HUESOS

La parte dura que forma la armazón del cuerpo de los animales y del hombre. El término hebreo esem, se utiliza para ambos casos (†œSu piel está pegada a sus h….† [Lam 4:8]). No se debí­a quebrar ningún h. del cordero pascual (Exo 12:46). Se usan las palabras †œcarne y hueso† para formar una expresión que significa relación í­ntima, parentesco. Adán dijo de Eva: †œEsto es ahora h. de mis h. y carne de mi carne† (Gen 2:23). †¢Labán le dijo a Jacob: †œCiertamente h. mí­o y carne mí­a eres† (Gen 29:14). También se utiliza para señalar †œlos restos mortales† o el cadáver de una persona. José dijo a los hijos de Israel: †œDios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí­ mis h.† (Gen 50:25). A veces, cuando se quiere expresar un sentimiento í­ntimo y muy profundo, se habla de que se siente †œen los h.† Decí­a Jeremí­as: †œ… habí­a en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis h.; traté de sufrirlo, y no pude† (Jer 20:9). En otras ocasiones la idea se relaciona con todo el ser (†œTodos mis h. dirán: Jehová, ¿quién como tú…?† [Sal 35:10]).

Cuando el Señor Jesús resucitó, dijo a sus discí­pulos: †œPalpad, y ved; porque un espí­ritu no tiene carne ni h., como veis que yo tengo† -Luc 24:39. Los que han creí­do en el Señor Jesús son †œmiembros de su cuerpo, de su carne y de sus h.† (Efe 5:30).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

(-> resurrección, Ezequiel). La profecí­a de los huesos que reviven constituye uno de los testimonios más poderosos de la imaginación poética de la historia de Occidente. Así­ la ha formulado Ezequiel, reflexionando sobre el conjunto de la historia del pueblo israelita, reflejada en un valle de huesos muertos.

(1) La visión del valle de los huesos muertos: “La mano de Yahvé se posó sobre mí­ y el Espí­ritu de Yahvé me sacó y me colocó en medio de un valle, y éste estaba lleno de muertos… Y me preguntó: ¿Podrán revivir estos huesos, hijo de hombre? Yo respondí­: Adonai [= Señor] Yahvé: ¡tú lo sabes! Y me dijo: Profetiza sobre estos huesos y diles: ¡Huesos secos, escuchad la Palabra de Yahvé! Así­ dice Adonai Yahvé a estos huesos: Yo mismo traeré sobre vosotros Espí­ritu [= Ruah} y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré Espí­ritu y viviréis. Y sabréis que yo soy Yahvé (= ¡el que soy!). Y profeticé como me habí­a ordenado y mientras profetizaba hubo un estrépito y los huesos se juntaron hueso con hueso… Esto dice Adonai Yahvé: Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré salir de vuestros sepulcros y os haré entrar en la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mí­o, sabréis que yo soy Yahvé. Os infundiré mi Espí­ritu y viviréis: os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, Yahvé, lo digo y lo hago. Oráculo de Yahvé” (cf. Ez 37,1-14). En el origen de los tiempos (Gn 1,1-2,4), sólo Dios decí­a hágase y las cosas sucedí­an (= eran). Ahora, en cambio, la obra creadora se realiza a través de la palabra del profeta. Dios es quien manda, pero el profeta dice y diciendo suscita la nueva creación, en gesto donde (conforme al mismo esquema de Gn 1,1-2,4b) al “hágase” de la voz creadora sucede el “se hizo” del relator que cuenta, de un modo que parece normal, el resultado de su acción. En nombre de Dios, como ejecutor de su obra, el profeta conjura (llama, invoca) al Espí­ritu de Dios para que venga y anime los huesos de los muertos, que se identifican con la casa de Israel. Asumiendo el yo de Dios, el profeta suscita para el pueblo un tiempo de renacimiento, interpretado como nueva revelación del nombre de Yahvé. De esa forma, el Yo Soy de Ex 3,14 (†˜ehyeh †˜aser †˜ehye), reasumido en Ez 37,6 (= yo soy Yahvé), viene a presentarse como fundamento del Yo Hago (= soy el que abro los sepulcros) y Yo Digo (= soy el que hablo).

(2) Sentido de la visión. Desde ese punto de vista se entienden los protagonistas del relato, (a) El pueblo aparece primero como muerto: huesos secos de un valle de angustia. No puede actuar. Por eso el texto no le pide nada. Lc describe en su impotencia, como grupo desarticulado de huesos. Están muertos, pero han sido creyentes (al menos en sentido tendencial). Forman parte del pueblo escogido, tienen una historia de relaciones con Dios. No son extraños, personas que jamás han escuchado la Palabra. Son israelitas caí­dos, son el resultado del fracaso de la historia salvadora, (b) El agente principal es Dios, que toma al profeta con su mano y le lleva por su Espí­ritu hasta el valle de los muertos, haciéndole entender las dimensiones del quebranto de su pueblo. Este es el Dios que vuelve a tomar la iniciativa, con rasgos que recuerdan los de la primera creación (Gn 1-2) y los del Exodo, (c) El profeta se encuentra entre el pueblo y Dios, como vidente y agente creador. Es vidente en el sentido de que penetra en el misterio de la acción de Yahvé, escuchando y acogiendo su Palabra. Pero al mismo tiempo es creador, pues dice y hace de un modo eficiente la Palabra. Este es, quizá, el rasgo más intenso del relato: Ezequiel, hijo de hombre, humano dé bil, sometido a muerte, puede proclamar y proclama de parte de Dios su Palabra creadora sobre los huesos muertos de Israel. Todo el texto evoca una resurrección en la historia; pero en el fondo de ella puede y debe proyectarse en esperanza, desde una perspectiva bí­blica, la resurrección final de todos los vivientes.

Cf. M. ASURMENDI, Ezequiel, Verbo Divino, Estella 1987, 53-57; F. L. HOSSFELD, Untersuchungen z,u Komposition und Theologie der Ezechielbuches, FB 20, Wurzburgo 1977, 341-401; Th. KROGER, Geschichtskonzepte im Ezequielbuch, BAZW, Berlí­n 1989, 260-282; L. MONLOUBOU, Un sacerdote se vuelve profeta, Ezequiel, AB 35, Fax, Madrid 1973; G. SAVOCA, Un profeta interroga la storia. Ezechiel e la teologí­a della storia, Herder, Roma 1976, 135-141.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Piezas duras formadas de tejido orgánico que constituyen la resistente estructura de los cuerpos de los vertebrados. Un esqueleto de más de doscientos huesos y los tendones que los conectan entre sí­ se †˜entretejen†™ en el cuerpo del hombre, y hacen de él algo demasiado complicado como para que los cientí­ficos lo comprendan a cabalidad. (Job 10:11; Ec 11:5.) La materia ósea es más resistente que el acero, y la construcción de los huesos es comparable a la del hormigón armado. Al describir a Behemot, Jehová dijo: †œSus huesos son tubos de cobre; sus huesos fuertes son como varas de hierro forjado†. (Job 40:15, 18.) La descripción encaja con el hipopótamo, pues los huesos de sus piernas, cortas y fuertes, y sus robustas caderas, soportan el enorme peso de 2.300 a 3.600 Kg.
La palabra hebrea común para †œhueso† es `é·tsem (Gé 2:23); un sinónimo es gué·rem. (Pr 25:15.) El término griego común es o·sté·on. (Jn 19:36.)
No debe extrañarnos que a Eva, la primera mujer, se la formase de una costilla tomada de Adán, pues los huesos son el fundamento del cuerpo, están hechos de células vivas y son los productores de las células de la sangre. Adán pudo decir de Eva con toda razón: †œEsto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne†. Era el familiar más cercano que podí­a tener. (Gé 2:22, 23.) En las Escrituras se emplea varias veces alguna expresión semejante para denotar un parentesco estrecho. (Gé 29:14; Jue 9:2; 2Sa 5:1; 19:12; 1Cr 11:1.)

Testimonios que fortalecen la fe. José sabí­a que pasarí­a tiempo antes de que Dios sacase a Israel de Egipto y lo estableciera en Canaán. Como muestra de su fe y como testimonio a Israel, mandó que, cuando el pueblo saliese, †˜subieran sus huesos de allí­†™. (Gé 50:25; Heb 11:22.) Israel tuvo presente este mandato y Moisés lo llevó a cabo cuando hizo subir a Israel de Egipto. (Ex 13:19.) Por fin los huesos de José fueron enterrados en Siquem, en el terreno que Jacob habí­a comprado. (Jos 24:32.)
Un milagro que aconteció con relación a Eliseo (después de muerto) fue la inmediata resurrección de un hombre cuyo cuerpo muerto fue arrojado en la sepultura de Eliseo y tocó sus huesos. Este milagro sirvió para probar que Eliseo no ejecutó milagros por su propio poder, sino gracias al de Dios. Además, fue un claro testimonio o sello divino por parte de Dios, quien demostró que el fiel Eliseo habí­a sido un profeta verdadero. (2Re 13:20, 21.)
Jesús se apareció a algunos de sus discí­pulos después de su resurrección, pero ellos pensaban que estaban viendo a un espí­ritu. Para tranquilizarlos les dijo: †œPálpenme y vean, porque un espí­ritu no tiene carne y huesos así­ como contemplan que yo tengo†. (Lu 24:39.) Hay quien ha interpretado que el que Jesús no dijera que era de carne y sangre significaba que tení­a un cuerpo †œespiritualizado† de carne y huesos, pero sin sangre. Este argumento no tiene ninguna base, pues los discí­pulos podí­an ver y palpar que Jesús tení­a carne y huesos, pero no podí­an hacer lo mismo con su sangre; por esta razón, no fue necesario mencionarla. Jesús indicó así­ por boca de once de los apóstoles y de otros que estaban reunidos con ellos en aquella ocasión que verdaderamente habí­a resucitado y que los discí­pulos no estaban sufriendo ninguna alucinación cuando declaraban que estaba vivo de nuevo.

Inmundicia. Bajo la Ley dada por medio de Moisés, a la persona que tocaba un cadáver o un hueso de un hombre o una sepultura se la consideraba religiosamente †˜inmunda†™ por siete dí­as. (Nú 19:16.) El rey Josí­as combatió la adoración falsa llenando de huesos humanos los lugares de los postes sagrados de adoración pagana y quemando sobre los altares los huesos de las sepulturas. (2Re 23:14, 16, 19; 2Cr 34:5.)

Uso figurado. En las referencias bí­blicas a los huesos y la médula, se subraya su importancia en relación con la salud fí­sica de la persona y, en sentido figurado y simbólico, en relación con su salud espiritual. Los huesos constituyen la estructura interior del cuerpo, y por eso en la Biblia se les usa metafóricamente para representar a la persona misma, en relación con sus sentimientos y emociones más profundos. Se dice, pues, que los huesos de una persona atemorizada están †˜llenos de pavor†™. (Job 4:14.) Los huesos pueden estremecerse debido a abatimiento extremo, o †˜ponerse calientes de sequedad†™ debido a una enfermedad. (Jer 23:9; Job 30:30.) El temor de Jehová es †˜un refrigerio a los huesos†™. (Pr 3:8.) Se dice que †œun informe que es bueno engorda los huesos†, o los llena de médula, es decir, da vigor a todo el cuerpo. (Pr 15:30.) †œLos dichos agradables son […] una curación a los huesos.† (Pr 16:24.) Por otra parte, las emociones negativas pueden tener un efecto dañino en el organismo. †œUn espí­ritu que está herido seca los huesos.† (Pr 17:22.) Se dice que una esposa que actúa vergonzosamente es †˜como podredumbre en los huesos†™ de su esposo. (Pr 12:4.) Abrigar celos de otros puede ser destructivo, tanto en sentido espiritual como fí­sico: †œLos celos son podredumbre a los huesos†. (Pr 14:30.)
Debido a la fortaleza de los huesos, Proverbios 25:15 dice concerniente al poder que tienen la paciencia y las palabras amables para vencer la oposición rí­gida y firme: †œPor paciencia se induce a un comandante, y una lengua apacible misma puede quebrar un hueso†.

Uso profético. En la institución de la Pascua, Jehová mandó que el cordero (o la cabra) se asara entero, y †œno deben quebrarle hueso alguno†. (Ex 12:46.) Esto se cumplió en Jesucristo, †œel Cordero de Dios†, que es el sacrificio pascual antití­pico. (Jn 1:29; 1Co 5:7.) Jesús murió en el madero de tormento. Los soldados fueron a romper las piernas de los que habí­an sido fijados en maderos aquel dí­a, como acostumbraban a hacer para acelerar la muerte. A los dos malhechores les rompieron las piernas, pero como vieron que Jesús ya habí­a muerto, no le hicieron lo mismo a él, aunque uno de los soldados le punzó el costado con una lanza. (Jn 19:31-36; Sl 34:20.)
Estando Ezequiel en Babilonia, Jehová le dio una visión en la que asemejó a Israel a muchos huesos secos que yací­an en un valle. En la visión, Ezequiel profetizó a los huesos, y estos milagrosamente se juntaron y se cubrieron de carne. Luego profetizó al viento, y empezó a entrar aliento en sus cuerpos y se †˜plantaron sobre sus pies†™ como una gran fuerza militar. Jehová explicó la visión aplicándola a Israel, cuyos habitantes, por haber sido engullidos en el cautiverio babilonio, eran como personas cuya †œesperanza [habí­a] perecido†. (Eze 37:1-11.) De manera similar, Jeremí­as asemejó al rey de Asiria (que tomó en cautiverio al reino de diez tribus) y a Nabucodonosor, el rey de Babilonia (que hizo lo mismo con Judá), a leones que devoran al pueblo de Dios y roen sus huesos. (Jer 50:17.) Dios lo permitió debido a la apostasí­a de Israel. Pero Jehová iba a recordarlos y poner en ellos su espí­ritu, que los restablecerí­a y revivificarí­a, y los llevarí­a de regreso para que se establecieran en la Tierra Prometida. (Eze 37:12-14.)
Una vez que Jehová destruya a Gog y a sus hordas cuando estos ataquen a su pueblo, se instituirá un †œempleo continuo† durante †œsiete meses†, que consistirá en marcar el lugar de los huesos de la muchedumbre de Gog y enterrarlos, con el fin de limpiar la superficie de la Tierra de toda inmundicia y profanación. (Eze 39:14-16.)
Jehová menciona la médula ósea al describir figurativamente las magní­ficas bendiciones que derramará sobre su pueblo cuando acabe con la muerte, diciendo que hará para él un banquete de †œplatos con mucho aceite, llenos de médula†. (Isa 25:6.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. ˓eṣem, común en el AT; gr. osteon, sólo cinco veces en el NT). Como la parte básica y más durable del cuerpo humano, los huesos se usan para describir los sentimientos, los afectos, y los vínculos más profundos (Gn. 29.14; Jue. 9.2; Job 2.5; 30.30; Sal. 22.17), a menudo con la palabra “carne” como idea paralela. La sepultura decente de los huesos, o cadáver, se consideraba asunto de mucha importancia (Gn. 50.25; Ez. 39.15; He. 11.22). El contacto con ellos hacía inmundo (Nm. 19.16); quemar los huesos de un hombre sobre el altar era el medio más efectivo para desconsagrar altares (2 R. 23.20).

Los huesos conservaban parte de la vitalidad del individuo (2 R. 13.21), pero los huesos secos no tanto (Ez. 37.1–2, y figuradamente el vv. 11). El acto de romper o esparcir los huesos equivalía a derrotar totalmente al enemigo (Sal. 53.5; Is. 38.13), pero quemarle los huesos estaba mal (Am. 2.1).

B.O.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico