DESCENDENCIA DE MUJER

(-> Eva, genealogí­a, semen). Normalmente, tanto en Israel como en todo el oriente semita, el hombre es “hijo de su padre”, de tal forma que la referencia al padre actúa como apellido (así­ en Josefben [arameo bar] Levi). Según eso, sólo los varones tienen zara’ o descendencia, apareciendo de esa forma en las genealogí­as. Así­ se dice, por ejemplo, que Abrahán tendrá una descendencia (zara’) numerosa (Gn 12,7; 13,16; 15,13; etc.). Pues bien, en contra de eso, al principio de la historia, es la mujer (Eva) la que tiene zara’, es decir, esperma, como traducen los LXX la palabra que Dios dice a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú acecharás su talón” (Gn 3,15; cf. Gn 12,7; 13,16; 15,13; etc.). Eva aparece así­ como madre de todos los vivientes (Gn 3,20), en contra de la tradición cristiana que, fundada en Rom 5, tiende a decir que el conjunto de la humanidad se encuentra contenido en Adán. Gn 3,15 afirma, en cambio, que la descendencia de la humanidad es propia de Eva y proviene de su seno maternal. De esa manera, el Génesis ha puesto a la mujer (†˜ishah), dotada de zara’, esperma, como figura determinante de toda la historia posterior, como indica su mismo nombre Eva*, Jawah, la Viviente, vinculado por su etimologí­a y sentido con Yahvé (hayya), “El que Es”. Según eso, en el principio de los tiempos el padre humano es secundario. Sólo Eva, la mujer, es la que obtiene un contacto especial con Dios, sea en plano de envidia/competencia o pecado (como en Gn 3,1-6), sea en plano de colaboración engendradora (cf. Gn 4,1-2). Estrictamente hablando, los hombres no son hijos de Adán, sino de Eva y de Dios: por eso, cuando la madre/Eva tiene hijos no los atribuye a Adán sino a Dios: “Dio a luz un hijo y le llamo Kain, porque Kaniti, he conseguido un hijo de parte de Dios” (cf. Gn 4,1). Ciertamente, el texto sabe que el padre humano (hoy dirí­amos biológico) es Adán. Pero el verdadero es Dios. Una tradición mariológica de confesión cristiana ha leí­do desde aquí­ el relato de la anunciación*, presentando a Marí­a, la madre de Jesús, como verdadera Eva que ha concebido a su Hijo por la fuerza de Dios, es decir, del Espí­ritu Santo (Lc 1,26-38 y Mt 1,18-25).

Cf. I. de la Potterie, X. Pikaza y J. Losada, Mariologí­a fundamental. Marí­a en el misterio de Dios, Sec. Trinitario, Salamanca 1996.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra