ESPIRITISMO

Creencias antiguas y modernas. El espiritismo ha existido, con diversos nombres, a través de los siglos. El movimiento espiritista que conocemos ahora fue introducido en Europa Occidental a mediados del siglo XIX, especialmente en Alemania, Gran Bretaña y Francia. Muchos insisten en que su origen moderno es norteamericano y lo vinculan con las hermanas Fox en el estado de Nueva York (1848).
Los espiritistas creen en la comunicación con los espí­ritus mediante un médium (receptor de mensajes). Lo anterior está basado en que los espí­ritus tienen interés en los humanos y desean comunicarse con ellos.
La rama francesa del espiritismo está representada especialmente por Hipólito León Denizard Rival, conocido como Allan Kardec (1804–1869), creyente en los espí­ritus como almas incorpóreas y en la transmigración de las almas. Kardec es autor de varios libros, sobre todo su difundida obra El libro de los espí­ritus.
Las iglesias cristianas históricas se han opuesto tradicionalmente al espiritismo y sus variantes.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

Práctica oculta por la que se evoca o trata con espí­ritus. La creencia de que los hombres tienen la facultad de establecer contacto directo con los espí­ritus. Es una forma de adivinación.

En la antigüedad, los persas, griegos y latinos rendí­an culto a las almas de los muertos para buscar su ayuda o aplacarlos.

El espiritismo es muy diferente a la loable práctica cristiana de orar por los difuntos, la cual se fundamenta en la doctrina que los que mueren en gracia están siendo purificados en el purgatorio (en ese caso rezamos a Dios por ellos) o están ya en el cielo (entonces pueden interceder por nosotros ante el trono de Dios, pero es Dios quien actúa con su poder infinito. Los santos jamás actúan por su cuenta y nosotros en la tierra no buscamos de ellos sino que intercedan ante Dios para que se haga Su divina voluntad. Dios ha querido esta comunión de la Iglesia militante, purgante y triunfante)

El espiritismo moderno está influenciado por Allan Kardec quien seguí­a el †œnuevo evangelio† (evangelio del espiritismo) y fue acogido entusiásticamente por la masonerí­a francesa.

La Iglesia condena absoluta contra la evocación de espí­ritus, contra el hipnotismo y toda clase de manifestaciones espiritistas.

El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

Fuente: Diccionario Apologético

La Biblia prohí­be terminantemente toda relación con los espí­ritus que no sean de Dios, de sus ángeles o de sus santos, porque no podéis beber el cáliz del Senor y el cáliz de los demonios. No podéis tener parte en la mesa del Senor y en la mesa de los demonios: (1Co 9:21) No se puede ir a la iglesia en la mañana, y después a la la bruja, o al hechicero o a que le lean la palma.

1- Es algo muy malo: Porque quien va al hechicero, rechaza a Dios. El que va a la bruja, al adivino, al astrólogo, al santero, al espiritista, ¡rechaza a Dios, y abraza al Diablo!: (Isa 2:6, 1Co 9:21, 2Re 17:17, 2Re 21:6).

Quien usa amuletos, rechaza a Dios; el que usa collares de santerí­a, o azabaches, o monicongos, o elefanticos, o la una de la gran bestia, o el colmillo de marroquí­, o la patazola, o el duende, o los signos del zodí­aco, esta “rechazando a Dios, y llamando al Diablo”.

2- Dios abomina estas cosas, en Deu 18:9-14, dice Dios que aborrece, que le dan asco, los que se dedican a la adivinación, magia, hechicerí­a, encantamiento, brujerí­a, espiritismo, astrologí­a, horóscopo. ¡Sé puro ante Yavé! termina diciendo, porque Dios, como cualquier enamorado, no quiere corazones compartidos con otro, sobre todo si ese otro es Satanás. Dios aborrece a los que buscan al brujo, al astrólogo, al espiritista, al mago, al santero, etc.

3- Dios castiga terriblemente.

– A los astrólogos, o los que usan el horóscopo, o los signos del zodí­aco, les dice que serán “quemados” como paja consumida al fuego, por el poder de las llamas.

(Isa 47:13-14).

– Todo el que vaya al brujo, al astrólogo, al adivino, se “prostituye”, y dice Dios: Yo me volveré contra él, y lo exterminaré de en medio de su pueblo: (Lev 20:6).

– En Lev 20:27, Yavé, en persona, ordena que sean muertos, matados a pedradas. Caiga su sangre sobre ellos.

– A Saúl le quitó su Reino, por consultar un adivino: (1 S. 27).

– A Elimas, el mago, lo dejó ciego, en Hec 13:8-11.

4- Quí­tate los amuletos, los tuyos y los de tu hijito, porque los signos del demonio se usan para alabar al demonio e invitarlo a que venga a nuestros corazones.

– Haz lo que los de Efeso, que cuando se lo explicó Pablo, quemaron todos los libros que trataban de brujerí­a, espiritismo, hechicerí­a, horóscopo. por valor de 50.000 monedas de plata: (Hec 19:19.

– Arrepiéntete, como hicieron estos de Efeso, y como le dijo Pedro al Mago Simón, en Hec 8:9-24, y nunca más leas libros de hechicerí­a, ni veas programas en la televisión de astrologí­a, de Walter Mercado, de adivinos. nunca jamás vayas al brujo, ni al santero, a que te lean las cartas o las manos. y ¡por amor a tu hijo!, quí­tale esos azabaches, y amuletos y monicongos. y en su lugar, invita a Dios y a sus santos a que vengan a su corazón, poniéndole medallas de Jesús, de la Virgen, de los Santos, el escapulario del Carmen. ¡Invita a Dios y a sus Santos, a que vengan y protejan a tu hijito, no invites a Satanás y a sus Demonios a que vengan a él y lo destrocen!: 5- No temas a brujos, ni encantadores: Si Jesús está en tu corazón, tú tienes más poder que todos los demonios juntos: (1Jn 4:4); y no te pueden ni tocar los encantamientos, ni los trabajitos de los brujos, ni la magia negra. Si estás con la Virgen Marí­a, ningún maleficio te puede ni tocar, porque donde está la Madre, está el Hijo, y los demonios le tienen horror hasta al nombre bendito de “Virgen Marí­a”.

6- Véncelos, con Cristo en ti: No sólo no les tengas miedo, sino ¡véncelos!, en tu vida, en la vida de tu marido e hijos, y en la vida de tus vecinos. Cristo les dio a sus discí­pulos el poder de “expulsar los demonios, y de sanar a los enfermos”: (Mat 10:1-8). Y en Mar 16:17-18, nos dice que las “senales” de que se es “creyente en Jesús”, son que “expulsamos a los demonios” y que “sanamos a los enfermos”. ¡usa tu poder!, el poder que te dio el Senor, y expulsa en tus vecinos los demonios de las drogas, del alcohol, del juego, de la prostitución, de la homosexualidad, de la enfermedad, los demonios de la incomprensión, de los celos, de las envidias, de los chismes.

Haz lo que Pedro, que le dijo al Mago Simón que se “arrepintiera”, en Hec 8:22-24, y así­ lo hizo el mago. O como Pablo, que expulsó el espí­ritu de adivinación de la pitonisa en Hec 16:16-18, ¡y el mal espí­ritu se salió de ella en el nombre de Jesucristo!.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Doctrina que sostiene la posibilidad y la realidad de la comunicación con los difuntos o con otros espí­ritus existentes en la naturaleza o fuera de ella. Sobre todo se centra en el contacto con los ya fallecidos, por medio de un vidente o médium. El espiritismo se ha practicado como forma de juego y entretenimiento, aprovechando determinadas habilidades o incluso energí­as naturales como la radiestesia o la intuición. Pero en ocasiones se han convertido en sistemas organizados de explotación y de manipulación de grupos o de personas.

Incluso en algunos lugares se ha convertido en una religión vinculada al diabolismo, como en 1848 en Estados Unidos de América, en que surgió un grupo a través de una niña usada como médium, Margaret Fox, a quien su padre y su hermana convirtieron en centro de culto.

La primera revista espiritista apareció en 1872, “Laiht”, publicada por el exsacerdote británico William Stainton Moses, lo cual generó un fuerte movimiento sostenido por charlatanes y prestidigitadores.

La ingenuidad de muchos adeptos al espiritismo y la rentabilidad económica que a veces se genera con las aportaciones logradas con sesiones de consuelo espiritual o de contactos pretendidos con difuntos queridos, ha convertido el espiritismo en “negocio” y en desviación ética que conviene tener en cuenta.

No basta la negación de todo fenómenos para desacreditar la dependencia que se establece, la curiosidad que se estimula y las aberraciones que a veces se cometen (incluidas la sexuales) en las sesiones, sobre todo diabólicas.

Hay que asumir la existencia de fuerzas parapsicológicas, como el movimiento de objetos, la producción de sonidos artificiales, la aparente adivinación.

El educador debe estar al tanto de lo que hay detrás de los grupos espiritistas, desenmascarar las farsas y prevenir a los que, por afectividad o por exaltación fantasiosa, están más propensos a caer en las redes de los explotadores.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En lí­neas generales, el “espiritismo” es la evocación de los “espí­ritus” (difuntos, santos, ángeles, demonios, etc.), invitándoles a hacerse presentes, para obtener algún efecto especial adivinación, mensaje, noticia, curación, favores, magia, etc. Es un fenómeno frecuente en todas las culturas y religiones, como puede verse también en el contexto cultural del Antiguo Testamento.

En Occidente se practicó intensamente desde mitad del siglo XIX, repitiendo prácticas espiritistas antiguas, a veces en relación con el hipnotismo, con la observación de los astros y con la reencarnación. “El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por esto la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo” (CEC 2117).

Se suelen usar diversas técnicas, como la escritura “dictada”, el “trance” de un “medium”, etc. A veces intervienen personas con capacidad de producir fenómenos psicológicos “paranormales” (“metapsí­quicos”) o más allá de lo normal, que es siempre difí­cil de delimitar. Si no hay intención de “evocar” a los difuntos, se tratarí­a sólo de conseguir unos efectos especiales, ordinariamente con la ayuda de la psicologí­a colectiva (mesas redondas con las manos juntas, fijación de la vista en algún objeto, etc.). No faltan lo trucos y engaños. Cuando se marginan los valores religiosos (por el materialismo doctrinal o práctico), surgen nuevas formas de espiritismo.

Referencias Demonio, fenómenos extraordinarios, magia, satanismo.

Lectura de documentos CEC 2117.

Bibliografí­a C.M. HEREDIA, Los grandes espiritistas y los fenómenos metapsí­quicos (Madrid 1946); J.M. PILON (edit.), Diez palabras clave en parapsicologí­a (Estella, Verbo Divino, 1994); F. SAMPEDRO, Sectas y otras doctrinas en la actualidad (Bogotá, CELAM, 1991) 277-295.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Es en primer lugar la doctrina que cree posible una especie de comunicación directa entre los vivos y – los espí­ritus de los difuntos, mediante varias técnicas (psicofoní­a, escritura automática, trance de un médium, etc.); en segundo lugar, la corriente de pensamiento que interpreta algunos fenómenos que parecen salirse del campo de la normalidad como manifestaciones de los mismos espí­ritus; finalmente Iv es el sentido más común de la palabra), es la práctica misma de evocar a los espí­ritus de los difuntos, con fines cognoscitivos o adivinatorios o por pura curiosidad. Entra, por tanto, en el amplio terreno de los fenómenos llamados genéricamente “paranormales” (sabiendo sin embargo hasta qué punto son imperceptibles, mudables y arbitrarios los lí­mites entre la normalidad y la paranormalidad), para el creyente, convencido de la inmortalidad de la dimensión espiritual del ser humano, es natural creer en la realidad de los espí­ritus de los difuntos y en el hecho de que éstos son capaces de sentimientos y de relaciones con los demás; pero parece más problemático admitir que puedan tener contactos directos con la dimensión histórico-temporal de la existencia, aunque no pueda excluirse esta eventualidad en lí­nea de principio (por lo demás, en la tradición cristiana se ha admitido siempre el carácter verí­dico de ciertos hechos análogos, aunque más bien en el orden de lo milagroso).

En Occidente se despertó un gran interés por el espiritismo a partir de la mitad del siglo XIX, que duró hasta comienzos del siglo xx; fue condenado por una respuesta del Santo Oficio del 24 de abril de 1917 (DS 3642).

Hoy – la posición de los teólogos sensibles al conjunto de las ciencias humanas se muestra más matizada y atenta a la diferencia entre los diversos casos. La “valoración” moral del espiritismo depende sobre todo de la intención subyacente (si la intención es profundizar en la dimensión mistérica de la realidad, Y con tal que se excluya aquella actitud- espiritual que la Escritura llama “tentar a Dios”, no se puede hablar ciertamente de culpa) y de muchos factores concomitantes, entre los que resulta fundamental la madurez psicológica y – espiritual del sujeto que se dedica a estos estudios y experimentos.

L. Sebastiani

Bibl.: Espiritismo, en ERC, III, 687-690: Metapsiquica, en DF 195- 196: C. M. Herder Los grandes espiritistas y los fenómenos metapsiquicos Madrid 1946: J M, Pilón (dir.), Diez palabras clave de parapsicologia, Verbo Divino, Estella 1994.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Creencia o doctrina de que los espí­ritus de los difuntos sobreviven a la muerte del cuerpo fí­sico y pueden comunicarse con los vivos, sobre todo por medio de una persona (un médium) que es particularmente susceptible a su influencia. Tanto la Biblia como la historia revelan que el espiritismo existe desde tiempos muy remotos. La religión egipcia estaba saturada de espiritismo (Isa 19:3), y la religión de Babilonia, cuya ciudad capital también era el principal centro religioso de Asiria, era espiritista. (Isa 47:12, 13.)
La palabra griega para †œespiritismo† es far·ma·kí­Â·a. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 2, pág. 189) dice en cuanto a esta palabra: †œ(Cp. el término castellano, farmacia, etc.) significaba primariamente la utilización de medicina, fármacos, encantamientos; después, envenenamiento; luego, hechicerí­a, Gá 5:20, †˜hechicerí­as†™ [†œbrujerí­a†, NVI], mencionadas como una de las obras de la carne. Ver también Ap 9:21; 18:23. En la LXX, Ex 7:11, 22; 8:7, 18; Is 47:9, 12. En la hechicerí­a, la utilización de drogas, tanto si eran sencillas como si eran potentes, iba generalmente acompañada de encantamientos e invocaciones a poderes ocultos, de la aplicación de diversos amuletos, etc., todo ello con la pretensión de proteger al paciente de la atención y del poder de los demonios, pero en realidad para impresionar al paciente con los misteriosos recursos y poderes del hechicero†.

Fuente de los mensajes. Un aspecto sobresaliente del espiritismo es la pretensión de establecer comunicación con los muertos. Como los muertos †œno tienen conciencia de nada en absoluto†, la comunicación con ellos es totalmente imposible. (Ec 9:5.) La ley que Dios dio a Israel prohibí­a el que alguien preguntase a los muertos y decretaba que la práctica de espiritismo merecí­a la pena capital. (Le 19:31; 20:6, 27; Dt 18:9-12; compárese con Isa 8:19.) Asimismo, en las Escrituras Griegas Cristianas se dice que los que practican espiritismo †œno heredarán el reino de Dios†. (Gál 5:20, 21; Rev 21:8.) En consecuencia, se infiere que cualquier supuesta comunicación con personas muertas, si no es una mentira deliberada por parte del que lo afirma, se establece con una fuente maligna opuesta a Jehová Dios.
La Biblia indica con claridad que esta fuente maligna son los espí­ritus inicuos, los demonios. (Véanse DEMONIO; POSESIí“N DEMONIACA.) Una situación que viene al caso es la de †œcierta sirvienta† de la ciudad de Filipos que suministraba a sus amos mucha ganancia mediante †œel arte de la predicción†, una de las prácticas relacionadas con el espiritismo. (Dt 18:11.) El relato dice claramente que la fuente de sus predicciones no era Dios, sino un †œdemonio de adivinación†, un espí­ritu inicuo. Por consiguiente, cuando el apóstol Pablo expulsó al espí­ritu inicuo, esta muchacha perdió sus poderes de predicción. (Hch 16:16-19.) Con respecto a la expresión griega pnéu·ma pý·tho·na, traducida aquí­ †œdemonio de adivinación†, el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 44) dice: †œ[Pitón] era en la mitologí­a griega el nombre de la serpiente o dragón [pí­tico], que moraba en [Pito], al pie del monte Parnaso, guardando el oráculo de Delfos, y que fue muerta por Apolo. De ahí­, el nombre pasó al mismo Apolo. Más tarde la palabra se aplicó a los adivinos o magos, considerados como inspirados por Apolo. Ya que los demonios son los agentes que inspiran la idolatrí­a, 1 Co 10:20, la joven en Hch 16:16 estaba poseí­da por un demonio que instigaba el culto a Apolo, y que por ello tení­a †˜espí­ritu de adivinación†™†.

En Israel. Aunque Dios habí­a promulgado leyes especí­ficas en contra del espiritismo, los médium espiritistas aparecí­an de vez en cuando en la tierra de Israel. Quizás eran extranjeros que habí­an ido al paí­s o personas a quienes los israelitas no habí­an dado muerte. El rey Saúl los eliminó del paí­s durante su reinado, pero más tarde, probablemente para finales de su gobernación, volvieron a aparecer algunos médium espiritistas. Saúl demostró cuánto se habí­a alejado de Dios al consultar †˜en En-dor a una mujer que era perita en mediación espiritista†™. (1Sa 28:3, 7-10.)

La visita del rey Saúl a una médium. Para cuando Saúl fue a la médium, hací­a algún tiempo que Jehová le habí­a retirado Su espí­ritu, y ya no respondí­a sus preguntas ni mediante sueños ni mediante el Urim (utilizado por el sumo sacerdote) ni mediante los profetas. (1Sa 28:6.) Dios ya no querí­a tener nada que ver con él, y el profeta Samuel no le habí­a visto por un largo perí­odo de tiempo, desde antes de ungir a David como rey. Por lo tanto, no serí­a razonable pensar que Samuel, aun si estuviera vivo, volviera entonces para dar consejo a Saúl. Y seguro que Dios no harí­a que Samuel, a quien no habí­a enviado en vida para hablar con Saúl, volviese entonces de los muertos para hablar con él. (1Sa 15:35.)
La posterior declaración de Jehová mediante Isaí­as muestra que no aprobarí­a la acción de Saúl ni cooperarí­a de ninguna manera con ella: †œY en caso de que les digan: †˜Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espí­ritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja†™, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!†. (Isa 8:19, 20.)
Por lo tanto, cuando el relato dice: †œCuando la mujer vio a †˜Samuel†™ se puso a gritar a voz en cuello†, es obvio que narra el suceso desde la óptica de la médium, que estaba engañada por el espí­ritu que se hizo pasar por Samuel. (1Sa 28:12.) A Saúl le aplicaba el principio que expresó el apóstol Pablo: †œAsí­ como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas […]. Aunque estos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten a los que las practican†. (Ro 1:28-32.)
La obra Commentary on the Old Testament (de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 2, †œFirst Samuel†, pág. 265) remite a 1 Crónicas 10:13 en la Versión de los Setenta, que añade las palabras †œy Samuel el profeta le respondió†. (Bagster [en inglés].) El Commentary apoya lo que dan a entender estas palabras no inspiradas de la Versión de los Setenta, pero añade: †œSin embargo, los padres, los reformadores y los teólogos cristianos primitivos, con muy pocas excepciones, entendieron que la aparición de Samuel fue tan solo imaginaria, no real. Según la explicación de Efrén de Siria, una aparente imagen de Samuel se presentó ante la vista de Saúl por medio de artes demoniacas. Lutero y Calvino adoptaron el mismo punto de vista y los teólogos protestantes primitivos concordaron con ellos al considerar la aparición como nada más que un espectro diabólico, un fantasma, o espectro con la forma de Samuel, y lo que dijo, como una revelación diabólica permitida por Dios, en la que la verdad estaba mezclada con la falsedad†.
En una nota al pie de la página (†œFirst Samuel†, págs. 265, 266), esta obra comenta: †œAsí­ Lutero dice […] †˜La evocación de Samuel por una pitonisa o bruja, en 1 Sam. XXVIII. 11, 12, no podí­a ser más que un espectro del diablo; no solo porque las Escrituras dicen que lo efectuó una mujer que estaba llena de demonios (pues, ¿quién podrí­a creer que las almas de los creyentes, que están en las manos de Dios, […] estaban bajo el poder del diablo y de simples hombres?), sino porque, además, el que Saúl y la mujer inquirieran de los muertos contravení­a directamente el mandato de Dios. El Espí­ritu Santo no puede actuar contra el mandato de Dios ni puede ayudar a los que lo hacen†™. Calvino también considera la aparición como un simple espectro […]: †˜Es cierto —dice— que no era realmente Samuel, pues Dios nunca habrí­a permitido que Sus profetas estuvieran sujetos a estos conjuros diabólicos. Pues aquí­ está una pitonisa haciendo salir a los muertos del sepulcro. ¿Puede alguien imaginar que Dios deseara que se expusiera a Su profeta a tal ignominia, como si el diablo tuviera poder sobre los cuerpos y las almas de los santos que están a Su cuidado? Se dice que las almas de los santos descansan […] en Dios, esperando su feliz resurrección. Además, ¿debemos pensar que Samuel se llevó consigo la capa al sepulcro? Por todas estas razones, parece claro que la aparición no era más que un espectro, y que engañó tanto los sentidos de la mujer, que pensó que estaba viendo al mismo Samuel, aunque no lo fuera†™. Los primeros teólogos ortodoxos también cuestionaron la realidad de la aparición de Samuel por las mismas razones†.

El poder de Jesús sobre los demonios. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, demostró que era el Mesí­as, el Ungido de Dios, al expulsar los demonios de los posesos, para lo que no se valió de ningún ritual especial o sesión de espiritismo ni de magia de algún tipo, sino que simplemente mandó a los demonios que saliesen, y ellos obedecieron su voz. Los demonios fueron obligados a reconocer su autoridad aun sin quererlo (Mt 8:29-34; Mr 5:7-13; Lu 8:28-33), tal como Satanás reconoció la autoridad de Jehová cuando le permitió afligir a Job para probarle, pero le ordenó que no lo matase. (Job 2:6, 7.) Además, Jesús lo hizo sin ganancia personal. (Mt 8:16, 28-32; Mr 1:34; 3:11, 12; Lu 4:41.)

Refuta la falsa acusación de los fariseos. Los fariseos, enemigos de Jesús, le acusaron después de una de estas curaciones diciendo: †œEste no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios†. Pero el relato continúa: †œConociendo sus pensamientos, él les dijo: †˜Todo reino dividido contra sí­ mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí­ misma no permanecerá en pie. Así­ mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí­ mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino? Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces†™†. (Mt 12:22-27.)
A los fariseos se les obligó a reconocer que se necesitaba poder sobrehumano para expulsar a los demonios. Sin embargo, querí­an impedir que las personas creyesen en Jesús, y por eso atribuyeron su poder al Diablo. Entonces Jesús les hizo ver la consecuencia de su argumento mostrando el resultado lógico de tal modo de razonar. Les dijo que si él fuese un agente del Diablo, deshaciendo lo que Satanás hací­a, Satanás estarí­a trabajando contra sí­ mismo (cosa que no harí­a ningún rey humano), y pronto caerí­a. Además, se refirió a los †œhijos†, o discí­pulos, de ellos, que también afirmaban expulsar demonios. Si el argumento de los fariseos era válido, que quien expulsaba demonios lo hací­a con el poder de Satanás, los propios discí­pulos de ellos estaban obrando bajo este poder, algo que, por supuesto, los fariseos no estaban dispuestos a admitir. Jesús les dijo que sus mismos †œhijos†, por lo tanto, eran jueces que les condenaban a ellos y su argumento. Luego añadió: †œPero si es por medio del espí­ritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado†. (Mt 12:28.)
Jesús siguió su lí­nea de razonamiento diciendo que nadie podrí­a entrar en la casa de un hombre fuerte (Satanás) y apoderarse de sus bienes a menos que primero fuera capaz de atar al fuerte. La falsa acusación de los fariseos hizo que Jesús hablara de la seriedad de pecar contra el espí­ritu santo, pues él expulsaba demonios mediante el espí­ritu de Dios, y con su crí­tica, los fariseos no solo expresaban el odio que le tení­an a Jesús, sino que negaban la demostración evidente del espí­ritu santo de Dios. (Mt 12:29-32.)
Lo que Jesucristo dijo en cuanto a expulsar demonios no implicaba que los †œhijos† de los fariseos y todos los demás que afirmaban expulsar demonios fueran necesariamente instrumentos de Dios. Jesús explicó que habrí­a personas que preguntarí­an: †œ†˜Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?†™. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí­! Apártense de mí­, obradores del desafuero†. (Mt 7:22, 23.) No siendo discí­pulos verdaderos de Jesucristo, tales obradores del desafuero serí­an hijos del Diablo. (Compárese con Jn 8:44; 1Jn 3:10.) Por consiguiente, cualquiera de ellos que afirmase expulsar demonios no serí­a instrumento de Dios, sino agente del Diablo. El que Satanás usara a algunos como exorcistas, incluso haciéndolo en el nombre de Jesús (compárese con el intento de los siete hijos de Esceva, en Hch 19:13-16), no querrí­a decir que estaba dividido contra sí­ mismo. Más bien, mediante esta aparente buena obra de liberar a los poseí­dos por demonios, Satanás se transformarí­a en un †œángel de luz†, y así­ aumentarí­a su poder e influencia sobre los engañados. (2Co 11:14.)

†œEl que no está contra nosotros, está a favor nuestro.† En una ocasión el apóstol Juan le dijo a Jesús: †œMaestro, vimos a cierto hombre que expulsaba demonios por el uso de tu nombre y tratamos de impedí­rselo, porque no nos acompañaba†. Al parecer, este hombre, sí­ expulsaba a los demonios, pues Jesús dijo: †œNadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme†. De modo que Jesús les ordenó que no trataran de impedí­rselo, †œporque el que no está contra nosotros, está a favor nuestro†. (Mr 9:38-40.) No todos los que creí­an en Jesús lo acompañaban personalmente a él y a sus apóstoles en su ministerio. En aquel tiempo todaví­a estaba en vigor el pacto de la Ley y Dios aún no habí­a inaugurado mediante Jesucristo el nuevo pacto y el comienzo de la congregación cristiana de escogidos. Solo a partir del Pentecostés del año 33 E.C., después que Jesús abolió la Ley con su sacrificio, fue necesario que cualquiera que quisiera servir a Cristo se asociara con esta congregación, cuyos miembros estaban bautizados en él. (Hch 2:38-42, 47; Ro 6:3.) A partir de entonces, Dios reconoció a la congregación cristiana como su †œnación santa† en vez de tratar con la nación carnal de Israel como habí­a hecho hasta aquel tiempo. (1Pe 2:9; 1Co 12:13.)

Una obra de la carne. Aunque los espiritistas pudieran pensar que es una †˜práctica espiritual†™, la Palabra de Dios no lo llama una obra del espí­ritu ni parte de su fruto, sino una obra de la carne. Obsérvense las cosas detestables con las que se clasifica al espiritismo: †œFornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatrí­a, práctica de espiritismo [literalmente, †œempleo de drogas†], enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, diversiones estrepitosas, y cosas semejantes a estas†. Apela a los deseos de la carne pecaminosa, no a los valores del espí­ritu, y el apóstol advierte que †œlos que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios†. (Gál 5:19-21, Int.)

Quienes lo practican sufrirán destrucción eterna. En Revelación se hace referencia a uno de los pecados de los que se acusa a Babilonia la Grande, que ha de ser arrojada al mar para no volver a ser hallada. †œPor tu práctica espiritista —dice— todas las naciones fueron extraviadas†. (Rev 18:23.) Sobre la destrucción eterna de quienes practican el espiritismo, Revelación dice: †œPero en cuanto a los cobardes y a los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad, y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo [literalmente, †œlos que emplean drogas†], e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda†. (Rev 21:8, Int.)

Las artes mágicas. Las artes mágicas están relacionadas con el espiritismo. En Efeso muchos creyeron en la predicación de Pablo, y †œbuen número de los que habí­an practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos†. (Hch 19:19.) La palabra griega para †˜artes mágicas†™ es pe·rí­Â·er·ga, †œcuriosidades†, literalmente, †œcosas que están alrededor del trabajo†, y, por ende, †œsuperfluas†, las artes de aquellos que se entremeten en las cosas prohibidas con la ayuda de espí­ritus malvados. (Int; Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 2, pág. 52.)

Una profecí­a contra Jerusalén. En una declaración formal contra Jerusalén por su infidelidad, Jehová dijo: †œY tienes que ser rebajada de modo que hables desde la tierra misma, y como desde el polvo tu decir sonará bajo. Y cual médium espiritista tu voz tiene que llegar a ser aun desde la tierra, y desde el polvo chirriará tu propio decir†. (Isa 29:4.) Estas palabras tení­an que ver con el tiempo en que los enemigos irí­an contra Jerusalén y la reducirí­an a una condición muy baja, como aplastada contra el suelo. Por consiguiente, sin importar qué dijeran los habitantes de Jerusalén, lo proferirí­an desde una condición sumamente baja y degradada. Su habla serí­a como si de un médium espiritista se tratase, expresándose de tal manera que parecerí­a que un sonido suave, lento, bajo, mitigado y débil subiera del polvo de la tierra. Sin embargo, como muestra Isaí­as 29:5-8, Jerusalén iba a ser liberada.

Fuente: Diccionario de la Biblia