JOSIAS

2Ki 21:24-23:30


Josí­as (heb. Yô’shîyâh[û] [l, 3], quizás “Yahweh sana [sostiene]” o “a quien Yahweh sana [sostiene]”, aunque su verdadero significado es oscuro; gr. Ií‡sí­as; heb. Yôshâh [2]). 1. Decimosexto gobernante del reino sureño de Judá. Reinó 31 años (c 640-c 609 a.C.; 1Ki 13:2; 2Ki 21:24; etc.). Fue rey a la edad de 8 años, después que su padre Amón fuera asesinado por cortesanos del palacio (2Ch 33:21-25; 34:1). En su 12º año de reinado, cuando tení­a unos 20 de edad, comenzó a limpiar su paí­s de lugares altos, destruyendo altares de Baal, imágenes del culto de Asera y de otros vestigios paganos (34:3-7). Su actividad religiosa se extendió hasta el territorio del anterior reino de Israel (v 6), estando a su favor la debilidad de Asiria durante esos años. Es posible que las provincias asirias de Meguido y Samaria dejaran de funcionar, y que Josí­as entrara en ese vací­o polí­tico y estableciera su propia autoridad en la región. Más tarde pudo elegir Meguido, una ciudad en el corazón del anterior reino, para enfrentar al ejército del faraón Necao con el suyo. El acontecimiento más grande de su vida ocurrió en su 18º año de reinado, cuando el descubrimiento de un rollo de la Ley de Moisés en el templo estimuló un reavivamiento religioso nacional. Su mensaje, cuando lo leyeron ante el rey, hizo una profunda impresión en él. Convencido de que sus padres no habí­an vivido de acuerdo con las ordenanzas divinas, temió que las maldiciones pronunciadas por Moisés cayeran sobre sí­ y su reino, y en consecuencia envió a algunos funcionarios a la profetisa Hulda para pedir consejo. Ella confirmó los temores del rey, pero le aseguró que Dios no traerí­a los castigos predichos sobre Judá durante su vida, puesto que él habí­a hecho todo lo que pudo para vivir una vida piadosa (2Ki 22:8-20; 2Ch 34:14-28). Josí­as redobló sus esfuerzos para eliminar la idolatrí­a y el paganismo de su reino, e indujo a los dirigentes del paí­s a entrar en un solemne pacto con Dios. Celebró la Pascua en una forma en que no se habí­a celebrado desde los dí­as de Samuel (2Ki 23:1-25). Mientras el poder de Asiria disminuí­a y crecí­a el de Babilonia, Josí­as pareció haber considerado que era ventajoso inclinarse hacia Babilonia. Pudo haber entrado en un convenio con Nabopolasar para que le ayudara o, sin convenio formal, haber sentido que el reino de Judá ganarí­a si era apoyado por los babilonios. Por alguna de estas 2 razones tal vez Josí­as, en el último año de su reinado, intentó bloquear al faraón Necao en su marcha hacia el norte a través de Palestina para ayudar al moribundo poder asirio. La Crónica Babilónica revela que las fuerzas egipcias habí­an estado ayudando a las asirias durante varios años. Como todos estos ejércitos auxiliares egipcios habí­an atravesado Palestina en lo pasado, Josí­as no debió haber hecho intentos para impedirles la marcha hacia el norte. Ahora, sin embargo, decidió no dejarlo cruzar el paí­s otra vez. Necao no querí­a pelear contra Josí­as, pero fue obligado a ello en Meguido (donde uno de los pasos del Carmelo penetra en la llanura de Esdraelón), lugar que el ejército egipcio 665 debí­a cruzar. En esta batalla, Josí­as fue herido de muerte. Rápidamente fue llevado a Jerusalén, donde murió y fue sepultado; el victorioso Necao siguió su marcha hacia Siria (2Ki 23:29, 30; 2Ch 35:20-24). La muerte de Josí­as fue una gran tragedia para el paí­s, y sinceramente lamentada por la gente y por el profeta Jeremí­as que compuso una Lamentación que no ha sido conservada (2Ch 35:24, 25). La reforma religiosa comenzada por Josí­as no tuvo tiempo de afianzarse profundamente, y pronto fue olvidada. Del mismo modo, la independencia polí­tica que Judá habí­a gozado por un corto tiempo fue irreparablemente perdida pocas semanas después de la muerte de Josí­as. El resto de los reyes de Judá fueron vasallos, sujetos primero a Egipto y luego a Babilonia. Con respecto a las aparentes discrepancias entre las listas de los hijos de Josí­as (2Ki 23:30, 34; 24:17 y 1Ch 3:15) cabe acotar lo siguiente: Joacaz es Salum; Eliaquim es Joacim; Mataní­as es Sedequí­as; y Johanán habrí­a muerto antes o junto con su padre en Meguido. De acuerdo con la edad, el orden fue: Joacim, Joacaz, Sedequí­as. De acuerdo con la su cesión al trono: Joacaz, Joacim, Sedequí­as. A Joacaz se lo pone en 4º lugar (1 Cr.) quizá porque sólo reinó 3 meses. 2. Simeonita, jefe en su familia (1Ch 4:34). 3. Hijo de un cierto Sofoní­as en los dí­as del profeta Zacarí­as (Zec 6:10).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

rey de Judá, 640-609 a. C., hijo y sucesor de Amón, muerto en una rebelión palaciega, 2 R 21, 23-24. Su madre se llamaba Yedidá, hija de Adí­as, de Boscat. A los ocho años de edad comenzó J. a reinar y es considerado como uno de los reyes más rectos de Judá, 2 R 22, 1-2; 2 Cro 34, 1-2.

Muerto Assurbanipal ca. 630 a. C., de quien Judá era tributario, el Imperio asirio entró en decadencia, por lo que en el año doce de su entronización, J. inició la reforma religiosa en Judá, la cual, por las mismas razones del vací­o de poder dejado por el rey asirio a su muerte, extendió hasta el reino de Israel, 2 Cro 34, 3-7. El año 622 a. C., en el dieciocho del reinado J., cuando se reconstruí­a el Templo de Jerusalén, el sacerdote Jilquí­as encontró el Libro de la Ley, el Deuteronomio, que fue leí­do ante el rey, 2 R 22, 3-20; 2 Cro 34, 8-18.

Tras esto J. envió al sacerdote Jilquí­as a consultar a la profetisa Juldá, para que ésta preguntara a Yahvéh qué debí­a hacer el rey. La profetisa anunció el castigo de Yahvéh por la infidelidad, el cual no le tocarí­a a J., que morirí­a antes, 2 R 23, 11-20; 2 Cro 34, 19-28. J., entonces, convocó una asamblea de todos los habitantes de Judá y de la ciudad de Jerusalén, en el Templo, donde se leyó el rollo completo al pueblo; el rey celebró el rito de la Alianza en presencia de Yahvéh, y todos se comprometieron a guardar sus mandamientos y extirpar toda idolatrí­a, 2 R 23, 1-3; 2 Cro 34, 29-31. Tras destruir toda idolatrí­a, J. ordenó celebrar la Pascua, tal como la mandaba el texto del rollo encontrado en el Templo, 2 R 23, 2123; 2 Cro 35, 1 y 18-19. A J. le tocó ver la caí­da del Imperio asirio, la caí­da de Ní­nive a manos de Nabopolasar, fundador del Imperio neobabilónico, y de Ciasares, rey medo, en el 612 a. C. Cuando el faraón Nekó salió para auxiliar a Asiria, J. se le opuso, a fin de que Asiria se acabara de hundir, y fue muerto en la batalla de Meguiddó, en el año 609 a. C., 2 R 23, 29-30; 2 Cro 35, 20-24.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., yo†™shiyahu, Jehovah lo sostiene). Hijo de Amón y Yedida y nieto de Manasés, el hijo de Ezequí­as (2Ki 22:1). El reino de Josí­as sobre el trono de David por 31 años fue la última oleada de independencia polí­tica y nuevo fervor religioso antes de la desintegración del reino del sur, el cual llegó a su fin con la destrucción de Jerusalém en 586 a. de J.C..

Cuando los servidores del palacio asesinaron al rey Amón en 642 a. de J.C.

(2Ki 21:23), Josí­as, cuando tení­a ocho años de edad, fue coronado rey de Judá. En el octavo año de su reinado (c. 632) empezó a buscar a Dios con diligencia y cuatro años más tarde inició reformas. Imágenes, altares y toda clase de prácticas idólatras fueron destruidas no solo en Jerusalén y Judá sino también en las ciudades de Manasés, Efraí­n, Simeón y tan al norte como Neftalí­. Al mismo tiempo fueron recaudándose ofrendas y contribuciones a través de la nación para la restauración del templo de Jerusalén, el cual habí­a quedado descuidado por tan largo perí­odo.

En el transcurso de las renovaciones del templo (622 a. de J.C.) se descubrió el libro de la ley. Su lectura (2Ch 34:15) inspiró un nuevo movimiento de reforma. Conmovido por estos acontecimientos, Josí­as dirigió a su nación en la celebración de la Pascua de una manera sin precedente en la historia de Judá. Con el rey mismo dirigiendo el movimiento de reforma, ocurrieron cambios de personal. Sacerdotes que serví­an por nombramiento real de reyes previos y que se habí­an dedicado a la adoración de í­dolos fueron expulsados de su función. En 609 a. de J.C. el liderato de Josí­as terminó repentinamente. Josí­as fue herido mortalmente en Meguido (2Ch 35:20-24) al tratar de interferir con los planes del faraón Necao de prestar ayuda a los asirios. Los anhelos nacionales y religiosos se esfumaron con el funeral del rey de 39 años, de modo que toda Judá tuvo motivos para unirse con Jeremí­as en el lamento de Josí­as (2Ch 35:25).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Nombre de personas del AT.

1. Rey de Judá. Hijo de Amón. Gobernó unos treinta y un años (640-639 a 609-608 a.C). Hizo lo recto ante los ojos de Jehová y anduvo en todo el camino de David su padre (2Re 22:2). Asesinado su padre Amón, †œel pueblo de la tierra† lo puso en el trono (2Re 21:24). Eran los dí­as del dominio de Asiria. El Reino del Norte habí­a sucumbido y Judá era tributario. Comenzaba, sin embargo, el nuevo ascenso del poder de Babilonia, cuya competencia con Asiria permitió que J. intentara independizarse del poder de Ní­nive. La reforma religiosa, que eliminaba †œlos lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas†, debe verse como parte de ese esfuerzo (2Cr 34:3), que se extendió incluso a zonas del desarticulado Reino del Norte (2Cr 34:6) hasta donde habí­a logrado llevar sus fronteras, casi recuperando la dimensión que el reino tuvo en tiempos de David. Es de notar, sin embargo, que se especifican tres etapas en la reforma (†œa los ocho años†…. †œa los doce años†…. †œa los dieciocho años†), lo cual pro-bablemente señala un escalamiento para ir eliminando los dioses extranjeros poco a poco, sin un rompimiento que alarmara a Asiria. Decidió reparar el †¢templo y en el proceso se encontró un ejemplar del †œlibro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés† (2Cr 34:14). Generalmente se piensa que se trataba de un rollo de Deuteronomio, que al ser leí­do produjo en J. gran conmoción, y mandó a consultar a la profetisa †¢Hulda. ésta dijo que vendrí­an los castigos mencionados en el libro, pero no en tiempos de J. (2Cr 34:22-28). El rey, entonces, reanudó el pacto del pueblo con Dios y celebró una pascua con gran pompa y solemnidad. †œNunca fue celebrada una pascua como esta en Israel…† (2Cr 35:1-18). Egipto, que habí­a sido vencido y subyugado por los asirios era un reino vasallo de éstos y realizó una expedición para ayudar a Asiria en su lucha contra los caldeos. El Faraón †¢Necao subió con tropas con estos fines hacia el éufrates. J. salió a combatirle a pesar de que Necao le decí­a que no lo hiciera pues no habí­a venido a hacerle guerra. En la batalla que siguió J. fue herido y murió (2Cr 35:20-24). El profeta Jeremí­as comenzó su ministerio en tiempos de J. (Jer 1:2). La muerte de J. fue muy lamentada por su pueblo e incluso Jeremí­as la endechó en una composición que desafortunadamente no se conservó. J. aparece en la genealogí­a del Señor Jesucristo.

. Personaje en la descendencia de Simeón (1Cr 4:34).

. Personaje que regresó del exilio y que tení­a una casa en Jerusalén adonde fue enviado el profeta Zacarí­as (Zac 6:10).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE CRIT HOMB HOAT

fot, dib00290

ver, DEUTERONOMIO, PENTATEUCO, JOACAZ

vet, = “Jehová sana”. (a) Hijo y sucesor de Amón rey de Judá. Entronizado a los ocho años de edad hacia el año 638 a.C., tuvo como consejero durante su juventud, según parece, al sumo sacerdote Hilcí­as. Al año octavo de su reinado, se propuso actuar conforme a las leyes de Dios, y reformar según su voluntad la vida de la corte, con lo que comenzó a extirpar la idolatrí­a y todo lo contrario a la Ley de Dios. Siguió en este esfuerzo a lo largo de los años, no sólo en Jerusalén y Judá, sino también en lo tocante al reino del norte (2 R. 22:1, 2; 2 Cr. 34:1-7, 33). En el año decimoctavo de su reinado, tomó enérgicas medidas para restaurar y embellecer el Templo. En el curso de las obras, el sumo sacerdote Hilcí­as encontró en el santuario el libro de la Ley, y lo entregó a Safán, el escriba, que lo leyó ante el rey. Josí­as quedó profundamente tocado por la profecí­a que anunciaba las terribles consecuencias de abandonar a Jehová. Rasgó sus vestiduras y se humilló ante Dios que, en su misericordia, le dio la certidumbre de que el juicio inminente no caerí­a durante su vida (2 R. 22:8-20; 2 Cr. 34:15-28). La profecí­a que tanto afectó al rey se halla en los capí­tulos 28 a 30 de Deuteronomio, especialmente en Dt. 29:25-28. El libro hallado por Hilcí­as, por lo tanto, contení­a al menos el quinto libro de Moisés, o quizás el Pentateuco entero. En la época de la apostasí­a y de las persecuciones, bajo el dilatado reinado de Manasés, la consigna habí­a sido indudablemente la de hacer desaparecer y destruir los libros sagrados (2 R. 21:16; 2 Cr. 33:9). Hilcí­as descubrió probablemente la copia de la Ley que era asignada al Templo. El rollo habrí­a sido escondido o tirado durante la profanación del santuario (Dt. 31:9, 26), o quizás, siguiendo una antigua tradición, hubiera sido emparedado durante la construcción del primer templo. Los crí­ticos pretenden que este “descubrimiento del libro de la Ley de Moisés” bajo Josí­as fue tan sólo una piadosa supercherí­a. Los sacerdotes, según los crí­ticos, habrí­an redactado el Deuteronomio para presentarlo falsamente como un escrito de Moisés, con el objetivo de atribuirse mayor importancia. Sin embargo, esta teorí­a carece de todo fundamento, y se enfrenta directamente con la evidencia interna e histórica. (Véanse DEUTERONOMIO, PENTATEUCO.) La lectura del libro dio un nuevo í­mpetu a la reforma ya emprendida por Josí­as. Después de juramentarse a adorar solamente a Jehová, se apoderaron de todos los objetos del culto a Baal, Astarté y de todo el ejército del cielo, y, quemándolos, los arrojaron al torrente Cedrón. Se desató una campaña de destrucción contra los sodomitas, y se destruyeron los lugares altos, no sólo en el territorio de Judá, sino también en el territorio previamente ocupado por las diez tribus. En Bet-el, Josí­as exhumó las osamentas de los sacerdotes idólatras y las quemó sobre el altar cismático, cumpliendo así­ la profecí­a del varón de Dios en la época de Jeroboam I (1 R. 13:2). No dudó tampoco en dar muerte sobre los altares a los sacerdotes que sacrificaban sobre ellos. Después de purificar el paí­s, Josí­as hizo celebrar una Pascua tan estrictamente observada como no se habí­a visto desde la época de Samuel (2 R. 23:1-25; 2 Cr. 25:19-34:29). Trece años después de esto, Josí­as trató de resistir al faraón Necao, que iba a luchar contra Asiria. Malherido en la batalla en Meguido, en la llanura de Jezreel, fue llevado a Jerusalén, donde murió. Habí­a reinado 31 años, contando con 39 de edad, en el año 608 a.C. (2 R. 22:1; 23:29, 30; 2 Cr. 35:20-27; cfr. Zac. 12:11). Jeremí­as y Sofoní­as profetizaron durante la última parte de su reinado (Jer. 1:2; 3:6; Sof. 1:1). Fue sucedido por su hijo Joacaz. (Véase JOACAZ). (b) Hijo de Sofoní­as, en la época del profeta Zacarí­as (Zac. 6:10).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]
Decimosexto rey de Judá (633-609), reformador, piadoso y profundamente yawehista, que reinó 31 años. La Escritura lo considera como una gran rey. Murió por haberse enfrentado a una expedición del faraón Neko (2 Rey. 22. 1. 23-30)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> templo, alianza). Rey judí­o (639609 a.C.), vinculado al “descubrimiento” del libro de la Ley y a la reforma deuteronomista (2 Re 22-23; Pentateuco*). Es quizá el personaje más destacado de la historia polí­tica israelita, desde el tiempo de David y Salomón hasta el exilio. Quiso reinar sobre el conjunto de los territorios de Judá y de Israel, extendiendo en ellos el yahvismo, con la ayuda de profetas como Jeremí­as*. En su reinado se inicia posiblemente la redacción de los documentos y textos que se utilizarán después para componer el Pentateuco. Algunos le consideran el verdadero fundador de la religión israelita, partidario de vincular las tradiciones de Israel con las de Judá, desde el centro del templo de Jerusalén. Pero murió sin conseguir su intento, en la batalla de Meguido. A pesar de ese fracaso, el Eclesiástico le recuerda como perfume de Dios, rey de justicia (Eclo 49,1-4).

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(si guarda relación con una raí­z árabe, Que Jehová Sane; Jehová Ha Sanado).

1. Hijo de Amón, rey de Judá, y de Jedidá, hija de Adaya. (2Re 22:1.) Tuvo al menos dos esposas: Hamutal y Zebidá. (2Re 23:31, 34, 36.) De sus cuatro hijos mencionados en la Biblia, únicamente el primogénito, Johanán, no reinó en Judá. (1Cr 3:14, 15.)
Después del asesinato de su padre y la ejecución de los conspiradores, Josí­as ocupó el trono de Judá a la edad de ocho años. (2Re 21:23, 24, 26; 2Cr 33:25.) Unos seis años después, Zebidá dio a luz a Jehoiaquim, el segundo hijo de Josí­as. (2Re 22:1; 23:36.) En el octavo año de su reinado, Josí­as se interesó en conocer la voluntad de Jehová y llevarla a cabo. (2Cr 34:3.) Fue por ese tiempo cuando nació Jehoacaz (Salum), el hijo de Josí­as y de Hamutal. (2Re 22:1; 23:31; Jer 22:11.)
En el duodécimo año de su reinado, Josí­as empezó una campaña contra la idolatrí­a, que debió extenderse hasta el año decimoctavo de su gobernación. Se derribaron los altares de la adoración falsa y se quemaron huesos humanos sobre ellos a fin de profanarlos. También se destruyeron los postes sagrados, las imágenes esculpidas y las estatuas fundidas. Josí­as llevó esta campaña hasta la parte septentrional de lo que en un tiempo habí­a sido el territorio del reino de diez tribus, pero que más tarde habí­a quedado desolado debido a la conquista asiria y al consiguiente exilio. (2Cr 34:3-8.) Es evidente que las denunciaciones de la idolatrí­a que hicieron Sofoní­as y Jeremí­as tuvieron buen efecto. (Jer 1:1, 2; 3:6-10; Sof 1:1-6.)
Una vez que el rey Josí­as limpió la tierra de Judá y en el transcurso de la reparación del templo de Jehová, el sumo sacerdote Hilquí­as halló el †œlibro de la ley de Jehová por la mano de Moisés†, que debió ser el original escrito por Moisés. Safán, el secretario al que Hilquí­as habí­a confiado este sensacional hallazgo, informó a Josí­as del progreso de la obra de reparación del templo y después le leyó el libro. Después que este fiel rey escuchó la palabra de Dios, rasgó sus vestiduras e inmediatamente comisionó a una delegación de cinco hombres para inquirir de Jehová a su favor y a favor del pueblo. La delegación acudió a la profetisa Huldá, que entonces moraba en Jerusalén, y volvió con el siguiente informe: †˜Vendrá calamidad como consecuencia de la desobediencia a la ley de Jehová. Pero debido a que tú, rey Josí­as, te humillaste, serás recogido a tu cementerio en paz y no verás calamidad†™. (2Re 22:3-20; 2Cr 34:8-28; véase HULDí.)
Posteriormente, Josí­as reunió a todo el pueblo de Judá y Jerusalén, a los ancianos, los sacerdotes y los profetas, y les leyó la ley de Dios, después de lo cual celebraron un pacto de fidelidad ante Jehová. Más tarde, se llevó a cabo una segunda campaña en contra de la idolatrí­a, que debió ser aún más intensa que la primera. Los sacerdotes de dioses extranjeros que estaban en Judá y Jerusalén se quedaron sin ocupación, y a los sacerdotes levitas que habí­an participado en la adoración falsa en los lugares altos, se les privó del privilegio de servir en el altar de Jehová. Los lugares altos que se habí­an edificado siglos antes, durante el reinado de Salomón, quedaron completamente inservibles para la adoración. Josí­as además demolió el altar que habí­a edificado en Betel Jeroboán, el rey de Israel, con lo que se cumplió una profecí­a pronunciada unos trescientos años antes por un hombre de Dios cuyo nombre no se menciona. No solo se eliminaron los lugares altos de Betel, sino también de otras ciudades de Samaria, y se sacrificó a los sacerdotes idolátricos sobre los altares donde ellos habí­an oficiado. (1Re 13:1, 2; 2Re 23:4-20; 2Cr 34:33.)
En el transcurso del año decimoctavo de su reinado, Josí­as hizo los preparativos para celebrar la Pascua el 14 de Nisán. No se habí­a celebrado una Pascua como esa desde los dí­as del profeta Samuel. Josí­as mismo contribuyó 30.000 ví­ctimas pascuales y 3.000 reses vacunas. (2Re 23:21-23; 2Cr 35:1-19.)
Unos cuatro años después, Josí­as y su esposa Hamutal llegaron a ser padres de Mataní­as, también conocido por Sedequí­as. (2Re 22:1; 23:31, 34, 36; 24:8, 17, 18.)
Hacia el fin del reinado de treinta y un años de Josí­as (659-629 a. E.C.), el faraón Nekó condujo sus ejércitos hacia el N. para ayudar a los asirios. Por una razón que no se revela en la Biblia, el rey Josí­as †œno escuchó las palabras de Nekó procedentes de la boca de Dios† e intentó hacer que retrocedieran las fuerzas egipcias que se hallaban en Meguidó, pero fue herido mortalmente en el intento. Se le llevó a Jerusalén en un carro de guerra y murió en camino o al llegar a la ciudad. Su muerte causó mucho pesar entre sus súbditos. †œTodo Judá y Jerusalén estuvieron de duelo por Josí­as. Y Jeremí­as se puso a salmodiar por Josí­as; y todos los cantores y las cantoras siguen hablando de Josí­as en sus endechas hasta hoy.† (2Cr 35:20-25; 2Re 23:29, 30; véase ASIRIA [La caí­da del imperio].)
Aunque tres de los hijos de Josí­as y uno de sus nietos reinaron sobre Judá, ninguno de ellos imitó su buen ejemplo volviéndose a Jehová con todo su corazón, alma y fuerza vital. (2Re 23:24, 25, 31, 32, 36, 37; 24:8, 9, 18, 19.) Este hecho viene a demostrar que, si bien Josí­as habí­a quitado los accesorios externos de idolatrí­a, la gente, en general, no se habí­a vuelto a Jehová con un corazón completo. Por consiguiente, la calamidad futura era inevitable. (Compárese con 2Re 23:26, 27; Jer 35:1, 13-17; 44:15-18.)

2. †œHijo de Sofoní­as† que residí­a en Jerusalén después del exilio; probablemente era la misma persona que Hen. (Zac 6:10, 14.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. yō˒šiyyāhû, 2 como yō˒šiyyâ, ‘quiera Yahvéh dar’). 1. Decimoséptimo rey de Judá. Como hijo de Amón y nieto de Manasés, el “pueblo de la tierra” lo llevó al trono a la edad de 8 años al ser asesinado su padre. Reinó durante 31 años (ca. 640–609 a.C.; 2 R. 21.24–25.1; 2 Cr. 33.25–34.1).

Asiria, aunque todavía dominaba a Judá, se había debilitado lo suficiente como para que el vasallo tomara medidas cautelosas para liberarse. En 633/2 a.C., Josías, al volverse a Yahvéh (2 Cr. 34.32), se alejaba también de una dependencia impuesta por Asiria y sus dioses. Hacia el año 629/8 a.C., como Asurbanipal ya había envejecido, Josías pudo liberar al país de las prácticas cúlticas asirias, como también de las autóctonas residuales (2 Cr. 34.3b–5). Esto se llevó a cabo no sólo en Judá, que Josías debe de haber arrebatado al control de los debilitados asirios, sino que también se extendió a Israel (2 Cr. 34.6–7). Este período de reforma religiosa y emancipación política también arrojó como resultado al gran profeta Jeremías un año más tarde (Jer. 1.2).

En 622/1 a.C. se encontró el “libro de la ley” durante las reparaciones del templo (2 R. 22.8–10; 2 Cr. 34.8–18). Comúnmente se acepta que este rollo era, o contenía, el libro de Deuteronomio, aunque esto no se ha podido probar. Esta colección de leyes antiguas, al aventar el sentimiento de nacionalismo ya existente, estimuló mayores reformas políticas y religiosas. Sobre la base de este libro Josías eliminó el culto pagano (2 R. 23.4–14), incluidos los sacerdotes falsos (kemārı̂m, ac. Kumru; 2 R. 23.5) y el altar en Betel (2 R. 23.15; cf. 1 R. 13.2). Él y el pueblo hicieron un nuevo pacto con Yahvéh (2 R. 23.1–3; 2 Cr. 34.29–33), que haría del libro descubierto la ley del país. También celebró la pascua con una grandiosidad que no se había visto desde los días de Samuel (2 R. 23.21–23; 2 Cr. 35.1–19).

En 609 a.C., *Necao II de Egipto viajó desde la guarnición egp. de Meguido hasta Harán para ayudar a los asinos (A. K. Grayson, Assyrian und Babylonian Chronicles, 1975, pp. 96, II. 66–69), cuyo rey había sido echado de su capital por Babilonia y los medos. Por considerar a Egipto como una amenaza a su propio reino, a pesar de las negativas de Necao, Josías lo atacó en Esdraelón, y fue seriamente herido, como consecuencia de lo cual murió en Jerusalén (2 R. 23.29–30; 2 Cr. 35.20–24).

2. Israelita de la época de Zacarías que no fue exiliado a Babilonia (Zac. 6.10).

Bibliografía. R. Díaz-Carbonell, “Josías”, °EBDM, t(t). IV, cols. 642–645; J. Bright, La historia de Israel, 1966, pp. 292–353; M. Noth, Historia de Israel, 1966, pp. 244–264; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 252–254; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 337–350.

A. Malamat, Journal of the Ancient Near Eastern Society of Columbia University 5, 1973, pp. 167–179; Josiah und das Gesetzbuch; John McKay, Religion in Judah under the Assyrians, 1973, pp. 28–44; M. Cogan, Imperialism and Religion, 1974, pp. 71–72.

D.W.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Josiah. Hebreo para “Yahveh sostiene”; LXX ‘Iosías).

Piadoso rey de Judá (639-608 a.C.), que ascendió al trono cuando sólo tenía ocho años; hijo de Amón y nieto de Manasés. Se da el nombre de su madre, Yedidá, hija de Adías [2 Rey. 22,1]. No se sabe nada con certeza sobre las influencias bajo las que creció. Su reino de treinta y un años se describe en los relatos paralelos y ligeramente divergentes de 2 Rey. 22 – 23,30 y 2 Crón. 34 – 35. El siguiente es un resumen de los actos públicos de Josías, como aparecen en el primero.

En el décimo octavo año de su reinado, el rey judío comenzó a reparar el Templo con la ayuda del sumo sacerdote Jilquías. En el transcurso de los trabajos, Jilquías encontró “el Libro de la Ley” y se lo entregó al escriba real, Safán, quien se lo leyó a Josías. Las amenazas que se describen allí contra los transgresores de su contenido asustaron al rey que sabía muy bien que habían sido desobedecidos en el pasado. Envió a consultar a la profetisa Juldá que vivía en Jerusalén, la cual declaró que ciertamente las amenazas se cumplirían pero sólo tras la muerte de Josías. Entonces el rey reunió al pueblo, publicó la ley con su lectura y todos se unieron solemnemente con Josías en un voto solemne de obediencia a sus mandamientos. Esto fue seguido por una drástica reforma del culto no solo en Judá sino en el norte, en Israel, que no era estrictamente parte del reino de Josías, pero en el que el monarca judío podía intervenir fácilmente, quizás debido al débil dominio de Asiria en ese tiempo sobre esta lejana porción de su territorio. La obra de la reforma concluyó con una magnífica celebración de la Pascua.

En la narrativa del segundo Libro de los Reyes no se dice nada de los trece años del reinado de Josías que siguieron a esta importante reforma. Simplemente se nos habla de la mucha piedad del monarca hacia Yahveh y de su muerte en la batalla de Meguiddó, peleando contra el faraón Nekó II que iba camino del Éufrates contra los asirios. Si se compara cuidadosa e imparcialmente el primer relato del reinado de Josías con el segundo que aparece en 2 Crón. 34 -35, no puede uno sino sorprenderse con la magnífica concordancia en lo sustancial. Ambos relatos bíblicos están perfectamente de acuerdo respecto a la edad del rey cuando accedió al trono y respecto a la duración de su reinado. Como la narración de Reyes, la de las Crónicas refiere al décimo octavo año del gobierno de Josías el descubrimiento del “Libro de la Ley”, relata las mismas circunstancias respecto al suceso, habla de una reforma religiosa llevada a cabo en todo Israel debido al contenido del libro y alaba la magnificencia de la Pascua solemne celebrada en armonía con sus prescripciones. Como la narración de Reyes, la de Crónicas hace una favorable apreciación del carácter del rey y describe su muerte en la batalla de Megguidó cuando peleaba contra Nekó. A la vista de todo esto está claro que las diferencias que se notan en los respectivos relatos del reinado de Josías por los autores de 2 Reyes y 2 Crónicas, son solamente leves variantes que se explican por los propósitos algo diferentes que inspiraban a las dos fuentes. Respecto al alcance exacto y origen mosaico del “Libro de la Ley” descubierto bajo Josías, vea Pentateuco.

Bibliografía: Para obras sobre historia bíblica, vea la bibliografía a Isaac. Recent Commentaries on Paralipomenon por: CLAIR* (París, 1880); OETTLI (Munich, 1889); BENNET (Nueva York, ;1894); BARNES (Cambridge, 1899); NETELER* (Münster, 1899); BENZINGER (Friburgo, 1901); KITTEL (Göttingen, 1902). Los nombres de autores católicos se marcan con un asterisco.

Fuente: Gigot, Francis. “Josias.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08523a.htm

Traducido por Pedro Royo. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica