PROSELITO

Mat 23:15 recorréis mar y tierra para hacer un p
Act 13:43 los p piadosos siguieron a Pablo y a


griego el que viene después. Con este término se designa al pagano convertido al judaí­smo, Mt 23, 15; Hch 2, 11.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

La palabra gr. proselutos (del verbo proserkomai, venir a) es la traducción corriente que hace la LXX de la palabra hebreo ger, que significa residente extranjero. Se traduce normalmente como forastero, como en el forastero que está dentro de tus puertas (Exo 20:10; Deu 5:14). Antes de la época del NT la palabra habí­a llegado a ser utilizada para designar a un grupo más limitado en el sentido religioso, y a un grupo más amplio en el sentido geográfico. En el NT y en los escritos de Filón y Josefo, la palabra designa a una persona de origen gentil que habí­a aceptado la religión judí­a, ya fuera que viviera en Palestina o en otro lugar.

La palabra se utiliza sólo cuatro veces en el NT:
( 1 ) En el discurso de denuncia de Jesús (Mat 23:1-39);
( 2 ) en la lista de lugares y pueblos representados en Jerusalén en el dí­a de Pentecostés (Act 2:10);
( 3 ) en la selección de los primeros diáconos (Act 6:1-6);
( 4 ) después del gran sermón de Pablo en la sinagoga de Antioquí­a de Pisidia (Act 13:14-41).

Ha habido mucho debate entre los estudiosos sobre si todos los prosélitos eran judí­os ya iniciados o si el término incluí­a también a los gentiles que, aunque creí­an en Dios, no habí­an aceptado los ritos de iniciación, pero participaban en la adoración en la sinagoga en diversos grados de comunión. Es probable que los judí­os del primer siglo no hicieran uso del término en forma muy fija o rí­gida, y que entre ellos mismos existieran diferencias de significado. El judaí­smo hasta la época de Jesús no era una religión racial y nacional tan restringida como a veces se la hace parecer. Habí­a, evidentemente, muchos gentiles en la sinagoga de Antioquí­a de Pisidia (Act 13:16, Act 13:26, Act 13:43, Act 13:50; compararAct 10:2, Act 10:7; Act 16:14; Act 18:7; Mat 8:5-13; Luk 7:1-10).

En el AT, entre los que adoraban al verdadero Dios sin ser israelitas, encontramos a Melquisedec, Job, Rut, Rajab, Naamán, Urí­as el heteo, los ninivitas luego de la predicación de Jonás y los convertidos en la época de Ester (Est 8:17). Los magos (Mat 2:1) están en la misma categorí­a.

Los siguientes pasajes son sólo algunos de los que en el AT indican una actitud evangelizadora hacia los gentiles: Salmo 15; Isa 2:2-4; Isa 44:5; Jer 3:17; Jer 4:2; Jer 12:16; Zep 3:9-10; Zec 8:20-23.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Se llamaba así­ a un gentil convertido al judaí­smo. El sacerdote-gobernante Juan Hircano, cuando conquistó a los idumeos, los obligó a adoptar el judaí­smo. Los idumeos, como Herodes, eran, por tanto, p. En los tiempos del NT los fariseos hací­an grandes esfuerzos por convertir a gentiles (†œ… recorréis mar y tierra para hacer un p.† [Mat 23:15]). El historiador Josefo da testimonio de que en su época los judí­os eran muy proselitistas. En el dí­a de Pentecostés estaban presentes muchos †œromanos … tanto judí­os como p.† (Hch 2:10), es decir, judí­os que eran ciudadanos romanos y romanos que se habí­an hecho judí­os de religión. †œNicolás p. de Antioquí­a† fue seleccionado como uno de los diáconos de la iglesia de Jerusalén (Hch 6:5). Muchos gentiles acudí­an a las sinagogas, sin ser p. Se les llamaba †œtemerosos de Dios† (Hch 10:22; Hch 18:7).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

ver, NOE

vet, (gr.: “que ha venido a unirse”). Persona de origen pagano, pero convertida al judaí­smo. Los fariseos recorrí­an mar y tierra para hacer un prosélito (Mt. 23:15). El poeta latino Horacio considera el proselitismo como una caracterí­stica del judaí­smo (Sat. 1:4, 142, 143). Habí­a prosélitos en Jerusalén en el dí­a de Pentecostés (Hch. 2:10). Nicolás, uno de los siete diáconos de la iglesia apostólica, era prosélito de Antioquí­a (Hch. 6:5), ciudad en la que habí­a numerosos adeptos al judaí­smo (Hch. 8:27). La familia real de Adiabena, al este del Eufrates, adoptó la religión judí­a (Ant. 20:2, 4). En Antioquí­a de Pisidia, un gran número de prosélitos siguió a Pablo y a Bernabé (Hch. 13:43). En el rabinismo se distinguí­an dos categorí­as de prosélitos: (a) Los prosélitos de la justicia: se adherí­an a la circuncisión, al bautismo, ofrecí­an sacrificios, y practicaban el judaí­smo integral. (b) Los prosélitos de la puerta, menos avanzados, seguí­an los “siete preceptos de Noé” (véase NOE), pero no se sometí­an ni a la circuncisión ni al conjunto de las ordenanzas judí­as. Nótese también que el NT emplea las expresiones “prosélito” y “temeroso de Dios” (Hch. 10:2; 13:43; 16:14; 18:7). Los prosélitos, así­, eran gentiles que habí­an dado su adhesión al judaí­smo, en tanto que los “temerosos de Dios” eran los que, sin haber llegado a dar este paso, frecuentaban fielmente la sinagoga.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

En la Biblia se llama prosélito a un pagano convertido al judaí­smo que se integraba en el pueblo de Dios a través de la circuncisión y que, como un ciudadano más, tení­a que someterse a todos los preceptos de la Ley (Mt 23, 15; Act 2, 11; 6, 5; 13, 43). ->grupos; contexto.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Converso, alguien que se ha convertido al judaí­smo y, si es varón, se ha circuncidado. (Mt 23:15, nota.) La palabra griega pro·se·ly·tos se usa tanto en la Septuaginta como en las Escrituras Griegas Cristianas.
Por más de diecinueve siglos, Jehová trató con un pueblo especial que habí­a escogido: la familia de Abrahán y su descendencia, principalmente la nación de Israel. Sin embargo, si alguien que no fuese hebreo o israelita deseaba servir a Jehová de acuerdo con los requisitos de la adoración verdadera, podí­a hacerlo, si bien tení­a que convertirse a la religión verdadera, es decir, hacerse prosélito. La ley mosaica hizo provisiones especí­ficas para una persona que no fuese israelita de origen pero que morase en Israel. Tal †œresidente forastero† podí­a llegar a ser un verdadero adorador de Jehová, circuncidándose, si era varón, en reconocimiento de que aceptaba la adoración verdadera. (Ex 12:48, 49.) El prosélito tení­a la responsabilidad de obedecer toda la Ley, y los judí­os naturales debí­an tratarlo como un hermano. (Le 19:33, 34; 24:22; Gál 5:3; véase RESIDENTE FORASTERO.) Aunque la palabra hebrea guer, que se traduce †œresidente forastero† (traducida generalmente por †˜extranjero†™ en Val, 1960), no siempre se refiere a un converso a la religión (Gé 15:13; Ex 2:22; Jer 14:8), en las más de 70 ocasiones en que los traductores de la Septuaginta creyeron que sí­ se referí­a, la tradujeron por el vocablo griego pro·se·ly·tos.
Durante toda la historia de Israel hubo gentiles que se hicieron prosélitos judí­os, diciendo implí­citamente de los judí­os lo que Rut la moabita le dijo a Noemí­: †œTu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios†. (Rut 1:16; Jos 6:25; Mt 1:5.) La oración de Salomón en la inauguración del templo refleja la actitud abierta y generosa de Dios para con aquellas personas de otras muchas naciones que quisieran servirle como prosélitos. (1Re 8:41-43.) Entre los no judí­os mencionados por nombre y que se hicieron prosélitos estuvieron: Doeg el edomita (1Sa 21:7), Urí­as el hitita (2Sa 11:3, 11) y Ebed-mélec el etí­ope (Jer 38:7-13). En el tiempo de Mardoqueo, cuando los judí­os recibieron permiso para ponerse de pie y defenderse, †œmuchos individuos de los pueblos del paí­s se declaraban judí­os†. (Est 8:17.) La Septuaginta dice: †œY muchos de los gentiles se circuncidaron, y se hicieron judí­os†.

Activos en hacer prosélitos. Como resultado del exilio en Babilonia, el judaí­smo se difundió extensamente. Los judí­os de la Diáspora entraron en contacto con paganos de muchas naciones. El que se fundaran sinagogas y se dispusiera de las Escrituras Hebreas en lengua griega facilitó el que personas de todo el mundo romano conocieran la religión judí­a. Escritores antiguos, como Horacio y Séneca, testificaron que un gran número de personas de diversos paí­ses se unieron a los judí­os y así­ se hicieron prosélitos. Josefo informó que los judí­os que viví­an en Antioquí­a de Siria †œconvirtieron a muchos griegos a su religión, y éstos fueron en adelante miembros de su comunidad†. (La Guerra de los Judí­os, libro VII, cap. III, sec. 3.) La obra The Interpreter†™s Dictionary of the Bible dice que †œlos judí­os de Roma mostraban un espí­ritu de proselitismo tan intenso, que se les acusaba de intentar infestar a los romanos con su culto, de modo que en el año 139 a.C. el gobierno expulsó de la ciudad a los principales propagandistas† (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 3, pág. 925). Por supuesto, puede que esta acusación haya sido infundada o exagerada, impulsada quizás por la polí­tica o por algún prejuicio racial o religioso. Sin embargo, Jesús mismo dijo que los escribas y fariseos hipócritas †œatraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes†. (Mt 23:15.)

Prosélitos a la fuerza. No todos los prosélitos judí­os se convirtieron por medios pací­ficos. El historiador Josefo informó que cuando Juan Hircano I conquistó a los idumeos, cerca del año 125 a. E.C., dijo al pueblo que si deseaban permanecer en su paí­s, tení­an que someterse a la circuncisión, y de esta manera los obligó a hacerse prosélitos. (Antigüedades Judí­as, libro XIII, cap. IX, sec. 1.) Aristóbulo, el hijo de Juan Hircano, hizo lo mismo con los itureos (libro XIII, cap. XI, sec. 3). Más tarde, judí­os al mando de Alejandro Janeo destruyeron Pela (Pella) porque sus habitantes rehusaron hacerse prosélitos (libro XIII, cap. XV, sec. 4). Sin duda lo que les moví­a a hacer prosélitos eran razones polí­ticas, más bien que el celo misionero.

Prosélitos que se hicieron cristianos. El registro de las Escrituras Griegas Cristianas indica que algunos prosélitos judí­os circuncisos adoraban a Jehová con sinceridad. La muchedumbre de muchos paí­ses que oyó a Pedro en el dí­a del Pentecostés del año 33 E.C. y se hizo cristiana estaba compuesta †˜tanto de judí­os como de prosélitos†™ (Hch 2:10), pues prosélitos de otros paí­ses habí­an viajado a Jerusalén en obediencia a la ley de Jehová. El eunuco etí­ope a quien Felipe bautizó también habí­a ido a Jerusalén a adorar, y leí­a la Palabra de Dios mientras viajaba de regreso a su casa. (Hch 8:27-38.) La palabra eunuco debe tener aquí­ el significado de †œoficial de la corte†, porque si estuviera castrado, no podrí­a haberse hecho prosélito. (Dt 23:1; véase ETIOPíA, ETíOPE.) En los primeros tiempos de la congregación cristiana, se designó a †œNicolás, prosélito de Antioquí­a†, para que se encargara de tareas especiales relacionadas con la distribución de alimento, pues era un varón †˜lleno de espí­ritu y sabidurí­a†™. (Hch 6:2-6.)

Las buenas nuevas se esparcen entre los gentiles. Hasta el año 36 E.C., el mensaje cristiano únicamente se habí­a llevado a los judí­os, a los gentiles que eran prosélitos judí­os circuncisos y a los samaritanos. Aunque se dice que el italiano Cornelio era un †œhombre devoto y que temí­a a Dios†, que †œhací­a muchas dádivas de misericordia al pueblo y hací­a ruego a Dios continuamente†, no era prosélito judí­o, sino gentil incircunciso. (Hch 10:1, 2; compárese con Lu 7:2-10.) Cuando se abrió la puerta a los gentiles, la obra misional cristiana se expandió. No obstante, en muchas ocasiones Pablo predicaba primero a los judí­os y a los prosélitos de las ciudades a las que viajaba, pues amaba mucho a sus hermanos judí­os y tení­a el deseo de que se pudieran salvar. (Ro 9:3; 10:1.) Por otra parte, era lógico dirigirse en primer lugar a los judí­os y prosélitos, pues conocí­an a Jehová y sus leyes y esperaban al Mesí­as. Sus antecedentes les permití­an, si tení­an buen corazón, reconocer a Jesucristo como el cumplimiento de sus esperanzas y formar un núcleo firme para una congregación que podrí­a enseñar a los gentiles, quienes no sabí­an nada acerca de Jehová y su Palabra.

Fuente: Diccionario de la Biblia

proselutos (proshvluto”, 4339), relacionado con prosercomai, venir a, significa primariamente uno que ha llegado, un extraño. En el NT se utiliza de conversos al judaí­smo, o de conversos extranjeros a la religión judí­a (Mat 23:15; Act 2:10, donde RV traduce “convertidos”; 6.5; 13.43).¶ No parece existir una necesaria relación con Palestina, porque en Act 2:10 y 13.43 se utiliza de aquellos que viví­an en otras naciones. Cf. la LXX, p.ej., en Exo 22:21; 23.9; Deu 10:19, del “extranjero” viviendo entre los hijos de Israel. PROSPERAR, PROSPERIDAD, PRí“SPERO A. VERBOS 1. euodoo (eujodovw, 2137), ayudar en el camino de uno (eu, bien; jodos, camino o viaje). Se utiliza en la voz pasiva con el significado de tener un viaje próspero (Rom 1:20 “tenga †¦ un próspero viaje”; RV: “haya de tener †¦ próspero viaje”); metafóricamente, prosperar, ser prosperado (1Co 16:2 “según haya prosperado”; RV traduce libremente “por la bondad de Dios pudiere”; VM coincide con RVR; lit., “en todo lo que pueda ser prosperado”, esto es, en cosas materiales); donde el tiempo continuo sugiere las sucesivas circunstancias de variante prosperidad, al ir pasando semana tras semana; en 3 Joh_2 “seas prosperado” y “prospera” (RV: “seas prosperado” y “está en prosperidad”), de prosperidad fí­sica y salud espiritual.¶ 2. euporeo (eujporevw, 2141), lit., viajar bien (eu, bien; poreo, viajar), y luego prosperar. Se traduce “conforme a lo que tení­an”, en Act 11:29, lit., “según alguien prosperaba”. Véase TENER.¶ B. Nombre euporia (eujporiva, 2142), véase RIQUEZA bajo ENRIQUECER, C, Nº 3, prosperidad, ganancia. Se traduce “prosperidad” en Act 19:25 (Besson, LBA; RV: “ganancia”; RVR: “riqueza”).¶ C. Adjetivo Nota: Para euodoo, traducido con la frase verbal “tenga †¦ un próspero viaje”, véase A, Nº 1 más arriba.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El AT y el Talmud incluyen a los prosélitos en forma cada vez más plena en el judaísmo del pacto. El término heb. gēr significaba al principio extranjero residente, no necesariamente con alguna afiliación religiosa; en rigor de verdad esta misma palabra se usa para describir a los judíos dispersos en tierra extranjera (Gn. 15.13; Ex. 23.9). Dentro del canon veterotestamentario, o posiblemente más tarde, adquirió el significado de prosélito pleno. El término tôšāḇ tiene la misma restricción civil que el primitivo uso de gēr, pero con menor sentido de permanencia. La LXX traduce la palabra común gēr alrededor de una docena de veces como paroikos, “vecino”—vocablo que difícilmente pueda significar prosélito religioso—, a veces por algún otro término, y más de setenta veces como prosēlytos. Tanto en heb. como en gr. hay un progreso en la importancia del significado, aunque no siempre podemos definir con precisión dónde una fase se entrelaza con otra.

Varios pasajes veterotestamentarios revelan la calurosa bienvenida de que son objeto los prosélitos. Nótese la benevolencia que se exhibe en Lv. 19.34 y paralelos; la buena disposición a recibir a los extranjeros en la comunión religiosa, limitada por la aceptación de la circuncisión (Ex. 12.48), y posiblemente aun sin esto (Nm. 15.14–16); también el reconocimiento de una ley única para los malhechores, sean estos israelitas o extrajeros (Nm. 15.30). A estos últimos se les requería la observancia del día de reposo cuando se encontraban en compañía de judíos (Ex. 20.10, etc.). Los pasajes más destacados van más allá de la mera legislación y abarcan la fraternidad humana. Noblemente generosas son las oraciones de 1 R. 8.41–43, y el ardiente universalismo potencial de Is. 2.2–4; 49.6; 56.3–8; Jer. 3.17; Sof. 3.9. El pequeño libro de Rut es la historia de una mujer prosélita en particular, cuya memoria fue posteriormente muy honrada en el judaísmo.

En los tiempos del AT indudablemente las circunstancias políticas y geográficas dieron motivo a que el número de prosélitos fuese relativamente pequeño. Normalmente, tales personas eran extranjeros residentes en Palestina, que voluntariamente aceptaban la circuncisión, y con ella toda la carga de la ley. Sin embargo, en los pasajes de Is. 19.18–25 y Sof. 2.11 se advierte una visión particularmente libre de tradiciones y prejuicios raciales. Si más tarde algunos sectores del judaísmo se mostraron reacios a la recepción de prosélitos, no podían hacerlo escudándose en el AT.

En el período de la dispersión grecorromana los prosélitos se multiplicaron. La moralidad y el monoteísmo judíos constituían un atractivo para muchos gentiles sinceros, aun cuando muchos de ellos detestaban la circuncisión, la observancia del día de reposo, y la abstención de comer carne de cerdo. Algunos de los convertidos se adaptaron totalmente, somentiéndose a la instrucción, la circuncisión, y el bautismo, y finalmente ofreciendo sacrificios en el templo. Otros manifestaron admiración por el judaísmo, a pesar de lo cual no estaban dispuestos a acatar en su totalidad los requisitos del mismo. Adoraban y estudiaban en la sinagoga, pero sin circuncidarse, asemejándose así en algo a las personas que se adhieren al cristianismo pero nunca participan de la santa comunión. Muchos estudiosos han apodado a estos conversos “semiprosélitos”, y han cuestionado la conveniencia de identificarlos con los “temersos de Dios” mencionados en la literatura contemporánea. La observación epigramática de K. Lake de que “los prosélitos fraccionalizados son una imposibilidad” señala un elemento de verdad, aun cuando resulte un poco arbitrario. Hubo un conjunto bastante numeroso e importante de estos simpatizantes incircuncisos, como lo manifiestan claramente Filón, Josefo, y otros.

En la literatura rabínica, el término gēr sin ninguna duda significa prosélito pleno. El extranjero residente es un gēr tôšāḇ en la Misná; más tarde, en la literatura medieval, “prosélito de la puerta”. Al que se convierte por temor se lo denomina despectivamente “prosélito leonario”, aludiendo a 2 R. 17.25ss. En el Midrás Rabá sobre Nm. 8, en los extractos que aparecen en R. Loewe y C. G. Montefiore, A Rabbinic Anthology, 1938, pp. 566–579, y en muchos otros contextos, se insiste en que los privilegios del prosélito deben ser iguales a los que correspondían al judío por nacimiento, o mayores incluso, y que debería ser objeto especial del amor humano y divino.

A pesar de estos nobles sentimientos, muchos rabinos detestaban al prosélito. En un contexto el Talmud babilónico insiste en que tales personas tienen una fuerte predisposición a pecar, debido a su trasfondo pecaminoso (Bab Metzia 59b), lo cual sugiere la negación implícita de la posibilidad de una conversión real. Al lamentar la admisión de prosélitos al judaísmo, en otra parte el mismo Talmud los asemeja a una llaga en la piel de Israel (Yehamoth 109b), sentimiento horrible, cualquiera sea su contexto político. El prosélito de primera generación probablemente nunca adquirió una igualdad real, a diferencia de la teórica, con los judíos de descendencia pura, aunque las Escrituras y las mejores easeñanzas rabínicas disponían que así debía ser. El exclusivismo, sea producto del orgullo racial o del sufrimiento, ha desfigurado al judaísmo a través de la historia, aun cuando el AT con frecuencia censura este espíritu, especialmence en el libro de Jonás.

Ya para la época del NT se daba un sostenido ingreso de prosélitos al redil judío, sea cual fuere la reacción oficial (cf. Hch. 2.10; 6.5; 13.43). El judaísmo de la diáspora se mostró más hospitalario hacia el gentil honesto que los representantes del culto más cerrado, legalista, y tradicional de Palestina y Babilonia. Más todavía, en sus comienzos la iglesia fue reclutada en gran parte de las filas de los simpatizantes incircuncisos o temerosos de Dios, los theosebeis o sebomenoi. Para algunos de los que seguían sintiéndose acobardados por la circuncisión, la cruz no fue ninguna piedra de tropiezo. La historia del mundo temblaba inciertamente en aquellos trascendentales momentos en que Pablo y sus colegas judaizantes discutían en torno a la cuestión de la circuncisión. Si a todos los cristianos potenciales se les hubiera exigido el cumplimiento pleno de todos los ritos levíticos del judaísmo, como querían algunos extremistas, el número de conversiones podría haber sido escaso, y la historia del mundo hubiese resultado muy diferente (cf. Hch. 15).

Ha habido mucha controversia en torno a las palabras que Jesús usó en Mt. 23.15, en una época en que los escribas y fariseos se mantenían notoriamente indiferentes al proselitismo. El “un” podría referirse a los resultados pobres, o el versículo podría indicar, también, algún incidente histórico en particular, quizás el intento de conseguir la conversión de algún romano que ocupaba una posición de eminencia.

Bibliografía. U. Becker, “Prosélito”, °DTNT, t(t). III, pp. 426–427; J. Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús, 1977; C. Guignebert, El mundo judío hacia los tiempos de Jesús. 1959, pp. 211–218; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, t(t). I, pp. 321–327; C. Gancho, “Prosélito”, °EBDM, t(t). V., cols. 1295–1297.

BC, 5, 1933, pp. 74–96; EJ, 13, 1971, cols. 1182–1194; JewE, 10, pp. 220–224; K. G. Kuhn, en TDNT 6, pp. 727–744; Arndt, pp. 722; R. A, Stewart, Rabbinic Theology, 1961, véase índice; U. Becker, en NIDNTT 1, pp. 359–361.

R.A.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(proselytos, extraño o recién llegado; Vulgata, advena).

El término “prosélito” aparece sólo en el Nuevo Testamento, donde significa un converso al judaísmo (Mt. 23,15; Hch. 2,11; 6,5; etc.), aunque la misma palabra en griego se usa comúnmente en los Setenta para designar a un extranjero residente de Palestina. Así el término parece haber pasado de un sentido local y principalmente político, en el cual se usaba tan temprano como el 300 a.C., a un significado técnico y religioso en el judaísmo de la época del Nuevo Testamento.

Además de los prosélitos en el sentido estricto, que estaban circuncidados y cumplían los preceptos de la ley judía, había otra clase llamada a menudo los “temerosos de Dios” (Hch. 10,2.22; 13,16.26), “adoradores de Dios” (Hch. 16,14), “servidores de Dios” (Hch. 13,43; 17,4.17). Estos eran seguidores favorablemente dispuestos atraídos por el monoteísmo y los altos ideales de la religión judía. San Pablo se dirigió a ellos especialmente en los viajes misioneros, y con ellos comienzó la fundación de muchas de sus Iglesias.

Fuente: Driscoll, James F. “Proselyte.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911.

http://www.newadvent.org/cathen/12481c.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc

Fuente: Enciclopedia Católica