DESTRUCCION

v. Asolamiento, Perdición
Est 8:6 ¿cómo podré yo ver la d de mi nación?
Job 5:21 no temerás la d cuando viniere
Isa 10:22 volviera; la d acordada rebosará justicia
Isa 28:22 d ya determinada sobre toda la tierra
Isa 47:11 d que no sepas vendrá de repente sobre
Jer 50:40 como en la d que Dios hizo de Sodoma
Eze 7:25 d viene; y buscarán la paz, y no la habrá
Hos 13:14 seré tu muerte; y seré tu d, oh Seol
Luk 21:20 sabed entonces que su d ha llegado
Rom 9:22 los vasos de ira preparados para d
1Co 5:5 sea entregado a .. para d de la carne
2Co 10:4 sino poderosas en Dios para la d de
1Th 5:3 vendrá sobre ellos d repentina, como
1Ti 6:9 hunden a los hombres en d y perdición
2Pe 2:1 atrayendo sobre sí mismos d repentina


Ruina, asolamiento; por lo general, de cosas materiales o de seres vivos (2Re 21:3; Jer 18:7; Da 2:12, 14, 18), aunque también puede referirse a ruina espiritual. (1Co 3:17; véase TEMPLO [Los cristianos ungidos, un templo espiritual].)
El verbo hebreo ´a·vádh, que suele traducirse †œdestruir† (Le 23:30; Sl 21:8, 10), significa básicamente †œperder† o †œperecer† y corresponde al término griego a·pól·ly·mi. (Ex 10:7; 1Sa 9:20; Mr 3:6; 4:38; Lu 15:4.) El sustantivo de ´a·vádh es ´avad·dóhn, cuyo significado es †œdestrucción†. (Job 26:6, nota; véanse ABADí“N; APOLIí“N.) El verbo hebreo ja·rám puede significar †œdar por entero a la destrucción† o poner bajo proscripción sagrada, es decir, apartar del uso ordinario o profano. (Ex 22:20, nota; véase COSA DADA POR ENTERO.)
Con el objeto de salvaguardar su nombre y sus normas de justicia, Jehová a veces ha considerado necesario ejecutar a aquellos que merecen destrucción. La iniquidad de la gente del tiempo de Noé hizo que Jehová los destruyera en un diluvio universal que puso fin al mundo de aquel entonces. (2Pe 3:5, 6.) De manera semejante, a causa del †œclamor de queja acerca de Sodoma y Gomorra† y de su †˜grave pecado†™, Jehová destruyó tanto a las ciudades como a sus habitantes. (Gé 18:20; 19:13, 24, 25.) Además de emplear fuerzas naturales, a veces usó a agentes humanos para ejecutar sentencias de destrucción, como en el caso de las naciones inicuas de Canaán, cuya aniquilación encargó a su pueblo Israel como principal ejecutor de su decreto condenatorio. (Dt 9:1, 3, 4; 20:15-18.)
Con todo merecimiento, Jehová ha destruido a transgresores intencionados, a los que incurren en mentira y a quienes han hostigado a sus siervos. (Le 23:30; Sl 5:6; 143:12.) Asimismo, ha intervenido en contra de la religión falsa y sus í­dolos (Nú 33:52; Dt 12:2, 3), y hasta trajo destrucción sobre su pueblo Israel al comprobar que habí­an desobedecido su pacto. (Dt 8:19, 20; 28:63; Jer 31:28.)

¿Están muertas para siempre todas aquellas personas que Dios destruyó en el pasado?
La Biblia muestra que no toda destrucción es eterna, lo que se advierte por la equiparación que se hace en dos ocasiones de la palabra hebrea ´avad·dóhn (destrucción) con †œSeol†. (Job 26:6; Pr 15:11.) Mientras que el profeta Sofoní­as habló de la destrucción de Asiria, Ezequiel dijo que los asirios bajarí­an al Seol. (Sof 2:13; Eze 32:21, 22.) Además, cuando Moisés refirió la destrucción de los rebeldes Datán y Abiram, dijo que bajaron †œvivos al Seol†. (Nú 16:31, 33.) Y ya que el sentido bí­blico de Seol es el sepulcro común de la humanidad del que habrá resurrección, es evidente que no toda destrucción —ni siquiera cuando es Dios quien la causa— es necesariamente eterna.

Destrucción eterna. La Biblia no dice que todas las personas que han muerto serán resucitadas, como se infiere del comentario de Jesús cuando habló de †œlos que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos†. (Lu 20:35.) En Mateo 10:28 Jesús también indicó que habrí­a quienes sufrirí­an destrucción eterna, pues dijo: †œNo se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena†. A este respecto, The New International Dictionary of New Testament Theology (edición de C. Brown, 1978, vol. 3, pág. 304) dice: †œMat. 10:28 no enseña que el alma sea potencialmente inmortal, sino que el juicio divino sobre los impenitentes es irreversible†. Además, el Greek-English Lexicon of the New Testament (de W. Bauer, revisión de F. W. Gingrich y F. Danker, 1979, pág. 95) indica que la expresión griega que en Mateo 10:28 se traduce †œdestruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena† significa †œmuerte eterna†. Por lo tanto, la persona que va al Gehena sufre destrucción sin la posibilidad de resurrección. (Véase GEHENA.)
†œSodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas […] son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial de fuego eterno.† (Jud 7.) Este castigo no solo se cumplió en las ciudades mismas, sino también en sus habitantes, pues es evidente que fueron ellos quienes cometieron los graves pecados que resultaron en su aniquilación.
La posibilidad de sufrir destrucción eterna estará en juego durante la conclusión del presente sistema de cosas. Cuando los discí­pulos de Jesús le preguntaron †˜cuál serí­a la señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas†™, él incluyó en su respuesta la parábola de las ovejas y las cabras. (Mt 24:3; 25:31-46.) Predijo que el rey celestial dirí­a a las †œlas cabras†: †œVáyanse de mí­, ustedes que han sido maldecidos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles†, y añadirí­a: †œEstos partirán al cortamiento eterno†. Queda claro, entonces, que la actitud y el comportamiento de determinadas personas resultará en su total destrucción.
Sin embargo, Jehová †œno desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento†. (2Pe 3:9; compárese con Eze 18:23, 32.) De hecho, tanto ha amado Jehová a la humanidad, que ofreció a su propio hijo, Jesucristo, como sacrificio redentor. (Jn 3:16; compárese con Snt 4:12.) No obstante, a pesar de esta amorosa provisión, una gran parte de la humanidad rehúsa emprender †œel camino que conduce a la vida† y permanece en †œel camino que conduce a la destrucción†. (Mt 7:13, 14.)
La Biblia muestra que serán muchas las cosas, personas e instituciones que serán destruidas para siempre. Jesús llamó a Judas †œel hijo de destrucción† (Jn 17:12); por traicionar de forma deliberada al Hijo de Dios, se hizo merecedor de destrucción eterna. Lo mismo puede decirse de los que blasfeman contra el espí­ritu santo. Incurren en †œpecado eterno†, un pecado que no les †œserá perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero†. (Mr 3:28, 29; Mt 12:32; véase BLASFEMIA.) También aguarda destrucción eterna a los que deliberadamente †œno conocen a Dios y […] no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús†. (2Te 1:8, 9.) Además, al †œhombre del desafuero† colectivo también se le designa †œhijo de la destrucción†. (2Te 2:3; véase HOMBRE DEL DESAFUERO.) Por otra parte, Dios ha dictaminado destrucción eterna contra Satanás y sus demonios, la simbólica †œbestia salvaje† y el también simbólico †œfalso profeta†, e incluso contra la muerte y el Hades. (Mt 25:41; Rev 20:10, 14, 15; 21:8.) Todos han sido sentenciados al †œlago de fuego†, es decir, a su destrucción eterna. (Véase LAGO DE FUEGO.)
En tiempos bí­blicos se empleaba el fuego como el medio por excelencia para destruir algo por completo, de ahí­ que Jesús lo usara como ilustración de destrucción completa para el inicuo. (Mt 13:40-42, 49, 50; véase FUEGO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

La idea de calamidad temporal domina el amplio rango de palabras del AT sobre este tema, pero de veintidós ejemplos de apōleia, olezros y kazairesis en el NT únicamente cinco de ellas tienen que ver con desastres temporales; el resto se refiere a la pérdida eterna. Dondequiera que la verdad de la vida eterna brille esplendorosa, ilumina la verdad de la destrucción eterna (véase Hades).

La excepción a la noción general del AT se encuentra en la palabra ʾăbaddôn. Esta palabra aparece en paralelo con šәʾôl (véase infierno), māwet (muerte), qeber (tumba) y ḥošeḵ (tinieblas). Está fuera de toda duda que las referencias aquí al estado después de la muerte son evidentes después de examinar los ejemplos (aunque, como ocurre con la palabra Seol, la enseñanza no es tan clara y precisa). Así, mientras Job 26:6 se refiere al Seol y Abadón como prueba del poder de Dios, Pr. 15:11 lo hace probando su discernimiento moral. Esta noción de que se hacen distinciones morales en la otra vida se refuerza por Job 31:12 donde el Abadón es el último destino para el adúltero. Finalmente, en el Sal. 88, el salmista, en un instante de depresión, se describe a sí mismo como uno, que ya está en el Seol (identificando el versículo 11 con el Abadón), bajo la ira de Dios (v. 7) y separado de la comunión de Dios (vv. 10–12).

El puente entre esta doctrina, no formulada del AT, y la enseñanza completa del NT es Ap. 9:11 donde Abadón (véase) es el nombre del «ángel del abismo» también llamado Apolión (cf. «hijo de apōleia» Jn. 17:12; 2 Ts. 2:3). La destrucción está preparada para aquellos que han escogido el camino ancho (Mt. 7:13), que se oponen a la cruz (Fil. 3:19; 2 P. 2:1), son impíos (2 P. 3:7), pervierten la Escritura (2 P. 3:16) y no están preparados para el regreso de Cristo (1 Ts. 5:3). La destrucción es lo opuesto de la vida (Mt. 7:13, y de la salvación (Fil. 1:28; Heb. 10:39); es repentina, personalmente merecida (2 P. 2:13), inevitable (1 Ts. 5:3) y por fuego (2 Ts. 1:8, 9; 2 P. 3:7); como resultado, produce la eterna separación de Dios (2 Ts. 1:9). La justicia de esta condenación está garantizada por la inmutable voluntad de Dios (Ro. 9:22).

John Alexander Motyer

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (163). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología