DIEZMO

v. Ofrenda
Gen 14:20 y le dio Abram los d de todo
Gen 28:22 de todo lo que me dieres, el d apartaré
Lev 27:30 el d de la .. es cosa dedicada a Jehová
Num 18:21 dado a los hijos de Leví todos los d
Deu 12:17 ni comerás .. el d de tu grano, de tu
2Ch 31:5 trajeron .. los d de todas las cosas
Neh 10:37 el d de nuestra tierra para los levitas
Neh 10:38 levitas llevarían el d del d a la casa de
Amo 4:4 traed de mañana .. d cada tres días
Mal 3:8 qué te hemos robado? En vuestros d
Mal 3:10 traed todos los d al alfolí y haya
Luk 18:12 ayuno .. doy d de todo lo que gano
Heb 7:2 a quien .. dio Abraham los d de todo
Heb 7:5 mandamiento de tomar .. d según la ley
Heb 7:9 pagó el d también Leví, que recibe los d


Diezmo (heb. ma’asLr, “décima parte”; gr. dekát’, “décimo”, “diezmo”). Décima parte de las ganancias que Dios reclama como suya ( Lev 27:30). El diezmo, de una u otra forma, era practicado entre diversos pueblos de la antigüedad, tanto para propósitos religiosos como seculares, y por los adoradores del verdadero Dios en una época muy temprana. Una vez que el hombre pecó, fue sentenciado a ganar su sustento mediante el sudor de su frente (Gen 3:17-19), con el peligro de que dijera en su corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han traí­do esta riqueza” (Deu 8:17), cuando en realidad era Dios quien se los daba para conseguirlos (v 18). De acuerdo con ello, cuando los israelitas estaban por entrar en Canaán, Dios les advirtió que al obtener cierto grado de prosperidad debí­an ser cuidadosos en no olvidarlo (vs 7-11; cf Rom 1:19-21). Devolviendo el diezmo, el hombre reconoce que es un mayordomo de Dios, el dueño de todo. El Señor no necesita el apoyo financiero del hombre, porque de él es el mundo y su plenitud (véase Psa 50:10-12). Pero el hombre, particularmente en su estado pecaminoso, tiene una necesidad urgente y constante de recordar que Dios es la fuente de “toda buena dádiva y todo don perfecto” (Jam 1:17). Aun antes de la entrada del pecado, el peligro del olvido estaba latente en el carácter del hombre, y Dios le prohibió comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal como una prueba para él (Gen 2:17); lo reclamó como suyo. Porque con la obediencia este mandato, Adán y Eva reconocí­an que Dios era el dueño del hermoso hogar confiado a su cuidado. Dios le dio a Adán el dominio sobre todo el mundo y sobre todas las formas de vida sobre él (1:28), pero retuvo para sí­ este solo árbol como señal de que era el Señor de todo. Así­, el separar la 10a parte de las ganancias es un reconocimiento de la misma verdad eterna. Que Abrahán entregara los diezmos a Melquisedec como sacerdote de Dios (Gen 14:18-20), quien al bendecir a Abrahán lo llamara siervo “del Dios Altí­simo, creador de los cielos y de la tierra” (v 19), demuestra que quienes adoraban al verdadero Dios comprendieron desde muy temprano el principio de la devolución del diezmo. Jacob prometió dedicar “un décimo” a Dios (Gen 28:22). La práctica del diezmo se incorporó al código leví­tico en el monte Sinaí­, cuando Dios explicó a Moisés que “el diezmo de la tierra… es cosa dedicada a Jehová” (Lev 27:30), y que el “diezmo de vacas o de ovejas” también lo es (v 32). Y se hizo una provisión: “Si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte” (v 31). Algunos han interpretado esto como un permiso para retener temporariamente del diezmo para uso personal, sujeto al pago de una multa del 20% cuando se lo devuelva finalmente. El contexto, sin embargo, deja muy en claro que esa no era la intención de esta regla (cf v 33). Esa generosa provisión, que permití­a al hombre cambiar -nunca retener- una clase de semillas “de la tierra como del fruto de los árboles” (Lev 27:30; si era necesario, por ejemplo, como semilla para la siguiente cosecha), estaba decretada para evitar infligir penurias a los agricultores. No habí­a necesidad de la misma exención en el caso de los animales de los rebaños (vs 32, 33). Bajo el sistema leví­tico, Dios ordenó que los diezmos de Israel se dedicaran al sostén de los levitas (Num 18:24), en vista de que éstos no habí­an recibido territorio como herencia, y con el fin de que pudieran emplear todo su 325 tiempo a ministrar en el templo y a instruir a la gente acerca de la ley de Dios (Num 18:21; cf 1Co 9:13; Deu 25:4). Los levitas, a su vez, devolví­an un diezmo de lo que ellos recibí­an del pueblo (Num 18:26-28). El diezmo de Deu 14:23-29 (cf 12:5-11, 17-19), consistente en productos del suelo, del rebaño y del ganado, y que podí­a ser “comido delante de Jehová” en compañí­a de los levitas, de los pobres y de otros invitados, era aparentemente un 2º diezmo. El diezmo se debí­a calcular cada año (14:22). Los que viví­an a gran distancia del templo y tendrí­an dificultades para llevarlo en especies, debí­an cambiarlo por dinero (vs 24, 25). Se hací­a provisión para que cada 3er año el diezmo se usara para los levitas y los pobres (Deu 14:28; cf Amo 4:4). La negligencia en la devolución del diezmo condujo a Ezequí­as a estimular al pueblo a no descuidar su deber (2Ch 31:4-12). Su respuesta fue tan entusiasta que fue necesario preparar lugar adicional en el templo para almacenar los diezmos que traí­a el pueblo (vs 10, 11). El 2º templo también tuvo almacenes para ello (Neh 0:38; 13:10-14; cf Mal 3:10). El profeta Malaquí­as reprendió la tendencia de Israel al descuido en la devolución del diezmo (Mal 3:8-11). Retenerlo, dijo, es robar a Dios, y caer bajo una maldición. Inversamente, sobre los que fielmente lo devuelven, Dios promete abrir “las ventanas de los cielos” y derramar “bendición hasta que sobreabunde” (v 10). El mandato de devolver el diezmo no fue repetido explí­citamente por ningún escritor del NT. Pero en vista de que Abrahán, como algo normal, lo devolvió siglos antes de la formación del código leví­tico, y que su principio estaba implí­cito aun antes que el hombre pecara, es evidente que el deber y la práctica del diezmo existí­a mucho antes del sistema leví­tico, y no era exclusivo de él. Por lo tanto, la obligación no fue puesta a un lado automáticamente cuando el código leví­tico caducó en la cruz. La amonestación de nuestro Señor en Mt 23:23 constituye una aprobación tácita, aunque no un mandato explí­cito. Ni Cristo ni ningún escritor del NT disminuyó en lo más mí­nimo la obligación de devolver el diezmo. Jesús claramente no estaba en contra de su práctica, sino contra el espí­ritu hipócrita de los escribas y los fariseos, cuya religión consistí­a principalmente en la observancia escrupulosa de las formas exteriores de la ley; en este caso, de la ley del diezmo. El principio también está tácitamente aprobado por el autor de Hebreos (véase 7:8).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

décima parte de las ganancias que se entregaba antiguamente a los reyes y entre los israelitas parte dedicada a Dios con el fin de mantener el culto y a los sacerdotes, pues éstos no tení­an heredad. En las guerras, se apartaba el diezmo del botí­n, de los despojos, para el Señor, tal como lo hizo Abraham cuando venció a los cuatro reyes y le entregó al sacerdote Melquisedec el d. de todo, Gn 14, 20. Por lo general, el d. se pagaba anualmente, de lo que se cosechaba de la tierra, de los frutos de los árboles, de la crí­a de animales y del producido de todo trabajo, Gn 28, 22; Lv 27, 30-34; Nm 18, 20-32. En algunos casos se admití­a pagar el d. en dinero, como también cada tres años el d. no sólo se entregaba a los levitas, sino que igualmente se destinaba a los forasteros, a los huérfanos, a las viudas y a la gente pobre, Dt 14, 24-29; 26, 12-15. Cuando el pueblo de Israel pidió un rey que lo gobernara, Samuel le puso de presente los inconvenientes de la monarquí­a, entre ellos, el que se le debí­a pagar el d. Al monarca para el sostenimiento de sus servidores, 1 S 8, 15-17. Cuando el rey Ezequí­as hizo la gran reforma religiosa, todo el pueblo entregó el diezmo para el santuario, 2 Cro 31, 5-6. Tras el regreso del destierro en Babilonia, el pueblo israelita se comprometió a entregar el d., además de otros donativos, para la reconstrucción Templo y el sostenimiento de los ministros y la reiniciación del culto, Ne 10, 38-39; 13, 12.

En el N. T. Cristo increpa a los a los escribas y fariseos por su celo hipócrita en el pago del d., pues lo hací­an hasta por las plantas más insignificantes, como lamenta y el comino, mientras se olvidaban de lo fundamental de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe, Mt 23, 23-24; Lc 11, 42; 18, 12.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., ma†™aser; gr., dekate, el décimo). No puede determinarse cuándo y dónde nació la idea de hacer el décimo la proporción para pagar tributo a los gobernantes y de ofrecer dones como un deber religioso. La historia revela que existí­a en Babilonia en tiempos antiguos, tanto como en Persia, Egipto y aun China. Abraham supo de ello cuando emigró de Ur (Gen 14:17-20).

Dado que Melquisedec era un sacerdote del Dios Altí­simo, es seguro que para la época de Abraham la ofrenda de diezmos ya habí­a sido reconocida como una obra santa (ver Heb 7:4). Samuel advirtió a Israel que el rey que ellos estaban demandando tomarí­a el diezmo de su granos y ganado (1Sa 8:10-18). Cuando Jacob hizo su pacto con Dios en Betel ello incluyó el pago del diezmo (Gen 28:16-22).

Pasó un largo tiempo antes que se pusieran requisitos legales definidos sobre el diezmo, de aquí­ que las costumbres del pago variasen. Al principio el diezmador tení­a derecho a compartir su diezmo con los levitas (Deu 14:22-23). Después de completarse el código leví­tico, los diezmos pertenecí­an exclusivamente a los levitas (Num 18:21). Se imponí­a una penalidad del 20% del diezmo al que vendí­a sus diezmos y rehusaba usar el dinero para pagar por un sustituto (Lev 27:31). Los levitas a su vez daban un diezmo como sostén para los sacerdotes (Num 18:25-32). El lugar al cual se llevaban los diezmos era el templo (Deu 12:5-12).

Para asegurar que no se practicarí­a engaño respecto al diezmo, cada hebreo era obligado a hacer una declaración de honestidad ante el Señor (Deu 26:13-15). Acerca de ésto hay confusión aun entre los mismos eruditos hebreos. Al aumentar la necesidad de fondos con la expansión del servicio del templo, se imponí­a un diezmo del tercer año (todo para el uso de los levitas y los necesitados).

Al tiempo de Cristo el gobierno romano habí­a afectado la vida económica de Judea en gran manera, por lo que era difí­cil que la gente diezmara. Pero que aún se observaban las leyes del diezmo se muestra en el hecho de que los fariseos diezmaban aun las hierbas que se usaban para sazonar los alimentos (Mat 23:23; Luk 11:42.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(décima parte).

El “diezmo” consiste en dar la décima parte de lo que se gana a la Iglesia de Dios.

Se practica desde Abraham: ( Gen 14:20, Heb 7:2, Heb 7:6), y Jacob: (Gen 28:22).

Era exigido en la Ley de Moisés: Lev 27:30-33., Num 18:21-32.

Los fariseos daban el diezmo, aun de las hierbas, Mat 23:23, Luc 11:42.

Dios bendice grandemente a los que dan el “diezmo”, y los que no lo dan están “robando a Dios”: Ma12Cr 3:7-12, Age 1:7-11.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Diez por ciento de cualquier producto o fruto agrí­cola, así­ como del ganado que se dedicaba a Dios. También era la porción de un botí­n que se apartaba para el santuario. Es una costumbre muy antigua practicada por muchos pueblos. Los patriarcas lo hací­an, como en el caso de Abraham, que dio a Melquisedec †œlos d. de todo† el botí­n recuperado tras la batalla contra los reyes de la llanura (Gen 14:20). Jacob dijo a Dios en Bet-el: †œde todo lo que me dieres, el d. apartaré para ti† (Gen 28:22).

Después de establecido el pacto con Israel en el Sinaí­, se estableció que †œel d. de la tierra, así­ de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es† (Lev 27:30). El d. era usado principalmente para mantener a aquellos que se dedicaban totalmente al servicio de Dios, que dijo: †œA los levitas he dado por heredad los d. de los hijos de Israel† (Num 18:24). éstos, a su vez, debí­an dar †œel d. de los d.† a los sacerdotes (Num 18:26). También se usaba el d. para ayudar †œal extranjero, al huérfano y a la viuda† (Deu 26:12). Si alguien querí­a redimir su obligación de dar el d., esto es, si querí­a usar el fruto para su uso personal, tení­a que añadir †œla quinta parte de su precio† en dinero al valor de su d. (Lev 27:31).
el caso del ganado, un animal que cayere dentro del d. no podí­a ser cambiado aunque fuere malo †œy si lo cambiare, tanto él como el que se dio en cambio serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados† (Lev 27:33). Con el d. se podí­a hacer una especie de comida comunal en el santuario de la cual participaban los levitas (Deu 14:22-29). El descuido en cumplir con el mandamiento del d. era tomado como un robo a Dios (Mal 3:8). Los fariseos trataban de demostrar su escrupulosidad en cumplir con los d. al exigirlos de †œla menta y el eneldo y el comino†, esto es, yerbas pequeñas, pero dejaban †œlo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe†, por lo cual el Señor les reprendió (Mat 23:23).
el NT la práctica de ofrendar supera al d., ya que no se hace por imposición, sino por gratitud y con alegrí­a (2Co 9:7). La iglesia primitiva ofrendaba en forma muy generosa para poder suplir las necesidades materiales de los santos (Hch 2:45; Hch 4:34-37).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE

vet, Décima parte de la renta de una persona; se dedica a usos sagrados. Varias naciones de la Antigüedad lo practicaban, y era conocido por los patriarcas del Antiguo Testamento (Gn. 14:28; 28:10-22). La ley mosaica lo establecí­a sobre los frutos de la tierra y el ganado (Lv. 27:30-33; Nm. 18:27). Era entregado en su totalidad a los levitas, para el sostén de ellos y el culto (Nm. 18:21-32; Dt. 12:17-19, 22, 29; 14:22). Esta práctica decaí­a a veces, mereciendo amonestaciones (2 Cr. 31:4-12; Mal. 3:7-11), que solí­an ser oí­das y obedecidas (2 Cr. 31:11). El pago de diezmos continuaba en tiempo de Cristo (Lc. 11:42; 18:12; He. 7:5), pero no fue prescrito a los cristianos ni por Cristo ni por los apóstoles. Bajo la economí­a de la gracia se espera de todo creyente que aporte con corazón bien dispuesto “como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Co. 9:7). El creyente es exhortado a dar no por una norma impuesta, sino presentándole el ejemplo de gracia del mismo Señor Jesucristo, “que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico” (2 Co. 8:9). No es el diezmo del cristiano lo que corresponde al Señor, sino todo su ser, puesto que ha sido comprado “por precio” (1 Co. 6:20; 7:23), y debe así­ venir a ser eficaz administrador de todo lo que el Señor ha puesto en sus manos para la gloria de Dios.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Los israelitas tení­an que destinar al culto y al mantenimiento de las personas sagradas (sacerdotes y levitas) la décima parte de ciertos frutos y animales (Dt 14,22; Lev 27,32). Se trataba, pues, de un verdadero impuesto religioso. Existí­a también otro impuesto civil semejante (Gén 14,20). Los fariseos llevaban esta práctica del diezmo religioso hasta la más ridí­cula exageración, entregando la décima parte de las cosas más insignificantes y de exiguo valor, tales como la menta, el aní­s y el comino, pero con olvido de la humildad, la justicia, la misericordia y el amor, lo cual es una grave equivocación (Mt 23,23; Lc 11,42; 18,12). >contexto; templo.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Décima parte o diez por ciento dado o pagado como tributo, en especial con propósitos religiosos.
En la Biblia se relatan dos ocasiones anteriores a la entrada en vigor del pacto de la Ley, en las que se le dieron a Dios o a un representante suyo una décima parte de las posesiones. La primera de ellas fue cuando Abrahán le dio a Melquisedec una décima parte del despojo de su victoria sobre Kedorlaomer y sus aliados. (Gé 14:18-20.) El apóstol Pablo cita este incidente como prueba de que el sacerdocio de Cristo a la manera de Melquisedec es superior al de Leví­, puesto que Leví­, que estaba †œen los lomos† de Abrahán, pagó diezmos a Melquisedec. (Heb 7:4-10.) El segundo caso tiene que ver con Jacob, quien en Betel hizo un voto de darle una décima parte de sus bienes materiales a Dios. (Gé 28:20-22.)
Sin embargo, en esos dos relatos se habla tan solo de que alguien dio voluntariamente un diezmo. No hay ningún registro de que Abrahán o Jacob ordenasen a sus descendientes seguir tales ejemplos, estableciendo así­ una práctica religiosa, una costumbre o una ley. En el caso de Jacob, habrí­a sido innecesario hacer un voto si ya se hubiera encontrado bajo la obligación de pagar diezmos. Por lo tanto, es obvio que el pago de diezmos no era una costumbre o una ley entre los antiguos hebreos. Se instituyó con la inauguración del pacto de la Ley y no antes.

Leyes mosaicas relativas a pagar diezmos. Jehová dio a Israel leyes acerca de los diezmos con propósitos concretos. Al parecer habí­a dos diezmos sobre el ingreso anual, a excepción del año sabático, en el que no se pagaba ningún diezmo puesto que no se esperaba ningún ingreso. (Le 25:1-12.) Sin embargo, algunos eruditos creen que solo habí­a un diezmo. Los diezmos vení­an a añadirse a las primicias, que tení­an que ofrecerse obligatoriamente a Jehová. (Ex 23:19; 34:26.)
El primer diezmo, que consistí­a en una décima parte del producto de la tierra, de los árboles frutales y de las vacadas y los rebaños (quizás del aumento que hubiesen experimentado), se llevaba al santuario y se daba a los levitas, ya que ellos no tení­an ninguna herencia en la tierra, sino que estaban dedicados al servicio del santuario. (Le 27:30-32; Nú 18:21, 24.) A su vez, los levitas daban una décima parte de lo que recibí­an al sacerdocio aarónico para su sustento. (Nú 18:25-29.)
El grano se trillaba y el fruto de la vid y del olivo se convertí­a en vino y aceite antes de entregarlos como diezmo. (Nú 18:27, 30; Ne 10:37.) Si en lugar del diezmo del producto, un israelita deseaba dar el valor en dinero, podí­a hacerlo, pero tení­a que añadir una quinta parte adicional al valor del producto. (Le 27:31.) El caso del rebaño y del hato era diferente. A medida que los animales salí­an por la puerta del aprisco uno a uno, el propietario marcaba con una vara uno de cada diez como el diezmo, sin examinarlo o seleccionarlo. (Le 27:32, 33.)
Parece ser que habí­a otro diezmo, un segundo diezmo, que se apartaba cada año para otros propósitos distintos del apoyo directo al sacerdocio leví­tico, aunque los levitas recibí­an parte de él. Por lo general, las familias israelitas lo usaban y lo disfrutaban en gran medida cuando se reuní­an en las fiestas nacionales. En los casos en que la distancia a Jerusalén era demasiado grande para llevar hasta allí­ este diezmo, el producto se convertí­a en dinero, que se empleaba en Jerusalén para el mantenimiento y el disfrute de la familia durante la convocación santa. (Dt 12:4-7, 11, 17, 18; 14:22-27.) Hacia el final de cada tercer y sexto año del ciclo sabático de siete años, este diezmo, en vez de usarse para sufragar gastos en las asambleas nacionales, se apartaba para los levitas, residentes forasteros, viudas y huérfanos de la comunidad local. (Dt 14:28, 29; 26:12.)
Estas leyes sobre el diezmo a las que estaban sujetos los israelitas no eran excesivas. No hay que olvidar que Dios prometió hacer prosperar a Israel abriendo †œlas compuertas de los cielos† si se obedecí­an las leyes de los diezmos. (Mal 3:10; Dt 28:1, 2, 11-14.) Cuando el pueblo se hací­a negligente respecto al pago del diezmo, el servicio del sacerdocio sufrí­a, puesto que los sacerdotes y los levitas se veí­an obligados a trabajar seglarmente y por consiguiente descuidaban sus servicios ministeriales. (Ne 13:10.) Tal infidelidad contribuí­a a la decadencia de la adoración verdadera. Es lamentable que cuando las diez tribus apostataron con la adoración de becerros, utilizaron el diezmo para apoyar esta adoración falsa. (Am 4:4, 5.) Por otra parte, cuando Israel fue fiel a Jehová y estuvo bajo la gobernación de administradores justos, se restableció el pago de diezmos a los levitas, y Jehová, fiel a su promesa, hizo que no hubiese escasez. (2Cr 31:4-12; Ne 10:37, 38; 12:44; 13:11-13.)
La Ley no prescribí­a ningún castigo para la persona que no pagase el diezmo. Jehová colocó a los israelitas bajo la obligación moral de pagarlo y dos veces en cada ciclo sabático, es decir, al final de cada tercer y sexto año, tení­an que confesar delante de El que se habí­a pagado en su totalidad. (Dt 26:12-15.) Cualquier cosa que se retení­a de forma indebida se consideraba como algo robado a Dios. (Mal 3:7-9.)
En el siglo I E.C. los lí­deres religiosos judí­os, en particular los escribas y fariseos, hicieron del diezmo y otras obras externas un despliegue de adoración santurrona, pero su corazón estaba muy alejado de Dios. (Mt 15:1-9.) Jesús los reprendió por su actitud egoí­sta e hipócrita, subrayando que eran meticulosos en dar el décimo de †œla hierbabuena y del eneldo y del comino† (algo que, de todos modos, era su obligación), pero que al mismo tiempo desatendí­an †œlos asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad†. (Mt 23:23; Lu 11:42.) En una ilustración Jesús contrastó al fariseo orgulloso que se creí­a justo —por sus obras de ayuno y los diezmos que daba— con el recaudador de impuestos que, a pesar de ser menospreciado por el fariseo, se humilló, confesó sus pecados a Dios y rogó misericordia divina. (Lu 18:9-14.)

Los cristianos no han de pagar el diezmo. En ningún momento se les ordenó a los cristianos del primer siglo que pagasen diezmos. Bajo la Ley, el propósito principal habí­a sido apoyar el templo de Israel y su sacerdocio. Por consiguiente, la obligación de pagar el diezmo cesarí­a cuando el pacto de la ley mosaica finalizase, al llegar a su fin con la muerte de Cristo en el madero de tormento. (Ef 2:15; Col 2:13, 14.) Es cierto que los sacerdotes leví­ticos continuaron sirviendo en el templo de Jerusalén hasta que fue destruido en el año 70 E.C., pero desde 33 E.C. los cristianos llegaron a ser parte de un sacerdocio espiritual nuevo, un sacerdocio que no necesitaba diezmos. (Ro 6:14; Heb 7:12; 1Pe 2:9.)
A los cristianos se les animaba a apoyar el ministerio, tanto mediante su propia actividad ministerial como mediante sus contribuciones materiales. En vez de dar cantidades fijas para sufragar los gastos de la congregación, habí­an de contribuir †˜según lo que tení­a la persona†™, dando †˜como lo habí­a resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre†™. (2Co 8:12; 9:7.) Se les animó a seguir el principio: †œQue los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra, especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar. Porque la escritura dice: †˜No debes poner bozal al toro cuando trilla el grano†™; también: †˜El trabajador es digno de su salario†™†. (1Ti 5:17, 18.) Sin embargo, el apóstol Pablo dejó un buen ejemplo al no convertirse en una carga económica indebida para la congregación. (Hch 18:3; 1Te 2:9.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(angolsajón, teotha, una décima).

Generalmente se define como “la décima parte de las ganancias que surgen del producto de la tierra y el ganado, asignado al clero para su sustento o dedicado a usos religiosos o de caridad”. Una definición más radical es “la décima parte de todos los frutos y ganancias justamente adquiridos, debida a Dios en reconocimiento de su supremo dominio sobre el hombre, y que se pagará a los ministros de la Iglesia”.

La costumbre de dar los diezmos se remonta a la antigüedad desconocida. Se menciona en Génesis 14, sin nada que indique que se trataba de algo recién creado. Al igual que allí se representa a Abraham ofreciendo los diezmos de los despojos del enemigo al sacerdote real, Melquisedec, así también, en Génesis 28, se registra que Jacob da al Señor un diezmo de todas sus posesiones. Bajo la ley mosaica el pago de los diezmos se hizo obligatorio. Se les ordena a los hebreos el ofrecer a Dios la décima parte de la producción de los campos, de los frutos de los árboles y el primogénito de bueyes y de ovejas (Levítico 27,30, Deuteronomio 14,22). En el Deuteronomio no sólo se menciona un diezmo anual, sino también un diezmo íntegro a pagarse una vez cada tres años. A pesar de que era a Dios mismo a quien se debía pagar los diezmos, sin embargo, leemos (Números 18,21) que Él los transfiere a sus ministros sagrados: “A los hijos de Leví les doy en herencia todos los diezmos de Israel, a cambio de su servicio: del servicio que prestan en la Tienda del Encuentro.” Al pagar el diezmo, los hebreos dividían la cosecha anual en diez partes, una de las cuales se les daba a los levitas después que las primicias habían sido sustraídas, y ellos las repartían entre los sacerdotes. El resto de la cosecha se dividía en diez nuevas partes, y el jefe de familia llevaba un segundo diezmo al santuario para servir como banquete sagrado para su familia y los levitas.

Si el viaje al Templo era inusualmente largo, la ofrenda en especie podía ser sustituida por dinero. En el diezmo trienal, se hacía una tercera división y una décima parte era consumida en el hogar por el dueño de casa con su familia, los levitas, los extranjeros y los pobres. A este año trienial se le llamaba el año de los diezmos (Deut. 26,12). Como los diezmos eran el principal sustento de los sacerdotes, más tarde se ordenó que las ofrendas se almacenacen en el Templo (2 Crón. 31,11). Es de señalar que la costumbre de pagar diezmos sagrados no era exclusiva de los israelitas, sino común a todos los pueblos antiguos. En Lydia se ofrecía un diezmo del ganado a los dioses, los árabes le pagaban un diezmo de incienso al dios Sabis, y los cartagineses le llevaban diezmos a Melkart, el dios de Tiro. Se dice que la explicación de por qué tantos pueblos diferentes escogieron la décima parte es (aparte de una revelación primitiva común) debido a la significación mística del número diez, a saber, que significa totalidad, ya que contiene todos los números que conforman el sistema numérico, y de hecho todas las series de números imaginables, por lo que representa todo tipo de bienes, que es un don de Dios. Por consiguiente, todos los tipos de propiedad eran contadas en décadas, y al consagrar una de estas partes a Dios, el titular reconocía la fuente de sus bienes. Sin embargo, el pago de los diezmos era también una costumbre civil. Eran pagaderos a los reyes hebreos y a los gobernantes de Babilonia, y se les menciona entre los persas, griegos, romanos y más tarde los mahometanos.

En la Iglesia Cristiana, como los que servían al altar debían vivir del altar (1 Cor. 9,13), necesariamente había que hacer provisión de algun tipo para los ministros sagrados. En un principio esta fue suministrada por las ofrendas espontáneas de los fieles. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, según la Iglesia se extendió y surgieron diversas instituciones, se hizo necesario dictar leyes que asegurasen el sustento adecuado y permanente del clero. El pago de los diezmos se adoptó a partir del Antiguo Testamento, y los primeros escritores hablan de ella como una ordenanza divina y una obligación de conciencia. La primera legislación positiva sobre el tema parece estar contenida en la carta de los obispos reunidos en Tours en 567 y en los cánones del Concilio de Mâcon en 585. En el transcurso del tiempo, nos encontramos que en todos los países de la cristiandad las disposiciones eclesiásticas habían hecho obligatorio el pago del diezmo. La Iglesia veía este pago como “de la Ley Divina, ya que los diezmos no fueron instituidos por el hombre sino por el Señor mismo” (C. 14, X de Decim. III, 30).

En cuanto al poder civil, los emperadores romanos cristianos les concedieron a las iglesias el derecho de retener una parte de la producción de ciertas tierras, pero la primera instancia de la aplicación del pago de los diezmos eclesiásticos en el derecho civil se encuentra en los capitulares de Carlomagno, a finales del siglo VIII. El derecho inglés muy pronto reconoció el diezmo, como en el reinado de Athelstan, Edgar y Canuto antes de la conquista normanda. Sin embargo, en el derecho positivo inglés propiamente dicho la primera mención de los diezmos se encuentra en el Estatuto de Westminster de 1285. Los diezmos son de tres tipos: predial, o el procedente de los cultivos anuales; mixto, o el que surge de las cosas que se nutren de la tierra, como el ganado vacuno, leche, queso, lana; y personal o el resultado de la industria o la ocupación. A los diezmos prediales se les llamaba generalmente diezmos grandes, y a los diezmos mixtos y personales, diezmos pequeños. Las substancias naturales que no tienen aumento anual no están sujetas al diezmo, ni lo están los animales salvajes. Cuando la propiedad es heredada o donada, no está sujeta a la ley de los diezmos, pero su crecimiento natural sí lo está. Hay muchos exentos del pago de diezmos: empresas espirituales, los propietarios de terrenos baldíos, los que han adquirido la prescripción legal, o si han obtenido una renuncia legal, o si han recibido un privilegio del Papa.

Al principio, el diezmo se pagaba al obispo, pero más tarde el derecho pasó, mediante el derecho común, a los párrocos, donde pronto se presentaron abusos. Los eclesiásticos concedieron a los príncipes y nobles el derecho a recibir los diezmos, incluso hereditariamente, a cambio de protección o servicios eminentes, y esta especie de apropiación se hizo tan intolerable que el Tercer Concilio de Letrán (1179) decretó que no se permitía ninguna enajenación de diezmos a laicos sin el consentimiento del Papa. En la época de Papa Gregorio VIII se instituyó el llamado diezmo saladino, el cual debían pagar todos los que no participaran personalmente en la cruzada para recuperar Tierra Santa.

En la actualidad, en la mayoría de países donde todavía existe algún tipo de diezmo, como en Inglaterra (para la Iglesia Establecida), en Austria y Alemania, el pago se ha convertido en un cargo de alquiler. En los países de habla inglesa en general, en lo que se refiere a los católicos, el clero no recibe diezmos. Como consecuencia, hubo que adoptar otros medios para el sustento del clero y mantener las instituciones eclesiásticas (ver Sostenimiento de la Iglesia), y para sustituir a otros pagos equivalentes en lugar de los diezmos. Soglia (Institut, Canon, II, 12) dice: “La ley de los diezmos no puede ser derogada por la prescripción o la costumbre, si los ministros de la Iglesia no tienen provisiones adecuadas y suficientes de otras fuentes; porque entonces la ley natural y divina, que no puede ser abrogada ni anticuada, ordena que se pague el diezmo”. En algunas partes de Canadá el derecho civil todavía reconoce el diezmo, y el Cuarto Concilio de Quebec (1868) declaró que su pago es obligatorio en conciencia para los fieles

Bibliografía: Ferraris, Bibliotheca canonica, III (Rome 1886), s.v., Decimae; Addis and Arnold, The Catholic Dictionary (6th ed., New York, 1889), s.v.; Selden, History of Tithes (London, 1618); Spelmen, Of Tythes (London, 1723).

Fuente: Fanning, William. “Tithes.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/14741b.htm

Traducido por Fabian Gerardo Hernandez Moreno. rc

Fuente: Enciclopedia Católica