio, quien trató de construir un imperio oriental con Cleopatra, fue derrotado en la famosa batalla de Accio (31 a.C.). Desde ese tiempo hasta su muerte, 44 años más tarde, Octaviano fue el único señor del imperio. Este perí­odo se considera como la edad de oro de Roma. Su ejército permanente consistí­a de 25 legiones, las que, junto con un número aproximadamente igual de tropas auxiliares, totalizaban unos 250.000 ó 300.000 hombres. Gracias a él y a sus generales las fronteras del imperio se extendieron hasta España, Alemania Occidental y Partia Occidental. En el 4 d.C. adoptó a Tiberio, quien lo sucedió después de su muerte, ocurrida a los 76 años (14 d.C.). Su biografí­a sobrevivió en largas inscripciones en griego y en latí­n encontradas en Ankara, Turquí­a. 54. Estatua de Augusto, proveniente de la Ví­a Laví­nica, exhibido en el Museo de las Termas, Roma. Octaviano aparece en el NT, bajo el tí­tulo de Augusto César, en relación con el censo de Palestina y la época del nacimiento de Jesús que llevó a José y Marí­a a Belén (Luk 2:1). Aunque Augusto no era amigo de los judí­os, los favoreció por conveniencia y procuró mantener su lealtad por causa de la ubicación geográfica de su patria: el borde oriental de su imperio. Valoró la lealtad y la amistad de Herodes, quien, a su vez, lo honró al dar a su capital el nombre del emperador, Cesarea, y al cambiar el de la ciudad de Samaria por Sebaste (del gr. Sebastós). Augusto ordenó ofrecer sacrificios diarios, en su nombre y pagados por él, en el templo de Jerusalén. Véase Augusto 2. Bib.: CAH, t X (Cambridge, 1934). 2. Tí­tulo conferido a los soberanos romanos a partir de la designación de Gayo Octavio como el 1er emperador de Roma. De allí­ en adelante, la distinción sirvió para indicar el máximo honor otorgado a un monarca del imperio (también sirvió para adjetivar divinidades y templos). El término griego se menciona en Act 25: 21, 25. Véanse Augusto 1; César; Compañí­a 2. Augusto, Banda de. Véase Compañí­a 2. Augusto, Cohorte de. Véase Compañí­a 2. Aurora. Véase Alba. Austro. Véase Este.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Cayo Julio César Octavio, emperador romano del 30 a. C. al 14 d. C. Hijo adoptivo y heredero de Julio César. Después del asesinato de éste, en una conjuración republicana, en el 44 a. C., A. formó el Segundo Triunvirato con Lépido y Marco Antonio, en el año 43 a. C. En el 42 a.C., derrotó a los conjurados, que mataron a César, en Filippos. En el 40 a. C. hizo la paz con su rival Antonio. Al repartir el territorio del Imperio entre los triunviros, A. quedó en Roma. Debido a la conducta de Antonio en Egipto, en donde se unió a la reina Cleopatra, habiendo repudiado a su esposa Octavia, hermana de Octavio, y traicionando a Roma, A. intervino y lo venció en la batalla de Actium, en el año 31 a. C. A. concentró en sus manos todo el poder del Imperio romano, y fue proclamado por el Senado, imperator, princeps, augustus et pontifex maximus, inaugurando así­ la era de los emperadores romanos, que adoptaron, desde entonces, el tí­tulo de A. Durante su reinado se dio el florecimiento de las artes, especialmente de la literatura, campo éste en el que sobresalieron talentos como Horacio, Virgilio, Tito Livio, Salustio, Ovidio, protegidos por el emperador y por Mecenas, por lo que esta época se conoce en la historia como el †œSiglo de Augusto†.

En lo militar A. organizó y fortaleció el ejército, desplazando las legiones a los sitios donde hubiera peligro de rebelión, y en caso contrario, ampliando el dominio territorial nombrando a alguien fiel al Imperio.

En Palestina A. y el Senado, en vez de la ocupación militar, sostuvieron a un hombre leal a Roma, ® Herodes el Grande, a quien nombraron rey en el 40 a. C., y quien debí­a someter a la aprobación de Roma a sus sucesores. Palestina estaba bajo la protección y vigilancia de la provincia romana de Siria.

Cristo nació siendo emperador Augusto Lc 2,1-7, y seguramente antes de la muerte de Herodes.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Augusto fue un tí­tulo dado a Gayo Julio César Octaviano (63 a. de J.C. – 14 d. de J.C. ), el primer emperador y gobernador romano en el mundo Mediterráneo en el tiempo del nacimiento de Jesús (Lc. 2:1). Véase ROMA.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

†¢César.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, FUNC

vet, = “venerable, que impone respeto”. Tí­tulo dado a los emperadores romanos sucesores de Augusto César. En la Biblia se mencionan por este tí­tulo a Augusto César (Lc. 2:1) y a Nerón (Hch. 25:21, 25).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

DJN
 
“Augusto” es el tí­tulo honorí­fico que el emperador romano Cayo Octavio César Augusto, también conocido como Octaviano, recibió del senado, no sin tensos forcejeos con sus enemigos polí­ticos, el año 27 a. C., cuatro años después de su victoria sobre M. Antonio en Accio, ya que él hubiera preferido el sobrenombre “Rómulo”, de más alcance polí­tico, y ser considerado como un segundo fundador de Roma. “Augusto” significa “excelso, majestuoso”, como sugiere él mismo: “Desde este momento superé a todos en autoridad” (cf. Res Gestae, 34); sus connotaciones religiosas contribuyeron a su divinización y la de los emperadores romanos siguientes así­ como a la de los miembros de la familia imperial.

Augusto es el creador del “principado” que ocuparon los emperadores romanos sucesivos. Tanto la religiosidad popular (p. ej. los vaticinios sibilinos) como la literatura propagandí­stica del tiempo, especialmente los poetas (Virgilio, Horacio), contribuyeron a su culto como prí­ncipe universal y salvador del mundo. Contra este tí­tulo divino y el culto de los emperadores romanos que le sucedieron protesta el Apocalipsis al referirse a los nombres blasfemos de la bestia (13,1; 17,3). Augusto figura como el creador de la Romana, cuya importancia para el desarrollo del cristianismo es considerada por los Padres de la Iglesia providencial.

Su carrera polí­tica estuvo llena de obstáculos (M. Antonio; los residuos de enemigos republicanos; conjura de Fannio Caepio en el año 23 a. C.); en su vida familiar experimentó decepciones, disgustos e intrigas (adulterio, proceso y relegación de su hija Julia; desavenencias con el joven Tiberio) así­ como graves enfermedades en los 30 últimos años de su vida. En estas circunstancias resalta más su condición de estadista genial, prudente, dotado de instinto polí­tico y psicológico para conocer las personas, seguro de sí­ mismo, fuerte, justo y clemente, de cuyos éxitos son fautores hombres importantes como su general Agripa y Mecenas, su prudente lugarteniente en Roma.

Educado por el estóico Antí­patro de Tarsos se profesaba estoico ilustrado; no es que fuera propiamente religioso, sino, más bien, supersticioso, ya que en muchas circunstancias de su vida se creyó protegido, sobre todo, por Apolo. Intentó restabler la religión y las costumbres familiares tradicionales romanas.

En su reinado nació Jesús (6/7 a. C.). Mientras que Mateo sitúa el nacimiento de Jesús en el reinado de Herodes el Grande, subrayando el contexto judí­o (Mt 2,1), Lucas lo enmarca en el principado de César Augusto para presentar al Mesí­as recién nacido como el salvador no sólo de los judí­os, sino de todo el mundo, y para dar a entender -no sin cierta intención apologética- que el cristianismo se inserta sin dificultades en el Imperio romano (cf. Lc 2,1. 10-14. 30-32).

Hay que recordar que Augusto estuvo en España los años 26-25 a. C. para organizar la administración de la pení­nsula y dirigir la guerra contra los cántabros. Entró por Tarragona, procedente de las Galias, probablemente en barco. Desde Tarragona pasarí­a, acompañado del joven Tiberio y su hijo Marcelo, por Zaragoza, Tarazona, continuando desde aquí­, bien por la ví­a que pasaba por Numancia, CIunia hasta Sasamón (Sigisama), donde los romanos tení­an su campamento principal, o más probablemente por la ví­a, que era más importante, que pasaba por Calahorra, Birovesca (Briviesca) e iba a dar a Sasamón, la Peña Amaya y Astorga. Su presencia en Sasamón (Sigisama) sirvió más de apoyo moral que estratégico, ya que a causa de su quebrantada salud no tardó en volver a Tarragona. La guerra contra los cántabros no quedó terminada hasta el año 19 a. C., gracias a su fiel compañero de estudios y hábil general M. V. Agripa. Conseguida la victoria contra los cántabros se cerró de nuevo el templo de Jano, para indicar que en todo el Imperio romano reinaba la paz. La verdadera paz vendrí­a, sin embargo, al mundo pocos años más tarde con el nacimiento de Jesucristo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2,14). -> Roma; .

Rodrí­guez Ruiz

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Se otorgó este tí­tulo a Cayo Octavio. Aunque más tarde también lo adoptaron otros emperadores romanos (Hch 25:21, 25), solo se aplica por antonomasia a Octavio, el primer emperador del Imperio romano.
En septiembre del año 31 a. E.C., trece años después del asesinato de Julio César, el tí­o abuelo de Octavio, este se convirtió en el gobernante indisputable del Imperio romano. Rechazó los tí­tulos de †œrey† y †œdictador†, pero aceptó el tí­tulo especial de †œAugusto† que le habí­a otorgado el Senado el 16 de enero del año 27 a. E.C. Después de la muerte de Lépido, en el año 12 a. E.C., adoptó el tí­tulo de pontifex maximus. Al subir al poder, hizo reformas en el gobierno, reorganizó el ejército, estableció la guardia pretoriana (Flp 1:13) y construyó y restauró muchos templos.
En el año 2 a. E.C. salió †œun decreto de César Augusto de que se inscribiera toda la tierra habitada […]; y todos se pusieron a viajar para inscribirse, cada uno a su propia ciudad†. (Lu 2:1, 3.) Gracias a este decreto se cumplió la profecí­a bí­blica de que Jesús nacerí­a en Belén. (Da 11:20; Miq 5:2.) Si se exceptúa esta inscripción para la recaudación de impuestos y el reclutamiento militar, el nombramiento de gobernadores en algunas provincias y la ejecución de la pena de muerte, Augusto intervino muy poco en el gobierno local. Su polí­tica, conservada después de su muerte, otorgó al Sanedrí­n judí­o amplios poderes. (Jn 18:31.) Esta indulgencia imperial restó motivos que indujesen a la rebelión.
La sucesión de Augusto tení­a pocas alternativas. Su sobrino, dos nietos, un yerno y un hijastro habí­an muerto, y solo le quedaba su hijastro Tiberio. Augusto murió el 17 de agosto del año 14 E.C. (el 19 de agosto según el calendario juliano), el mes al que habí­a dado su nombre.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Un nombre adicional adoptado por *César Octaviano cuando se regularizó su posición en el 27 a.C., y aparentemente con la intención de que señalara esa autoridad moral en función de la cual definió su primacía en la república romana (Res Gestae 34). Pasó a sus sucesores como título del cargo más bien que nombre, y en consecuencia fue traducido así al griego (sebastos, ‘Su Reverencia’, Hch, 25.21, 25; °vp “Su Majestad el emperador”; °vm “el Emperador”) cuando se hacía referencia a ellos, aunque transliterado cuando la referencia era a él (Lc. 2.1).

Augusto personificaba el ideal romano: el mérito personal debía conquistar la dignidad y el poder. Pero su éxito terminó con la competencia, y lo dejó con la carga de la responsabilidad universal. Sus 57 años de gobierno (43 a.C. a 14 d.C.) vieron la iniciación de una nueva era de paz bajo el *imperio romano.

Bibliografía.A. H. M. Jones, Augustus, 1970.

E.A.J.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

El nombre por el que usualmente se conoce a Cayo Julio César Octaviano, el primer emperador romano, durante cuyo reinado nació Jesucristo. Nació en Roma el 62 a.C. y murió el 14 d.C. También es el título que recibió del senado en el año 27 a.C., en muestra de gratitud por la restauración de algunos privilegios de los que ese cuerpo había sido privado. El nombre fue asumido en adelante por todos sus sucesores. Augusto perteneció a la gens Octavia y era hijo del pretor Cayo Octavio. Era sobrino-nieto de (Cayo) Julio Cesar, quien le nombró heredero principal en su testamento. Tras el homicidio de Julio César, el joven Octaviano se fue a Roma a tomar posesión de su herencia. Aunque originalmente pertenecía al partido republicano acabó aliándose con Marco Antonio. Por su propia popularidad y con la oposición del senado, tuvo éxito en conseguir el consulado en el 43 a.C. Ese mismo año pactó con Antonio y Lépido controlar entre los tres los asuntos de Roma durante los próximos cinco años. Este (segundo) Triunvirato (tresviri reipublicae constituendae) dividió los dominios romanos de manera que Lépido recibió España; Antonio, la Galia; y Augusto, África, Sicilia y Cerdeña. La primera movida del Triunvirato fue proceder contra los asesinos de César y contra el partido del Senado liderado por Bruto y Casio. Este último sufrió una tremenda derrota en la batalla de Filipos (42 a.C.) tras la cual el destino de Roma quedó prácticamente en manos de dos hombres. Lépido, tratado siempre con negligencia, trató de obtener Sicilia para sí mismo, pero Augusto pronto venció a sus tropas, y tras su sumisión, fue enviado a Roma donde paso el resto de su vida como pontifex maximus.

Surgió una nueva división del territorio de la República entre Antonio y Augusto, por la cual el primero tomó Oriente y el segundo, Occidente. Cuando Antonio se deshizo de Octavia, hermana de Augusto, encaprichado con Cleopatra, estalló la guerra civil entre ellos, originada sin duda por los distintos intereses de ambos y por el ya largo antagonismo entre Oriente y Occidente. Los seguidores de Antonio fueron derrotados en la batalla naval de Actium (31 a. C.) y Augusto quedó, para todos los intentos y propósitos, como el único amo del mundo romano. Logró traer la paz a la República y por su moderación en su trato con el senado, su munificencia con el ejército y su generosidad con la gente, fortaleció su posición, y se convirtió de hecho, aunque no de nombre, en el primer emperador de Roma. Su política en la preservación de las formas de administración republicanas y la preocupación por evitar toda apariencia de poder absoluto o monarquía no disminuyó su poder ni debilitó su control. No se puede negar que el carácter general de su administración y su política de centralización logró fortalecer y consolidar el débilmente organizado estado romano en un todo bien entretejido y coordinado. Fue un mecenas de las artes, letras y ciencias y dedicó grandes sumas de dinero a la organización y engrandecimiento de Roma. Es bien conocida su afirmación “la encontré de ladrillo y la dejé de mármol”.

Bajo su dirección aumentaron la industria y el comercio. La seguridad y la rapidez de los intercambios se lograron por la construcción de muchas nuevas vías. Se propuso renovar por medio de leyes el desorden y confusión de la vida y la moral surgidas en gran medida debido a las guerras civiles. La vida en su corte era sencilla y sin ostentaciones. Se publicaron leyes severas para fomentar los matrimonios y los nacimientos. Se controló la moralidad de los juegos y del teatro y se introdujeron nuevas leyes para regular la situación de los esclavos y de los hombres libres. Los cambios que impuso Augusto en su administración de Roma y su política en Oriente son de importancia especial para los historiadores del cristianismo.

El suceso más importante de su reinado fue el nacimiento de Nuestro Señor (Lucas 2:1) en Palestina. Los detalles de la vida de Cristo en la tierra desde su nacimiento a su muerte estaban muy entretejidos con los propósitos y métodos seguidos por Augusto, quien murió a los setenta y siete años de edad (14 d.C.). Después de la batalla de Actium favoreció a Herodes el Grande, le confirmó como rey de los judíos y le concedió los territorios entre Galilea y la Traconítides, con lo que se ganó su gratitud y devoción. Luego de la muerte de Herodes (750 ab urbe condita) Augusto dividió su reino entre sus hijos. Uno de ellos, Arquelao, pronto fue desterrado, y su territorio, junto con Idumea y Samaria fueron unidos a la provincia de Siria (759 A.U.C). En esta ocasión Augusto ordenó un censo de la provincia que debía ser llevado a cabo por el legado Sulpicio Quirino, y cuyas circunstancias son de gran importancia para el cálculo de la fecha de nacimiento de Cristo. (Ver Evangelio según San Lucas).

Bibliografía: Las principales fuentes para la vida de Augusto son los escritores romanos SUETONIO, TACITO, VALEYO PATERCULO Y CICERON (en sus Epístolas y Filípicas); los escritores griegos NICOLAS DE DAMASCO, DION CASIO Y PLUTARCO. Ver también su autobiografía oficial, el famoso Monumentum Ancyranum. Para el origen y carácter de las leyendas que ya desde muy temprano hicieron de Augusto uno de los “profetas de Cristo” ver GRAF, Roma nella memoria e nelle immaginazioni del Medio Evo (Turin, 1882), I, IX, 308, 331.

Fuente: Healy, Patrick. “Augustus.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/02107a.htm

Traducido por Pedro Royo. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica