PALESTINA

Palestina (heb. Pelesheth, “tierra de forasteros”, o [erets] pelisthîm, “[tierra] de los filisteos”; asir. Palastu, Pilishta y Pilistu, “el paí­s de los filisteos”). El primer término hebreo aparece en Exo 15:14; Psa 60:8; 83:7; 87:4; 108:9; Isa 14:29, 31; Jer 25:20; Jl. 3:4. En la RVR y la BJ no se traduce Palestina, sino más bien Filistea o filisteos. Como se usa la palabra hoy, no corresponde a Filistea* sino a la parte del Asia sudoccidental cuya frontera occidental es el Mar Mediterráneo; la oriental, el desierto de Siria o de Arabia; la del norte, aproximadamente el rí­o Leontes o Litani (Nahr el-Lîtâîn), y la del sur, el desierto de la Pení­nsula de Sinaí­. El nombre “Palestina” procede del tiempo de los griegos, cuando las naciones occidentales llamaron al paí­s por el nombre de los habitantes, los filisteos, quienes ocupaban la región costera, por lo que se relacionaron más con ellos que con los israelitas, que viví­an mayormente en el interior. Pero este nombre se popularizó más que ningún otro y hoy se usa casi universalmente. Desde la creación del Estado de Israel en 1948, los judí­os llaman al paí­s Eretz Israel, “Tierra de Israel”, mientras que los árabes la siguen llamando Palestina, y palestinos a sus habitantes. Sin embargo, el nombre con el que más frecuentemente se designa el paí­s en el AT es “tierra de Canaán”* (Gen 12:5; etc.), nombre que recibió por causa de sus habitantes originales, los descendientes del hijo de Cam: Canaán (Gen 10:6). Sin embargo, como se lo emplea en el AT, esta tierra no se extiende hasta Transjordania, la sección al este del Jordán (Num 34:1, 2, 10-12; 35:9, 14). Los textos egipcios y cuneiformes escritos en Palestina y Siria durante el 2º milenio a.C. también usan el nombre “Canaán”. Los antiguos egipcios asimismo conocí­an el paí­s con otros nombres, uno de los cuales, “Hurru” (H3rw) deriva de los hurrianos (horeos bí­blicos), un pueblo que en el perí­odo patriarcal se extendió por todo el mundo civilizado y debió haber formado un sector considerable de la población de la antigua Palestina. I. Tamaño e importancia. El valle del Jordán y sus lagos dividen Palestina en Occidental y Oriental. La Palestina Occidental o Canaán tiene una superficie de aproximadamente 15.500 km2, y la Palestina Oriental o Transjordania unos 10.300 km2. Combinado, todo el paí­s cubre una superficie de unos 25.800 km2. Por tanto, las distancias son comparativamente cortas. Los escritores bí­blicos, cuando 883 hablan de toda la longitud del paí­s, con frecuencia usan la expresión “desde Dan hasta Beerseba”, puesto que Dan era la ciudad más norteña de Israel, y Beerseba la más sureña. La distancia en lí­nea recta entre las 2 ciudades no es más de 224 km. Sólo 50 km separa Acre, sobre el Mediterráneo, del Mar de Galilea; y entre Gaza y el Mar Muerto hay unos 90 km. Mapas I; II; XX, C-5/6. 393. Dos secciones de Palestina, cortadas transversalmente de oeste a este, dibujadas con una escala vertical exagerada. II. Extremos topográficos. Hay pocos lugares en la tierra donde en tan poca superficie hay tantos extremos de alturas y profundidades como en Palestina. La fig 393 muestra 2 cortes del paí­s: uno a la latitud del Mar de Galilea, y el otro a la latitud de Jerusalén. Si un viajero desembarca en la costa de Palestina al pie del monte Carmelo y avanza hacia el este, inmediatamente subirá una cuesta empinada hasta el cordón del Carmelo, donde el punto más alto, cerca de su extremo sur (no aparece en la fig 393), es de unos 550 m s.n.m. Descendiendo por el otro lado del monte, por la ladera oriental, cruzarí­a el extremo sur de la llanura de Acre, que es apenas más alta que el mar. Luego llegarí­a a los montes de Galilea, y subirí­a y bajarí­a varias veces antes de llegar al Mar de Galilea, a 209 m bajo n.m., a sólo unos 56 km al este del punto de partida. Después de cruzar el lago se encontrarí­a con otra fuerte subida antes de alcanzar la meseta de Transjordania, que se eleva hasta los 520 m s.n.m. del lago o Mar de Galilea, en sólo 5 km. En la latitud de Jerusalén los contrastes son aún más pronunciados que en el norte. La ciudad está a menos de 64 km al este del Mar Mediterráneo, pero su altura es de unos 760 m. Mientras la región costera goza de un clima agradable y suave, Jerusalén soporta grandes diferencias de temperatura, con vientos frí­os, alta humedad y una nevada ocasional en invierno. Pero a sólo 24 km al este de ella comienza el valle del Jordán, donde predomina un clima subtropical, crecen bananos y datileras y donde es posible nadar en el Mar Muerto en pleno invierno, mientras el monte de los Olivos está cubierto de nieve. Como su cumbre está a unos 790 m s.n.m. y el Mar Muerto a unos 400 m b.n.m., la diferencia de altitud entre los 2 puntos, a menos de 32 km el uno del otro, es de casi 1.220 m. Al este del Mar Muerto hay otra subida muy pronunciada hasta la Meseta de Transjordania, que está a más de 1.200 m s.n. del Mar Muerto. Como esta meseta es semidesértica, cubre grandes extremos de temperaturas entre el dí­a y la noche. Y a menudo es muy cálido de dí­a y muy frí­o de noche. III. El valle del Jordán. Este valle, su rí­o y sus lagos son analizados en artí­culos separados, de modo que aquí­ sólo se darán algunos datos. El valle del Jordán* es la depresión más profunda que hay sobre la tierra. Las fuentes del rí­o Jordán están en las laderas del monte Hermón, el monte más meridional del cordón Antilí­bano. Cuatro arroyos se unen para formar el rí­o, que después de recorrer unos 11 km llega a los 2 m s.n.m. donde antes estaba el Lago Hule, que todaví­a figura en los mapas, pero que ha sido drenado. En los próximos 16 km desciende unos 210 m hasta llegar al Mar de Galilea* (209 m b.n.m.), lago que tiene unos 21 km de largo y 13 km de ancho. Los siguientes 320 km (unos 104 km si 884 fuera en lí­nea recta) el Jordán serpentea hasta llegar al Mar Muerto,* a 392 m b.n.m. Recibe varios tributarios caudalosos del este y algunos menos importantes del oeste que hacen una contribución significativa al volumen de agua que lleva el Jordán (fig 289). IV. Palestina Occidental: sus divisiones principales. En la región montañosa de Palestina Occidental las divisiones geográficas son: Galilea, llanura de Esdraelón, Samaria y Judea (que incluye la Sefela y el Neguev [Negev]; en la región costera están las llanuras de Acre y de Sarón, y la llanura Filistea. Mapa I. 1. Galilea.* Galilea se encuentra entre el rí­o Leontes (Nahr el-Lîtâîn), en el norte, y la llanura de Esdraelón en el sur. Es una región irregular, áspera y montañosa. El monte más alto, el Jebel Jermak, no citado en la Biblia, se eleva a unos 1.200 m s.n.m. La ciudad más alta de Palestina es Tsafed, en el corazón de Galilea, a unos 850 m. s.n.m. (tampoco se la menciona en la Biblia, pero la tradición judí­a espera que el Mesí­as venga de Tsafed). En el s I d.C., la población de Galilea era bastante densa; de acuerdo con Josefo, tení­a unas 240 poblaciones. La parte más al norte, más montañosa, era famosa por su riqueza en olivos; la del sur era rica en granos, de modo que un incremento de 100 veces no era desconocido (Mat 13: 8). Los montes y las colinas del sur de Galilea tienen laderas más suaves que las del norte, y el clima en ellas es algo más benigno. La zona más floreciente era la llanura al sudoeste del Mar de Galilea, donde un ambiente más cálido y una cantidad suficiente de agua producí­an una vegetación más abundante. Mapas I, B-2; XVI, C-3. 2. Llanura de Esdraelón.* Este es el nombre griego más usado para la gran llanura interior que en el AT es llamada “el valle de Jezreel” (Jos 17: 16; Jdg 6: 33). Su denominación árabe moderna es Merj Ibn Amir. Su lí­mite norte está formado por los montes de Galilea, de los cuales el monte Tabor (560 m s.n.m.) es el más notable. En el sur, la llanura está limitada por los montes de Gilboa y el cordón del Carmelo. La llanura mide unos 32 km de noroeste a sudeste y unos 22 km de noreste a sudoeste, y tiene un suelo rico y fértil formado por la erosión de los montes de Galilea y de Samaria. Dos rí­os la drenan: el Cisón* hacia el oeste, y el Goliat (Nahr J~lûd) hacia el este, donde el suelo suavemente se inclina hasta llegar al valle del Jordán (fig 286). Esta gran depresión ha sido de mucha importancia militar a lo largo de la variada historia del paí­s. A través de esta llanura existí­a un camino vital de la costa hacia Transjordania, y toda ví­a que recorrí­a la Palestina Occidental de norte a sur la cruzaba. Por causa de su posición estratégica habí­a en ella una cantidad de ciudades bien fortificadas, las más destacadas de las cuales eran Jocneam, Meguido, Taanac, Sunem, Bet-sán y Rehob. Como la posesión de ellas significaba el control de las encrucijadas más vitales, todas las potencias que miraban hacia Palestina las codiciaban. La llanura alrededor de Meguido llegó a ser el campo de batalla clásico de todos los tiempos, donde pelearon ejércitos de los faraones egipcios, de los jueces, de los reyes hebreos y de los generales occidentales modernos; desde Tutmosis III de Egipto hasta el general Allenby, vizconde de Meguido, quien arrancó Palestina del Imperio Turco en 1917. 3. Región montañosa de Samaria. Si miramos en dirección noroeste, desde la región montañosa central de Palestina, veremos el cordón del Carmelo (c 24 km de largo). La zona de montañas al este y al sur de este cordón constituye Samaria; debe este nombre a la capital del reino de Israel. No hay frontera topográfica en el sur; por tanto, su lí­mite polí­tico se determinaba con el borde geográfico. Esta frontera llevaba una dirección oeste-este a unos 16 km al norte de Jerusalén. Samaria no es tan accidentada como Galilea. Tiene muchos cerros y valles agradables, ricos en bosquecillos de olivos, viñas y campos fértiles que sustentan a grandes poblaciones. Los valles formaban antiguamente una red de caminos en todas direcciones, y permití­an el contacto de la gente de Samaria con muchas otras naciones, pero también los exponí­a a frecuentes invasiones. Los montes más famosos de Samaria fueron los gemelos: el monte Ebal* y el monte Gerizim,* en el centro geográfico del paí­s. Por causa de su ubicación central, la ciudad capital del reino del norte siempre estuvo cerca de uno de esos montes: primero Siquem, luego Tirsa y por último Samaria. 4. Los montes y el desierto de Judea. La extensión hacia el sur de la región de montañas de Samaria está formada por el cordón montañoso de Judea, que corre en dirección norte-sur hasta que se pierde en el Neguev, que comienza al norte de Beerseba. El eje de este cordón montañoso está más cerca del valle del Jordán que del Mediterráneo, de modo que las 2/3 partes de la zona están al oeste de esta divisoria de aguas. La mayor parte de los valles al oeste son suaves y amplios, y tienen suelo fértil, mientras que los del este son demasiado abruptos para la agricultura. El único 885 394. Caí­da anual de lluvia en la moderna Palestina. 886 camino bueno que cruza esta zona de norte a sur, recorre las cumbres del cordón para evitar los muchos valles y quebradas. Sobre esta ví­a o cerca de ella estuvieron muchas de las ciudades y pueblos importantes de Judea: Ramá, Mizpa, Gabaón, Jerusalén, Belén y Hebrón. Los valles occidentales proporcionaban buenas conexiones con la costa, pero también serví­an como puertas de entrada para los ejércitos atacantes. Entre los más importantes está el de Refaim, por donde corrí­a el camino principal de la costa hacia Jerusalén, que actualmente sigue una lí­nea ferroviaria. Otra ruta estaba más al norte e iba desde Gabaón, Bet-horón y Lod hasta Jafa. Varios valles semejantes se encuentran también en la sección sur de Judá. Antiguamente, en la mayorí­a de ellos se construyeron ciudades fortificadas. La zona al este de la divisoria y al oeste del Mar Muerto y el valle inferior del Jordán es llamada en el AT “el desierto de Judá”. Es una región montañosa desnuda y estéril, con profundas quebradas, valles angostos, cerros empinados, casi sin corrientes de agua y con muy poca vegetación (fig 161), aunque siempre ha habido arbustos y pastos del desierto que permití­an subsistir a algunos rebaños de ovejas y cabras. Como la distancia desde el cordón montañoso hasta el Mar Muerto es de sólo 24 km en lí­nea recta, la caí­da de altitud es muy pronunciada, unos 1.200 m, o sea unos 50 m por cada km. Por esta razón, no se conserva el agua en ninguna parte, sino que después de cada lluvia corre en forma torrencial hacia ese mar. En esta zona (fig 144) viví­a la comunidad semimonástica de Quinrán, cuyos tesoros literarios, conocidos hoy como los Rollos del Mar Muerto, fueron descubiertos en 1947. Durante la guerra judeo-romana de los ss I y II d.C. muchos judí­os huyeron a esta región y, viviendo en cuevas o en cumbres inaccesibles, se sostuvieron durante más tiempo que sus compatriotas que lucharon en otras partes del paí­s. 5. Las Tierras Bajas y el sur. La porción de Judea cercana a la zona montañosa en el oeste se llama Sefela o Tierras Bajas. Sus amplios valles y suelo fértil, además de una cantidad suficiente de lluvias, atrajo grandes poblaciones productoras de granos, de modo que la Sefela llegó a ser el granero de Judea, si bien al mismo tiempo muchas viñas y olivares cubrí­an las colinas. Para defender esta rica región y la porción hacia el interior, se fundaron muchas ciudades fuertemente fortificadas. Ya existí­an en el perí­odo cananeo; más tarde fueron tomadas por los hebreos. Entre éstas se cuentan ciudades bien conocidas como Laquis, Debir, Soco, Eglón, Adulam, Libna y Azeca. Al sur de Hebrón, las colinas gradualmente descienden hacia el Neguev, el “sur”, que en términos bí­blicos comenzaba a mitad de camino entre Hebrón y Beerseba, y se extendí­a hasta Cades-barnea y hasta el “arroyo de Egipto”, el Wâd§ el-Arîsh por el oeste, y cubrí­a una superficie de unos 10.360 km2. Una cantidad de cordones recorren la región aproximadamente de este a oeste, formando escalones que conducen desde los montes de Judea hasta el desierto de Arabia, los que constituyen barreras naturales contra el tráfico en dirección norte-sur. Por causa de estas barreras, las caravanas que iban hacia el norte o el sur evitaban esta ruta y tomaban los caminos que rodeaban el Neguev. Las lluvias de invierno producen una vegetación abundante, que crece en el suelo fértil (Psa 126: 4), pero los veranos largos y secos matan todo lo verde que hay, de modo que la zona parece árida como un desierto. Las exploraciones recientes han mostrado que los antiguos eran muy eficientes en la conservación del agua. Construyeron diques en los valles y las terrazas, los que eran regadas con el agua conservada en cisternas y reservorios. Las ruinas de muchas poblaciones, iglesias y monasterios, demuestran que en tiempos pasados estaba mucho más densamente poblada de lo que ha estado en los últimos 1.000 años. En el moderno Estado de Israel la región del sur, llamada Negev, corresponde (aunque no coincide totalmente) con el Neguev bí­blico. El nuevo Estado está tratando de repoblarla y espera, cuando traigan agua del rí­o Jordán, volverla fértil una vez más. 6. Llanuras costeras. La costa de Palestina, a diferencia de la de Fenicia, no tiene promontorios o bahí­as que se puedan convertir en puertos, excepto el cordón del Carmelo y la Bahí­a de Acre; sin embargo, siempre fueron una protección pobre hasta que los ingenieros británicos construyeron una escollera o rompeolas del lado de la bahí­a para proporcionar un lugar seguro para los barcos en Haifa. La ciudad de Dor, a pocos kilómetros al sur del Carmelo, era un lugar de llegada y salida de barcos en tiempos bí­blicos, pero no tení­a un puerto verdadero. Lo mismo se puede decir de Jafa (Jope), que está a mitad de camino entre el cordón del Carmelo y Gaza, y era el principal puerto para Jerusalén. Hasta los tiempos modernos no tení­a rompeolas ni puerto, pero una lí­nea irregular de rocas en el mar otorgaba cierta protección. Los barcos antiguos, pequeños, pudieron haber entrado 887 por el rí­o Yarkon y descargado su mercaderí­a en Tell Qasîleh, un lugar al norte de la localidad del mismo nombre del rí­o, excavado recientemente. Pudo haber sido en este sitio, no mencionado por nombre en el AT, donde la madera del Lí­bano fue descargada para el rey Salomón y para Zorobabel, y enviada a Jerusalén (2Ch 2: 16; Ezr 3: 7). También la gran ciudad de Gaza, en el sur de Palestina, que está a unos 5 km de la costa, no tení­a puerto, y todos los esfuerzos de los antiguos para construir uno no tuvieron éxito permanente. Gaza no debió su riqueza al comercio internacional sino a la fértil región que la rodeaba, y al hecho de que estaba sobre la principal ruta entro Egipto y Asia. Dunas de arena de hasta 6,5 km de ancho se elevan hasta unos 45 m y separan la llanura costera del mar. Estas avanzan sobre la tierra fértil en algunas áreas, y también forman barreras para el drenaje del agua de la llanura, lo que ha dado lugar a la formación de pantanos en el norte. La parte más importante de las llanuras costeras es la filistea, una región que los israelitas nunca poseyeron sino que estuvo en manos de los filisteos. Es una zona plana, rica, bien regada, que originalmente era campo de pastoreo. Abarca desde el Wâd§ Ghazzeh, en el sur, hasta el Nahr Rubîn (“el rí­o de Rubén”) en el norte. Tiene unos 64 km de largo y unos 24 km de ancho. El cultivo de los cí­tricos, que en tiempos modernos se ha introducido con éxito en la región, demuestra su fertilidad. El control del principal camino de Egipto al Asia le daba riqueza e importancia a cualquier nación que la tuviera. Tres de las 5 ciudades filisteas -Gaza, Ascalón y Asdod- estuvieron entre las mayores ciudades de Palestina durante largos perí­odos de su historia antigua. Mapa I, C-1. Al norte del Nahr Rubîn estaba la pequeña llanura de Lida (Lod), un fértil jardí­n y la puerta de entrada al área de Jerusalén, en el interior. Con excepción de la franja costera sobre la que está Jafa, generalmente estuvo en manos de los israelitas, quienes difí­cilmente podí­an dejar este vital distrito en manos de una nación poco amiga. Sin embargo, Jafa nunca estuvo bajo el control total de los hebreos hasta que los judí­os en tiempos de los Macabeos se establecieron en la región. Al norte del Yarkon comienza la llanura de Sarón, que se extiende hasta el rí­o Azul, el Nahr ez-Zerq~ (no confundir con el Jaboc, en la Transjordania central, que tiene el mismo nombre en árabe), que llega al mar cerca de Dor. Tiene unos 64 km de largo y unos 19 km de ancho en el sur, pero sólo un km en el norte. Posee un suelo fértil, y está bien regada, de modo que ya en la antigüedad fue alabada por su fertilidad. En ese tiempo tení­a espesos bosques, “la hermosura… de Sarón”, que los profetas anunciaron que se convertirí­a en desierto (Isa 33: 9; 35: 2). Estos bosques, y los pantanos que predominan en algunos lugares, impidieron que estuviera densamente poblada y, como resultado, las ciudades sólo se desarrollaran en la costa. Entre ellas estuvo Dor, y más tarde Cesarea. Mapa I, B-1/2. La franja costera está interrumpida, al norte de Dor, por el cordón del Carmelo, al norte del cual está la llanura de Aco (Acre) que se extiende por unos 32 km hasta Ras el-Naqûra (llamado Rosh Haniqra por los israelí­es modernos), que señalaba el lí­mite moderno entre Palestina y el Lí­bano. El rí­o Cisón (fig 130), que desciende de la llanura de Esdraelón, cruza la parte sur de la llanura de Aco; en tiempos antiguos la irrigaba bien, pudiendo así­ sostener una gran población, como lo indican la cantidad de importantes tells que existen en la región. En siglos recientes se volvió pantanosa, pero ha sido drenada y restaurada a su anterior utilidad. Varios arroyos que bajan de los montes de Galilea son importantes para la agricultura de esta zona. La región costera al norte del promontorio Ras el-Naqûra pertenece geográficamente a Palestina, pero fue polí­ticamente de Fenicia desde tiempos antiguos, y por lo tanto no se incluye en este estudio de las costas de Palestina. Mapas II, B-3. V. El otro lado del Jordán. Transjordania se puede dividir en 5 secciones geográficas por los siguientes 4 rí­os: 1. El de más al norte, el rí­o Yarmuk o Jarmuk (no citado en la Biblia), que separa Basán de Galaad. 2. El rí­o Jaboc (Nahr ez-Zerq~), en el corazón de Galaad (fig 271). 3. El rí­o Arnón (Wâd§ el-Môjib), la frontera norte de Moab (fig 39). 4. El rí­o Zered (Wâd§ el-Hes~), que constituye el lí­mite entre Moab y Edom. Como los diversos pueblos que vivieron en esta región ocasionalmente extendieron su influencia o fueron empujados hacia su territorio, los nombres que se dan a las varias zonas de la Transjordania definí­an territorios de fronteras variables. Mapas I, B-2, C-2, C/D-2. La sección de más al norte es Basán, llamada Batanea en el perí­odo greco-romano. Su extensión es aproximadamente equivalente a la Haurán de tiempos posteriores. Su lí­mite norte no se puede definir con precisión, pero se puede considerar una lí­nea este-oeste a la latitud de la fuente del arroyo más oriental 888 que constituye el Jordán, cerca de la ciudad de Cesarea de Filipo del NT. La parte norte de la antigua Basán es una meseta alta, tiene muchos volcanes y su suelo rocoso no es apto para la agricultura; proporciona medios sólo para una vida nómada. La del sur contiene una antigua capa de lava en desintegración que se ha transformado en suelo fértil; pero también tiene algunas regiones de roca graní­tica y muchos volcanes extinguidos. La zona occidental, llamada Gaulanitis durante el perí­odo greco-romano, se conoce ahora como Jaulán. Su mayor elevación alcanza a los 1.280 m s.n.m. Las partes más elevadas de Jaulán proporcionan buenas pasturas para los grandes rebaños que se crí­an allí­, mientras las más bajas producen abundantes cosechas de granos. La región oriental de la meseta está a unos 600 ó 760 m de altura, aunque algunas cumbres pasan los 1.820 m. Basán estuvo densamente poblada y era conocida en tiempos bí­blicos por su ganado gordo y sus enormes robles (Amo 4: 1; Isa 2: 13, DHH). Para los israelitas era un paí­s de frontera que soportaba permanentes presiones de los arameos desde el norte y de los árabes desde el este. Mapas I, A/B-3; XVI, B-4; II, A-4; XVI, B/C-4. La tierra entre el Yarmuk y el Jaboc es hoy llamada Ajlûn, y abarca una región del norte de Galaad. Como tiene muchos arroyos, el Ajlûn está bien regado y en condiciones de sostener una población mucho mayor que Basán; en consecuencia, jugó un papel más destacado en la historia de Israel que su vecino del norte. También tiene bosques, que no son tan abundantes en Palestina. Algunas zonas del paí­s, con sus bosques de robles, se parecen a un paisaje de Europa central (fig 233). Mapa I, B-2. El territorio al sur del Jaboc y al norte del Zered se llama ahora el-Belq~, un nombre que, según se cree, deriva del rey moabita Balac, quien en tiempos de Moisés intentó maldecir a Israel por medio de Balaam (Num_22). La parte noroeste de el-Belq~ era el sur de Galaad, mientras la del este del paí­s estaba ocupada por los amonitas. La mayor elevación del norte de el-Belq~ es el “monte de Oseas”, el Jebel Osha, que tiene unos 1.096 m de altura, mientras que más hacia el sur está el monte Nebo, de unos 806 m de altura, donde murió Moisés después de haber visto desde allí­ la tierra prometida por primera y última vez. En la parte amonita estaba la antigua ciudad de Rabat de los hijos de Amón, que ahora es ‘Ammân, la capital del reino hashemita de Jordania. Este lugar es una meseta llana algo ondulada, cuyo carácter semiárido lo hace adecuado mayormente para habitantes nómadas. Mapas I, B/C-2; I, B-2/3; II, B-3, C-3. El territorio al este del Mar Muerto era la tierra de Moab. En tiempos de Moisés sólo la mitad del sur estaba ocupada por los moabitas, mientras que la parte norte, que ya estaba perdida para ellos fue arrancada de los amorreos por los israelitas. Sin embargo, a través de toda la historia de Israel hubo una lucha permanente con Moab por esa sección al norte del Arnón. Moab es una meseta alta casi sin árboles, adecuada sólo para criar ovejas. Su principal rí­o es el Arnón, que ha cortado un profundo cañón a través del centro del paí­s y que en ciertas partes tiene más de 1.220 m de profundidad. Sus enormes barrancos y rocas coloridas lo hacen un paisaje inolvidable (fig 39), lo que recuerda un tanto al gran Cañón del Colorado, en Arizona, Estados Unidos. La frontera sur moabita era el Zered (Num 21: 12), hoy el Wâd§ el-Hes~, otro de los valles profundos de Transjordania. Al sur de Moab está el paí­s de los edomitas, que se extendí­a hasta el Golfo de Aqaba. En esta región está la pintoresca y estratégicamente ubicada ciudad de Sela (más tarde, Petra; fig 453). Es una zona desértica, pero que posee en sus montañas recursos naturales como el cobre, que fue explotado por los reyes de Judá que se apoderaron de Edom. Al controlar varias rutas comerciales desde el desierto hacia Gaza, Egipto y Fenicia, y por cobrar pesados tributos a las caravanas que pasaban por allí­, especialmente las que llevaban incienso, los habitantes de estas tierras obtení­an muchas ganancias. VI. La geologí­a de Palestina. Las rocas de Palestina se pueden clasificar en 3 clases generales: 1. Las así­ llamadas primitivas, que están debajo de todas, que incluyen gneiss y esquistos, atravesadas por intrusiones de granito y otras rocas í­gneas. 2. Las sedimentarias. 3. Las í­gneas más recientes, de origen volcánico. Las rocas sedimentarlas más profundas son areniscas, de textura, color y contenido que varí­a de lugar en lugar. Encima de las areniscas hay calizas. Se las clasifica de diversos modos por estratos, pero toda la serie ha sido llamada cretácico-numulí­tica. La variación de un lugar a otro en color y contenido de las capas de una roca sedimentarí­a dada ha sido explicada sobre la base del cambio de corrientes (por consiguiente, del cambio de origen del material) que ocurrió en ocasión del diluvio.* Las capas de rocas í­gneas cubren enormes áreas del paí­s. Como fueron arrojadas por acción volcánica a través de fallas y otros lugares débiles en la corteza, 889 este tipo de rocas cubre grandes superficies de las otras. El terreno de Palestina presenta el aspecto de una masa de tierra generalmente montañosa y muy perturbada, con un predominio de caliza evidente en la mayor parte del paí­s. A lo largo de la costa oriental del Mar Muerto y en muchos lugares en la ribera este del Jordán se puede ver afloramientos de arenisca Nubia. Las areniscas también están expuestas en ciertas áreas de las laderas occidentales del Antilí­bano. La formación rocosa predominante en la llanura costera filistea es una cierta arenisca calcárea, cuya metoerización ha contribuido a formar las extensas dunas de arena a lo largo de la costa mediterránea. La acción del viento empuja estas dunas hacia el interior, dificultando la agricultura en las regiones cercanas a la costa. El rico suelo aluvial de las áreas entre el Jordán y el Mediterráneo son principalmente producto de la erosión de las rocas de las tierras más altas por el viento y las lluvias. Las precipitaciones del invierno siempre añaden contenido mineral a los depósitos de los rí­os, hasta el punto en que se forman pantanos cuando las corrientes, en camino al mar, se bloquean por los sedimentos. Las llanuras de Genesaret, Esdraelón y las costeras del Mediterráneo presentan ejemplos de esta acción. En muchos lugares se puede ver 2 grupos diferentes de depósitos calcáreos. Las capas del grupo superior presentan una apariencia relativamente pareja pero varí­an en color, desde el blanco al pardo rojizo. Sobre esta caliza sólida están construidos la mayorí­a de los edificios de Jerusalén. Estos depósitos dan al paisaje su topografí­a caracterí­stica de colinas suavemente redondeadas, separadas por valles que ocasionalmente toman las dimensiones de una llanura. Los estratos del grupo inferior de piedra caliza es caracterí­sticamente parda en las capas superiores y llenas de cavernas y otras evidencias de depósito violento. El color cambia a un gris oscuro con la profundidad, y los fósiles (mayormente los restos de vida marina) son más abundantes. De las canteras fuera de la puerta de Damasco proviene una caliza más blanda que se usó en muchos edificios de Jerusalén. En algunos lugares, las colinas de caliza están coronadas con depósitos de tiza, evidencia de depósitos blandos que una vez estuvieron muy difundidos, pero que ahora se han reducido por siglos de erosión. La quebrada por el que corre el camino de Jerusalén a Jericó corta una serie caracterí­stica de depósitos calcáreos de Palestina. Véase Diluvio IV. Hay mucha evidencia de actividad volcánica, que ha levantado zonas y ha producido actividad intrusiva y de derrame. Se encuentran grandes áreas de rocas de tipo basáltico. Al oeste del Jordán se las encuentra mayormente en las regiones de más al norte. Sobre la región sudoeste de la llanura de Esdraelón hay una zona así­; otra está al norte del monte Tabor. Al este del Jordán,* desde Damasco hasta la parte al sur del Mar Muerto,* las rocas í­gneas -basalto, felsita, etc.- se encuentran por sobre la caliza que está en todas partes. Hay zonas de roca basáltica encima de ésta en varios lugares a lo largo del Jordán, pero al oeste del Mar Muerto y al sur de Samaria hay poca o ninguna evidencia de volcanismo pasado. Otras evidencias de actividad volcánica aparecen como fuentes termales en Tiberias y diversos lugares de turismo a lo largo del valle del Jordán hasta tan al sur como el Mar Muerto, alrededor del cual hay grandes depósitos de azufre, sal de roca (fig 478) y otros productos de origen volcánico, mudos recuerdos de la destrucción de las ciudades de la llanura en tiempos de Lot (Gen 19:1-28). Es probable que en ese tiempo hubieran cambios locales de los niveles del suelo. La gran depresión en la que se encuentran el Mar de Galilea, el rí­o Jordán, el Mar Muerto y el Wâd§ el-Arabah es el rasgo más notable de la geologí­a de Palestina. La altura general sobre el nivel del mar de Palestina es considerable, pero gran parte del valle del Jordán está debajo. En el Mar Muerto, la superficie del agua está en promedio a unos 392 m b.n.m.; en algunos lugares el fondo está a unos 790 m b.n.m. Las causas de esta gran grieta o fisura (rift) han sido tema de mucha especulación entre los hombres de ciencia, pero los acontecimientos catastróficos registrados en Gen 6:11-8: 19 sin duda fueron importantes. Esta falla es de tal magnitud que su formación debe haber sido uno de los hechos geológicos más violentos de todos. Es evidente que el valle sigue una lí­nea de discordancia de los estratos que forman el suelo de Palestina. Se extiende hacia el sur hasta ífrica central -recorriendo 1/6 de la circunferencia terrestre-, y a lo largo de todo el valle del Jordán hay numerosas evidencias de fracturas y fallas. Al oeste del rí­o (el lado descendente de la falla) la masa de tierra parece haber caí­do, mientras que al este los depósitos acumulados antes son claramente visibles en muchos lugares. Por causa de que esta gran falla geológica abarca todo el paí­s, Palestina siempre está en peligro de terremotos. Se han registrado muchos de ellos, y sin duda han ocurrido muchos más que no se han anotado. Mapa II. 890 El fértil suelo del valle del Jordán es el producto de la erosión de diversas rocas en las tierras más altas y la acumulación aluvial del rí­o y de sus tributarios. El valle muestra 2 niveles diferentes, o terrazas, en la mayorí­a de los lugares la más elevada llega hasta los barrancos de caliza formadas por la falla. Se obtiene asfalto (Gen 11: 3) de pozos profundos en la tierra en el extremo sur del Mar Muerto. De tanto en tanto, se encuentra algún bloque que flota en el mar. Esta sustancia, producto de grandes volúmenes de material enterrado por el diluvio, ha sufrido transformaciones que dan como resultado esa variedad de petróleo. VII. Un paí­s de bosques, estepas y desiertos. Quien visita Palestina difí­cilmente se pueda imaginar que esta zona montañosa, árida y rocosas una vez estuvo cubierta extensamente de densos bosques de robles y árboles de hojas perennes. Sin embargo, no sólo los registros egipcios de antiguos viajeros son testimonio de este hecho, sino también los botánicos modernos, cuyas investigaciones condujeron a la conclusión de que la mayor parte de la Palestina Occidental y ciertos sectores de Transjordania estuvieron cubiertos de bosques. De éstos sólo han quedado unos pequeños restos, y únicamente en unos pocos lugares, aunque se están haciendo grandes esfuerzos para reforestar ciertas partes del paí­s. En ellos habí­a robles de hojas perennes, robles de hojas caducas y pinos. Donde crecí­an los pinos, éstos eran tan densos que no permití­an crecer vegetación debajo de ellos, de modo que no habí­a posibilidades de pastoreo entre esos árboles. Prácticamente todos esos bosques fueron destruidos con el correr del tiempo. Esta deforestación no sólo se debió a que las naciones que se establecieron en Palestina cortaron y quemaron los árboles para disponer de tierras de cultivo y establecerse ellos mismos, sino también a los muchos ejércitos que con frecuencia invadieron el paí­s y destruyeron bosques y quintas de frutales por igual. Como Palestina es montañosa, una vez que los árboles fueron cortados y quemados, el suelo fácilmente se erosionó en las laderas y en la superficie quedaron grandes extensiones de rocas calcáreas. Además, la crí­a de ovejas, y especialmente de cabras, impidió en esa región la reforestación. 395. Zonas de vegetación en Palestina. Las zonas forestales naturales de Palestina constituyen los bordes de una amplia franja de estepa, tierra de pastizales con lluvias insuficientes para sostener bosques o árboles frutales, pero suficiente para pastos, arbustos y una producción limitada de granos. Donde el riego ha permitido que llegara el agua en esa zona esteparia, o donde el agua de lluvia se conserva en cisternas y estanques, la fertilidad es notable, por cuanto la composición del suelo de las estepas de Palestina es más o menos similar a la región de bosques. Este cinturón de pastos, de ancho variable, va desde Gaza pasando por Beerseba y sube por las laderas orientales de los montes de Judea hasta el extremo oriental de la llanura de Esdraelón. Luego cruza el Jordán y como una franja angosta corre hacia el sur al este del Jordán y del Mar Muerto por el Wâd§ el-Arabah, pero hace otro giro al sur de Petra. Desde all í­ en 891 adelante el cinturón tiene entre 24 y 40 km de ancho y sigue el borde occidental del desierto de Arabia, luego encierra Haurán, que constituye un gran sector de bosques, y finalmente abandona la Palestina Oriental en dirección al norte, algo al sur de Damasco (fig 395). Todo lo que no pertenezca a la zona de bosques o de estepas, es desierto. Tales regiones se encuentran al sur de Beerseba, y abarcan las laderas orientales inferiores de los montes de Judea, el valle del Jordán y el este de áreas de población sedentaria de Transjordania. Comúnmente no son sectores horizontales cubiertos de arena, sino mayormente montañosos, con suelo capaz de producir vegetación si hay agua disponible, como se puede ver alrededor de los manantiales y los pozos. Jericó es un oasis de este tipo en el valle del Jordán, que debe su exuberante fertilidad a las aguas del Wâd§ Qelt. Otro oasis es En-gadi, al oeste del Mar Muerto (fig 190). Sus aguas vitalizadoras surgen de un manantial que dio su nombre a esta antigua ciudad. El descubrimiento reciente de muchas ruinas de antiguos pueblos en el Neguev, al sur, demuestra que las áreas desérticas de Palestina son capaces de sostener una población moderada si se pudieran descubrir medios para una conservación adecuada del agua. Las investigaciones topográficas y arqueológicas han puesto en evidencia que los palestinos primitivos escogieron la estepa y los oasis para establecerse. Por ejemplo, las excavaciones en Jericó revelaron que esta ciudad fue uno de los primeros lugares habitados del paí­s. El clima tropical de la zona, la abundancia de agua y el hecho de que no habí­a que talar árboles, parecí­an convertirlo en un lugar ideal para el establecimiento de los primeros colonizadores. Sin embargo, cuando Israel entró en Palestina, grandes sectores de tierras forestales ya habí­an sido talados, y existí­an ciudades sostenidas por la producción de las fértiles zonas vecinas. Es bien posible que los israelitas también ocuparan y talaran bosques entre las ciudades cananeas, y que los de Palestina oriental y occidental desempeñaran un importante papel en el establecimiento de los hebreos en Canaán. VIII. El clima de Palestina. Como Palestina pertenece al mundo mediterráneo, en gran medida comparte el clima de esa región. Sin embargo, éste varí­a por causa de las grandes diferencias de elevación y por la presencia de mares y desiertos muy próximos entre sí­. La diferencia de más de 3.040 m entre la cumbre del monte Hermón y Jericó, a sólo 175 km de distancia, es responsable de que en el primero pueda existir una vegetación similar a la del norte de Europa, y crezcan en Jericó frutas subtropicales de la zona del Caribe. La fauna muestra la misma diversidad que la flora. Palestina pertenece a la zona subtropical por estar comprendida entre los 31 y 33o de latitud norte. Por lo tanto, sus dí­as duran entre 10 y 14 horas, y no son frecuentes las variaciones extremas de temperatura, excepto en el valle del Jordán. La media anual en Jafa, por ejemplo, es de 19o C, y en Jerusalén de 17o C. Rara vez sobrepasa los 32o C, y las heladas son escasas. Sin embargo, ocasionalmente se han registrado temperaturas extremadamente altas o bajas. La más alta en Jerusalén fue de 44o C, y la más baja, -4o C. En Jericó, por otro lado, está siempre cerca de los 38o C en dí­as de verano, y ocasionalmente puede llegar a 49º C. Los vientos predominantes vienen del oeste. Cargados de humedad, producen lluvias en invierno, y aun cuando sean secos en verano, ayudan para que las altas temperaturas sean tolerables. Muy agotador es el viento caliente del este, del desierto, llamado sirocco (palabra italiana de origen árabe) o khamsin. A menudo está acompañado por enceguecedoras tormentas de arena. El del sur puede traer consigo un calor aplastante en el verano (Luk 12: 55). Estos 2 últimos son comunes en el perí­odo de transición del verano al invierno, o viceversa. Las lluvias de invierno son producidas por los vientos del oeste que chocan con las montañas. Cuando el aire cargado de humedad asciende, se enfrí­a y descarga su humedad en forma de lluvia sobre las montañas de la Palestina occidental. Después de pasar sobre ellas, desciende a la cálida y profunda depresión del valle del Jordán y del Mar Muerto. El choque del aire más fresco con el caliente de esta depresión produce tormentas repentinas de gran fuerza y velocidad. Sin embargo, los vientos occidentales más frescos se calientan allí­; en lugar de producir lluvia, absorben la humedad que encuentran, la que descargan en las laderas occidentales de la meseta de Transjordania cuando asciende otra vez en su camino hacia el este. Este sencillo proceso proporciona la lluvia y la fertilidad a la Palestina Occidental por el agua que se evapora en el Mar Mediterráneo; y la lluvia en la Transjordania Occidental, por la que se evapora en el Jordán y el Mar Muerto. Sin embargo, este proceso sólo funciona en el invierno. Hay 2 factores principales: primero, las montañas de Palestina no son lo suficientemente altas como para elevar el aire caliente cargado de 892 humedad del verano hasta el punto de enfriarlo para que se forme rocí­o. Segundo, en verano la zona del frente polar, que en invierno produce una circulación intensa y constante hacia las orillas del mar, se mueve hacia el norte, con lo que disminuye mucho el flujo de aire cargado de humedad desde el mar en este sector. 396. Extremo meridional del Mar Muerto. Como consecuencia, hay sólo 2 estaciones en Palestina: una seca en verano, y una húmeda en invierno. Sin embargo, éstas no se pueden comparar plenamente con los veranos y los inviernos europeos o norteamericanos. El verano en Palestina es tan cálido y seco, sin lluvias desde junio a septiembre, que toda la vegetación se marchita y todo el paí­s da la apariencia de ser un desierto muerto. Los que nunca han estado en Palestina durante la estación lluviosa, y que ven el paí­s por primera vez al fin del verano, no pueden creer que la tierra produzca algo, con excepción de las zonas con riego. Sin embargo, después que comienzan las lluvias el paisaje se transforma completamente. Todo el paí­s surge a la vida de repente, y de cada grieta del suelo aparecen flores, y el pasto pardusco se vuelve verde y lozano con una velocidad increí­ble. La “lluvia temprana”, mencionada con tanta frecuencia en la Biblia, se produce a fines de octubre o en noviembre y ablanda el suelo lo suficiente como para que los agricultores puedan ararlo y sembrar sus campos. Son comparativamente ligeras, pero hacia fines de diciembre comienzan las precipitaciones más fuertes, que generalmente alcanzan su máximo en enero. El agua penetra profundamente en el suelo y hace crecer los cultivos, pero una buena cosecha depende de la cantidad correcta y la oportunidad de la “lluvia tardí­a”, también mencionada con frecuencia en la Biblia (Deu 11: 14). Las últimas lluvias de la estación se producen en marzo y comienzos de abril, y favorecen la maduración de los granos. Si en los últimos meses de lluvia éstas son escasas, puede haber cosechas pobres, aun cuando las “tempranas” lluvias hayan sido abundantes. A pesar de la larga estación seca, Palestina goza de precipitaciones pluviales que se parecen a las de Europa occidental y América del Norte. Jerusalén, por ejemplo, tiene un promedio anual de 52 dí­as de lluvia, que acusan aproximadamente 630 mm de agua. Sin embargo, hay diferencias aun en Jerusalén. Como la ciudad está sobre el cordón montañoso, la parte occidental recibe unos 150 mm más que los sectores orientales. Jafa, en la costa, tiene una precipitación anual de unos 510 mm; el valle del Jordán, unos 460 mm en el norte, pero sólo 300 mm en el sur. Beerseba, que está cerca del desierto del sur, recibe sólo 220 mm, mientras que sectores del noroeste de Palestina reciben hasta 910 mm de lluvia (fig 394). Una bendición en Palestina es el rocí­o, especialmente abundante en el verano. Es llevado por el aire cargado de humedad, que de noche llega hasta las montañas de la Palestina Occidental y deja tras sí­ las gotas de lí­quido vivificante en una estación en que cada una es bienvenida. 397. El escarpado paso de En-gadi en el desierto de judá. En Palestina cae poca nieve, y generalmente sólo en las zonas montañosas, pero produce grandes problemas y sufrimiento en un paí­s 893 que no está preparado para tal contingencia. Una nevada fuerte, sin embargo, ocurre ocasionalmente. El 9 de febrero de 1920 cayeron en Jerusalén cerca de 90 cm de nieve en un sólo dí­a; y en febrero de 1950 quedó en el suelo por una semana entera. Hasta se han registrado nevadas en el mes de abril en 2 ocasiones en tiempos recientes (1870, 1940). Palestina ha tenido suma importancia durante toda la historia del mundo, fuera de proporción con su tamaño o el valor de sus recursos naturales. Esta se debe, en 1er lugar, a su ubicación geográfica excepcionalmente favorable; es el puente que une 2 grandes continentes, territorio que todos los grandes poderes de la antigüedad codiciaron; en 2º lugar, es la tierra santa para 3 grandes religiones del mundo: el judaí­smo, el cristianismo y el islamismo. Los adherentes de las 3 religiones han derramado mucha sangre para lograr el control de sus lugares y santuarios sagrados. Bib.: D. Baly, The Geography of the Bible [La geografí­a de la Biblia] (Nueva York, 1957); Y. Aharoni, The Land of the Bible [La tierra de la Biblia] (Filadelfia, 1967); E. G. Kraeling, Rand McNally Bible Atlas [Atlas bí­blico Rand McNally] (Chicago, 1956); G. E. Wright y F. V. Filson, The Westminster Historical Atlas to the Bible [El atlas histórico Westminster de la Biblia] (Filadelfia, 1956). Paleta. Véase Pala. Palma. Véase Palmo.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo pelishtim. Franja de tierra entre la costa oriental del mar Mediterráneo y el desierto arábigo, primitiva denominación del territorio de los filisteos que más tarde pasarí­a a designar la Tierra Prometida. Era puente entre las civilizaciones de Egipto, Siria, Mesopotamia y Asia Menor, de donde recibió gran cantidad de influencia cultual, económica y religiosa. Fue también el campo de batalla natural de las grandes potencias de la región y estuvo sujeta a la dominación de los imperios vecinos, empezando por Egipto, durante el tercer milenio a. C.

La supremací­a ejercida por Egipto y la autonomí­a cananea durante el segundo milenio a. C., llevó a invasiones de pueblos tan diversos como los amorreos, los hititas y los hurritas; pero fueron derrotados por los egipcios y absorbidos por los cananeos.

Cuando el poder egipcio comenzó a decaer nuevos invasores llegaron: los hebreos, un grupo de tribus semitas procedentes de Mesopotamia, y los filisteos, un pueblo egeo de raza indoeuropea que dio su nombre a la región. Luego, Josué, un israelita conquistó gran parte de P., ca. 1220-1200 a. C., asentándose en la parte montañosa, pero no pudo conquistar todo el territorio. Estos israelitas, una confederación de tribus hebreas, derrotaron a los cananeos finalmente, pero no pudieron hacer lo mismo con los filisteos que habí­an establecido su propio estado en la costa del Mediterráneo, hacia el norte y el este. Los israelitas fueron vencidos por el poderí­o de los filisteos, que contaban con un ejército organizado y conocí­an la fundición del hierro, que les permití­a tener armamento avanzado en comparación con los israelitas. Los israelitas terminaron conformando una monarquí­a, cuyo primer soberano fue Saúl, el cual inició la conformación de un ejército profesional, pero también fue derrotado por los filisteos, en una de cuyas batallas murió con sus hijos.

Bajo el reinado de David fueron derrotados los filisteos y se conformó un gran estado israelita, cuya capital era Jerusalén. El rey fue sucedido por su hijo Salomón que procuró un gobierno próspero; pero a su muerte, el estado se dividió en Israel, al norte, y Judá, al sur. A su vez Israel fue conquistado por Asiria y Judá por Babilonia. Los judí­os mantuvieron su identidad religiosa y de nación en el exilio, época en que se produjeron gran cantidad de los textos teológicos y libros del A. T.

Cuando Ciro II el Grande de Persia conquistó Babilonia en el año 539 a.C. permitió a los judí­os regresar a Judea, al sur de Palestina. Fueron autónomos, reconstruyeron las murallas de Jerusalén y codificaron la ley mosaica, la Torá, que se convirtió en el código de la vida social y la práctica religiosa.

Posteriormente Macedonia conquistó la región, hasta que los israelitas dirigidos por la tribu de los Macabeos, se revelaron y formaron su propio Estado independiente. Luego Cneo Pompeyo Magno conquistó P., quedando la zona en provincia romana. Durante el reinado de Herodes el Grande nació Jesucristo, principal figura de la religión cristiana. Dos revueltas judí­as tuvieron lugar pero fueron detenidas por los romanos, que terminó en la diáspora judí­a hacia el año 135. Judea pasó a llamarse P.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El término Palestina no se utiliza en las Biblias castellanas más conocidas; sin embargo, hay cuatro referencias a la zona de Filistea, o tierra de los filisteos (Exo 15:14; Isa 14:29, Isa 14:31; Joe 3:4). Esta zona comprendí­a la franja costera al sudeste del mar Mediterráneo. Filistea deriva de la palabra hebreo con que se denominaba la región, eres Pelistim (tierra de los filisteos), y filisteo era un término local de origen y significado desconocidos (comparar Gen 10:14, 1Ch 1:11-12). Herodoto, el historiador griego del siglo V, utilizó por primera vez el término para referirse a un área más amplia (2.104; 3.5; 91.7.89). El nombre Palestina es, por tanto, otro ejemplo del repetido fenómeno de llamar a una tierra o a un pueblo por el nombre de la parte o división de los mismos con la que se establece el primer contacto. Desde los tiempos de los patriarcas habí­a existido allí­ un asentamiento de filisteos (Génesis 26). El nombre semí­tico más antiguo era Canaán, palabra de origen dudoso.

Los lí­mites de Palestina en la antigüedad no están definidos con exactitud, a excepción de la provincia romana de ese nombre, existente en el siglo II, cuyos lí­mites pueden definirse con bastante precisión: desde Dan hasta Beerseba (Jdg 20:1). Dan era Lais, a 50 km. al este de Tiro, en el nacimiento del Jordán. Beerseba estaba a 250 km. al sur, allí­ donde Palestina se funde en el desierto del Néguev. La Tierra Prometida de Jos 1:4 es mucho más amplia. La costa formaba un lí­mite occidental bien definido, aunque poderes extranjeros, desde los antiguos filisteos hasta los actuales egipcios, siempre han disputado la posesión de estas fértiles tierras bajas más allá de la costa. El desierto constituí­a un lí­mite seguro, pero cambiante, en el este. Si se traza una lí­nea valle abajo del Jordán, hacia el oeste, Palestina ocupa 15.385 km2. Si se incluyen las áreas al este del Jordán, que en algunos momentos se han considerado parte de ella, el área total es de cerca de 25.640 km2, una extensión comparable con la de la República de Haití­. Digamos una vez más que la distancia desde Dan hasta Beerseba es de 250 km. De oeste a este las distancias son aún menores. En el norte, desde Aco hasta el mar de Galilea, sólo hay 47 km. Desde Gaza hasta el mar Muerto en el sur, hay 90 km A pesar de sus estrechos lí­mites, la variada configuración de Palestina ofrece toda una diversidad de climas. La llanura costera es templada, con una temperatura promedio anual de 14º en Haifa (Jope). Jerusalén, que se encuentra a 57 km. de la costa, dada su altura de 813 m. sobre el nivel del mar, registra un promedio anual de aprox. 17º, aunque con mayores variaciones. En Jericó, situada a 25 km. de distancia y 1.031 m. por debajo de Jerusalén, o 219 m. bajo el nivel del mar, predomina un clima tropical con veranos muy calurosos. Un contraste similar caracteriza el clima templado alrededor del mar de Galilea y el calor tropical alrededor del mar Muerto. Los vientos predominantes soplan desde el oeste o sudoeste y precipitan su humedad en las laderas occidentales de las tierras altas en una estación húmeda que se extiende aprox. de octubre a abril. Ocasionalmente, el siroco, viento del este, trae aire ardiente de los grandes desiertos (Job 1:19; Jer 18:17; Eze 17:10; Eze 27:26). El desierto meridional, al sur de Beerseba, es un terreno yermo y ardiente. La lluvia temprana mencionada en Jer 5:24 [BA: lluvia de otoño], o lluvia primera (Joe 2:24), es la primera parte de la estación lluviosa. Este perí­odo es seguido generalmente por una época de fuertes lluvias que se alternan con tiempo claro y despejado, hasta marzo o abril, cuando cae la lluvia tardí­a [BA: lluvia de primavera], que constituye una gran ventaja para las cosechas que están madurando, antes de la estación seca, la madurez completa y la siega.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Es el escenario de los Evangelios. La palabra deriva de “Filistea”: (en hebreo “pelistain”), situada debajo de Filistea, llegando en el sur hasta el desierto de Sinaí­. A1 este linda con el Mediterráneo, y al oeste, con el Rio Jordán, que baja desde el Lago de Genesaret hasta el Mar Muerto.

Su nombre originario era “Canaán”: (Gen 12:5). Ocupada por los Filisteos: (Sal 60:8), después de la conquista por los israelitas se llamó “Israel”: (1 S.13.

19). Luego tomó el nombre de “Judea” en los tiempos greco-romanos, y ahora es el “Estado de Israel”, que los árabes siguen llamando “Palestina”.

E1 territorio estaba ocupado originalmente por los cananeos, amorreos, heteos, horeos y amalecitas. La conquistaron para Israel Josué, los jueces y los reyes. En el año 931 se dividió: El reino del norte: (Israel), y el del sur: (Judá).

Israel fue llevado a cautiverio por los asirios el año 722; y Judá por los babilonios el año 587. El territorio quedó en manos de los babilonios, persas, Alejandro el Grande, los egipcios y los asirios.

Los macabeos lo reconquistaron para Israel, pero sucumbieron ante los romanos, quienes mantuvieron el poderí­o hasta la época de los musulmanes.

Durante el tiempo de Cristo habí­a 3 provincias romanas: Al norte Galilea; en Medio Samaria; al sur Judea.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Nombre con el cual se conoció durante mucho tiempo a la tierra de Israel, o Tierra Santa. No se utiliza en la Biblia. Fue usado primeramente por los griegos, que llamaban así­ a la tierra de los filisteos, o sea, la franja costera. La mención escrita más antigua la hace Herodoto, como adjetivo, pero luego se convirtió en nombre propio. Filón identificó a P. con †¢Canaán. Los romanos dividieron el territorio en tres, la primera, la segunda y la tercera P. Durante un tiempo los árabes la llamaban †œFilastí­n†. Durante la dominación otomana P. no se usó como una designación de la tierra, porque estaba incluida dentro de la provincia de †¢Siria. †¢Filistea.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, PAIS ARQU

ver, DILUVIO, TOLEMAIDA, MAR, JORDíN, PALESTINA, DECíPOLIS, LLUVIAS, FILISTEOS, TOLEMAIDA, JERUSALEN, EGIPTO, CANAíN, HISTORIA BíBLICA, AMORREOS, HICSOS, HITITAS, HOREOS, AMARNA, JERICí“, HAI

vet, Nombre que los griegos y romanos aplicaron a todo el paí­s habitado por los israelitas, y que desde entonces le ha sido aplicado de manera general. En realidad es un término impropio: Se deriva de Filistea, nombre de la estrecha franja dominada por los filisteos (cfr. Herodoto 7:89 y Jl. 3:4; Ex. 15:14; Is. 14:29, 31). Los antiguos hebreos daban el nombre de Canaán a la fracción de este territorio situada al oeste del Jordán, distinguiéndola del paí­s de Galaad, al este del rí­o. Después de la conquista, toda la región recibió el nombre de Israel (1 S. 13:19; 1 Cr. 22:2; Mt. 2:20). Después del cisma nacional, el nombre de Israel designaba con frecuencia el reino del norte. En He. 11:9 el paí­s recibe el nombre de “Tierra Prometida”. Poco después del inicio de la era cristiana, los escritores griegos y latinos empleaban el término de “Palestina”. En la Edad Media se empleaba en general el nombre de “Tierra Santa”. La administración inglesa, al hacerse cargo de estos territorios, conquistados a los turcos en la Primera Guerra Mundial, usaron constantemente el nombre “Palestina”. En este diccionario se usa como término de conveniencia, debido a su extendido uso en contextos geográficos, pero reconociendo la impropiedad de su aplicación. No se puede aplicar en realidad el término de Filistea a todo el conjunto. Es mucho más propio denotarla como tierra de Canaán o, mejor, de Israel, o bien Tierra Prometida, como lo fue a Abraham y a su descendencia (cfr. Gn. 15:18-21). Señalada esta salvedad, se usará en adelante Palestina como nombre de conveniencia. (a) Sus lí­mites y extensión. El territorio que ocupaban los hebreos se extendí­a, de sur a norte, desde Cades-barnea y desde el wadi de el- ‘Arish hasta el Hermón. Desde el oeste hasta el este, iba desde el Mediterráneo al desierto oriental, con excepción de la llanura filistea y del paí­s de Moab. Los más grandes reyes de Israel dominaron Hamat y Damasco, llegando sobre el Eufrates, y sometieron también a Amón, Moab y Edom. Los hebreos expresaban los lí­mites de su paí­s con la expresión “desde Dan a Beerseba” (más de 240 Km.). El wadi el-Fikrah y el Arnón constituí­an entonces su frontera meridional. La densidad de la población residente dentro de estos lí­mites era grande. Omitiendo la mayor parte del territorio de Simeón y una fracción de Neftalí­, se constata que sus lí­mites describen un paralelogramo aproximado cuya altura (medida en las latitudes de Dan y del extremo meridional del mar Muerto) es de alrededor de 233 Km., y su base de 113 Km. Su superficie es de alrededor de 26.288 Km2. Este paralelogramo incluye la región de los filisteos, que en su época de máxima extensión iba desde el Carmelo hasta Beerseba. Restando la superficie correspondiente a esta franja, los hebreos ocupaban alrededor de 21.716 Km2. La Palestina oriental tení­a entonces algo más de 9.842 Km2, desde el Hermón hasta el Arnón. La Palestina occidental, hasta Beerseba al sur, y junto con Filistea, tení­a aprox. 15.642 Km2. (b) Su población. En la época de la conquista habí­a 600.000 varones, lo que da una población total de alrededor de dos millones de personas para un territorio de alrededor de 21.716 Km2. El rey David hizo llevar a cabo un censo sobre un territorio mucho mayor. En 1978 el Estado de Israel contaba con 3.737.600 habitantes. La Biblia y el historiador Flavio Josefo declaran que la densidad de la población era considerable. Esto es atestiguado asimismo por los vestigios de numerosas ciudades. Las innumerables colinas existentes aparecen casi siempre coronadas por una ciudad o un pueblo, bien habitado, bien en ruinas. (c) Geologí­a estructural de Palestina. La costa oriental del mar Muerto está bordeada por un banco de “arenisca de Nubia” (que también recibe el nombre de arenisca de Petra), y también una parte del acantilado que bordea el valle del Jordán sobre su ribera oriental. Estas mismas formaciones se vuelven a hallar sobre las vertientes occidentales del Lí­bano y del Antilí­bano; por lo general son de un rojo fuerte o ennegrecido. Representan una formación en la que se aprecian movimientos de vaivén de las aguas que descargaron los sedimentos; en la interpretación actualista de la historia geológica estas formaciones son clasificadas en su mayor parte como pertenecientes al Jurásico, aunque se reconocen también terrenos atribuidos a distintas clasificaciones, desde el Carboní­fero hasta el Cretáceo inferior, y proyectándose hasta el mismo Cretáceo. Por encima se halla la formación geológica más importante de Palestina: la “caliza cretácea”, que constituye la mayor parte de la meseta, al este y al oeste del Jordán. En Jerusalén hay dos capas de caliza, la superior, más dura, que los habitantes llaman “misseh”, y la capa inferior, blanda, que denominan “melekeh”. Las excavaciones de los depósitos, de las sepulturas, por debajo de la ciudad y sus alrededores, han llegado a penetrar en el “melekeh”. Los cimientos de los edificios descansan sobre el sólido “misseh”. Las canteras cercanas a la Puerta de Damasco se hallan en el “melekeh”. De allí­ provení­a la piedra usada para el Templo. Se hallan bancos de caliza desde el Carmelo, descendiendo hacia el sur hasta Beerseba, desde donde giran hacia el suroeste, corriendo paralelos al Mediterráneo. Estas calizas son atribuidas a épocas más recientes que las anteriores. Alrededor de Jerusalén y en las cercaní­as de Siquem se hallan también formaciones de calizas asignadas a épocas más recientes, recibiendo el nombre de “numulí­ticas” porque presentan una gran abundancia de numulites (género de foraminí­feros, diminutos animales recubiertos de una concha calcárea en la linde del campo microscópico). Estas calizas numulí­ticas son atribuidas en el esquema geológico actualista al Eoceno medio. Sin embargo, la caliza numulí­tica está tan asociada con la caliza cretácea que parece que las dos constituyen una sola formación. Flaqueando la caliza numulí­tica al oeste se halla una larga capa de greda calcárea que atraviesa la franja filistea y que aparece hasta el norte en formaciones aisladas, llegando hasta las cercaní­as del Carmelo. Es una greda porosa, blanda, fácilmente disgregable, dejando al descubierto la caliza más dura de la meseta, y descendiendo hacia las planicies de Judea y de Samaria de manera abrupta. Entre esta greda de la Filistea y el Mediterráneo se hallan unas playas elevadas atribuidas al Plioceno superior. La costa mediterránea de Filistea, especialmente allí­ donde el terreno es bajo, presenta una serie de dunas, algunas de las cuales llegan a los setenta metros de altura. Las del suroeste han podido ser formadas, en parte al menos, por las arenas de Egipto y del Sinaí­ arrastradas por los vientos. Las dunas septentrionales provienen de arenas erosionadas por los vientos de la greda calcárea de Filistea y tienden a invadir los territorios cultivados. Aparte de esta consideración de las formaciones sedimentarias, se debe indicar que las formaciones atribuidas al Carboní­fero se hallan salpicadas de “rocas volcánicas” relacionadas con la gran masa de granito, de diorita y de felsita que se halla más al sur, en el Arabá y en el Sinaí­. Más allá de la ribera oriental del Jordán, algo más allá del Hermón hasta el sur del mar de Galilea, y hacia el este y el sudeste de Haurán, más allá de Palestina, el paí­s se halla cubierto por una inmensa acumulación de materias volcánicas: basalto, dolerita, felsita. Se hallan bloques diseminados de estas rocas volcánicas por la Palestina occidental, al oeste y al noroeste del mar de Galilea, y en otros parajes. Para un examen de los temas geológicos y una discusión de los modelos contrapuestos de la trama geológica de la tierra, véase DILUVIO y la bibliografí­a correspondiente. (d) Geografí­a fí­sica de Palestina. El paí­s se divide en cinco regiones: la llanura marí­tima; el paí­s bajo llamado la Sefela; la cadena montañosa central; el valle del Jordán; la meseta oriental. Estas cinco zonas paralelas atraviesan todo el paí­s de norte a sur, con excepción de ciertas desviaciones. En Samaria, la cadena montañosa central se dirige hacia la llanura marí­tima, llamada Sarón. El paralelismo de estas zonas queda interrumpido en el valle del Esdraelón (o de Jezreel) que detiene la cadena de montañas y une la costa mediterránea con el valle del Jordán. (A) La llanura marí­tima va a lo largo de toda la costa palestina, con la sola interrupción del Carmelo. Muy estrechada al norte del Carmelo, la llanura mide más de 9,5 Km. al sur de esta montaña, y se ensancha aún más al descender al sur. Forma un paí­s ondulante y fértil, con una altura entre los treinta y setenta metros por encima del nivel del mar. Entre el Carmelo y el Nahr-el-Audjeh, cuya desembocadura se halla al norte de Jope, esta llanura recibe el nombre de Sarón. Al sur de Jope estaba ocupada por los filisteos. (B) El paí­s bajo, denominado Sefela, cubierto de montecillos, se extiende entre la llanura marí­tima, al sur del Carmelo, y el macizo central. La Sefela es una terraza que domina el Mediterráneo desde unos 150 m. de altura; su nombre designa casi exclusivamente la parte del paí­s bajo que se extiende a partir de la latitud de Jope hasta Beerseba al sur. Una serie de valles corren al norte y al sur entre la Sefela y el medio del paí­s. (C) La cadena (o elevación) central sigue después del Lí­bano. Los montes altos descienden de altura al sur del rí­o Leontes, formando una elevada meseta que llega al sur a la extremidad septentrional del mar de Galilea y de Akko (Aco, véase TOLEMAIDA). Esta es la alta Galilea, cubierta de colinas que oscilan entre los 600 y los 900 m.; algunas cumbres, como Jebel Jermuk, llegan a los 1.200 m. La baja Galilea tiene una forma triangular: su lado oriental está formado por el mar de Galilea y el Jordán hasta llegar a Bet-seán; al suroeste se halla el valle de Esdraelón. La baja Galilea consiste en una serie de montes bajos que van de este a oeste; hay numerosas colinas que no llegan a más de 100 o 200 m., con algunas cumbres más altas al oeste del mar de Galilea. Al suroeste de este lago se halla el Tabor, de 562 m. de altura; más al sur se halla el monte Gilboa, una de cuyas cumbres tiene 500 m. de altura y la otra algo menos. La parte meridional de la baja Galilea se inclina hacia el valle de Esdraelón, que no pasa de los 90 m. de altura. Al sur del Esdraelón hay numerosos wadis que cortan la cordillera, cuyas montañas forman sierras separadas; sus laderas son accesibles desde la llanura marí­tima, desde el Esdraelón y desde el valle del Jordán. El monte del Carmelo se dirige hacia el noroeste; la altura media de su cordillera es de 609 m., y su cumbre más alta tiene 651 m. En Samaria, el monte Ebal tiene 938 m., el Gerizim, 868 m. Desde Bet-el hasta Hebrón y hasta casi Beerseba, la cordillera forma, a lo largo de 70 Km., un macizo cuyos flancos se levantan de manera abrupta al este y al oeste; su altura media es de 670 m. Ciertas localidades son elevadas: Bet-el está a 893 m.; Jerusalén tiene 791 m. de altura en su parte más alta; Belén llega a los 776 m.; Hebrón a 926 m. A alrededor de 24 Km. al sur de Hebrón, los montes descienden hacia el desierto. La estrecha meseta que ocupaban las tribus de Judá y de Benjamí­n se halla en el punto más elevado de la cadena. (D) El valle del Jordán es una extraordinaria falla que empieza al pie del Hermón, a alrededor de 518 m. de altura. El valle, cerrado a sus dos lados por montañas, se va haciendo más y más profundo al descender hacia el sur; al llegar al mar Muerto, el valle del Jordán está a 393 m. por debajo del nivel del Mediterráneo. (Véanse MAR MUERTO, JORDíN.) Aunque no constituí­a un obstáculo infranqueable, dificultaba las comunicaciones entre los pueblos de la orilla oriental del rí­o al sur del Jaboc hasta Edom, y las tribus de Judá y Benjamí­n al oeste. (E) La meseta oriental es una gran meseta fértil, a más de 900 m. Esta meseta va desde los acantilados del Jordán hasta el desierto de Siria. La garganta del Jaboc la corta en dos, y el Yarmuk corta a su vez la zona septentrional inmediatamente al sur del mar de Galilea. (e) Los principales caminos de Palestina. La estructura de Palestina ha determinado sus ví­as de comunicación. El gran camino comercial y militar entre Egipto y los imperios orientales pasaba por Palestina. Esta arteria comercial pasaba entre el wadi de el-‘Arish, en las cercaní­as de su desembocadura, y seguí­a la costa hasta Gaza, donde se uní­a con el camino que llegaba de Elat y de Arabia; siguiendo a través de la llanura filistea, llegaba a Asdod. Más al norte, el camino se bifurcaba: una ramificación, que seguí­a la costa por Jope y Dor, rodeaba el Carmelo siguiendo la costa por la base de la montaña; por debajo de la montaña el paso tiene sólo 180 m. de ancho, y está cortado por rocas. La otra rama, la principal, partí­a de Asdod, atravesaba Ecrón y Lod, franqueaba los montes y llegaba al valle de Esdraelón por uno de los siguientes tres pasos: (A) el camino occidental, que pasaba cerca de Tell Keimun, conducí­a a Akko (Aco), Tiro, Sidón, y más hacia el norte; (B) la ruta central llegaba a el-Lejjun (Meguido), atravesando el valle de Esdraelón y la baja Galilea hasta la llanura de Cineret, y seguí­a el Jordán rí­o arriba; después, el camino remontaba el valle del rí­o Litani, entre el Lí­bano y el Antilí­bano, llegando a Hamat y más hacia el norte. Otra ramificación atravesaba el Jordán entre el lago de Huleh (aguas de Merom) y el mar de Galilea, y se dirigí­a hacia el noreste, a Damasco; (C) el tercer camino, más frecuentado, partí­a del camino marí­timo, pasaba de Dotán a En-ganim, donde se bifurcaba: una rama se uní­a con la ruta de la baja Galilea, ya mencionada. La otra conducí­a a Bet-seán, donde se dividí­a a su vez, y llevaba a Galaad por una parte y a Damasco por la otra. Todos los caminos que se dirigí­an hacia el norte permití­an ir a Carquemis, sobre el Eufrates. Otra ví­a se dirigí­a de la llanura del Esdraelón a Egipto. Atravesando la región de las colinas, pasaba por Samaria, Siquem, Bet-el, Jerusalén, Belén, Hebrón, Beerseba. En este lugar la ruta se bifurcaba y se podí­an elegir varios itinerarios: yendo oblicuamente hacia el sur, se tomaba la gran ví­a que seguí­a la costa; se podí­an seguir también las rutas de Rehovot y de Ain Muweileh, desde donde se llegaba a Egipto a través del desierto. Una de las rutas de Bet-seán a Edom descendí­a por el valle del Jordán y tocaba Jericó; los viajeros que querí­an acudir a Jerusalén tomaban desde Jericó el empinado camino que subí­a a la capital. Desde Jericó el camino proseguí­a a lo largo de la ribera occidental del mar Muerto, pasando por En-gadi, donde se uní­a con el camino que venia de Jerusalén y de Belén. De En-gadi se llegaba a Edom y a Elat, y a íkaba, en el mar Rojo. El camino de Palestina se uní­a en Elat con las rutas de caravanas que iban desde Egipto y de Gaza hasta el sur de Arabia. Al este del Jordán habí­a una ruta de caravanas que provení­a de Damasco y que seguí­a la linde del desierto hacia Arabia (véase DECíPOLIS). En este camino desembocaban varios otros: uno que salí­a de Bet-el y que atravesaba Galaad; otro, que descendí­a de Siquem al wadi Fãr’ah, hasta el vado del Jordán, por debajo de la desembocadura del Jaboc, atravesando Galaad a continuación, y muriendo en Rabá de Amón; un tercer camino salí­a del vado cercano a Jericó y pasaba por Hesbón. Al oeste del Jordán, un camino atravesaba Galilea, y se dirigí­a casi derecho hacia el este a partir de Akko (Aco), uniéndose al camino de Damasco cerca del lugar donde éste cruzaba el Jordán, a mitad de camino entre las aguas de Merom (lago de Huleh) y el mar de Galilea. No era fácil llegar desde la llanura marí­tima a las altiplanicies ocupadas por las tribus de Judá y Benjamí­n, Un importante camino conducí­a desde la llanura de Sarón y del Nahr el-Audjeh (situado cerca de Ras el-‘Aîn, esto es, Antí­patris) al sureste, hacia la región de las colinas; se uní­an con el camino que llevaba de Samaria a Jerusalén en un punto situado a 3 Km. al suroeste de Bet-el. Habí­a una ruta que uní­a el puerto de Jope con Jerusalén, y que pasaba por el valle de Ajalón y por Bet-horón. El camino más corto de Asdod a Jerusalén pasaba por el wadi es-Sarãr y por Bet-semes; también se podí­a llegar a Jerusalén y a Belén por el wadi es-Sant. Se llegaba a las colinas cercanas a Hebrón desde el wadi el-‘Afranj, cerca de Beit Jibrin, y por el wadi el-Hasi, cerca de Tell el-Hasi, en las cercaní­as de Laquis. (f) Climatologí­a de Palestina. Vista la configuración del paí­s y sus contrastes, el clima es muy variable. El Hermón tiene nieves eternas, en tanto que Jericó, en el valle del Jordán, así­ como en En-gadi, en la costa del mar Muerto, tienen un clima tropical. En enero, el mes más frí­o en Jerusalén, las temperaturas extremas oscilan entre los + 10 y los -2 grados centí­grados. En agosto, la temperatura media es de 26 grados en Jerusalén; en esta ciudad no se llega normalmente a más de 33 grados de máxima a la sombra (aunque en ocasiones se llega a los 40). En Jericó, en agosto se llega a 48 grados centí­grados. (Véase LLUVIAS.) (g) Flora de Palestina. La extraordinaria riqueza de la flora, en la que aparecen plantas de diversas latitudes, proviene de la diversidad geográfica y climática que presenta Palestina. En estudios efectuados por Tristram se ha comprobado que de 3.002 plantas, fanerógamas y criptógamas, 2.563 son paleoárticas; la mayor parte de ellas pertenece a la zona mediterránea; 161 son originarias de Etiopí­a, 27 de la India, y 251 son peculiares de Palestina. Desde los montes del Taurus hasta la región meridional de la pení­nsula del Sinaí­, y entre el Mediterráneo y el desierto de Siria, se han clasificado 850 géneros y alrededor de 3.500 especies. (h) Fauna de Palestina. La clasificación de las diversas especies de animales se corresponde con la de las plantas de Palestina. De las 113 especies conocidas de mamí­feros palestinos, Tristram descubrió que 55 de ellas pertenecí­an a la región paleoártica, a la que también pertenecen las especies europeas; 34 son originarias de Etiopí­a, 16 de la India, y 13 autóctonas de Palestina. Hay especies que pertenecen a dos regiones. De 348 especies de aves, 271 son paleoárticas, 27 etí­opes, 4 indias, y 11 autóctonas de Palestina. Sean plantas o animales, los tipos africanos e indios se hallan especialmente en la cuenca del mar Muerto y, en proporción menor, en la depresión inferior del valle del Jordán. (i) Etnologí­a de Palestina. Los habitantes autóctonos, vigorosos, altos, eran los anaceos (Jos. 11:21, 22), los refaí­tas (Gn. 14:5), los emitas, los zomzomeos, los horeos (Dt. 2:10-23). Seguí­an existiendo restos de la población autóctona en la época de la monarquí­a (2 S. 21:16-22). A la llegada de Abraham, el paí­s estaba ocupado especialmente por los amorreos y por otras tribus cananeas menos importantes. Habí­a también filisteos y fenicios establecidos a lo largo de la costa mediterránea. Habí­a heteos (hititas) en la frontera septentrional y en Hebrón. Los filisteos procedí­an del oeste, probablemente de Creta (véase FILISTEOS). Los cananeos y los fenicios, que eran asimismo de origen cananeo, hablaban una lengua semí­tica. Dirigidos por Moisés y después por Josué, los hebreos vencieron a estos pueblos, pero no los destruyeron completamente. La ocasional asimilación de edomitas, amonitas y semitas por la conquista y la inmigración no modificó la raza de los hebreos, por cuanto estos pueblos eran semitas y descendí­an de Abraham. La conquista de tribus arameas no hizo otra cosa que añadir otros semitas a la comunidad de Israel. Después de la caí­da de Samaria, los asirios deportaron las tribus israelitas asentadas en el norte y este de Palestina, y las reemplazaron con colonos de Hamat, de Babilonia y de Elam (2 R. 17:24; Esd. 4:9). Se trataba, en su mayor parte, de semitas y de arios. Numerosos griegos entraron en Palestina siguiendo a Alejandro Magno, estableciéndose en Akko (Aco), que ellos denominaron Ptolemais (véase TOLEMAIDA), y fundando las ciudades griegas de Decápolis, introduciendo en cierta medida el lenguaje, las costumbres y la cultura de Grecia. Más tarde, los romanos, funcionarios y soldados, ocuparon el paí­s, fundando colonias. Los musulmanes lucharon por el control de Palestina desde el año 633 hasta el 640 d.C. Tuvo lugar una batalla decisiva sobre el Yarmuk (636): Jerusalén cayó el año 638 (véase JERUSALEN, c, C). Se implantaron colonias fundadas por soldados árabes en las ciudades y los pueblos. En 1517 los turcos se apoderaron de Palestina, pero los judí­os no se mezclaron con los musulmanes. Esta dominación dejó de existir en 1917, cuando el ejército británico ocupó el territorio. Gran Bretaña protegió entonces la creación de un hogar nacional judí­o y la inmigración judí­a; esta actitud pronto cambió, no obstante, y el 15 de mayo de 1948 los británicos abandonaban Palestina, cediendo el control de todos los puntos clave, así­ como suministros vitales, a las autoridades árabes. A pesar de la prepotencia árabe y de la amenazante legión árabe de Transjordania encuadrada por oficiales británicos, David Ben Gurión proclamó el 15 de mayo de 1948 el Estado de Israel, quedando entonces Judea y Samaria, así­ como la ciudad vieja de Jerusalén, en poder de Transjordania hasta 1967. (j) Historia de Palestina. La historia antigua de este paí­s antes de la llegada de Abraham es poco conocida. Los anales hebreos, como ya se ha mencionado, recuerdan las razas que habitaron sucesivamente el paí­s. Los soberanos de Babilonia empezaron muy pronto a dirigir expediciones hacia el oeste. La campaña de Quedorlaomer en la Palestina oriental, en tiempos de Abraham, queda descrita en Gn. 14. Los babilonios hicieron de su cultura, lengua, y de la escritura cuneiforme, unos medios de contactos internacionales. Para la relación de Egipto con Palestina, véase EGIPTO; para la conquista bajo Josué, véanse CANAíN, LA TIERRA Y SU CONQUISTA; véanse también HISTORIA BíBLICA, AMORREOS, HICSOS, HITITAS, HOREOS, etc. (k) Toponimia y topografí­a de Palestina. Se ha calculado que la Biblia y los no inspirados libros apócrifos mencionan 622 ciudades al oeste del Jordán. Los nombres geográficos citados en las listas de Tutmose III, Seti I, Ramsés II y Sesonk I en Karnak son de gran importancia para la localización de los lugares de Palestina. Estas citas arrojan mucha luz sobre la topografí­a palestina y sobre los toponí­micos del libro de Josué. Las tabletas de Tell el-Amarna dan los nombres de las ciudades palestinas en la época de Amenofis III y IV (véase AMARNA). Los documentos asirios contienen también alusiones a los mismos lugares, especialmente a aquellos que tuvieron relación con sus expediciones a Palestina. Eusebio, obispo de Cesarea (primera mitad del siglo IV d.C.), escribió un tratado de los nombres de los lugares que figuran en las Sagradas Escrituras. Jerónimo, que estuvo en Belén un siglo después, lo tradujo y aumentó. Esta obra recibe el nombre de Onomasticón, y se debe a los trabajos de Eusebio y de Jerónimo. En esta obra se ofrecen detalles que en numerosas ocasiones son de gran valor, aunque se da alguno absurdo, acerca de la situación de los antiguos lugares de Palestina. Reland efectuó unas investigaciones que publicó en 1714. Los viajes de Seetzen y de Burckhardt, particularmente al este del Jordán, a inicios del siglo XIX, abrieron el camino al prof. Robinson, que llevó a cabo una sistemática exploración cientí­fica de Palestina en 1838. Al preguntar a los nativos los nombres de las ruinas o de ciertos lugares aún habitados, se dio cuenta de que estos lugares tení­an, bajo una forma árabe, los antiguos nombres hebreos. Robinson, ayudado por un misionero llamado Smith, efectuó así­ importantes descubrimientos sobre la topografí­a de Palestina. En 1841 publicó, en tres volúmenes, el resultado de sus investigaciones; en 1856 apareció un nuevo volumen titulado “Later Biblical Researches”. El autor habí­a aportado a todas estas investigaciones una gran penetración, un criterio certero, y profundos conocimientos. Un gran número de sus conclusiones sigue en pie. En 1865 se constituyó en Inglaterra una sociedad denominada “The Palestine Exploration Fund”, a fin de llevar a cabo, con un espí­ritu cientí­fico, todo tipo de investigaciones en Tierra Santa. La sociedad dirigió los levantamientos topográficos de una gran parte de Palestina y preparó, en 26 planchas, un magní­fico mapa del paí­s. Esta misma sociedad llevó a cabo diversas excavaciones. En 1900 se fundó en Palestina el centro de estudios denominado “American School of Oriental Study and Research”. En 1921 se abrió en Bagdad una escuela análoga. Los dos establecimientos se asociaron bajo el nombre de “American Schools of Oriental Research”. (l) Resultados de las excavaciones arqueológicas. Es imposible siquiera bosquejar en poco espacio la gran cantidad de trabajos y resultados conseguidos en las excavaciones en Palestina. Se han hallado vestigios importantes anteriores a Abraham. Las trazas de civilización identificadas como más antiguas aparecen en Teleilat Ghasul, justo al norte del mar Muerto, cerca de Jericó. Ya en aquella época lejana se adornaban las casas de ladrillos sin cocer con asombrosas y artí­sticas pinturas murales. De la Edad del Bronce (edad asignada a 3.000-2.000 a.C.) se han hallado los primeros santuarios cananeos de Meguido, Jericó y Hai. La Edad del Bronce Medio (alrededor de 2.000-1.500 a.C.) se corresponderí­a con la entrada de Abraham en Palestina; la arqueologí­a confirma plenamente el trasfondo cultural e histórico que nos dan los textos bí­blicos. Las ciudades estaban protegidas por elevadas murallas, por torres, fosos y construcciones gigantescas. Las regiones altas estaban sumamente arboladas y poco pobladas. El final de la Edad del Bronce (1.500-1.200 a.C.) queda marcado por la invasión y establecimiento de los israelitas. La ciudad de Jericó tomada por Josué queda identificada en las excavaciones arqueológicas (véase JERICí“). Acerca de la identificación de Hai, véase HAI. También se han llevado a cabo exploraciones en Bet-el y Laquis, que tuvieron un gran papel en la época de la conquista. Otras localidades en las que las excavaciones han arrojado mucha luz son, de manera particular, Bet-seán, Taanac, Meguido, Gezer, Bet-semes, Samaria, Jerusalén, Gabaa, Debir, Hazor y Dotán. Los estudios de estas y otras excavaciones han sido y son publicados en revistas como “Bulletin of the American Schools of Oriental Research” (BASOR); “Biblical Archaeologist”, Biblical Archaeology Review”, etc. Bibliografí­a: John Bright: “La historia de Israel”, Ed. Desclée de Brouwer 1970. J. Finegan: “Manual de cronologí­a bí­blica”, Ed. Cristiandad 1975, Roland de Vaux: “Historia antigua de Israel” (2 vols.), Ed. Cristiandad 1975. Antonio Tovar: “Historia del antiguo Oriente”, Ed. Montaner y Simón 1970. André Parrot: “Los fenicios. La expansión de Fenicia. Cartago”, Ed. Aguilar 1975, A. Llobregat: “Estado actual de los problemas de la arqueologí­a palestina. Paleolí­tico y calcolí­tico”, Ed. Universidad de Valencia (España) 1966. Lucas Grollenberg: “Panorama del mundo bí­blico”, Ed .Guadarrama 1966. Basili Franquesa: “El Tabor” Ed. Abadí­a de Montserrat 1934. Moisés Chávez: “Enfoque arqueológico del mundo de la Biblia”, Ed. Caribe, 1976; William Albright: “The Archeology of Palestine and the Bible”, Ed. The American Schools of Oriental Research, 1974.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Tierra de los Filisteos, según el nombre que pusieron los romanos primero a la tierra de Gaza, donde se habí­an asentado los primitivos palestinos, los filisteos o pueblos del mar, al ser rechazados por Egipto. Luego lo aplicaron a Judea y al territorio de Israel, incluida Samaria y Galilea, con el fin de unificar la Provincia dependiente de Siria. Según los judí­os de la diáspora quisieron borrar hasta el nombre del pueblo rebelde a Roma, que quedó vencido por Tito y arruinado para siempre.

Ese nombre se conserva hoy, después de todos los avatares históricos, en la “Unidad nacional Palestina” en lucha desde 1948 con el Estado de Israel. Es el pueblo, germen de un futuro e hipotético Estado, formado con los habitantes de los territorios ocupados por Israel y arrinconados en la tierra de Gaza y en la Cisjordania de tiempos pasados.

Conviene en los planteamientos bí­blicos y religiosos no confundir la Palestina histórica y la Palestina actual, como no es identificable el Israel bí­blico o el pueblo judí­o de la Biblia con las entidades polí­ticas y sociales actuales, aunque confluyan todas las consideraciones en las tierras que habitaron los cananeos, en las que fueron peregrinos los Patriarcas, en las que se establecieron las tribus israelitas emigradas de Egipto, en las que David estableció su Reino dividido luego en Israel y Judá, en los territorios que recuperaron los Macabeos y en los que anunció el mensaje salvador Jesús de Nazareth, obrero en Galilea, profeta en Samaria y la Decápolis, rechazado y crucificado en Jerusalén, centro de Judea.

Los Santos Lugares” para los judí­os, los cristianos y los mahometanos, constituyen todaví­a un desafí­o en los tiempos actuales, como lo han sido desde hace cuatro milenios al encontrarse enclavados entre las cuencas de las dos grandes culturas de la antigüedad: la del Valle del Nilo (Egipto) y la región de Mesopotsamia, entre el Eufrates y el Tigris (caldeos, babilonios, asirios, arameos, persas, griegos helenistas, romanos).

En la formación cristiana y bí­blica conviene hacer la diferencia entre los conceptos históricos y religiosos y los hechos polí­ticos y sociales de los tiempos actuales. Es distinción a la que no están dados los lenguajes periodí­sticos. Pase lo que pase con los pueblos actuales de la región, la historia del territorio geográfico en el que aconteció la Historia de la Salvación marcará un camino humano, como el otro fue divino. Serás dos realidades diferentes y como tales tienen que ser presentadas sin confusión.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DJN
 
El nombre de Palestina se deriva de “filisteos” (pelittin – palestina), habitantes en la parte sur de la zona costera con el Mediterráneo. En la Biblia la denominación más común es la tierra de Israel, tierra de Canaán, o simplemente Canaán, tierra prometida. Palestina forma una misma unidad geográfica con el Lí­bano y la pení­nsula sinaí­tica. Aunque es difí­cil poner los lí­mites geográficos de Palestina, digamos que el lí­mite septentrional está formado por la lí­nea horizontal que, partiendo desde la desembocadura del rí­o Litani, va a terminar entre Damasco y Haurán; por el Oriente, la lí­nea divisoria va desde los montes Haurán a Wadi el-Hesa; por el Sur, desde Wadi el-Hesa hasta el torrente de Egipto (Wadi el-Aris); el Mediterráneo forma su lí­mite occidental. La superficie total de Palestina es de 25.124 km. Palestina está en el punto de confluencia de Asia, Africa y Europa; entre el Eufrates y el Nilo; entre las dos culturas más antiguas. Teniendo el Mediterráneo por un lado y el gran desierto de Arabia por otro, Palestina fue el puente de unión entre Oriente y Occidente, tanto en el terreno comercial como en el cultural. Fue elegida por Dios como escenario geográfico de la historia bí­blica.

Palestina está constituida por cuatro unidades geográficas que recorren el paí­s de Norte a Sur. Son éstas: la costa mediterránea, el yugo montañoso central, el valle del Jordán y la meseta transjordánica. La hidrografí­a es muy pobre y fundamentalmente se reduce al rí­o Jordán con sus afluentes y los lagos que forma a su paso (lago Merón, lago de Genesaret y mar Muerto). El clima, de suyo subtropical, se ve profundamente afectado por las influencias del Mediterráneo y los desiertos que la rodean por el Oriente y el Sur. El invierno es suave, pero el verano muy caluroso. Prácticamente hay sólo dos estaciones: la estación seca o el verano y la estación de las lluvias o el invierno (Lev 26, 4; Dt 11, 14; Esd 10, 9. 13; Is 4, 6). La transición entre ambas estaciones está determinada por lo que llama la Biblia “lluvias tempranas y tardí­as” (Jer 5, 24). Las primeras suelen caer en octubre y las segundas en abril.

En general, la vegetación se caracteriza por la presencia de árboles de hoja perenne. Abundan las diversas especies de pinos, entre los que son famosos los cedros del Lí­bano. En el Carmelo, Galilea y Transjordania predominan las encinas, acompañadas de mata baja, jara y lentisco. Otras especies más frecuentes son el terebinto, tamarisco, sicómoro, eucalipto y palmeras. El Estado de Israel ha llevado y sigue llevando a cabo una fuerte repoblación forestal. Entre los árboles frutales figuran el olivo, la vid, la higuera, el granado, el almendro, el plátano, el naranjo, etc. Entre los cereales destacan el trigo y la cebada; entre las leguminosas, las habas y las lentejas. En la llanura del Esdrelón, en la costa mediterránea y en los alrededores de Jericó abundan las hortalizas. La fauna se ha ido empobreciendo a lo largo de la historia. En la Edad Media existí­a todaví­a en los alrededores del Jordán el león. En los montes de Transjordania y alta Galilea quedan todaví­a algunos ejemplares de una cierta pantera, que debió de ser muy frecuente en tiempos pasados. En el desierto abundan las hienas y los chacales; el jabalí­ y las gacelas están extendidos por todo el paí­s. En la alta Galilea y el Lí­bano se da el lobo; el zorro es menos frecuente. El ciervo y el corzo desaparecieron a comienzos de siglo. Entre las aves merecen citarse el avestruz del desierto arábigo, la cigüeña, distintas especies de aves de rapiña, perdices, palomas, tórtolas, el cuervo. Entre los reptiles, actualmente los más importantes son los lagartos y los camaleones. Aunque no sean de gran calidad, merecen citarse los peces que pueblan el lago de Genesaret y el rí­o Jordán. La Tierra Prometida, antes de la entrada de Israel, recibí­a el nombre de Canaán; sus habitantes se llamaban cananeos; pertenecí­an a diversos pueblos organizados en multitud de pequeños reinos, que no formaban una unidad polí­tica única. De los años 538 al 333 a. de C., Palestina estuvo bajo la dominación persa; del 333 al 63 a. de C., bajo la dominación helénica; en el año 63 a. de C., por obra de Pompeyo, Palestina quedó anexionadaa Roma y colocada bajo la dependencia de la autoridad romana residente en Siria. Después de la destrucción de Jerusalén, en el año 70 d. de C., Judea fue constituida provincia romana independiente de Siria y gobernada por legados imperiales de orden senatorial. -> contexto; Galilea.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Palestina es un paí­s pequeño que ha variado en tamaño en diferentes perí­odos, pero en su totalidad era de más o menos 321 Kms. de largo y de 80 a 160 Kms. de ancho, con un área total de 3.108 Kms. 2En este paí­s pequeño ocurrieron la mayor parte de los eventos del Antiguo y del Nuevo Testamentos. Los quince siglos que vivieron ahí­ los patriarcas, reyes, profetas y sacerdotes de Israel, y también el recuerdo de la vida de Jesús y de sus primeros seguidores, quienes vivieron y trabajaron allí­, lo han hecho el paí­s más sagrado del mundo.
Uno casi no podrí­a hallar un paí­s más escabroso. Hay numerosas montañas, collados, llanuras y valles. Esta condición produce una gran cantidad de terrenos, y también muy grandes diferencias en el clima, como lo indica el monte Hermón, con su cima cubierta de nieve a 2.806 ms. de altura en el norte; y el mar Muerto más de 396 ms. bajo el nivel del mar Mediterráneo en el sur. Las estaciones se dividen en caliente, lluviosa, seca o tiempo de sembrar y de cosechar.
Con tantos montes que tiene el paí­s, está desolado y no produce tanto como en años pasados; la apariencia es de un paí­s devastado y olvidado, si no condenado. Solamente quedan las memorias sagradas. El viajero se impresiona con el hecho de que quedan muy pocas reliquias de arquitectura y arte para relatar la orgullosa historia de una civilización que ocupó este territorio.
Estos datos corresponden más o menos al año 1939; pero en los últimos años ha habido muchos cambios. Muchos judí­os han vuelto a su tierra y están haciendo florecer los lugares desiertos; los arqueólogos han tenido muchos hallazgos importantes; y en junio de 1967 los judí­os recobraron muchas de las posesiones que habí­an tenido en años pasados, incluyendo toda la ciudad de Jerusalén, en una guerra relámpago.
Palestina ha tenido varios nombres. (1) Canaán. Llamada así­ por el hecho de que sus primeros habitantes fueron descendientes de Canaán, y se usaba este nombre para designar al paí­s entre el mar Mediterráneo y el rí­o Jordán (Josué 14:1, 2); la tierra al este del Jordán en aquel tiempo era conocida por Galaad,
Deuteronomio 34:1. (2) Tierra de Israel. Este nombre fue usado después que la tierra habí­a sido distribuida entre las tribus, y designaba la tierra que ellos ocuparon. (3) Tierra Prometida. Llamada así­ por el pacto que Jehová hizo con Abraham y sus descendientes, de que se las darí­a como posesión, Génesis 15:18. (4) Tierra Santa. En los primeros tiempos se usó este término porque se pensaba que la tierra pertenecí­a a Jehová, y fue hecha sagrada por la presencia de su templo en su frontera, Zacarí­as 2:12, y porque más tarde fue escenario del nacimiento, la vida, los viajes, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús. (5) La tierra de Jehová. Refiriéndose a la posesión soberana de Dios del paí­s, concedida a Israel. Leví­tico 25:23. (6) Judea. Este nombre primeramente fue aplicado al territorio del Reino del Sur, pero después del cautiverio babilónico fue aplicado a toda la tierra. (7) Palestina. Derivado de los filisteos, quienes antes habitaban en la frontera sudoeste; principalmente se ha usado este nombre desde el tiempo de Cristo.
En el tiempo de Cristo Palestina estaba compuesta de cinco distritos polí­ticos, tres al lado oeste del Jordán y dos al este.
(1) Judea en el sur. En ella estaba Belén, el lugar donde nacieron David y Jesús; Cesarea era la capital romana edificada por Herodes el Grande, y Jerusalén la capital nacional y religiosa de los hebreos. Como se podí­a esperar, estaba habitada por el linaje más puro, y de más educación y más aristocracia.
(2) Samaria, en el centro. Estaba habitada por una raza mestiza que se conocí­a como samaritanos, quienes odiaban a los judí­os y eran odiados por ellos. Su ciudad más importante en aquel tiempo era Siquem, donde estaba situado el templo samaritano.
(3) Galilea, al norte. La ciudad principal era Capernaum, aunque habí­a muchos otros pueblos alrededor del mar de Galilea, y en el territorio cercano a ella. La población era principalmente judí­a, aunque habí­a muchos gentiles, pero todos eran rudos y sin educación.
(4) Perea, al sur y al este del mar Muerto y del rí­o Jordán. Casi toda la gente era judí­a y viví­a en el campo; habí­a muy pocas ciudades.
(5) Basán, en el distrito norte al este del Jordán. Aquí­ la mayor parte de los habitantes eran gentiles y, por supuesto, de religión pagana. A veces era llamado Decápolis, o sea lugar de diez ciudades.
Jesús pasó la mayor parte de su ministerio en Judea y Galilea. Palestina es mencionada frecuentemente en la Biblia bajo cualquiera de estos nombres, así­ que no es prudente tratar de seleccionar algunas referencias aquí­.
Nuestro propósito se llevará mejor a cabo si estudiamos las ciudades y pueblos, las montañas y los lagos, como si estuviéramos haciendo un viaje turí­stico por el paí­s. Si se despertara el deseo de hacer un estudio bí­blico más completo, con referencias
bí­blicas del paí­s, el estudiante harí­a mejor en estudiar primeramente las referencias del Antiguo Testamento y después las del Nuevo. Estas referencias podrí­an ser más analizadas si se encontraran todas las del Pentateuco, los libros históricos, poéticos y proféticos; o podrí­an ser subdivididas en un estudio de cada libro. Semejantes divisiones se podrí­an hacer también para un estudio del Nuevo Testamento.
Desde la conquista de Palestina por los romanos, en 63 a. de J.C., y aun antes, ha habido guerras en Palestina. En el año 70 d. de J.C. los romanos destruyeron Jerusalén, y muchos de los judí­os se fueron a otros paí­ses del mundo.
Por 500 años Palestina estuvo bajo el dominio de Roma y del imperio bizantino que lo siguió. En el año 600 d. de J.C. los árabes recién convertidos al islamismo conquistaron Palestina. Este dominio duró 400 años, entonces los turcos la tomaron y la dominaron hasta el tiempo de las cruzadas, cuando los cristianos ganaron la mayor parte de Palestina. En 1517 los turcos otomanos la tomaron de los mamelucos de Egipto, quienes la habí­an tomado de los cristianos.
Esta larga serie de conquistas convirtió a Palestina casi en un terreno baldí­o. Las ciudades fueron destruidas, y en las tierras fértiles se formaron pantanos. La población en la mayor parte era árabe, también habí­a un grupo pequeño de judí­os. Todos ellos eran miserablemente pobres. En 1882 el primer grupo de judí­os de Europa llegó para establecerse en Palestina. Este fue el principio del movimiento sionista de colonización que condujo a la creación del estado o paí­s de Israel.
La Guerra Mundial I otra vez cambió a Palestina en un campo de batalla. En 1918 las tropas inglesas echaron fuera a los turcos y ocuparon la tierra. En 1917 el gran estadista cientí­fico inglés, Chaim Weizmann, persuadió al gobierno inglés a que promulgara un decreto que favorecí­a el establecimiento de un hogar nacional judí­o en Palestina. Este decreto fue llamado “declaración de Balfour”. Después de la guerra, la Sociedad de las Naciones ratificó o aprobó la declaración de Balfour. En 1922 esta sociedad nombró al gobierno inglés para gobernar este paí­s. Miles de judí­os llegaron de diferentes paí­ses a establecerse en Palestina. Los
primeros colonizadores sionistas desecaron los pantanos y reconstruyeron las ciudades, y el paí­s empezó a florecer. Pero un sentimiento nacional estaba despertándose entre los árabes de Palestina. Ellos no querí­an que Palestina fuese el hogar nacional de los judí­os, ellos querí­an que Palestina fuese un estado árabe. Entre tanto, el terror de los nazis en Alemania forzó a un gran número de judí­os alemanes a que buscasen refugio en Palestina.
En 1936 los árabes empezaron a pelear contra los judí­os en Palestina. Parece que los ingleses no podí­an parar estas guerrillas. Esto duró tres años. Al fin, en 1939 los ingleses cedieron a la mayor parte de las demandas de los árabes. Los ingleses decidieron virtualmente parar la inmigración judí­a a Palestina. Para los judí­os esto significarí­a el fin del paí­s nacional, y ellos se opusieron a esta polí­tica inglesa. Muchos judí­os inmigrantes fueron llevados a Palestina ilegalmente. Las dificultades entre los judí­os y los ingleses constantemente empeoraban.
Cuando la Guerra Mundial II estalló, los judí­os de Palestina se unieron con los aliados y ayudaron a pelear en contra de los nazis. Cuando la guerra terminó, volvieron a su lucha en contra de la polí­tica inglesa en Palestina.
En 1947 el gobierno inglés pidió a las Naciones Unidas que resolvieran el problema de Palestina. Después de investigaciones las Naciones Unidas decidieron dividir Palestina en dos estados independientes, un estado judí­o y un estado árabe. También decidieron que la ciudad de Jerusalén fuese internacional.
Los judí­os aceptaron este plan de división, pero los árabes lo rechazaron. Hubo ataques en contra de los judí­os en muchas partes. Bandas de árabes de paí­ses vecinos se unieron con los árabes de Palestina.
En mayo de 1948, el gobierno inglés sobre Palestina terminó, y los sionistas de Palestina proclamaron el nuevo estado de Israel. En este mismo dí­a, el 14 de mayo de 1948, los estados árabes de Egipto, Irak, Jordania, Lí­bano, Siria y Arabia Saudita se unieron en un ataque contra Israel, que terminó en un desastre para los árabes. En enero de 1949 fue pactado un armisticio, pero la paz no vino con él. Continuaron guerras pequeñas esporádicamente, y en octubre de 1956 otra crisis hizo erupción cuando los israelitas tomaron la región del Sinaí­ que pertenecí­a a Egipto, y las fuerzas inglesas y francesas se unieron en atacar a Egipto con el propósito de quitarles el dominio sobre el Canal de Suez que habí­a sido nacionalizado por Nasser. Las Naciones Unidas, los Estados Unidos y Rusia presionaron hasta que terminó la guerra.
Además de la hostilidad de los árabes militantes nacionalistas, hay otros problemas que impiden la paz; uno es el problema de establecer a miles de árabes refugiados, y la actitud de los árabes que se niegan a reconocer el territorio de Israel, el nuevo estado, ganado por su reciente victoria militar.
En junio de 1967 las naciones árabes se levantaron otra vez contra Israel para destruirla completamente. Pero Israel en una guerra de seis dí­as venció a sus
enemigos. Todaví­a existen los dos problemas que se mencionan en el párrafo anterior, y ha surgido otro: Israel no quiere ceder nada del terreno que tomó, especialmente la parte de Jerusalén.
En nuestro estudio no haremos un esfuerzo por nombrar los lugares de acuerdo a su importancia, sino que comenzaremos en el norte para estudiar todas las ciudades más o menos en una lí­nea del este al oeste, gradualmente nos moveremos hacia el sur. Procuraremos estudiar los lugares en grupos.

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

La tierra situada en el extremo oriental del mar Mediterráneo que en un tiempo estuvo ocupada por la antigua nación de Israel. El nombre se deriva de la palabra latina Palaestina y la griega Pa·lai·stí­Â·ne. Esta última viene, a su vez, del término hebreo Pelé·scheth. En las Escrituras Hebreas, Pelé·scheth (que se traduce †œFilistea†) se refiere únicamente al territorio de la costa ocupado por los filisteos. (Ex 15:14; Sl 60:8; 83:7; 87:4; 108:9; Isa 14:29, 31; Joe 3:4.) Sin embargo, Heródoto (siglo V a. E.C.) y otros escritores seglares posteriores (Filón, Ovidio, Plinio, Josefo y Jerónimo) utilizaron los términos griego y latino para designar todo el territorio que habí­a sido conocido como la †œtierra de Canaán† o la †œtierra de Israel†. (Nú 34:2; 1Sa 13:19.) Puesto que Jehová habí­a prometido esta tierra a Abrahán y a sus descendientes (Gé 15:18; Dt 9:27, 28), también se la podí­a llamar la Tierra Prometida o la †œtierra de la promesa†. (Heb 11:9.) Desde la Edad Media se la conoce también como Tierra Santa.
Se puede decir que Palestina es el eslabón que une los continentes europeo y asiático con el africano. Se encontraba en el centro de una circunferencia alrededor de la cual estaban ubicadas las antiguas potencias mundiales: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. (Eze 5:5.) Palestina estaba flanqueada al E. y al S. por grandes desiertos y al O., por el mar Grande o Mediterráneo, y era un paso obligado entre los rí­os Nilo y Eufrates por el que viajaban las caravanas en las grandes rutas comerciales. Se hallaba en la extensa región conocida en la actualidad como la Media Luna Fértil, y era una tierra de un particular atractivo por sus recursos naturales y caracterí­sticas singulares.
En la actualidad se emplea el nombre †œPalestina† con referencia a una amplia región cuyos lí­mites no se precisan. Al S. se podrí­a trazar una lí­nea imaginaria desde el extremo meridional del mar Muerto hasta el extremo sudoriental del mar Mediterráneo, y al N., otra desde las laderas meridionales del monte Hermón hasta cerca de la ciudad de Tiro. Entre los lí­mites N. y S., †œdesde Dan hasta Beer-seba† (1Sa 3:20; 2Sa 3:10), tení­a una extensión de unos 240 Km. Desde la costa mediterránea y hacia el interior, en dirección E., Palestina llegaba hasta el desierto de Arabia. Ocupaba, por lo tanto, una superficie total de 25.500 Km.2, una superficie algo menor que la de Bélgica y un poco mayor que la de El Salvador.

Caracterí­sticas geográficas. (MAPA, vol. 1, pág. 333.) Geográficamente, el territorio de Palestina se puede dividir de N. a S. en cuatro regiones longitudinales paralelas.
La primera es una llanura fértil que ocupa una franja a lo largo de la costa, que en su mayor parte tiene muy pocos puertos naturales. El promontorio de la imponente cordillera del monte Carmelo, que se proyecta casi hasta el mar, divide en dos esta llanura costera. A la sección septentrional se la conoce como la llanura de Aser (Fenicia); la meridional sigue las dunas de arena a lo largo de la costa y abarca la llanura de Sarón y la de Filistea, que se ensancha en su parte S.
En la segunda región geográfica, junto a las llanuras marí­timas, se encuentran las principales cordilleras montañosas, que atraviesan el paí­s de N. a S. como una columna vertebral. En el N. estaban las montañas de Neftalí­, llamadas también las colinas de Galilea. Estas eran una extensión de las cordilleras del Lí­bano, famosas por sus bosques de cedros y por el monte Hermón, que se eleva a 2.814 m. La altitud de las montañas septentrionales de Palestina oscila entre los 1.208 m. del Har Meron, en la Alta Galilea, y los 562 m. del monte Tabor, famoso desde los dí­as de Barac. (Jue 4:12.) Por debajo del monte Tabor hay una llanura central relativamente ancha que corta transversalmente el paí­s de O. a E., separando las montañas del N. de las del S. Este valle, donde se pelearon muchas batallas decisivas, consta de dos partes: la oriental, o †œllanura baja de Jezreel†, y la occidental, o †œllanura-valle de Meguidó†. (Jos 17:16; 2Cr 35:22.)
Al O. y al N. del valle de Meguidó, desaguado por el rí­o Cisón, se encuentra la cordillera del Carmelo, que va desde la costa hacia el SE. y se une a las montañas de Efraí­n o Samaria, en las que se elevan los históricos montes Guerizim y Ebal, este último de unos 900 m. de altura. (Dt 11:29.) Continuando hacia el S., se halla la cordillera conocida como la †œregión montañosa de Judᆝ, pues aunque las elevaciones oscilan entre unos 600 y 1.000 m., la zona abunda en mesetas, colinas redondeadas y laderas poco inclinadas. (2Cr 27:4; Lu 1:39.) En esta región están las ciudades de Jerusalén, Belén y Hebrón.
En el S., las montañas de Judá se confunden paulatinamente con el Négueb, un nombre que según se cree viene de una raí­z que significa †œestar reseco† y que aplicaba a la región que se extendí­a hasta el valle torrencial de Egipto, y constituí­an la parte S. de Palestina. En el lí­mite N. del Négueb estaba la ciudad de Beer-seba, parecida a un oasis; y en el extremo S., Qadés-barnea. (Gé 12:9; 20:1; 22:19.)
Al acercarse a las montañas de Judá por el O., se llega a la zona de colinas conocida como la Sefelá, con sus frecuentes valles pequeños que van de O. a E., desde las llanuras costeras hasta las tierras elevadas. (Jos 9:1.) En su mayorí­a, estas colinas eran adecuadas para apacentar rebaños y ganado, pues los manantiales de los valles suministraban el agua necesaria.
La tercera región geográfica de Palestina es la gran hendidura, a veces llamada el Arabá (Dt 11:30), que divide el paí­s longitudinalmente de N. a S. Esta profunda hendidura empieza en Siria, al N., y se extiende hacia el S., hasta el golfo de `Aqaba, en el mar Rojo. Las cordilleras montañosas y peñascos que discurren en paralelo a ambos lados de la hendidura son lo que hace que esta depresión central de la tierra sea tan espectacular.
Cuando se sigue de N. a S. esta depresión parecida a zanja, se desciende rápidamente desde las estribaciones del monte Hermón hasta la cuenca del Huleh, donde la cabecera del Jordán formaba antiguamente un pequeño lago. Desde allí­, el Jordán desciende rápidamente más de 270 m. en unos 16 Km. hasta llegar al mar de Galilea, que está a unos 210 m. bajo el nivel del mar. Desde Galilea hasta el mar Muerto a esta gran hendidura de la corteza terrestre se la conoce como el valle del Jordán, llamado por los árabes el Ghor, que significa †œDepresión†. Es una †œgarganta† grande que en ciertos lugares llega a tener 19 Km. de ancho. La cuenca del Jordán está unos 45 m. por debajo del suelo de este valle. En este tramo el rí­o desciende otros 180 m., serpenteando lentamente hasta el mar Muerto, cuya superficie está a casi 400 m. por debajo del nivel del Mediterráneo, lo que le hace el punto más bajo de la superficie de la Tierra. (GRABADO, vol. 1, pág. 334.)
Al S. del mar Muerto, la gran hendidura sigue por unos 160 Km. hasta el golfo de `Aqaba; a esta parte de la hendidura se la conoce comúnmente como el Arabá. (Dt 2:8.) A mitad de camino alcanza su punto más elevado, unos 200 m. sobre el nivel del mar.
La cuarta región geográfica de Palestina está formada por colinas y mesetas al E. de la gran hendidura del Jordán. (Dt 2:36, 37; 3:8-10.) Por el N., esta tierra cultivable se extiende unos 100 Km. al E. del mar de Galilea, mientras que por el S., la anchura solo es de unos 40 Km., antes de convertirse en áridas estepas que finalmente se pierden en el desierto de Arabia. La parte septentrional y más ancha de esta ondulada región oriental, situada al N. de Ramot-galaad, se llamaba la tierra de Basán, y tení­a una altura media de unos 600 m.; al S. de Basán, la región de Galaad alcanza una altitud de unos 1.000 m. La parte S. de Galaad limita con la meseta que hay al N. del valle torrencial de Arnón, donde está situado el monte Nebo, que supera los 820 m. de altura. Este territorio, que en un tiempo fue posesión de los ammonitas, a su vez limitaba al S. del valle torrencial de Arnón con la tierra de Moab. (Jos 13:24, 25; Jue 11:12-28.)

Nombres geográficos. Los nombres hebreos antiguos de muchas ciudades, montañas y valles se han perdido, en parte debido a la casi constante ocupación árabe de Palestina desde el año 638 E.C. Pero como el árabe es la lengua viva más cercana al hebreo, en algunas ocasiones es posible identificar con considerable seguridad, ciertos lugares y ubicaciones antiguos de acontecimientos importantes.
En la lista que acompaña este artí­culo se dan algunos términos geográficos comunes en árabe y hebreo que son de ayuda al relacionar lugares con ubicaciones bí­blicas.

Condiciones climáticas. El clima de Palestina es tan variado como su topografí­a. En unos 160 Km., desde el mar Muerto hasta el monte Hermón, los grandes contrastes de altitud producen condiciones climáticas tan variadas como las que hay en otros lugares que están separados por miles de kilómetros de latitud entre el trópico y el ártico. El monte Hermón por lo general está cubierto de nieve todo el año, mientras que en el mar Muerto el termómetro a veces alcanza los 50 °C (122 °F). Las brisas marinas que proceden del Mediterráneo templan la temperatura a lo largo de la cordillera central. Como resultado, en Jerusalén muy pocas veces se sobrepasan los 32 °C (90 °F) y raras veces hiela. Por ejemplo, en enero la temperatura promedio es de unos 10 °C (50 °F); en esa parte del paí­s tampoco son comunes las nevadas. (Compárese con 2Sa 23:20.)
En este paí­s de contrastes, las precipitaciones también varí­an mucho. A lo largo de la costa son de unos 380 mm. anuales, pero en las cimas del monte Carmelo, de la cordillera central y de las regiones montañosas que están al E. del Jordán llegan a duplicar esa cantidad. Por otro lado, el Négueb, el bajo Jordán y la región del mar Muerto tienen un clima desértico, con unas precipitaciones entre 50 y 100 mm. anuales. La mayor parte de esas precipitaciones caen en los meses invernales, diciembre, enero y febrero, mientras que en los meses estivales, de junio a octubre, solo caen el 6 ó 7% del total. La ligera lluvia †œtemprana† u otoñal de octubre y noviembre permite arar el suelo (endurecido por el calor del verano) en preparación para la siembra de los cereales de invierno. La lluvia †œtardí­a† o de primavera llega en marzo y abril. (Dt 11:14; Joe 2:23; Zac 10:1; Snt 5:7.)
En Palestina abunda el rocí­o, en especial en los meses secos del verano, y gracias a ello pueden subsistir muchas de las viñas y las tierras de pasto. (Ag 1:10; Zac 8:12.) Gran cantidad del rocí­o de Palestina se debe a las brisas cargadas de humedad que soplan desde el Mediterráneo y desde el monte Hermón. (Sl 133:3.) En ciertas zonas el rocí­o es tan abundante por la noche que la vegetación recupera la humedad que pierde durante las horas de calor del dí­a. (Compárese con Job 29:19.) En el Négueb y en las tierras altas de Galaad, donde las precipitaciones son mí­nimas, el rocí­o es de particular importancia. (Véase ROCíO.)

Flora y fauna. La gran variedad de árboles, arbustos y plantas que pueden encontrarse en esta pequeña región de la Tierra asombra a los botánicos. Uno de ellos calculó que en Palestina hay unas 2.600 variedades de plantas. Las diversas altitudes, condiciones climatológicas y clases de suelos justifican en parte la existencia de una flora tan diversa: desde las plantas alpinas hasta las de los desiertos tórridos, o desde las plantas del rico suelo de las llanuras aluviales hasta las del rocoso suelo de la meseta, y cada una florece y da fruto en su temporada. A distancias relativamente cortas pueden hallarse palmeras de clima cálido y robles y pinos de zonas frí­as, sauces junto a corrientes de agua y tamariscos en el desierto. A esta tierra también se la conoce por sus viñedos, olivos e higueras, así­ como por sus sembrados de trigo, cebada y mijo. También se cosechan guisantes, habichuelas, lentejas, berenjenas, cebollas y pepinos, así­ como algodón y lino. Suele ocurrir que quienes visitan esta tierra antes o después de la primavera —cuando el campo, cuajado de flores, ofrece un opulento espectáculo— se marchan algo desilusionados por la apariencia árida e inhóspita que tienen durante la mayor parte del año sus escabrosas colinas. Sin embargo, en un tiempo algunas zonas de esta tierra estuvieron mucho más pobladas de árboles que ahora, gozaban de una lozaní­a propia del †œjardí­n de Jehovᆝ, un paraí­so botánico que †˜manaba leche y miel†™, acogedor y atractivo. (Gé 13:10; Ex 3:8; Nú 13:23, 24; Dt 8:7-9.)
La fauna en general era más abundante en la exuberante Palestina de entonces que en nuestros dí­as. En la actualidad se han extinguido de aquellas tierras el león, el oso, el toro salvaje y el hipopótamo, pero aún se encuentran lobos, jabalí­es, gatos monteses, chacales, liebres y zorras. Es común en Palestina la crí­a de ganado ovino, caprino, vacuno y caballar, así­ como de asnos y camellos. Se ha calculado que hoy existen en Israel 85 variedades diferentes de mamí­feros, 350 de aves y 75 de reptiles.

Recursos del suelo. Además de ser una tierra bien regada y productiva, de las montañas de Palestina se extraí­an minerales útiles, como el hierro y el cobre. (Dt 8:9.) El oro, la plata, el estaño y el plomo tení­an que importarse, pero habí­a grandes depósitos de sal, y en el valle del Jordán habí­a también yacimientos de arcilla para las industrias de ladrillos, cerámica y fundición. (1Re 7:46.) Se extraí­a piedra caliza de calidad para la construcción y habí­a afloramientos de basalto oscuro, apreciado por su dureza y textura de grano fino.

[Diagrama en la página 585]
(Véase la publicación para ver el texto completo)

CORTE TRANSVERSAL de PALESTINA
Nivel del mar

Mar Grande
Llanura de la costa
SefeláMts. de JudáMts. de Samaria
Mts. del Lí­bano
Valle del Jordán
Meseta
Mte. Hermón
Nivel del mar

Mar Salado
Nivel del mar Salado

[Tabla de la página 587]

TERMINOS GEOGRíFICOS
írabe Hebreo Español
`ain `en [`enot, pl.] manantial,
fuente natural
beit bet casa
biq`ah [beqa`, pl.] biq`a(t) llanura-valle
bir be´er pozo
birkeh(et) berekja(t) estanque
burj torre
darb camino, senda
debbeh(et) altura arenosa
deir convento,
monasterio
`emeq llanura baja
gay, gue valle
ghor depresión
guiv`a(t) colina
[guiv`ot, pl.]
jebel har montaña
kafr kefar aldea
khirbeh(et) horva(t) ruinas
ma`ale ascenso
majdel migdal torre
mayan fuente
mifraz bahí­a, golfo
mughar me`arah(et) cueva
nahr rí­o
naqb camino de montaña
nebi profeta
qal`ah(at) fortificación
qarn qeren pico (lit., cuerno)
qarya(t) qirya(t) pueblo, ciudad
qasr castillo, palacio
rameh rama(t) meseta
ras rosch promontorio, cima;
cabo
rujm roguem montón de piedras,
hito
shatt orilla o ribera; rí­o
tal`ah(at) alto
tell [tulul, pl.] tel montí­culo
wadi nahal valle torrencial
yam mar

Fuente: Diccionario de la Biblia

El término “Palestina”, originalmente aplicado al territorio de los enemigos de Israel, los filisteos, fue usado primeramente por Herodoto como designación del S de Siria. En la forma Palaestina también fue usado por los romanos. El término más antiguo “Canaán” tiene una historia similar. En las cartas de el-*Amarna (s. XIV a.C.) Canaán se limitaba a las planicies costeras; luego, con las conquistas cananeas del interior, se aplicó a todas las tierras al O del valle del Jordán. Las expresiones “tierra de Israel” (1 S. 13.19) y “tierra prometida” (He. 11.9) se asocian con los israelitas en la misma región, la última de ellas generalmente relacionada con la región que va de Dan a Beerseba, al N del Neguev. El asentamiento de dos tribus y media al E del Jordán parece haber resultado de circunstancias inesperadas, y la tenencia de ese lado del valle parece haber sido precaria generalmente. Después de la división del reino generalmente se le dio el nombre de Israel al reino del N. En la Edad Media se adoptó con frecuencia la expresión “Tierra santa” (cf. Zac. 2.12).

I. La posición y las rutas de Palestina

La perspectiva medieval de Jerusalén como el centro de la tierra no es tan absurda como podría creerse, porque en el pequeño corredor sirio que une la isla mundial de Europa, Asia y África, los cinco mares del Mediterráneo, el mar Negro, el Caspio, el mar Rojo, y el golfo Pérsico reducen la masa terrena más grande de nuestro planeta a un solo istmo. Todas las rutas continentales importantes tenían que atravesar este corredor, y las grandes rutas marítimas de la antigüedad, entre las Indias y el Mediterráneo, tenían a su vez que ser ligadas por comunicaciones terrestres que pasaban por la península sinaítica. Las altas cadenas montañosas que corren hacia el E, de Asia Menor a Kurdistán, y los desiertos hacia el S y el E, contribuyen aun más a concentrar las vías camineras de la “media luna fértil”, que, con su forma de hoz, corre de Palestina y el S de Siria a las cuencas aluviales del Tigris y el Éufrates. Desde luego que es “fértil” únicamente en comparación con el desierto circundante y la zona montañosa, puesto que en su mayor parte se compone de malezas o estepas mediterráneas. En ambos extremos de la Media luna fértil se formó un gran foco de civilización, en la cuenca baja de la Mesopotamia, y en el valle bajo del Nilo, respectivamente, cuyas fortunas dominaron la historia del Cercano Oriente durante casi dos milenios.

Tres grandes rutas comerciales han atravesado siempre la Palestina. La gran ruta principal, quizá descrita en Is. 9.1 como “el camino del mar”, corre a lo largo de la costa baja desde Egipto al valle de Esdraelón. Luego gira tierra adentro por los montes sirios para bordear el lado occidental del lago de Galilea, luego por la puerta de Siria y la depresión central de Damasco, donde se une a las sendas de las caravanas del desierto para atravesar la Mesopotamia. Hay dos rutas más que son de gran antigüedad, aunque de menor importancia. El *camino real sigue el borde de la meseta de la Transjordania desde el golfo de Ácaba hacia Damasco. Marca una zona de mayor precipitación pluvial, y fue seguido en parte por los israelitas durante el éxodo (Nm. 21–22), y todas las ciudades mencionadas en Nm. 21; 27–30 se encuentran a lo largo del mismo. La línea divisoria de las aguas de la Palestina central es seguida por otra ruta, la más corta entre el Sinaí y Canaán. En la parte N del *Neguev une una importante serie de pozos, manteniéndose al O de las formidables y estériles depresiones de la zona E del Neguev, que siguen siendo difíciles de atravesar en la actualidad. Vincula todos los centros históricos importantes desde Cades-barnea y Beerseba hasta Hebrón, Jerusalén, Siquem, y Meguido. Fue intensamente transitado desde el período abrámico (edad media del bronce I) en adelante, y se hizo famoso también por el viaje de Josué y los espías que lo acompañaban. Todas estas rutas dieron realce a la orientación N-S de Palestina, que ellas hacían posible. Pero Israel pocas veces pudo controlar estas carreteras sin alterar los intereses estratégicos de las grandes potencias que dominaban sus puntos terminales. Ya en los días de Salomón la carretera de la costa estaba demasiado rígidamente controlada por las potencias marítimas como para que se pudiese interferir sus actividades (1 R. 9.11; 10.22; Ez. 27.17), mientras que Edom fue durante mucho tiempo enemigo mortal de Israel porque dominaba las rutas del golfo de Ácaba, donde Israel obtenía su cobre (Abd. 3).

Una cantidad de rutas transversales menores ha servido para unir las carreteras paralelas mencionadas anteriormente. De ellas las más importantes han sido: (1) Gaza-Beerseba-Petra; (2) Ascalón-Gat-Helván; (3) Jope-Bet-el-Jericó (cf. Jos. 10.6–14) y Jope-Siquem-Adam-Galaad (Jos. 3.16); (4) valle de Esdraelón-Meguido-Galaad. Debido a la sedimentación causada por el Nilo, la costa de Palestina ha resultado inadecuada, hasta Carmel, para la formación de puertos, de modo que las cudades principales han sido centros carreteros en las encrucijadas de caminos, ya sea en la estratégica llanura de Esdraelón, o a lo largo de la columna dorsal montañosa de Judea y Samaria. El mar constituía un medio desconocido de comunicación para los hebreos (cf. Sal. 107), mientras que el desierto también era temido por ellos como “tierra de tribulación y de angustia” (Is. 30.6; cf. Dt. 8.15). Encaramados precariamente entre ellos, los hebreos, que eran montañeses, procuraron vivir durante mucho tiempo aislados de ambos medios, como también de los pueblos que los habitaban. De este modo, la autonomía de espíritu vino a constituir una característica destacada de los israelitas, a pesar de su posición clave en el centro de las rutas comerciales del mundo antiguo.

II. Estructura geológica y relieve

Desde unos 675 km de la frontera de Egipto, hasta el Asia Menor, el Levante se compone de cinco zonas principales: (1) el litoral; (2) la cadena montañosa occidental (las tierras altas de Judea-Galilea, las montañas del Líbano y de Ansariya); (3) los valles fallados (el Arabá, el valle del Jordán, la Biqá, y el Ghôr); (4) las montañas del E (tierras altas de la Transjordania, el Hermón y el Antilíbano); y (5) los desiertos del Neguev, de Arabia, y de Siria. Pero los contrastes entre las secciones N y S de estas zonas explican la individualidad de Palestina. Al N de Acre las montañas se elevan abruptamente desde el mar, limitando las angostas llanuras costeras a trechos discontinuos, pero al mismo tiempo proporcionando los famosos puertos de Sidón, Tiro, Beirut, Trípoli, y Ras Shamra. El limitado interior de cada unidad ha servido para promover la formación de ciudades-estados marítimas de carácter independiente, en las que “se dispersaron las familias de los cananeos” (Gn. 10.18). Al S del mte. Carmelo, empero, la costa se abre y forma una llanura amplia y continua, sin puertos, a excepción de los puertos artificiales construidos por los filisteos y pueblos marítimos posteriores.

Un segundo contraste se manifiesta en los sectores de los valles fallados. En Siria la depresión de la Biqá es una llanura amplia y fértil, entre las elevadas cadenas del Líbano y el Antilíbano, con amplio acceso a otras planicies onduladas, y tachonadas de centros históricos tales como Cades, Homs, y Hamat. Hacia el S, la depresión, bloqueada por lavas basálticas recientes, se estrecha y forma profundas gargantas antes de abrirse y formar el pantano del lago Hulé, haciendo difícil las comunicaciones N-S. Estos rasgos han tendido a aislar a la Palestina del territorio hacia el N.

Palestina: Lluvias.

Las rocas de Palestina son principalmente de piedra caliza, materiales volcánicos, y depósitos recientes tales como margas, gravas, y arenas. El valle fallado representa un antiguo lineamiento planetario que se puede rastrear hasta los lagos del E del África. En términos generales, ha funcionado como una bisagra, de modo que las zonas al O de la misma se encuentran bajo el nivel del mar en general, mientras que el bloque arábigo ha sido continental en general. Así, al O de la falla las rocas son predominantemente de piedra caliza formadas especialmente durante las eras cretácea y eocena. Algunas de ellas son duras y dolomíticas (cenománicas y eocenas), lo que explica el abrupto promontorio del mte. Carmelo, las montañas gemelas de Ebal y Gerizim arriba de Siquem, y en general todo el relieve accidentado y más elevado de la columna dorsal judeogalilea. Pero el senoniano es una cresta blanda, que se erosiona fácilmente, produciendo grietas y valles que quiebran las tierras altas, especialmente en Meguido, el valle de Ajalón, y el foso de Bet-semes, que separa las estribaciones eocenas en la Sefela de la meseta de Judea. Estas calizas se han ido levantando a lo largo de la columna dorsal central y se han plegado suavemente en una serie de arcos que se hacen más y más complicados hacia el N, en Samaria y Galilea. Aparecen, sin embargo, horizontalmente en la Transjordania, descansando sobre el bloque continental que las sustenta. El antiguo bloque está expuesto en el SE en los altos acantilados del uadi Arabá y en la península de Sinaí. Superpuestas con ellas están las así llamadas areniscas nubias, cuyo origen desértico prolongado a través de vastos períodos geológicos explica el color rojo del que Edom probablemente deriva su nombre (“el rojo”). En el NE lavas basálticas recientes coronan las calizas en las anchas y ondulantes mesetas en la tierra de Basán, que se extienden hasta la depresión del Jordán alrededor del lago de Galilea. Estas se desgastan en los suelos ricos que atrajeron hacia las playas galileas una gran densidad de población desde las épocas más tempranas.

Palestina sufre de inestabilidad en su corteza terrestre. Las erupciones volcánicas se han sucedido hasta tiempos históricos, especialmente en los casos de Harrat en-Nar, al SE del golfo de Ácaba, que fueron activas hasta los ss. VIII y XIII d.C. Resulta tentador equiparar las descripaones de Ex. 19.18 y Sal. 68.8 con manifestaciones volcánicas, pero el sitio tradicional del Sinaí se encuentra en una zona de rocas cristalinas antiguas donde no han ocurrido manifestaciones volcánicas recientes. El destino de Sodoma y Gomorra (Gn. 14.10; 19.23–28) es la recolección de algún tipo de fenómeno volcánico, asociado probablemente con la aparición de gas sulfuroso y asfalto líquido. Están también los relatos bíblicos de terremotos (Gn. 19.25; 1 S. 14.15; Am. 1.1), y de fallas geológicas (Nm. 16.31–35). Todas estas manifestaciones se asocian con el valle de la gran falla o hendidura del Jordán y el mar Muerto, o con la serie de fallas transversales que forman el valle de Esdraelón, y que dividen Samaria y Galilea en una complicada serie de bloques de tierras altas y depresiones cubiertas de sedimentos.

Bajo las condiciones semiáridas, el relieve de tierras malas resulta típico, especialmente alrededor de los bordes E y S de las tierras altas judeas, y el extremo O de la meseta transjordana. En el profundo valle del Jordán se han erosionado margas blandas depositadas por un lago más extenso que el actual mar Muerto, dando lugar a la formación del Ghôr en el centro de la cuenca, que se encuentra a más de 365 m debajo del nivel del mar. Los uadis estacionales que desaguan en el Arabá también han erosionado profundamente sus laderas. Así las referencias en °vrv2 a los “resbaladeros” constituyen un rasgo característico de muchas partes del Neguev y el Jordán (Dt. 32.35; Pr. 3.23; Jer. 23.12; 31.9). Buena parte del Neguev es un yermo rocoso de hamadas, y se hace referencia directa a los depósitos de loes que arrastra el viento (Ex. 10.20–23; Dt. 28.24; Nah. 1.3).

III. El clima y la vegetación

En el Levante se pueden distinguir tres zonas climáticas: una zona mediterránea, una desértica, y una de estepas, cada una de ellas con su tipo distintivo de vegetación. A lo largo de la costa, llegando al S hasta Gaza, la zona mediterránea tiene inviernos templados (12°C, promedio mensual medio para Gaza en enero), en comparación con las condiciones más severas en las montañas del interior (Jerusalén 7°C en enero). Pero los veranos son calurosos en todas partes (Gaza 26°C en julio, Jerusalén 23°C). Las nieves prolongadas en las altas montañas del Líbano (Jer. 18.14) son excepcionales, si bien no es infrecuente que haya nieve en el Haurán. En otras partes constituye un fenómeno raro (2 S. 23.20). Menos de una quinceava parte de la precipitación pluvial anual ocurre en los meses de verano, entre junio y octubre; casi toda se concentra en el invierno, para alcanzar el punto máximo a mediados del invierno. La precipitación total varía entre unos 35–40 cm. en la costa y unos 75 cm. en el mte. Carmelo y las montañas de Judea, Galilea y Transjordania. En la zona de Beerseba al S, y en partes del valle del Jordán, y de la meseta transjordana, el clima es estepario, con sólo 20–30 cm. de lluvia, aun cuando la temperatura es comparable a la de las montañas de Judea. La profunda depresión del Jordán tiene condiciones subtropicales, con calor estival sofocante; en Jericó la máxima diaria promedio se mantiene en los 38°C entre junio y septiembre, con récords frecuentes de 43–49°C (promedio máximo diario para enero). En el Neguev, la parte S del valle del Jordán, en el territono al E y S de la estepa de la Transjordania, el clima es desértico, con menos de 20 cm. de lluvia por año.

No hay pruebas arqueológicas de que el clima haya variado desde los tiempos bíblicos. Cerca del golfo de Ácaba, una cantidad de canales romanos excavados recientemente todavía se corresponden con vertientes para las que fueron construidas, y dondequiera que los pozos bizantinos del Neguev han sido mantenidos en condiciones, y se han seguido usando, el agua sige surgiendo, con los niveles que tenían en la antigüedad. De este modo el relato bíblico ofrece un cuadro convincente del clima actual. Se hace distinción entre las estaciones fría y cálida (Gn. 8.22; Am. 3.15), y el comienzo de las lluvias de otoño se describe claramente (Dt. 11.14; Os. 6.3; Jl. 2.23). Es común que haya variabilidad en la cantidad y la distribución de la precipitación (Am. 4.7), y la incidencia de sequías prolongadas se registra en varias oportunidades (1 R. 17.7; Jer. 17.8; Jl. 1.10–12, 17–20).

Debido a los contrastes del relieve, desde los 1.020 m sobre el nivel del mar cerca de Hebrón, hasta los 390 m bajo el nivel del mar en el mar Muerto, la flora de Palestina es muy rica (alrededor de 3.000 *plantas vasculares) para una extensión tan pequeña. Una proporción grande de dicha flora está constituida por plantas anuales. Pocas son las zonas que han tenido bosques densos (* Árboles, aun cuando se han preservado restos en los mtes. *Hermón y *Líbano con sus cedros, abetos, robles, y pinos, y en la Golán bíblica (Jaulán), donde todavía existen bosques de pinos y robles. El Líbano se ha caracterizado siempre por sus cedros. Los israelitas participaron en la tala de los bosques mediterráneos, que en una época cubrían la columna dorsal central (Jos. 17.18), y hoy no hay rastros de los bosques que alguna vez existieron en Bet-el (2 R. 2.24), Efram (Jos. 17.15), y Galaad cerca del valle del Jordán.

En Sarón existieron durante mucho tiempo bosques de robles (el nombre mismo significaba bosque), pero la profecía bíblica establece que tres regiones boscosas debían ser convertidas en lugares de pastoreo para ovejas, Sarón en la costa, el N de Galaad, y el SE de Galilea (véase Is. 65.10). El florecimiento de las actividades pastoriles tiene la culpa de buena parte de la desaparición de los bosques en Palestina (cf. 2 R. 3.4). Pero bajo condiciones mediterráneas “los pastizales del desierto” son de poca duración y dependen de la estación, de modo que el rabí Akiba (ca. 100 d.C.) observó prudentemente que “los que crían ganado menor y talan los árboles buenos … no verán señal alguna de bendición”. El deterioro del monte bajo había llegado a tal extremo en Palestina antes del establecimiento del estado moderno de Israel en 1948 d.C. que la mayor parte de la tierra no cultivada era una triste extensión de batha, caracterizada por arbustos bajos con afloramientos de roca desnuda. Hacia la estepa y el desierto, el color del paisaje está dominado más por las rocas que por las plantas, con pocos elementos arbóreos, de la clase de los arbustos, tales como el ajenjo, la retama, el caramillo, y manojos de hierbas xerofíticas. Sólo a lo largo de las orillas del Jordán existe una densa y ancha galería forestal de diversos árboles como sauces, álamos, tamariscos, adelfas, etc.

Pero muchas de las tierras montañosas de Palestina, erosionadas de sus suelos terru vessa productivos, han sido tumbas de civilizaciones anteriores, especialmente con la decadencia del cultivo en terrazas. Una estimación indica que desde los tiempos romanos entre 2.000–4.000 millones de metros cúbicos de tierra han sido eliminados del lado E de las montañas de Judea, suficientes como para proporcionar 4.000–8.000 km² de tierras de labrantío. Esta amenaza de erosionamiento de la tierra probablemente esté insinuada en Job 14.18–19, y se describe también la fácil propagación del fuego durante los períodos de sequía del verano (Sal. 83.13–14). Estos rasgos de inestabilidad mediterránea se reconocen en la necesidad del equilibrio y el control, en una tierra que se desenvuelve en forma tan precaria entre el desierto y el sembradío (Ex. 23.29–30; Pr. 24.30–34). (* Rocío; * Lluvia; * Viento )

IV. Suministro de agua y agricultura

No es por casualidad que los nombres de más de 70 sitios antiguos en Palestina contienen la palabra ˓ain, ‘manantial’, y otros 60 sitios semejantes la palabra bı̂r, ‘pozo’. Aparte del Jordán, de unos cuantos tributarios del mismo, y de cuatro a cinco pequeños ríos de la costa que se originan en manantiales, los ríos restantes de Palestina son ríos de estación. Los cursos que dependen de las nieves tienen caudales máximos en mayo-junio (Jos. 3.15), pero la mayoría se seca en el calor del verano (1 R. 17.7; Job 24.19; Jl. 1.20), especialmente en el Neguev (Sal. 126.4). Con las lluvias de otoño se describen gráficamente las súbitas crecidas (Jue. 5.21; Mt. 7.27). Así, “la fuente de agua viva” constituía el ideal del colono israelita. La invención de una argamasa que se podía usar en la construcción de *cisternas para recoger el agua de lluvia (ca. 1300 a.C.), bien puede haber constituido un factor decisivo en la rápida colonización de las tierras altas de Judea por los colonos israelitas. Los *pozos cavados para dar agua al ganado se mencionan temprano (Gn. 26, etc.), y la irrigación era un procedimiento muy conocido (Gn. 13.10). También se mencionan con frecuencia los depósitos para la población urbana (Cnt. 7.4), algunos de ellos alimentados mediante túneles imponentes abiertos en la roca (2 R. 20.20). La necesidad del agua con frecuencia subrayaba una lección moral para los israelitas (Dt. 8.7–10; 11.10–17; 1 R. 18; Jer. 2.13; 14.22).

Antes del surgimiento de la monarquía, por lo menos, la población agrícola de la Palestina central se componía de pequeños propietarios, y la producción típica de la tierra se describe en los regalos que Abigail le dio a David (1 S. 25.18). La importancia que tenía en Judea la cosecha de la cebada, antes que el trigo, a causa de la escasa precipitación pluvial, y la fama de Carmel por sus vides, y de Efraín y Galilea por sus olivos, se ha justificado plenamente después de los tiempos bíblicos. Pero las sequías tienden a producir deudas y servidumbre, de modo que a pesar de la democracia ideológica concebida con el año del jubileo (Lv. 25), ya en la época de Saúl aparecen las tierras de la corona, las grandes haciendas o fincas, y los trabajos forzados (1 S. 8.16; 22.7; 25.2). En la Transjordania y el Neguev parece que la vida pastoril se ha complementado tradicionalmente con prácticas agrícolas estables, donde los pozos y los oasis lo han permitido. Pero la declinación de la agricultura ha sido una amenaza constante por el exceso de pastaje de ovejas y cabras, aparte de las incursiones de efectos más catastróficos de los habitantes del desierto.

V. Los asentamientos

Un problema considerable en la geografía histórica de Palestina ha sido la identificación de los nombres de lugares. Hay aproximadamente 622 nombres de lugares al O del Jordán en la Biblia. Las listas de Tutmosis III, Setos I, Ramsés II, y *Sisac I en Karnak arrojan algo de luz sobre la topografía palestina. El Onomasticón de Eusebio y Jerónimo constituye otra fuente valiosa. La obra de R. Reland (1714) preparó el terreno para las tareas topográfi cas modernas de Edward Robinson, cuando visitó Palestina en 1838. Robinson identificó 177 nombres de lugares, pocos de los cuales han sido modificados posteriormente. En 1865 quedó establecido el Palestine Exploration Fund, y en 1927 ya se habían ubicado alrededor de 434 lugares; Conder por su parte agregó 147 nombres nuevos. Algunos de estos últimos se discuten todavía, y la erudición moderna sigue considerando unos cuantos más.

Los sorprendentes descubrimientos de Kathleen Kenyon en *Jericó muestran que ha habido algún tipo de vida urbana allí desde 6000–8000 a.C., con un sitio de 320 áreas ocupado por unos 3.000 habitantes (* Arqueología). Más aun, el valle del Jordán parece haber sido desde tiempos antiguos una zona densamente poblada. N. Glueck menciona unos 70 sitios allí, muchos de ellos fundados hace más de 5.000 años, más de 35 de los cuales estaban todavía habitados en época israelita. Fue sólo posteriormente que este valle, que tanto atrajo a Lot (Gn. 13.10), se volvió más desolado, probablemente con el advenimiento de la malaria. Se ha sugerido que algunos de los tell son montículos artificiales construidos expresamente sobre tierras pantanosas, aunque posteriormente fueron creciendo debido a asentamientos subsiguientes. Pero en todas partes el suministro de agua ha sido el factor decisivo para los asentamientos. Se edificaban ciudades y castillos fortificados en la proximidad de manantiales perennes importantes, tales como Jericó, Bet-sán, y Afec (famosa por las guerras de los israelitas con los filisteos). Incluso, se puede decir que un corolario natural es que los sitios con manantiales abundantes generalmente han experimentado los asentamientos más continuos desde tiempos remotos.

A lo largo de la llanura costera al S de Carmel los asentamientos han sido relativamente densos desde la antigüedad, favorecidos por la facilidad con que se podía cavar pozos en las tierras arenosas hasta llegar a los lechos lenticulares de arcilla que retienen capas freáticas suspendidas. Pero más al N, en el valle de Sarón y la Galilea superior, donde el agua es abundante, los bosques relativamente densos hicieron difícil la ocupación humana hasta siglos más recientes. En las cuencas de la baja Galilea y Samaria la población ha sido densa desde hace mucho tiempo, dispersa en numerosas aldeas, pero al S de Jerusalén los sitios son más escasos y están más nucleados, mientras que alrededor de Beerseba los asentamientos se han limitado a sitios estratégicos y fortificados vinculados a pozos. En la Transjordania el borde de la meseta está marcado por una cantidad de fortalezas tales como Petra, Bosra (Buseira), y Tofel (Tafileh). Más allá, y hacia el E, se encuentra el estrecho tramo de tierra agrícola con sus poblaciones dispersas, por el que corría la carretera real. Con estos esquemas de asentamiento dictados por la existencia de agua, las ciudades estratégicas y más importantes surgieron en las encrucijadas de los caminos, donde la proximidad de algún desfiladero hacía posible que los caminos transversales se vinculasen con las rutas principales de orientación N-S. Este es el caso de Beerseba, Hebrón, Jerusalén, Bet-el, Siquem, Samaria, Meguido, Bet-sán, y Hazor en tiempos bíblicos. Por ello el Salmista podía exclamar: “Los dirigió por camino derecho, para que viniesen a ciudad habitable” (Sal. 107.7).

VI. Las regiones de Palestina

El geógrafo puede crear tantas regiones como problemas que merezcan estudio, de modo que resulta absurdo sugerir que la delimitación de zonas dentro de la Palestina tenga validez permanente. Pero ciertas unidades regionales han aparecido vez tras vez en la historia de Palestina, y en consecuencia corresponde tenerlas presente. Las divisiones amplias ya mencionadas son claras: las llanuras de la costa, las tierras de la región montañosa central, el valle hendido, las mesetas de la Transjordania, y el desierto.

Las llanuras costeras se extienden en una distancia de unos 200 km desde la frontera con el Líbano hasta Gaza, interrumpidas por el mte. Carmelo en el N. Al N del Carmelo, la llanura de Aser se extiende a lo largo de 40 km hasta la antigua escalinata de Tiro, donde las montañas de Galilea llegan cerca de la costa. Esta llanura no cumplió ningún papel en la vida de Israel, pero al SE de ella el valle de Jezreel y la llanura de Esdraelón han sido de gran significación. Se extienden 50 km hacia el interior, tienen unos 20 km en su parte más ancha, y constituían la ruta principal de Egipto a Damasco y el N. A lo largo de ellas estaban situados los centros estratégicos de Meguido, Jezreel, y Bet-sán, famosos en muchas de las guerras de Israel (Jue. 5; 7.1; 1 S. 29.1; 31.12), y sitio apocalíptico del futuro (Ap. 16.16). Al S del Carmelo, donde se encuentra la pequeña llanura de Dor, está la llanura de Sarón con sus cinco grandes baluartes filisteos de Ecrón, Asdod, Ascalón, Gat, y Gaza, que se pierde hacia el E en las regiones montañosas de la Sefela, que hacía de parachoques entre Israel y Filistea. Estas montañas estaban densamente cubiertas de sicómoros en una época (1 R. 10.27; 2 Cr. 1.15; 9.27), y eran atravesadas transversalmente por angostos valles que fueron testigos de luchas de Israel en la antigüedad, desde los tiempos de los jueces hasta David, especialmente Ajalón (Jos. 10.10–15; 2 S. 14.31), Sorec (Jue. 16), y Ela (1 S. 17.1–2).

Las montañas centrales se extienden en unos 300 km desde el N de Galilea hasta el Sinaí, y están formadas por montañas estrelazadas y mesetas. En el S, Judá tiene pliegues suavemente andulantes, excepto en el E, donde el relieve cretoso profundamente erosionado del desierto de Judá, o Jesimón, desciende precipitadamente hacia el valle fallado. Esta meseta de Judea corre hacia el N hasta la región montañosa de Efraín, con sus pasajes transversales fáciles, pero hacia el N las montañas de Samaria decrecen suavemente desde las alturas de Judea, de más de 1.000 m, hasta un promedio de poco más de 300 m en la cuenca central, en la que están situados los sitios bíblicos de Gabaa, Salem, Siquem, y Sicar. Por sobre ella se elevan los montes Ebal (945 m) y Gerizim (890 m). Juntamente con otras cuencas fértiles, Samaria se vio expuesta a influencias externas, y su fe se corrompió pronto. Al N de la llanura de Esdraelón se encuentra Galilea, dividida en Galilea del S o inferior, que tiene un paisaje similar a las regiones de Samaria, y la Galilea del N o superior, donde las montañas alcanzan más de 900 m. Una cantidad de cuencas, especialmente Nazaret, proporcionan paso fácil y cultivos ricos entre la costa y la zona lacustre, densamente poblada en los días de nuestro Señor.

Cortando a través de Palestina en una extensión de más de 100 km, el Jordán sigue el curso del gran valle fallado. Su sector N está ocupado también por los lagos Hulé y de Galilea, rodeados por altas montañas, especialmente el Hermón, origen del Jordán (Dt. 3.9; 4.48). Por debajo de la cuenta del Hulé el Jordán ha cortado la presa basáltica que en una época bloqueaba la depresión en un cañón, para entrar en el lago de Tiberias o mar de Galilea a 200 m por debajo del nivel del mar. Más allá el río Yarmuc agrega sus aguas al Jordán, y el valle se amplía gradualmente hacia el S, encaminándose a la depresión del mar Muerto. Al S de los acantilados de Ain Khaneizer comienza el *Arabá, que se extiende 160 km hacia el golfo de Ácaba, que es un desierto dominado por la gran muralla de la meseta transjordana. En dirección al O se extiende el relieve montañoso y desolado del Neguev central y sus llanuras esteparias, hacia Beerseba. Mirando al E, por el borde de las mesetas transjordanas, se extiende una serie de regiones muy conocidas en los tiempos bíblicos: la meseta de Basán, dominada al E por las grandes cuevas volcánicas de Yébel Druze; Galaad, situada en una enorme colina redonda con forma de óvalo, y de 55 por 40 km de ancho, famosa por sus bosques (Jer. 22.6; Zac. 10.10); las estepas planas de Amón y Moab; y al S del valle de Zered (Dt. 2.13; Is. 15.7) el bloque fallado e inclinado de Edom con sus baluartes inexpugnables. Más allá, hacia el E y el S, están los desiertos, mesetas de roca y arena, azotados por vientos calientes. Véanse tamb. * Jordan, * Neguev, * Sarón, * Zin. Para la arqueología de Palestina, véase * Arqueología; para su historia, véase * Canaán, * Isreal, * Judá, * Filisteos, etc.

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F.-M. Abel, Géographie de la Palestine, 1937 (2 tt.); D. Baly, The Geography of the Bible², 1974; G. Dalman, Sacred Sites and Ways, 1935; M. du Buit, Géographie de la Terre Sainte, 1958; N. Glueck, The River Jordan, 1946; W. J. Phythian-Adams, “The Land and the People” en A Companion to the Bible (ed.T. W. Manson), 1944, pp. 133–156; A. Reifenberg, The Struggle between the Desert and the Sown in the Levant, 1956; G. A. Smith, The Historical Geography of the Holy Land25, 1931; National Atlas of Israel (en hebreo), que se viene publicando desde 1958.

J.M.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico