MODESTIA

v. Decoroso
1Ti 2:9 las mujeres se atavíen .. con pudor y m
2:15


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Virtud cristiana que consiste en la moderación en las manifestaciones de la propia persona, tanto en lo fí­sico (delicadeza, decoro, recato, pudor) como en lo psicológico (discreción, sencillez, reserva, moderación, humildad).

La modestia como virtud requiere cultivo del sentido común y de la prudencia en las manifestaciones de las propias cualidades. Basta analizar las actitudes contrarias de ostentación, orgullo, arrogancia, vanidad, para entender lo importante que resulta en educación formar en los sentimientos hermosos de la sencillez y de la llaneza.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Conciencia de las propias limitaciones; también, castidad o pureza personal. El verbo raí­z hebreo tsa·ná` se traduce †œser modesto† en Miqueas 6:8, su único uso en las Escrituras Hebreas. De la misma familia es el adjetivo tsa·nú·a` (modesto), que se utiliza en Proverbios 11:2, donde se contrasta con la presunción. Aunque algunos eruditos modernos creen que el sentido de esa raí­z es †œser cauteloso, cuidadoso, juicioso†, muchos opinan que significa †œser modesto†. Por ejemplo, la obra A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 857) dice que comunica la idea de alguien que es reservado, modesto o humilde. †œModestia† traduce el sustantivo griego ai·dos. (1Ti 2:9.) Cuando ai·dos se emplea en sentido moral, expresa la idea de reverencia, temor reverencial, respeto por los sentimientos o la opinión ajenos o por la propia conciencia. Por lo tanto, expresa vergüenza, amor propio, sentimiento de honor, sobriedad y moderación. (A Greek-English Lexicon, de Liddell y Scott, revisión de H. Jones, Oxford, 1968, pág. 36.) Al comparar ai·dos con la palabra griega más común para †œvergüenza† (ai·skjý·ne; 1Co 1:27; Flp 3:19), el lexicógrafo Richard Trench dice que ai·dos es †œla palabra más noble, e implica el motivo más noble: conlleva repugnancia moral innata a cometer algo deshonroso, repugnancia moral que no existe, o apenas si se encuentra, en la [ai·skjý·ne]†. Añade que †œ[ai·dós] siempre impedirí­a que una persona buena cometiera un acto indigno, mientras que [ai·skjý·ne] podrí­a detener en ocasiones a una persona mala†. (Synonyms of the New Testament, Londres, 1961, págs. 64, 65.) Por lo tanto, la conciencia está implicada de forma especial en el efecto restrictivo de ai·dos.

Ante Dios. Las Escrituras dan mucho consejo respecto a la modestia, entendida como la valoración adecuada que una persona hace de sí­ misma. †œLa sabidurí­a está con los modestos†, dice el proverbio. Esto se debe a que la persona que manifiesta modestia evita la deshonra que acompaña a la presunción o la jactancia. (Pr 11:2.) Se apega al proceder aprobado por Jehová, de modo que es sabia. (Pr 3:5, 6; 8:13, 14.) Jehová ama a tal persona y le concede sabidurí­a. Uno de los requisitos para conseguir el favor de Jehová es †˜ser modesto al andar con El†™. (Miq 6:8.) Se ha de apreciar correctamente la posición personal ante Dios, de modo que se reconozca la posición pecaminosa, que contrasta con la grandeza, pureza y santidad de Jehová. También significa que la persona deberí­a reconocerse como criatura de Jehová, que depende por completo de El y está sometida a su soberaní­a. Eva no lo reconoció; prefirió la independencia total y la autodeterminación. La modestia le hubiera ayudado a despedir de su mente la idea de llegar a ser †œcomo Dios, conociendo lo bueno y lo malo†. (Gé 3:4, 5.) El apóstol Pablo desaconseja la confianza excesiva y la presunción, diciendo: †œSigan obrando su propia salvación con temor y temblor†. (Flp 2:12.)

En qué jactarse. La jactancia es lo opuesto a la modestia. La regla es: †œAlábete un extraño, y no tu propia boca; hágalo un extranjero, y no tus propios labios†. (Pr 27:2.) Las propias palabras de Jehová son: †œNo se glorí­e el sabio a causa de su sabidurí­a, y no se glorí­e el poderoso a causa de su poderí­o. No se glorí­e el rico a causa de sus riquezas. Pero el que se glorí­a, glorí­ese a causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí­, que yo soy Jehová, Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la tierra; porque en estas cosas de veras me deleito†. (Jer 9:23, 24; compárese con Pr 12:9; 16:18, 19.)

Dios se interesa en los modestos. El apóstol Pablo muestra el interés de Dios en los modestos y también cita su propia conducta en la congregación como ejemplo de esta actitud modesta. Escribió a los cristianos de Corinto: †œPues ustedes contemplan su llamamiento por él, hermanos, que no muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble; sino que Dios escogió las cosas necias del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; y Dios escogió las cosas innobles del mundo, y las cosas menospreciadas, las cosas que no son, para reducir a nada las cosas que son, a fin de que ninguna carne se jacte a vista de Dios […] así­ como está escrito: †˜El que se jacta, jáctese en Jehovᆙ. Y así­ es que yo, cuando fui a ustedes, hermanos, no fui con extravagancia de habla o de sabidurí­a al declararles el secreto sagrado de Dios. Porque decidí­ no conocer cosa alguna entre ustedes salvo a Jesucristo, y a él fijado en el madero. Y fui a ustedes en debilidad y en temor y con mucho temblor; y mi habla y lo que prediqué no fueron con palabras persuasivas de sabidurí­a, sino con una demostración de espí­ritu y poder, para que su fe no estuviera en la sabidurí­a de hombres, sino en el poder de Dios†. (1Co 1:26–2:5.)

†˜No ir más allá de las cosas escritas.†™ Pablo resalta más adelante en su carta lo necesario de que todo cristiano demuestre la cualidad de la modestia, o sea, la valoración adecuada de sí­ mismo, como él mismo habí­a hecho. Los corintios habí­an caí­do en la trampa de jactarse de su relación con ciertos hombres, como Apolos y el propio Pablo. El los corrigió, diciéndoles que al hacer esto eran carnales, no espirituales, y añadió: †œAhora pues, hermanos, estas cosas las he transferido de modo que nos apliquen a mí­ y a Apolos para el bien de ustedes, para que en nuestro caso aprendan la regla: †˜No vayas más allá de las cosas que están escritas†™ [es decir, no ir más allá de los lí­mites que las Escrituras fijan para el hombre en cuanto a su actitud hacia otros y hacia ellos mismos], a fin de que no se hinchen ustedes individualmente a favor de uno y en contra de otro. Pues, ¿quién hace que tú difieras de otro? En realidad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Entonces, si verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?†. El tener esto presente evitarí­a ser altivo o jactarse de uno mismo o de otro debido al linaje familiar, raza, color o nacionalidad, belleza fí­sica, habilidad, conocimiento, inteligencia, etc. (1Co 4:6, 7.)

El ejemplo de Jesucristo. Jesucristo es el ejemplo superlativo de modestia. Dijo a sus discí­pulos que no podí­a hacer ni una sola cosa por iniciativa propia, sino solo lo que habí­a contemplado hacer al Padre, y añadió que su Padre era mayor que él. (Jn 5:19, 30; 14:28.) Rechazó los tí­tulos que no merecí­a. Cuando un gobernante le llamó †œBuen Maestro†, respondió: †œ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios†. (Lu 18:18, 19.) Y dijo a sus discí­pulos que, como esclavos de Jehová, no deberí­an jactarse de las cosas que realizaban en Su servicio, o de sus méritos ante Dios. Más bien, cuando hubieran hecho todas las cosas que se les habí­a asignado, su actitud deberí­a ser: †œSomos esclavos que no servimos para nada. Lo que hemos hecho es lo que deberí­amos haber hecho†. (Lu 17:10.)
Además, cuando el Señor Jesucristo vivió como hombre perfecto en la Tierra, era superior a sus discí­pulos imperfectos y poseí­a gran autoridad otorgada por su Padre. No obstante, en su trato con los discí­pulos tomó en cuenta sus limitaciones. Los preparó con delicadeza y les habló con corrección. No les impuso más carga de la que podí­an soportar en el momento. (Jn 16:12; compárese con Mt 11:28-30; 26:40, 41.)

Vestimenta y otras posesiones. Cuando Pablo dio instrucciones al superintendente Timoteo respecto a la conducta apropiada en la congregación, dijo: †œDeseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras†. (1Ti 2:9, 10.) El apóstol no desaconseja aquí­ la apariencia ní­tida, buena y agradable, pues recomienda †œvestido bien arreglado†, sino que muestra lo impropio de la vanidad y la ostentación en el vestir, para atraer la atención sobre uno mismo o sus medios de vida. La modestia incluye también respetar los sentimientos de otros, respeto propio y sentido del honor. La manera de vestir del cristiano no deberí­a escandalizar la decencia o herir u ofender la susceptibilidad moral de los miembros de la congregación. Este consejo en cuanto a la vestimenta ayuda a entender cómo espera Jehová que el cristiano vea y utilice otros bienes materiales que pueda tener. (Véase HUMILDAD.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

sofrosune (swfrosuvnh, 4997), véase CORDURA, B.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento