RAQUEL

Gen 29:6-31:35


Raquel (heb. Râjêl, “oveja” [hembra madura]; gr. Rhajel). Hija menor de Labán, 2ª esposa de Jacob y madre de José y Benjamí­n. Como el padre era tí­o de Jacob del lado materno, Raquel era su prima (cf Gen 28:2; 29:9, 10). Jacob se encontró con ella por 1ª vez junto al pozo, cerca de Harán, al llegar a Padan-aram, a donde habí­a sido enviado para buscar esposa. Después de haber quitado cortésmente la piedra que cubrí­a la boca del pozo y dado de beber a sus rebaños (Gen 29:10), la saludó con un beso y se presentó (vs 11, 12). Aparentemente, se enamoró a primera vista de Raquel, y su afecto por ella creció hasta ser firme y profundo (v 20). Labán le dio la bienvenida a su casa (vs 13, 14), y después de un mes lo contrató para que cuidara sus rebaños (v 15; cf 30:31), con el entendimiento de que Raquel llegarí­a a ser su esposa a cambio de 7 años de servicio (29:15-19). Este procedimiento estaba de acuerdo con las costumbres del antiguo Oriente, que exigí­an que el esposo en perspectiva hiciera un pago al padre de la novia al formalizar el contrato de matrimonio. Como Jacob habí­a llegado sin dinero, y por lo tanto no podí­a pagar la dote* requerida, debí­a trabajar por valor del precio estipulado. Cuando pasaron 7 años, Labán a escondidas sustituyó a Raquel por su hermana mayor, Lea, y Jacob, el engañador (cp 27), fue engañado (29:21-25). Con el pretexto de que la costumbre impedí­ass que la hija menor se casara antes que la mayor, Labán le propuso a Jacob que la semana de la fiesta de bodas (cf Jdg 14:12), que ya se habí­a iniciado, siguiera por una semana más, al fin de la cual le darí­a también a Raquel, a cambio de otros 7 años de servicio (Gen 29:26, 27, 30). Para su gran desaliento y profundo chasco, “Raquel era estéril” (v 31). Lea, por otro lado, dio a luz a varios niños (vs 32-35). Celosa de Lea, Raquel echó la culpa a Jacob de su esterilidad y con arrogancia le pidió que le diera hijos (30:1), pero él le recordó que esa facultad estaba en manos de Dios (v 2). Raquel, entonces, le dio a su criada Bilha como concubina (v 3), en armoní­a con las antiguas costumbres orientales, por las que sus hijos llejaban a ser los hijos legales de la esposa legí­tima. Dan y Neftalí­ nacieron de esta unión (vs 4-8). En una ocasión, Raquel negoció con Lea unas mandrágoras que habí­a recogido su hijo Rubén (v 14). Los pueblos del Cercano Oriente creí­an que esta planta, de la familia de la belladona, favorecí­a la fertilidad. A su tiempo, Dios “se acordó de Raquel”, y dio a luz a José (vs 22-24). 424. La así­ llamada tumba de Raquel cerca de Belén. Después de 20 años de servicio (31:38), a escondidas Jacob abandonó a Labán para volver a Canaán con sus esposas y sus rebaños (vs 1-18, 20). A la salida, Raquel hurtó los “í­dolos” de su padre, o sea los dioses familiares (terafines;* v 19), que generalmente eran pequeñas figurillas o imágenes de madera, arcilla o metales preciosos, probablemente con la esperanza de que le aumentarí­an su fertilidad, una de las funciones atribuidas a esos dioses (fig 503). Cuando más tarde Labán le preguntó a Jacob por ellos, éste, que no sabí­a nada del hurto, lo invitó a revisar todos sus bienes (Gen 31:30-33). Raquel astutamente escondió las imágenes, y no se las encontró (vs 34, 35). Algunos años más tarde, Jacob pidió que se eliminaran todos los “dioses ajenos” que pertenecieran a los miembros de su familia, y “los escondió debajo de una encina” cerca de Siquem (35:2-4). Es posible que las “imágenes” de Labán estuvieran entre 975 ellos. Transcurrieron varios años más y, en un viaje desde Betel, Raquel dio a luz a Benjamí­n, pero ella murió en el parto y fue sepultada cerca de Efrata (vs 16-19), donde se levantó un pilar para señalar su tumba (v 20). Su ubicación exacta es desconocida, pero se ha levantado una capillita a corta distancia, al norte de Belén, sobre el lugar tradicional (fig 424). Sin embargo, de acuerdo con 1Sa 10:2 (cf Jer 31:15) parece que fue sepultada en la vecindad de lo que más tarde fue la frontera entre Benjamí­n y Judá, al norte de Jerusalén. El lugar tradicional, a 1,5 km al norte del pueblo de Belén, estarí­a a unos 6,5 km de la frontera de Benjamí­n. El profundo amor de Jacob hacia Raquel se nota en su mención de ella muchos años después de su muerte (48:7). Jer 31:15 representa figuradamente a Raquel como llorando por sus hijos, los cuales tal vez sean las tribus de Efraí­n y de Manasés, hijos de su hijo José, que habí­an sido llevadas en cautiverio un siglo antes del tiempo de Jeremí­as; pero sin duda también por la gente de Benjamí­n, su hijo menor, que estaba a punto de sufrir la cautividad por Nabucodonosor. Mateo (2:18) aplica la figura de “Raquel que llora a sus hijos” al duelo de las madres de Belén por el asesinato de sus hijos ordenado por Herodes el Grande.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hija menor de Labán, esposa favorita del patriarca hebreo Jacob, y madre de José y de Benjamí­n, Gn 29-35. Era pastora. Por muchos años R. fue estéril y engendró hijos a través de sus sierva Bilhá, para descendencia suya, práctica común en esa época. Más tarde Dios se acordó de ella y le dio a José, su primer hijo, Gn 29, 31. Murió al nacer su segundo hijo, Gn 35, 16-30, al exhalar le dio el nombre de Ben Oní­, hijo del dolor, pero su padre lo cambió por el de Benjamí­n, hijo del buen augurio. Fue sepultada en Ramá a 8 km al norte de Jerusalén.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., rahel, oveja;
gr., Rachel). La esposa de Jacob, la madre de José y Benjamí­n (Gen 29:6, Gen 29:16, Gen 29:18, Gen 29:31; Gen 30:1-9; comparar Jer 31:15; Mat 2:18). Raquel era la hija menor de Labán, el arameo (VM-1893 siro), el hermano de Rebeca, la madre de Jacob (Gen 28:2); de modo que Jacob y Raquel eran primos hermanos. Rebeca sugirió que Jacob se marchara del hogar por un tiempo y fuese a la casa de su hermano Labán en Harán (Padan-aram) (Gen 27:43-45). A su llegada, Jacob fue impresionado por la belleza de Raquel e inmediatamente se enamoró de ella (Gen 28:17-18). El firmó un contrato con Labán por siete años de labor (el perí­odo usual de sirvientes de aprendizaje); al final de dicho tiempo, Raquel debí­a convertirse en su esposa. Labán adoptó a Jacob como su hijo, dándole tanto a Lea como a su hermana Raquel como sus esposas. Después de haber prosperado, Jacob se marchó de la casa de Labán (Gen 31:21).

Raquel ocultó los dioses de la familia de Labán en el equipaje cuando ella y Jacob huí­an (Gen 31:30-31). Estas deidades de la familia, aprox. del tamaño de muñecas en miniatura, eran consideradas como evidencia indisputable de los derechos y privilegios de la propiedad y herencia familiar (Gen 31:30).

Por cierto tiempo, Raquel permaneció estéril, mas finalmente tuvo a José (Gen 30:22), mientras aún estaba en la casa de Labán. Luego, Benjamí­n nació, pero Raquel murió en el parto (Gen 35:16-19). Jacob favoreció a los hijos de su amada Raquel por sobre los hijos de Lea. Raquel heredó los rasgos de astucia y de suplantación de su familia (Gen 31:34). Una creyente en el monoteí­smo, ella se apegaba todaví­a a las formas politeí­stas.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Cordero). Esposa de Jacob. Madre de †¢José y de †¢Benjamí­n. Hija de †¢Labán. †œEra de lindo semblante y de hermoso parecer† (Gen 29:17). Pastoreaba las ovejas de su padre. Se encontró con Jacob cuando vino a traer el rebaño a beber agua en un pozo. Enamorado de ella, Jacob acordó con Labán servirle por siete años a cambio de tenerla como esposa. Cumplido el plazo, se celebró la boda, pero Labán engañó a Jacob y le dio a su hija †¢Lea por mujer, diciendo que no era costumbre dar en matrimonio a la más joven primero, pero ofreció entregarle a R. si Jacob serví­a otros siete años. Así­ se arregló. R. resultó ser estéril, mientras que su hermana Lea tuvo hijos rápidamente (Gen 29:1-35).

Desesperada por su esterilidad, R. le decí­a a Jacob: †œDame hijos, o si no, me muero†. Tomó a Bilha, su sierva, y la dio por mujer a Jacob, tal como hizo †¢Sara con Abraham y †¢Agar. Bilha dio a luz a †¢Dan, cuyo nombre se lo puso R. Después nació †¢Neftalí­, a quien R. puso ese nombre. †¢Rubén, hijo de Lea, †œhalló mandrágoras en el campo† y las trajo a su madre. Se creí­a en la antigüedad que esa planta contribuí­a a la fertilidad femenina. R. las pidió a su hermana Lea y ésta exigió que Jacob durmiera con ella esa noche. Así­ fue procreado Isacar.
oyó la oración de R. y le dio un hijo, al cual llamó José. Cuando Jacob decidió volverse a su tierra, llamó a sus esposas y consultó con ellas. éstas apoyaron la decisión. Al salir huyendo, †œR. hurtó los í­dolos de su padre†, porque al parecer era costumbre en su tierra que el que poseyera esos í­dolos tendrí­a derecho a la herencia en caso de muerte del padre de familia. Cuando Labán vino a buscar sus í­dolos R. †œlos puso en una albarda de un camello y se sentó sobre ellos† diciendo que no se levantaba porque estaba en su perí­odo menstrual. Así­, Labán se fue sin sus í­dolos (Gen 30:1-43; Gen 31:1-34).

R. volvió a estar encinta, pero en el momento del parto tuvo dificultades y murió. El hijo nació bien y se llamó †¢Benjamí­n. R. †œfue sepultada en el camino de Efrata, la cual es Belén. Y levantó Jacob un pilar sobre su sepultura† (Gen 35:16-19). R. y Lea son recordadas como †œlas que edificaron la casa de Israel† (Rut 4:11). Jeremí­as recuerda poéticamente a R. diciendo que ella †œlamenta por sus hijos† (Jer 31:15). Una alusión al exilio de las tribus de †¢Efraí­n y †¢Manasés, descendientes de José, hijo de R.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG MUJE MUAT

vet, = “oveja”. Hija menor de Labán. Era muy hermosa; Jacob la conoció en el pozo a donde ella iba a abrevar sus rebaños, cerca de Harán, en Mesopotamia. Jacob se enamoró de ella aquel mismo momento. Sin embargo, Jacob, desprovisto de bienes, no podí­a pagar la dote que todo pretendiente daba a los padres de una joven. Por esta razón, sirvió a Labán durante siete años para obtener a Raquel. Al mismo tiempo, Jacob, solitario y fugitivo, fue providencialmente cuidado, al poderse unir a un grupo patriarcal. Se comprometió en un contrato, y Labán le dio una mujer del clan. Desde entonces, no podí­a partir ni llevarse su propia mujer e hijos sin pedir autorización para ello, incluso al acabar su contrato. Al final de los siete años de trabajo, Labán engañó a Jacob, que a la mañana siguiente de la noche de bodas se encontró conque la mujer que tení­a era la hermana mayor de Raquel, Lea, según parece mucho menos atractiva. El hijo de Isaac sirvió siete años más para pagar el precio de la menor, la única que él amaba. Raquel vino a ser su mujer (Gn. 29:1-30), madre de José (Gn. 30:22-25) y de Benjamí­n; murió de parto al dar a luz a este último (Gn. 35:16-20; 48:7). Jacob la sepultó en un lugar situado algo al norte de Efrata, más conocida bajo el nombre de Belén, a lo largo del camino de este último lugar a Bet-el. Jacob erigió sobre el sepulcro un monumento que permaneció durante mucho tiempo (Gn. 35:19-20), cerca de Selsa (1 S. 10:2). Jerónimo, y el peregrino de Burdeos (siglo IV d.C.) mencionan este famoso lugar, del que dan testimonio tanto judí­os como cristianos y musulmanes. Allí­ se levanta, en la actualidad, un pequeño edificio, llamado Kubbat Rahil (la Cúpula de Raquel), a unos 6,5 Km. al sur de Jerusalén y a 1,5 al norte de Belén. Jeremí­as muestra a Raquel llorando por sus hijos, los descendientes de José, Efraí­n y Manasés, deportados por los asirios (Jer. 31:15; cfr. v. 9, 18). El profeta habla de Ramá porque desde el territorio de Benjamí­n, donde se hallaba Ramá, habí­a una altura desde la que se podí­a contemplar el devastado territorio de Efraí­n. La predicción evocada por los lloros de Raquel se cumplió en la masacre de los inocentes de Belén, en Judá (Mt. 2:18). Desde la división de Israel en dos reinos, Judá, en cuyo territorio se hallaba Belén, y Benjamí­n habí­an estado estrechamente asociados. Raquel, contemplando la desolación de Efraí­n, y llorando por sus hijos, muertos o deportados, atestigua que el juicio no se detendrá. Los extranjeros ocuparán el paí­s y un edomita ocupará el trono, haciendo dar muerte a los hijos de Lea, a fin de suprimir al rey legí­timo predestinado a salvar a Efraí­n, a Benjamí­n, a Judá y a todo Israel. La imagen de Raquel esperando el retomo de sus hijos a Dios y a su rey mesiánico (Jer. 30:9) se asocia con la de Lea implorando la venida del Hijo de David, que liberará a Judá y dará la paz a Israel (Jer. 23:6). El clamor de Raquel es un preludio de las lamentaciones de las madres judí­as a través de los siglos.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]
Esposa predilecta de Jacob (Gen. 29.6-30), en la que engendró a José y Benjamí­n, a cuyo nacimiento murió (Gn. 35. 16-18). Fue enterrada en el camino de Betel, luego identificado de Belén, donde, según la tradición, se conserva su tumba, hoy venerada por los judí­os. (Ver Predestinada. Marí­a 4)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

“Raquel que llora por sus hijos” Jeremí­as 31:15.

Léase: Génesis 25:16-20; Jeremí­as 31:15. El grito que dio Raquel al morir fue “Benonni”; Benonni significa “hijo de mi dolor”. Y es en el espí­ritu de Benonni que las Escrituras muestran su entera presencia en la Biblia.

El Señor se muestra soberano e independiente al decidir hasta qué extensión cada mujer que pasa a ser madre participa en la maldición del Paraí­so: “En dolor darás a luz los hijos.” La intensidad del sufrimiento varí­a. Algunas, ante el gozo por el hijo apenas consideran que han sufrido. Otras sufren terriblemente, y para algunas significa la muerte. Raquel fue una de ellas. Una vida por otra.

Nadie puede decir lo intenso del dolor sufrido por Raquel en su agoní­a al dar a luz a Benjamí­n, camino de Betel a Belén. Probablemente, esperaba poder llegar a Belén. Pero no fue posible. “Y hubo dificultad en el parto” nos dice la Biblia. La partera le aseguró que el hijo llegarí­a, pero al nacer el hijo se le salió el alma. “Benonni”, exclamó Raquel “hijo de mi dolor”.

Raquel era una mujer femenina en alto grado. Jacob habí­a sido cautivado por ella. Probablemente, no vio mucho más en ella. Pero con esto le bastaba. La amó desde el principio. Siete años de trabajo le parecieron dí­as; y cuando ocurrió el engaño y recibió a Lea, trabajó otros siete años.

Raquel no fue un modelo en algunos aspectos. Sabemos que se llevó imágenes con ella a Canaán. Engañó a su padre. Estaba celosa de Lea. Cuando finalmente dio a luz a José, y pudo ser madre, su orgullo maternal dominó su personalidad completamente. Esto es notable. Todo el ser de Raquel estaba concentrado en el deseo de ser madre. El Señor lo permitió y también permitió que al serlo por segunda vez lo pagara con el precio de su propia vida.

Jacob no podí­a entender este Benonni. No se daba cuenta del sentido profético de este nombre. La tribu de Benjamí­n iba a ser casi completamente exterminada. Fue conducida a Babilonia ví­a Edom. Fue la generación que dio los primeros mártires a la Iglesia con la matanza de Belén.

Después de diez siglos, el Señor recordaba la profecí­a de Raquel. La vemos escrita en Jeremí­as 31:15: “Así­ dice Jehová: Se oye una voz en Rama, lamento y llanto amargo; Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa ser consolada.” Más tarde, en este mismo Belén, ante cuyas puertas casi, Raquel habí­a exclamado “Benonni”, Herodes realizó una terrible matanza. De ella las Escrituras nos dicen: “Entonces fue cumplido lo que dice el profeta Jeremí­as: “Raquel llora por sus hijos, y rehúsa ser consolada, porque perecieron”.

Así­ el Benonni de este corazón de madre en su agoní­a halló eco en la historia de la Iglesia de Dios en Israel. Israel no pudo olvidar a Raquel que, al morir, dio a luz a su hijo. El Espí­ritu Santo mismo recuerda este grito de agoní­a.

Si en esta terrible tragedia parece a veces que el dolor triunfa una y otra vez, en la Iglesia de Cristo hay la llave a este misterio en las palabras que durante siglos ha estado cantando por Raquel: “No llores Raquel, con tus tristes ojos; Al ver a tus hijos morir como mártires. Son los primogénitos de una simiente Que de tu sangre empieza a crecer; A pesar de dí­as terribles de tiraní­a Florecen para alabanza de Dios.”
Preguntas Sugeridas Para Estudio Y Discusión:
1- ¿Cuál era la debilidad de Raquel?
2- ¿Qué prueba tenemos de su fe?
3- ¿Qué profecí­a hizo Raquel que se cumplió?

Fuente: Mujeres de la Biblia

(Oveja).
Hija de Labán, hermana menor de Lea y prima hermana de Jacob, de quien llegó a ser la esposa preferida. (Gé 29:10, 16, 30.) En 1781 a. E.C. Jacob viajó a Harán, Padán-aram, la †œtierra de los orientales†, cuando huí­a de su violento hermano Esaú. (Gé 28:5; 29:1.) Raquel, una muchacha †œde hermosa figura y de hermoso semblante†, trabajaba de pastora para su padre y se encontró con Jacob en un pozo cercano a Harán. Jacob fue recibido en la casa de su tí­o Labán; un mes más tarde concordó en servirle durante siete años para poder casarse con Raquel, de la que se habí­a enamorado. Durante aquellos siete años su amor no se debilitó, por lo que para él †œresultaron como unos cuantos dí­as†. Sin embargo, la noche de la boda su tí­o no le entregó a Raquel, sino a su hermana mayor, Lea, quien debió cooperar en el engaño. A la mañana siguiente, Jacob le acusó de haberle embaucado, pero Labán se amparó en la costumbre local para excusar su conducta. Jacob concordó en celebrar plenamente la semana de matrimonio con Lea antes de recibir a Raquel y en trabajar después otros siete años para Labán. (Gé 29:4-28.)
Raquel no decepcionó a Jacob como esposa, y este le mostró más amor que a Lea. Jehová entonces compensó a Lea bendiciéndola con cuatro hijos, mientras que Raquel permaneció estéril. (Gé 29:29-35.) Raquel sentí­a celos de su hermana y desesperación por su esterilidad, que en aquel entonces se consideraba un gran oprobio para una mujer. Su impaciencia quejumbrosa llegó a exasperar hasta a su amoroso esposo. A fin de compensar su esterilidad, dio su sirvienta a Jacob para tener prole de ella (como Sara habí­a hecho anteriomente con su esclava Agar); los dos hijos que Jacob tuvo con ella fueron considerados hijos de Raquel. Lea y su sierva dieron a luz un total de cuatro hijos más antes de que Raquel finalmente viera realizada su esperanza y diera a luz su primer hijo propio, José. (Gé 30:1-24.)
En ese momento Jacob ya estaba listo para partir de Harán, pero su suegro lo persuadió para que se quedase más tiempo, por lo que se marchó seis años más tarde por orden divina. Debido a la doblez de Labán, Jacob no le avisó de su marcha, algo en lo que tanto Lea como Raquel concordaron con su esposo. Antes de marchar, Raquel robó los †œterafim† de su padre, que al parecer eran un tipo de imágenes idolátricas. Cuando Labán los alcanzó y les hizo saber del robo (al parecer su mayor preocupación), Jacob, que ignoraba que habí­a sido Raquel, mostró que desaprobaba aquel acto al decretar la muerte del ladrón en caso de que se hallara entre su séquito. La búsqueda llevó a Labán hasta la tienda de Raquel, pero ella evitó que la descubrieran al alegar que estaba indispuesta debido a su perí­odo menstrual y quedarse sentada sobre las alforjas que contení­an los terafim. (Gé 30:25-30; 31:4-35, 38.)
Cuando Jacob se reunió con su hermano Esaú, mostró que seguí­a prefiriendo a Raquel al colocarla con su único hijo detrás de todos, pues sin duda consideraba que esta era la posición más segura en caso de que atacara Esaú. (Gé 33:1-3, 7.) Después de morar por un tiempo en Sucot, luego en Siquem y finalmente en Betel, Jacob se dirigió más hacia el S. En el camino de Betel a Belén, Raquel dio a luz a su segundo hijo, Benjamí­n, pero murió en el parto y fue enterrada allí­. Jacob erigió una columna para señalar la sepultura. (Gé 33:17, 18; 35:1, 16-20.)
Los pocos detalles que se registran no pueden proporcionar más que un cuadro incompleto de la personalidad de Raquel. Se sabe que era adoradora de Jehová (Gé 30:22-24), pero tuvo fallos humanos. El que robase los terafim y su astucia para evitar que la descubrieran posiblemente puede atribuirse, al menos en parte, a sus antecedentes familiares. A pesar de sus debilidades, Jacob la amó mucho, y aun de viejo la consideró su verdadera esposa y estimó a los hijos de ella más que a todos los demás. (Gé 44:20, 27-29.) Las palabras que le dirigió a José poco antes de morir, aunque sencillas, transmiten el afecto tan profundo que sentí­a por ella. (Gé 48:1-7.) Se dice de Raquel y Lea que son las que †œedificaron la casa de Israel [Jacob]†. (Rut 4:11.)
Los descubrimientos arqueológicos arrojan luz sobre la razón por la que Raquel se apropió de los terafim de su padre. (Gé 31:19.) Las tablillas cuneiformes halladas en Nuzi (Nuzu), al N. de Mesopotamia, que datan, según se cree, de mediados del II milenio a. E.C., muestran que algunos pueblos antiguos consideraban que la posesión de los dioses domésticos (el †œtí­tulo legal†) convertí­a a una persona en heredera legí­tima de los bienes de la familia. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 196, 197.) Se cree que Raquel pudo pensar que Jacob tení­a derecho a participar de la herencia de Labán como hijo adoptivo, y, por lo tanto, se quedó con los terafim para asegurar la herencia o anticiparse a los demás hijos de Labán. O puede ser que pensase que la posesión de estos era un medio de impedir que su padre reclamara legalmente parte de la riqueza que Jacob habí­a adquirido trabajando para él. (Compárese con Gé 30:43; 31:1, 2, 14-16.) Estas posibilidades, por supuesto, dependen de que existiera tal costumbre entre el pueblo de Labán y de que los terafim fueran en realidad tales dioses domésticos.
El sepulcro de Raquel †œen el territorio de Benjamí­n, en Zelzah†, aún se conocí­a en tiempos de Samuel, unos seis siglos después. (1Sa 10:2.) La ubicación tradicional del sepulcro se encuentra a 1,5 Km. al N. de Belén. Sin embargo, de ser así­, estarí­a situado en el territorio de Judá, no de Benjamí­n. Por ello otros creen que estaba más al N., pero en la actualidad es imposible precisarlo.

¿Por qué dice la Biblia, siglos después de la muerte de Raquel, que esta llorarí­a a sus hijos en el futuro?
En Jeremí­as 31:15 se dice que Raquel llora a sus hijos que han sido llevados a la tierra del enemigo y que su lamento se oye en Ramá (al N. de Jerusalén, en el territorio de Benjamí­n). (Véase RAMí núm. 1.) Como en el contexto se menciona varias veces a Efraí­n, cuyos descendientes tribales a menudo representan como colectivo el reino septentrional de Israel (Jer 31:6, 9, 18, 20), algunos eruditos creen que esta profecí­a está relacionada con la ocasión en que los asirios llevaron al exilio a los habitantes del reino septentrional. (2Re 17:1-6; 18:9-11.) Por otro lado, pudiera referirse al exilio final de todo el pueblo, tanto Israel como Judá (estos últimos a Babilonia). En el primer caso, la figura de Raquel serí­a muy apropiada, pues era la antepasada materna de Efraí­n (por medio de José), la tribu más importante del reino septentrional. En el segundo caso, como Raquel no solo fue la madre de José, sino también de Benjamí­n, cuya tribu formó parte del reino meridional de Judá, serí­a un sí­mbolo apropiado de las madres de todo Israel. Parecerí­a que habí­an tenido hijos en vano. Sin embargo, la promesa consoladora de Jehová era que los exiliados †œciertamente [volverí­an] de la tierra del enemigo†. (Jer 31:16.)
Mateo citó este texto en relación con la matanza de niños pequeños ocurrida en Belén por orden de Herodes. (Mt 2:16-18.) Puesto que la sepultura de Raquel estaba relativamente cerca de Belén (aunque parece ser que no en el lugar tradicional), esta metáfora de Raquel llorando por sus hijos era muy apropiada para expresar el dolor que sentí­an las madres de los niños asesinados. Pero esta cita de la profecí­a de Jeremí­as aún era más apropiada en vista de los paralelos existentes. Los israelitas estaban sometidos a una potencia extranjera. Sus hijos habí­an vuelto a ser arrebatados. Esta vez, sin embargo, la †œtierra del enemigo† a la que habí­an llevado a los niños no era una región polí­tica, como en el caso anterior, sino la sepultura, dominio del †˜rey Muerte†™. (Compárese con Sl 49:14; Rev 6:8.) A la muerte se le llama †œel último enemigo† que tiene que ser destruido (Ro 5:14, 21; 1Co 15:26); por consiguiente, todo retorno de ese †œdestierro† tendrí­a que significar una resurrección de entre los muertos.

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. rāḥēl, ‘oveja’; LXX Rachēl). Mujer aramea, conocida principalmente como segunda esposa de Jacob, y su favorita; además era prima hermana de él. Hija de Labán, y madre de los dos hijos menores de Jacob, José y Benjamín, era una mujer de gran belleza (Gn. 29.17). Aparentemente Jacob se enamoró de ella a primera vista, y su afecto permaneció invariable hasta el día en que ella murió. Era una mujer capaz de un comportamiento tortuoso, sin embargo (Gn. 31.19, 34–35), y no tenía la sincera devoción a Dios que Jacob había aprendido tras sus experiencias en Bet-el y Peniel. Probablemente no abandonó sus dioses paganos hasta poco antes de morir. Raquel tuvo por descendientes a tres tribus, Benjamín, Efraín, y Manasés, y ella y su hermana Lea fueron honradas por generaciones posteriores como las que “edificaron la casa de Israel” (Rt. 4.11).

(a) Casamiento (Gn. 29.6–30). Jacob fue enviado por Isaac y Rebeca a buscar esposa entre los parientes de su madre en Padan-aram (28.1–2; * Familia). Se encontró con Raquel en la región de Harán cuando ella se encontraba pastoreando las ovejas de su padre, y de inmediato la ayudó a darles agua a los animales, retirando la piedra de la boca del pozo. Labán lo recibió en su casa, donde vivió veinte años. El amor de Jacob hacia Raquel es uno de los ejemplos destacados del amor humano en la Biblia (siete años “le parecieron como pocos días, porque la amaba”, 29.20). Como resultado de las artimañas de Labán, al convertir a Lea en su primera esposa, ardid presumiblemente logrado mediante el recurso de ponerle velo a la novia, Jacob sirvió otros siete años por Raquel, tiempo durante el cual su amor no flaqueó.

Algunos detalles del casamiento de Raquel pueden parangonarse fuera del AT. El servir por una esposa a modo de pago se conoce por un documento del ss. XV a.C. procedente de *Nuzi (jen 661), si bien las circunstancias eran muy diferentes. El obsequio que hizo Labán de la sierva Bilha como parte de la dote de Raquel también era práctica conocida en Nuzi, aunque se conocen más ejemplos en los textos primitivos en babilonio antiguo. Por contraste, la costumbre a la cual apeló Laban, de casar primero a la hija mayor antes que a la menor, es único hasta el momento: se trataba de una costumbre local aramea, o tal vez inventada por Labán, aunque no se puede estar seguro. La sugestión de que el casamiento de Jacob con Lea y luego con Raquel incluía su adopción por parte de Labán, basada en costumbres de Nuzi, se explica mejor de otros modos (* Adopción, * Nuzi).

(b) Hijos (29.31; 30.1–8, 14–15, 22–24). Durante los primeros años de vida matrimonial Raquel fue estéril, e, inspirada por la envidia ante la fertilidad de Lea, entregó a su sierva Bilha a Jacob para que esta tuviera hijos para ella. La esterilidad era un problema muy conocido en el antiguo Cercano Oriente, y con frecuencia el esposo tomaba una segunda esposa, o una concubina, debido a ello. A veces, sin embargo, la mujer entregaba a su marido su propia sierva, a fin de proteger su propia posición, como fue el caso con Raquel, Lea, Sara, y ejemplos extra bíblicos de *Alalak, *Nuzi, *Babilonia (leyes de Hamurabi) y otros lugares. La sierva ganaba en posición como esposa secundaria (a Bilha se la lama ˒iššâ, ‘mujer’, 30.4; cf. ana aššūti, ‘como esposa’, en Nuzi, hss 5.67), y la descendencia resultante podía ser heredera, siempre que fueran adoptados o legitimados por el mando y su mujer. El texto de Nuzi que acabamos de mencionar indica también que la esposa principal podía ejercer autoridad sobre tales hijos. Así, los dos hijos varones de Bilha, Dan y Neftalí, le fueron asignados a Raquel (lit. “seré edificada por medio de ella”, 30.3), y al darles nombres Raquel daba a entender su autoridad sobre ellos. Posteriormente Raquel dio a luz a José, hijo favorito de Jacob, aunque el hecho de que las mandrágoras de Rubén, plantas con supuestas cualidades afrodisíacas, tuvieron algún efecto no resulta claro (30.14–15). El nacimiento del segundo hijo de Raquel, Benjamín, ocasionó su muerte (35.18–19).

(c) Regreso a Palestina (30.25–26; 31.4–55). Hostilizado por los hermanos de Raquel, e inducido por una revelación de Dios, Jacob decidió volver a su tierra después del nacimiento de José. Raquel y Lea aceptaron de buen grado, ya que Labán había gastado el dinero separado para sus dotes (31.15, una frase idéntica, kaspa akālu, ‘consumir el dinero’, aparece varias veces en Nuzi en circunstancias muy semejantes). Sin herencia alguna de parte de su padre, las mujeres eran consideradas por él como “extranjeras”. Se sugiere con frecuencia que el robo por parte de Raguel de los dioses tutelares de su padre o *terafines (terāfı̂m) fue un intento de obtener nuevamente una herencia para sí y Jacob, pero el hecho de que fueran robados elimina esta interpretación. Quizá Raquel buscaba protección para el largo viaje, o simplemente quería privar a su padre de sus atesoradas posesiones. Jacob, sin embargo, que no estaba al tanto de la acción de su esposa, consideró que la ofensa era dipna de muerte, aunque la amenaza nunca se llevo a cabo. Raquel siguió siendo la esposa favorita de Jacob después del incidente (33.2, 7) y probablemente los terāfı̂m se contaban entre las imágenes posteriormente eliminadas porque su existencia constituía un impedimiento para el culto a Dios (35.2–4). Durante este mismo viaje, Labán y Jacob hicieron un pacto por el cual Jacob se comprometió a no maltratar a sus esposas, y a no casarse con ninguna otra. Ambas condiciones aparecen en contratos matrimoniales de diversos períodos en el antiguo Cercano Oriente.

(d) Muerte (35.16–20). Raquel murió entre Bet-el y Belén cuando nació su segundo hijo, Benjamín. El sostenido amor de Jacob por ella se evidencia por una columna conmemorativa (maṣṣēḇā) que erigió sobre su tumba, y su ubicación se conocía todavía en los días de Saúl, cuando se indicó que estaba ubicada en la frontera de Benjamín en Selsah (* Selsa, 1 S. 10.2). Hoy no se conoce su ubicación, aunque Jer. 31.15 (cf. Mt. 2.18) sugiere que puede haber sido cerca de Ramá, unos 8 km al N de Jerusalén. No obstante, la memoria de Raquel también se preservaba en Belén en la época de Rut (Rt. 4.11), probablemente porque se encontraba cerca del lugar donde fue sepultada.

Bibliografía. F. B. Gerritzen, “Raquel”, °EBDM, t(t). VI, cols. 108–113; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1975, t(t). I, pp. 238ss,

C. H. Gordon, BA 3, 1940, pp. 1–12; M. J. Selman, TynB 27, 1976, pp. 114–136; ANET, pp. 219s.

M.J.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Raquel (“oveja”), hija de Labán y hermana menor de Lía. En el capítulo 29 del Génesis se narra con un encanto idílico la travesía de Jacob hacia el “país de los orientales” (Mesopotamia) en búsqueda de una mujer de su propia parentela, y su encuentro providencial con Raquel en el pozo en el campo, seguido por su introducción a la familia de Labán. Estando enamorado de Raquel, Jacob acordó servir a Labán por siete años, el cual aceptó la propuesta, y los siete años le parecieron a Jacob “como unos cuantos días, de tanto que la amaba” (Gén. 29,20). Sin embargo, fue engañado por Labán quien, cumplido el tiempo de servicio no le entregó a Raquel, quien “era de bella presencia y de buen ver”, sino a su hermana mayor Lía, cuyos ojos “eran tiernos”, y Jacob recibió a la hermana menor por esposa con la condición de servir siete años más.

Raquel, siendo por un tiempo estéril y celosa de su hermana, quien había dado a luz cuatro hijos, dio a Jacob a su criada Bilhá para que se uniera a ella, cuyos hijos, de acuerdo a la costumbre de la época, serían considerados como suyos. De esta unión nacieron Dan y Neftalí. En la disputa entre Jacob y Labán, tanto Raquel como Lía apoyaron a su esposo, y cuando huyeron de la casa de su padre, Raquel robó los ídolos familiares (terafim) creyendo en su influencia protectora sobre sí misma y sobre su esposo (cf. Gén. 31,19). Entre los hijos de Raquel, luego que el “Señor la recordó”, estaban José y Benjamín, y dando a luz a este último murió. “Al exhalar el alma, cuando moría, le llamó Ben Oní (hijo de mi dolor); pero su padre le llamó Benjamín (hijo de la diestra”. Murió Raquel y fue sepultada “en el camino de Efratá, o sea Belén. Jacob erigió una estela sobre su sepulcro: es la estela del sepulcro de Raquel hasta hoy.” (Gén. 35,18-20). La ubicación exacta de la tumba de Raquel es un tema discutido. Un pasaje en Jeremías (31,15) parece indicar que se encuentra en el límite norte de Benjamín, hacia Efraín, a diez millas al norte de Jerusalén aproximadamente. Sin embargo la tradición, desde el siglo IV por lo menos, ubica la tumba a cuatro millas al sur de Jerusalén y una milla al norte de Belén.

Bibliografía: VIGOUROUX, Dicc. de la Biblia, s. v. ; VON HUMMELAUER, Coment. Del Gén., ch. 29-35..

Fuente: Driscoll, James F. “Rachel.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911.

http://www.newadvent.org/cathen/12630a.htm

Traducido por Armando Llaza Corrales. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica