FIESTA

v. Convocación, Pascua, Solemnidad, Tabernáculo
Exo 12:14 celebraréis como f solemne para Jehová
Exo 12:17 guardaréis la f de los panes sin levadura
Exo 23:14 tres veces en el año me celebraréis f
Exo 32:5 Aarón .. dijo: Mañana será f para Jehová
Deu 16:8 el séptimo día será f solemne a Jehová
Deu 16:10 la f solemne de las semanas a Jehová
2Ch 7:8 entonces hizo Salomón f siete días
Ezr 3:5 además de .. las f solemnes de Jehová
Neh 12:27 para hacer la dedicación y la f con
Isa 1:13 sufrir, son iniquidad vuestras f solemnes
Eze 44:24 decretos guardarán en todas mis f
Amo 8:10 y cambiaré vuestras f en lloro, y todos
Nah 1:15 celebra, oh Judá, tus f, cumple tus
Mat 27:15; Mar 15:6 en el día de la f les soltaba un
Luk 15:23 y matadlo, y comamos y hagamos f
Luk 22:1 cerca la f de los panes sin levadura
Joh 7:2 estaba cerca la f de los judíos, la de los
Joh 7:37 en el último y gran día de la f, Jesús se
Joh 10:22 celebrábase .. la f de la dedicación
1Co 5:8 celebremos la f, no con la vieja levadura


Fiesta (heb. jâg; gr. heorte). Celebración u observancia que se repetí­a anualmente, la mayorí­a de ellas relacionadas con la ley ceremonial. Tres veces por año todos los varones hebreos se debí­an reunir en Jerusalén (Exo 23:14-17; Deu 16:16) para celebrar las 3 fiestas de la cosecha: 1. Fiesta de los Panes sin Levadura (que seguí­a inmediatamente después de la cena de Pascua la noche anterior) a mediados del 1er, mes, al comienzo de la cosecha de cebada* (Lev 23:5-14). 2. Fiesta de las Semanas (Pentecostés), 50 dí­as más tarde, que celebraba la cosecha del trigo (Lev 23:15-21; Exo 34:22). 3. Fiesta de la Recolección o de los Tabernáculos, a mediados del 7º mes, al fin de la recolección de las aceitunas y las frutas (Lev 23:34-44; Deu 16:13; véase el cuadro general en la p 450; cf CBA 1:816). Habí­a varias otras festividades anuales en la ley leví­tica: 4. La Pascua. 5. Fiesta de las Trompetas, el 1er dí­a del 7º mes (Lev 23:24, 25), que era el dí­a de Año Nuevo civil, y que aún se observa como tal. 6. Dí­a de la Expiación, en el 10º dí­a del mismo mes (23:27-32), en el que los israelitas debí­an “afligir” sus almas (23:27-29), aunque no se exigí­a que todos fueran a Jerusalén. Estas fiestas incluí­an 7 sábados anuales, además de los sábados semanales ordenados por el 4º mandamiento (Lev 23:38; Exo 20:8-11), y separados de ellos. Estos sábados caí­an en dí­as fijos del mes por lo que correspondí­an a diversos dí­as de la semana en los diferentes años. Las “lunas nuevas” también se podí­an considerar fiestas mensuales (2Ki 4:23; Isa 1:13,14; etc.). Más tarde, se añadieron otras fiestas a éstas. 7. La liberación de los judí­os de la destrucción durante el reinado de Ester se conmemoraba con la fiesta de Purim* en el mes de Adar (Est 9:21, 22, 26). 8. Luego, la restauración y la rededicación del templo, después de su profanación por Antí­oco Epí­fanes, se celebraba con la fiesta de la Dedicación en Kisleu (Joh 10:22). Los judí­os observan estas fiestas hasta hoy; por supuesto, sin los sacrificios. Desde su dispersión de Jerusalén ha ocurrido un cambio: los dí­as sagrados se observan en 2 dí­as sucesivos, en vez de en un dí­a. Esta práctica fue adoptada por los judí­os de la Dispersión* o Diáspora, para asegurarse de no equivocarse sobre el dí­a correcto. Originalmente, los judí­os de Siria y de Babilonia eran notificados con señales de fuego desde la cumbre de una colina hasta la siguiente, a partir de Jerusalén, acerca del momento correcto de la luna nueva que precedí­a las fiestas importantes, de modo que todos pudieran celebrarlas el mismo dí­a. Después que los enemigos causaron gran confusión al enviar señales falsas, se usaron mensajeros, pero llegó el momento en que Jerusalén ya no pudo ser la cabecera central del culto para los judí­os dispersos por todas partes. Por eso, se estableció la costumbre de observar 2 dí­as, que continúa hasta hoy, aunque ya no resulta necesario por causa del calendario judí­o, normalizado hace mucho tiempo, que ya no depende de la observación de la luna nueva en Jerusalén. Véanse Año; los nombres especí­ficos de cada festividad. Bib.: H. Schauss, The Jewish Festivals [Las fiestas judí­as] (Nueva York, 1938).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n festa. Solemnidad religiosa o civil en conmemoración de un hecho importante. En la época veterotestamentaria, aparte de la obligación de guardar el sábado, Moisés estableció cinco fiestas anuales: la Pascua, Ex 12, 1-14; Lv 23, 4-5; la de los ázimos, Ex 12, 17-20; Lv 23, 6-8; la de las Semanas o Pentecostés, Ex 34, 22; Lv 23, 15; Nm 28, 26; Dt 16, 10; la del Dí­a de la Expiación, Ex 30, 10-30; Lv 16; Nm 29, 7-11; la de las Tiendas, o de los Tabernáculos, Lv 23 34-44; Nm 29, 12; Ne 8, 18; Jn 7, 2.

Tras la vuelta del destierro en Babilonia se instituyeron dos fiestas anuales, que hoy en dí­a todaví­a celebran los judí­os: la de los Purim, o de las suertes, para celebrar la liberación de los judí­os de las manos de Amán, Est 9, 24-32; la de la Dedicación, Janukká en hebreo, también llamada †œf. de las luminarias†, establecida por Judas Macabeo, para celebrar la purificación y restauración del altar y del Templo, tras el saqueo y la profanación por parte del rey seléucida Antí­oco IV Epí­fanes, 1 Mc 4, 52-59.

También se celebraban la f. de los Clamores o de las trompetas, Lv 23, 24; Nm 29, 1; la del Novilunio, o neomenia, Nm 10, 10; 28, 11; el Año Sabático, Ex 23, 10-11; Lv 25, 2-7; el Año del Jubileo, Lv 25, 8-16; 27, 16-25.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

En todas las culturas y religiones existe la “fiesta”, como expresión de júbilo y como memoria de algún acontecimiento o personaje histórico o mitológico, así­ como celebración de las estaciones y cosechas. Es entonces cuando se muestra de modo especial el alma de un pueblo, con sus ideales, creencias y expresiones artí­sticas y literarias. En la fiesta se reencuentran los valores personales, familiares y sociales. Se da espacio de “tiempo libre” para el descanso, la distensión, la convivencia, la espontaneidad, la gratuidad y el culto religioso (especialmente con expresiones de religiosidad popular).

La historia de salvación, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, está jalonada de acontecimientos que se convierten en celebraciones. Es principalmente el caso de la Pascua y del sábado (descanso de la creación), y del domingo (resurrección de Cristo y nueva creación).

En el cristianismo, la fiesta es siempre memoria de la Pascua y se celebra en torno a la Eucaristí­a, como presencia, sacrificio y sacramento de Cristo muerto y resucitado. Las demás fiestas del año litúrgico giran en torno a la Navidad (Encarnación y nacimiento) y en torno a los misterios de la redención (muerte, resurrección, Pentecostés). Las fiestas de Marí­a y de los santos indican el fruto redentor de las fiestas del Señor. La fiesta cristiana es un anuncio vivencial del misterio pascual de Cristo, y ofrece motivaciones para afrontar la vida con actitud de “gozo en la esperanza” (Rom 12,12).

Referencias Año litúrgico, Ascensión, Asunción, Cristo Rey, culto, domingo, gozo, Inmaculada, liturgia, Navidad, Pascua, Pentecostés, religiosidad popular.

Lectura de documentos SC 102-111; CEC 1156-1157, 1163-1173, 2174-2175; CIC can. 1244-1248.

Bibliografí­a J. ALDAZABAL, Fiesta, en Conceptos fundamentales de pastoral (Madrid, Cristiandad, 1983) 399-409; J. MATEOS, Cristianos en fiesta (Madrid, Cristiandad, 1975); S. MAGGIANI, Fiesta/Fiestas, en Nuevo Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas, 1987) 854-882; J. MOLTMANN, Sobre la libertad, la alegrí­a y el juego (Salamanca, Sí­gueme, 1972); J. PIEPER, Una teorí­a de la fiesta (Madrid, Rialp, 1974); T. SCHRAMM, Fiesta y gozo (Salamanca, Sí­gueme, 1983).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

DJN
 
Refiriéndonos a “fiesta” en sentido general, a lo festivo, lo lúdico en la existencia, Jesús no aparece en absoluto como enemigo de ese aspecto humano. De hecho participa en tí­picas fiestas como las de bodas o en banquetes festivos. La narración simbólica de Jn 2,10 donde aparece la activa participación y aun contribución de Jesús a las bodas de Caná, apenas se hubiera podido imaginar si Jesús no hubiera dado pie para ello en su vida.

No hay tampoco en su predicación hostilidad hacia los aspectos más lúdicos. Las innegables frases sobre el llanto, el dolor etc., no deberí­an tomarse como el elemento central del mensaje de Jesús tal como se ha hecho bastante a menudo. Dadas la reales condiciones de la existencia humana -iy Jesús las conoce profundamente también por su propia experiencia!- cabe esperar algo, y aun mucho, de dolor en la vida. Pero no son el elemento constitutivo más importante del Evangelio. Nada hay en él de masoquismo o tristeza ontológica o de rechazo a lo popular, tan tí­pico de las fiestas antiguas y modernas. De hecho presenta el Reino en su plenitud con los rasgos festivos patentes en el banquete escatológico, que suponen una experiencia humana de la fiesta, prefigurado en la misma celebración de la Cena del Señor.

Por otro lado las celebraciones religiosas judí­as eran fiestas, inconcebibles sin una vertiente de alegrí­a y júbilo. No serí­a conforme a las costumbres del tiempo pensar en esas celebraciones como algo meramente formal, solemne o hierático, dada la decidida participación popular con manifestaciones festivas que la tradición judí­a ha conservado, por ejemplo de manera especial, en la Fiesta de las Tiendas / Chozas / “Tabernáculos”. Como muestran los relatos evangélicos Jesús toma parte en las fiestas de Pascua, Semanas o Pentecostés, Tiendas, Dedicación del Templo y quizás en alguna más.

Es obvio, sin embargo, que la fiesta no se limita sólo a una alegrí­a humana. Precisamente el sentido profundo de las celebraciones es vivir de algún modo, exterior e interior, colectivo y aun individual, la relación con Dios en la realidad humana. Este sentido religioso estaba muy presente en las fiestas judí­as. Es, pues, comprensible que Jesús participe en ellas y aproveche esta base para dar un sentido más hondo al que ya tení­an.

Resulta interesante por una parte y lógico por otra que la relación con Dios se viva de forma alegre y precisamente “festiva”, que sea una verdadera “celebración”, de la que no se excluyen los aspectos humanos lúdicos. -> pascua.

Pastor

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

¿Qué es la fiesta bí­blica? No es simplemente una conmemoración en la que el pueblo recuerda acontecimientos gloriosos del pasado. Ni siquiera es un motivo cualquiera para “estar juntos”, disfrutar juntos, un simple momento de reunión, de encuentro. La fiesta bí­blica es la experiencia actual del poder de Dios sobre nosotros, y la experimentamos en el culto, en la oración y en la alegrí­a, tal y como la experimenta el pueblo de la pascua. Por tanto, la fiesta bí­blica nos vuelve a conectar con el tema de la alternancia y de la relación correcta “trabajodescanso”: un tema fundamental de la criatura y de la creación, que sin embargo exige, en la economí­a histórica actual, ser redimido. Este tema “trabajodescanso” podrí­a, en efecto, convertirse en otra forma de alienación, si descansáramos para trabajar más, para rendir más: el descanso se convertirí­a incluso en motivo de explotación… Por el contrario, la fiesta significa verdaderamente “salir” de este ritmo del tiempo y acoger en nosotros la salvación de Dios, como algo nuevo y distinto; y es una salvación que experimentamos juntos, en una dimensión que es vivida como experiencia fundamental de salvación. Para el cristiano es la experiencia de la fe en la resurrección de Jesús, del renacimiento bautismal, de la eucaristí­a vivida juntos como atmósfera de fiesta, de gozo y de salvación recibida.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

La fiesta es una acción comunitaria para celebrar un acontecimiento natural -como la sucesión cí­clica de las estaciones y de los años o el ciclo histórico aniversario de personas queridas o ilustres- a través de unos signos rituales que crean comunión de vida, rompen la rutina habitual, favorecen experiencias de gratuidad y espontaneidad. El concepto de fiesta se relaciona con el de juego o diversión, es decir, con la dimensión lúdica del hombre que se desarrolla en unas actividades no lucrativas, o por lo menos no dirigidas a la producción, sino a la distensión y a la liberación de la fantasí­a creadora. En las sociedades la fiesta, la diversión y el juego han adquirido una gigantesca difusión y una densidad inédita, sobre todo con la ampliación cada vez mayor del tiempo libre. Sin embargo, la idolatrí­a del tener y del “obrar calculado” que caracterizan a la sociedad de consumo han deteriorado profundamente los perfiles auténticos de la fiesta, que queda frecuentemente encerrada dentro de unos esquemas tecnocráticos y burocráticos y convertida en objeto- comercial.

La fiesta cristiana se configura como memoria de acontecimientos salví­ficos, realizados por Dios en Cristo por nosotros, que se compendian en el misterio pascual (muerte y resurrección del Señor); estos acontecimientos se celebran comunitariamente en el gran triduo pascual y en la pascua semanal que es el domingo y que se prolongan en el ciclo santoral del año litúrgico.

La fiesta ha tenido un desarrollo peculiar en el área de la religiosidad popular. A diferencia de la fiesta secularizada y profana, aquí­ la fiesta no representa una fuga de la rutina cotidiana, del dolor y de la fatiga, va que asume muchas veces un carácter penitencial. En ella el pueblo encuentra la fuerza de vivir y la capacidad de volver con nueva esperanza a la lucha “ferial”.

G. Mattai

Bibl.: H. Cox, Las fiestas de los locos, Taurus, Madrid 1972; J Mateos, Cristianos en fiesta, Cristiandad, Madrid 1972; J Moltmann. Sobre la libertad, la alegrí­a y e! juego, Sí­gueme, Salamanca 1972: J Aldazábal, en CFP, 399-409.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Los perí­odos festivos constituyeron una parte integral del verdadero culto a Dios, quien los prescribió mediante Moisés para la observancia de su pueblo Israel. La palabra hebrea jagh, que se traduce †œfiesta†, tal vez se derive de un verbo cuyo significado denota forma o movimiento circular, bailar en cí­rculos y, de ahí­, celebrar una fiesta o festividad periódica. La palabra moh·`édh, que también se traduce †œfiesta†, tiene el sentido primario de tiempo o lugar determinado de asamblea. (1Sa 20:35; 2Sa 20:5.)
Véase el recuadro al pie de la página, donde se mencionan las fiestas y otros dí­as especiales.

Las tres grandes fiestas. Las tres †œfiestas periódicas† principales, llamadas a veces †œfiestas de peregrinación† debido a que para ese tiempo todos los varones se congregaban en Jerusalén, se celebraban en fechas fijas y se designaban con la palabra hebrea moh·`édh. (Le 23:2, 4.) No obstante, la palabra que suele emplearse al referirse exclusivamente a las tres grandes fiestas es jagh, que da a entender no solo que el acontecimiento tiene carácter periódico, sino también que es una ocasión de gran regocijo. Estas tres grandes fiestas son:
1) La fiesta de las tortas no fermentadas. (Ex 23:15.) Comenzaba el dí­a después de la Pascua y se extendí­a del 15 al 21 de Abib (o Nisán). La Pascua se celebraba el 14 de Nisán, y en realidad era una fiesta aparte; sin embargo, como estaba tan próxima a la fiesta de las tortas no fermentadas, se solí­a llamar a ambas la Pascua. (Mt 26:17; Mr 14:12; Lu 22:7.)
2) La fiesta de las semanas o, como se la llamó más tarde, Pentecostés; se celebraba en el quincuagésimo dí­a después del 16 de Nisán, es decir, el 6 de Siván. (Ex 23:16a; 34:22a.)
3) La fiesta de las cabañas (los tabernáculos) o de la recolección. Transcurrí­a del 15 al 21 del séptimo mes, Etanim (o Tisri), y el dí­a 22 se celebraba una asamblea solemne. (Le 23:34-36.)
Jehová habí­a determinado la fecha, el lugar y cómo habrí­an de celebrarse estas fiestas. La expresión †œfiestas periódicas de Jehovᆝ indica que estas observancias estaban relacionadas con diversos perí­odos del calendario del año sagrado: el comienzo de la primavera, el fin de la primavera y el otoño. Todo esto tuvo un gran significado, pues en aquel tiempo las primicias del campo y de las viñas traí­an gran gozo y felicidad a los habitantes de la Tierra Prometida, los que daban el reconocimiento por todo ello a Jehová, el Proveedor generoso de todas las cosas buenas.

Observancias comunes a las tres fiestas. El pacto de la Ley exigí­a que con motivo de las tres grandes fiestas anuales, todos los hombres se presentasen cada año †˜delante de Jehová su Dios en el lugar que él escogiera†™. (Dt 16:16.) El lugar que finalmente se escogió como sede de las fiestas fue Jerusalén. No se enunciaba ninguna pena especí­fica para la persona que no asistiera, salvo en el caso de la Pascua, pues no asistir a esta fiesta se castigaba con la pena de muerte. (Nú 9:9-13.) No obstante, el desatender cualquiera de las leyes de Dios, entre las que estaban las fiestas y los sábados, traerí­a juicio adverso y aflicción a la nación. (Dt 28:58-62.) La Pascua habrí­a de celebrarse el 14 de Nisán o, en ciertas circunstancias, un mes más tarde.
A pesar de que las mujeres —a diferencia de los hombres— no estaban bajo la obligación de asistir a las fiestas anuales, hay ejemplos de algunas que acudieron, como Ana, la madre de Samuel (1Sa 1:7), y Marí­a, la madre de Jesús. (Lu 2:41.) Las israelitas que amaban a Jehová asistí­an a tales fiestas siempre que les era posible. De hecho, no solo los padres de Jesús acudieron regularmente, también se indica que sus parientes y conocidos fueron con ellos. (Lu 2:44.)
Jehová prometió: †œNadie deseará tu tierra mientras estés subiendo para ver el rostro de Jehová tu Dios tres veces al año†. (Ex 34:24.) A pesar de que no quedaba ningún hombre para proteger las ciudades y la tierra, lo cierto es que antes de la destrucción de Jerusalén en 70 E.C. ninguna nación extranjera invadió jamás la tierra de los judí­os durante sus fiestas. No obstante, en el año 66 E.C., es decir, después de que la nación judí­a rechazó a Cristo, Cestio Galo mató a cincuenta personas en Lida durante la fiesta de los tabernáculos.
Ningún varón que asistiese a las fiestas habrí­a de presentarse con las manos vací­as, sino más bien con un don †˜en proporción con la bendición que Jehová le hubiese dado†™. (Dt 16:16, 17.) Asimismo, habrí­an de comer y compartir con los levitas en Jerusalén la †˜segunda†™ décima parte —a diferencia de la que se daba para mantener a los levitas (Nú 18:26, 27)— del grano, el vino y el aceite del año en curso, así­ como de los primogénitos del rebaño y de la vacada. No obstante, en caso de que el viaje hasta el lugar de la fiesta fuese demasiado largo, la Ley estipulaba que tales bienes podí­an cambiarse por dinero para costear los gastos. (Dt 14:22-27.) Estas ocasiones eran oportunidades para demostrar la lealtad a Jehová y tení­an que celebrarse con alegrí­a, una alegrí­a de la que también habrí­an de participar el residente forastero, el huérfano de padre y la viuda. (Dt 16:11, 14.) Se entiende que los residentes forasteros varones tení­an que ser adoradores circuncisos de Jehová. (Ex 12:48, 49.) Además de las ofrendas diarias, siempre se ofrecí­an sacrificios especiales, y se tocaban las trompetas mientras se hací­an las ofrendas quemadas y los sacrificios de comunión. (Nú 10:10.)
Poco antes de la edificación del templo, el rey David reorganizó el sacerdocio, ordenando a los centenares de sacerdotes aarónicos en veinticuatro divisiones, junto con sus ayudantes levitas. (1Cr 24.) Después, cada una de las divisiones sirvió dos veces al año en el templo en turnos de una semana, según las instrucciones que daba el cabeza de la casa paterna. En 2 Crónicas 5:11 se da a entender que las veinticuatro divisiones sacerdotales oficiaron juntas en el dí­a de la dedicación del templo, que tuvo lugar durante la fiesta de las cabañas o de los tabernáculos. (1Re 8:2; Le 23:34.) En la obra El templo: Su ministerio y servicios en tiempo de Cristo (1990, pág. 102), Alfred Edersheim dice que en los dí­as festivos cualquier sacerdote, no importa a qué división perteneciera, podí­a ayudar en los servicios del templo, pero en la fiesta de los tabernáculos (cabañas) se requerí­a la presencia de las veinticuatro divisiones.
Durante los perí­odos festivos tanto los sacerdotes como los levitas y los netineos tení­an muchí­simo trabajo. La descripción de la fiesta de las tortas no fermentadas que celebró el rey Ezequí­as después de ordenar la limpieza del templo, da una idea del trabajo que exigí­a una celebración festiva, pues el registro dice que para aquella fiesta, que se prolongó por otros siete dí­as, el rey Ezequí­as contribuyó para el sacrificio mil toros y siete mil ovejas, y los prí­ncipes, mil toros y diez mil ovejas. (2Cr 30:21-24.)
En el transcurso de estas fiestas, algunos dí­as eran asambleas solemnes o convocaciones santas, es decir, sábados, y como sucedí­a en el caso de los sábados semanales, habí­a que dejar completamente el trabajo y las tareas cotidianas. No obstante, a diferencia del sábado semanal, se podí­a trabajar en los preparativos para la observancia de la fiesta, como, por ejemplo, la preparación del alimento, algo que no estaba permitido en los dí­as sabáticos normales. (Ex 12:16.) En este aspecto hay una distinción entre las †œconvocaciones santas† de las fiestas y los sábados semanales (y el sábado del dí­a décimo del séptimo mes, el Dí­a de Expiación, que era dí­a de ayuno). En estos dí­as no se permití­a hacer ningún trabajo, ni siquiera encender un fuego †œen ninguna de sus moradas†. (Compárese Le 23:3, 6-32 con los vss. 7, 8, 21, 24, 25, 35, 36 y con Ex 35:2, 3.)

La importancia de las fiestas en la vida de Israel. Las fiestas desempeñaban un papel muy importante en la vida de la nación israelita. Cuando aún estaban cautivos en Egipto, Moisés le dijo a Faraón la razón por la que exigí­a que se dejara a los israelitas y a su ganado salir de Egipto: †œTenemos una fiesta para Jehovᆝ. (Ex 10:9.) Posteriormente, el pacto de la Ley incorporó muchas instrucciones detalladas concernientes a la observancia de las fiestas. (Ex 34:18-24; Le 23:1-44; Dt 16:1-17.) En conformidad con los mandamientos de Dios, los sábados de las fiestas ayudaban a todos los asistentes a concentrar su atención en la palabra de Dios y a no estar tan absortos en sus asuntos personales, que se olvidaran del aspecto espiritual —el más importante— de su vida diaria. Estas ocasiones festivas también serví­an para recordarles que eran un pueblo para el nombre de Jehová. Al viajar a los lugares de reunión para las fiestas y al regresar, tendrí­an muchas oportunidades de hablar sobre la bondad de su Dios y las bendiciones de que estaban disfrutando tanto diariamente como en temporadas especí­ficas. Las fiestas les brindaban el tiempo y la oportunidad de meditar, asociarse y estudiar la ley de Jehová. Estas fiestas ampliaban su conocimiento de la tierra que Dios les habí­a dado, aumentaban el entendimiento y el amor entre ellos y promoví­an la unidad y la adoración limpia. Se convertí­an en acontecimientos felices. Los asistentes se embebí­an de los pensamientos y los caminos de Dios, y todos los que participaban con sinceridad recibí­an una rica bendición espiritual. Puede servir de ejemplo la bendición que recibieron los miles de asistentes que estuvieron presentes en la fiesta del Pentecostés en Jerusalén en el año 33 E.C. (Hch 2:1-47.)
Las fiestas habí­an sido para el pueblo judí­o sinónimo de felicidad. Antes del exilio babilonio, cuando la nación ya habí­a perdido de vista el verdadero contenido espiritual de las fiestas, los profetas Oseas y Amós relacionaron la inminente desolación que, según se habí­a predicho, vendrí­a sobre Jerusalén, con el fin de aquellas celebraciones gozosas y felices y su transformación en perí­odos de duelo. (Os 2:11; Am 8:10.) Después de la caí­da de Jerusalén, Jeremí­as expresó este lamento: †œLos caminos de Sión están de duelo, porque no hay quienes vengan a la fiesta†, †˜se ha olvidado en Sión fiesta y sábado†™. (Lam 1:4; 2:6.) Isaí­as, en cambio, augura la feliz condición en la que se hallarí­an los repatriados de Babilonia en 537 a. E.C., al decir: †œUstedes llegarán a tener una canción como la de la noche en que uno se santifica para una fiesta†. (Isa 30:29.) Sin embargo, tiempo después de haber sido restaurados a la tierra que Dios les habí­a dado, nuevamente corrompieron las fiestas de Jehová, de tal modo que Dios advirtió a los sacerdotes por medio de su profeta Malaquí­as que esparcirí­a sobre sus rostros el estiércol de sus fiestas. (Mal 2:1-3.)
En las Escrituras Griegas Cristianas se hicieron varias referencias y alusiones a las fiestas, y algunas de esas referencias dieron a las fiestas un significado simbólico de carácter profético alusivo a la felicidad que prevalecerí­a entre los cristianos. Sin embargo, los cristianos no estaban obligados a observar aquellas fiestas. (Col 2:16, 17; véanse las fiestas por sus nombres correspondientes.)

[Recuadro en la página 928]

FIESTAS DE ISRAEL

ANTES DEL EXILIO
FIESTAS ANUALES
1. Pascua, 14 de Abib (Nisán)
2. Tortas no fermentadas, 15-21 de Abib (Nisán)
3. Fiesta de las semanas, o Pentecostés, 6 de Siván
4. Toque de trompeta, 1 de Etanim (Tisri)
5. Dí­a de Expiación, 10 de Etanim (Tisri)
6. Fiesta de las cabañas, 15-21 de Etanim (Tisri), seguida de
una asamblea solemne el dí­a 22
FIESTAS PERIí“DICAS
1. Sábado semanal
2. Luna nueva
3. Año sabático (cada siete años)
4. Año de jubileo (cada cincuenta años)

DESPUES DEL EXILIO
1. Fiesta de la dedicación, 25 de Kislev
2. Fiesta de Purim, 14, 15 de Adar

Fuente: Diccionario de la Biblia

jag (gh’ , 2282), “fiesta; celebración cúltica”. Hay cognados de este nombre en arameo, sirí­aco y arábigo. Está comprobado en el hebraico de la Biblia unas 62 veces durante todos los perí­odos, excepto en la literatura sapiencial. El vocablo se refiere particularmente a un “peregrinaje festivo”. Significa esto la primera vez que se usa en la Biblia, cuando Moisés le dice al faraón: “Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros ancianos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; hemos de ir con nuestras ovejas y con nuestras vacas, porque tendremos una fiesta de Jehová” (Exo 10:9). Por lo general, jag se refiere a los tres “peregrinajes festivos” anuales que se celebraban con procesiones y danzas. Estas fiestas especiales se distinguen de las temporadas sagradas (“asambleas festivas”, Eze 45:17), las fiestas de luna nueva y los sábados (Hos 2:11). Hay dos usos únicos de jag. Primero, Aarón proclamó una “fiesta al Señor” al pie del Sinaí­. No hubo peregrinaje como parte de esta “fiesta”, más bien se celebró con holocaustos, comidas comunitarias, música y danzas. Todo el asunto desagradó a Dios (Exo 32:5-7). En dos pasajes, jag tiene que ver con una “ví­ctima sacrificada a Dios” (quizás durante uno de los sacrificios anuales): “Atad ví­ctimas con cuerdas a los cuernos del altar” (Psa 118:27; cf. Exo 23:18).

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. genesia (genevsia, 1077), véase CUMPLEAí‘OS. 2. enkainia (ejgkaivnia, 1456), véase , B. 3. jeorte (eJorthv, 1859), fiesta o festival. Se usa: (a) especialmente de las fiestas de los judí­os, y particularmente de la fiesta de la Pascua. Este término se halla principalmente en el Evangelio de Juan (diecisiete veces). Aparte de en los Evangelios, se usa en esta forma solo en Act 18:21; (b) de una manera más general, en Col 2:16, traducido “dí­as de fiesta”. 4. skenopegia (skhnophgiva, 4634), véase . Nota: El verbo jeortazo se traduce en 1Co 5:8 “celebremos la fiesta” (RV: “hagamos fiesta”). Véase CELEBRAR, Nº 2.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento