RESTO

v. Remanente
Isa 1:9 si .. no nos hubiese dejado un r pequeño
Jer 44:12 tomaré el r de Judá que volvieron sus
Mic 5:3 el r .. se volverá con los hijos de Israel
Act 15:17 para que el r de los hombres busque al


Ver “Remanente”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Los que quedan de una familia, nación, tribu o clase; los supervivientes de una matanza, destrucción o acontecimiento histórico; los que permanecen fieles a Dios a pesar de proceder de una nación o grupo de personas que ha apostatado.
Noé y su familia fueron un resto del mundo de la humanidad de antes del Diluvio. El verbo scha·´ár, †œpermanecer†, se usa para referirse a ellos como los únicos que sobrevivieron. (Gé 7:23.) Posteriormente, José dijo a sus hermanos en Egipto: †œPor consiguiente, Dios me envió delante de ustedes a fin de colocarles un resto [es decir, sobrevivientes para conservar la posteridad y el linaje familiar; compárese con 2Sa 14:7] en la tierra y para mantenerlos vivos mediante un gran escape†. (Gé 45:4, 7, nota.)

Un resto de Israel regresa del exilio. La mayorí­a de las veces que se menciona un resto en la Biblia es con referencia al pueblo de Dios. Jehová advirtió a Israel por medio de Sus profetas que los castigarí­a por su desobediencia; pero también los consoló prediciendo que se conservarí­a a un resto que regresarí­a a Jerusalén, reedificarí­a la ciudad, prosperarí­a y darí­a fruto. (Isa 1:9; 11:11, 16; 37:31, 32; Jer 23:3; 31:7-9.)
Después que el rey Nabucodonosor de Babilonia se llevó cautivos en el año 617 a. E.C., entre ellos al rey Joaquí­n de Judá, Jehová dio una visión al profeta Jeremí­as. En ella los higos buenos representaban a los exiliados de Judá que habí­an sido llevados a Babilonia y a quienes Jehová con el tiempo devolverí­a a su tierra. Los higos malos representaban al rey Sedequí­as, sus prí­ncipes y otros como ellos a quienes no se exilió (en realidad, la mayor parte de los habitantes de Jerusalén y Judá), así­ como a los que viví­an en Egipto. En el año 607 a. E.C., casi todos los residentes de Judá murieron o fueron llevados al exilio como consecuencia de que Nabucodonosor destruyera Jerusalén. Los que viví­an en Egipto —entre ellos los que huyeron allí­ después del año 607 a. E.C.— sufrieron más adelante los efectos de la incursión militar de Nabucodonosor en aquella tierra. (Jer 24:1-10; 44:14; 46:13-17; Lam 1:1-6.)
Jehová prometió al resto fiel —aquellos que se habí­an arrepentido de los pecados por los que El permitió que se les exiliara— que los reunirí­a como un rebaño en un aprisco. (Miq 2:12.) Esto ocurrió en el año 537 a. E.C., cuando regresó un resto de judí­os encabezado por Zorobabel. (Esd 2:1, 2.) Aunque habí­an estado †œcojeando†, Jehová los reunió. Es cierto que estaban bajo la dominación persa, pero como tení­an sobre ellos al gobernador Zorobabel y se habí­a restablecido la adoración verdadera en el templo, Dios volví­a a ser su verdadero rey. (Miq 4:6, 7.) Serí­an como †œrocí­o de Jehovᆝ que trae frescor y prosperidad. Además, tendrí­an el valor y la fortaleza del †œleón entre las bestias de un bosque†. (Miq 5:7-9.) Parece que esta última profecí­a tuvo un cumplimiento durante el perí­odo macabeo, y resultó en la permanencia de los judí­os en su paí­s y la conservación del templo hasta la venida del Mesí­as.
El nombre de Sear-jasub, hijo del profeta Isaí­as, contení­a el sustantivo sche´ár (verbo, scha·´ár), y significaba: †œUn Simple Resto (Los Que Queden) Volverá(n)†. Dicho nombre era una señal de que Jerusalén caerí­a y sus habitantes irí­an al exilio, pero Dios tendrí­a misericordia y harí­a que un resto regresase a la tierra. (Isa 7:3.)

No le quedó ningún resto a Babilonia. Aunque Dios se valió de Babilonia para castigar a su pueblo, esta se extralimitó y se ensañó con ellos, hasta el punto de querer mantenerlos en el exilio para siempre. Obró así­ porque era la principal defensora de la adoración falsa y odiaba a Jehová y su adoración. Por estas razones, Dios declaró: †œY ciertamente cortaré de Babilonia nombre y resto y descendencia y posteridad†. (Isa 14:22.) Finalmente, Babilonia quedó total y permanentemente desolada, sin ningún resto que regresara a reedificarla.

Un resto de Israel acepta a Cristo. Cuando Jesucristo se presentó a la nación de Israel, la mayorí­a de los judí­os lo rechazaron. Solo algunos, un resto, mostraron fe y se hicieron seguidores suyos. El apóstol Pablo aplica ciertas profecí­as de Isaí­as (10:22, 23; 1:9) a este resto judí­o cuando escribe: †œAdemás, Isaí­as clama respecto a Israel: †˜Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, es el resto lo que será salvo. Porque Jehová hará un ajuste de cuentas sobre la tierra, concluyéndolo y acortándolo†™. También, así­ como Isaí­as habí­a dicho en otro tiempo: †˜A menos que Jehová de los ejércitos nos hubiera dejado descendencia, habrí­amos llegado a ser justamente como Sodoma, y habrí­amos quedado justamente como Gomorra†™†. (Ro 9:27-29.) Pablo utiliza también el ejemplo de los siete mil que quedaron en el tiempo de Elí­as que no se inclinaron ante Baal, y dice: †œDe esta manera, por lo tanto, también en la época presente ha llegado a haber un resto según una selección que se debe a bondad inmerecida†. (Ro 11:5.)

El resto espiritual. En Revelación (cap. 12) Juan registró la visión que tuvo de una mujer que estaba en el cielo y de un dragón, y concluyó esa parte de la visión con las palabras: †œY el dragón se airó contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los restantes [loi·pon] de la descendencia de ella, los cuales observan los mandamientos de Dios y tienen la obra de dar testimonio de Jesús†. Estos †œrestantes† que tienen †œla obra de dar testimonio de Jesús† son los últimos hermanos de Jesucristo que quedan vivos en la Tierra después de ser arrojado a ella el Diablo y de que se anuncie: †œAhora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo†. El Diablo (el dragón) guerrea contra este resto de hermanos espirituales de Cristo por medio de las †˜bestias salvajes†™ y de la †œimagen de la bestia salvaje† descritas en el capí­tulo 13 de Revelación. Pero el resto sale victorioso, como revela el capí­tulo 14. (Véase DESCENDENCIA, SEMILLA.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. loipos (loipov”, 3062), adjetivo (relacionado con leipo, dejar), significando remanente. Se utiliza como nombre y se traduce “resto” en Rev 12:17 (RV: “otros”); véase DEMíS, Nº 3, etc. 2. kataloipos (katavloipo”, 2645), adjetivo que denota “dejado que quede” (kata, después, atrás; leipo, dejar), relacionado con el verbo kataleipo, dejar atrás. Se traduce: “el resto” en Act 15:17, citando la LXX de Am 9.12.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

AT. Dios promete a Abraham una descendencia “numerosa como las estrellas del cielo” (Gén 15,5), y por la boca de Amós advierte a Israel: “Como el pastor salva de las fauces del león dos patas o un trozo de oreja, así­ serán salvados los hijos de Israel” (Am 3,12). Dios “quiere que todos los hombres se salven” (1Tim 2,4) y anuncia que en el momento de la gran tribulación “si no se acortasen por razón de los justos los dí­as de la aflicción, nadie serí­a salvo” (Mt 24,22). Este resto, perdonado por el paso del *juicio, constituye un elemento esencial de la *esperanza bí­blica. La idea se relaciona con la experiencia de las guerras y de sus matanzas. El aniquilamiento del vencido, tan frecuentemente practicado (documentos asirios, estela de Mesa), planteaba a Israel el problema de la vida futura y por tanto del valor de las *promesas divinas.

Según el contexto la palabra puede caracterizar la amplitud de la catástrofe (“sólo sobrevivió un resto”, Is 10,22 “ni siquiera un resto”, Jer 11,23), o evocar la esperanza que subsiste, con la supervivencia de un resto (Jer 40,11). El tema aparece con las catástrofes del siglo ‘x (cf. lRe 19,15-18), pero tiene su prehistoria : Noé (Gén 6,5ss.17s), calificado como resto en Eclo 44,17, los castigos de Israel en el desierto, que hacen desaparecer a una parte importante del pueblo (Ex 32,28; Núm 17,14; 21,6; 25,9).

1. Antes del exilio. Según Amós, así­ como los restos actuales han reducido el pueblo a algunos sobrevivientes (Am 5,15), así­ los *castigos futuros, vistos en la perspectiva del juicio escatológico, reducirán a Israel a un puñado (3,12; 5,3). Como un tamiz, dejarán que se pierdan los pecadores y sólo conservarán a los justos (9,8ss).

Según Isaí­as, el resto participará de la santidad de Yahveh (Is 4,3; cf. 6,3), fuego destructor para los impí­os, pero para los otros llama luminosa (10,17) y purificadora (1,25-28). Este resto, obra de Yahveh (4,4), se apoyará en Dios solo (10,20) por la fe, escapando así­ al castigo (7,9; 28,16); existe ya en germen en los discí­pulos del profeta (8,16.18) está constituido sobre todo, a lo que parece, por los “pobres” (14,32), como lo afirmará claramente un oráculo (Sof 3,12s), posterior en un siglo. El Mesí­as, vicario de Yahveh, en torno al cual se reagrupará este resto (10, 21: Dios fuerte = el Mesí­as, cf. 9.5), será su jefe y su gloria (4,2) y también su representante, pues resto y Mesí­as se describen en los mismos términos (cf. 6,13 y 11,1; 11,2 y 28,5s).

Con Miqueas, contemporáneo de Isaí­as, el resto es ya un término técnico que designa al pueblo purificado de los tiempos mesiánicos, convertido en una “nación poderosa” (Miq 4,7). Para los paganos será fuente de ruina o de bendición según su actitud frente a él (5,6ss). Hereda el papel asignado a Abraham y a su descendencia (Gén 12,3).

2. El cambio sobrevenido con el exilio. Jeremí­as aporta a la doctrina del resto un profundizamiento decisivo. Como sus predecesores, sigue dando el nombre de resto a un pequeño grupo de habitantes de Judá, que han escapado a la deportación y viven en tierra santa (Jer 40, 11; 42,15; 44,12; cf. Am 5,15; Is 37,4; Sof 2,7; Jer 6,9; 15,9). Pero los herederos y depositarios de las esperanzas mesiánicas son los deportados (24,1-10). No se los llama “resto” e incluso se los opone a éste (24,8); el lenguaje se mantiene fiel a las costumbres antiguas. Sin embargo, el término se ofrece con toda naturalidad para evocar el futuro de gloria reservado a los deportados (23,3; 31,7). Este resto queda ya disociado de la comunidad temporal, del Estado de Judá.

Otro profundizamiento proviene de Ezequiel. Antes de él los profetas no parecí­an distinguir las próximas pruebas y el juicio escatológico que ha de reducir la nación a un resto de justos. Después de la catástrofe de 587, Ezequiel debió comprobar que los supervivientes no eran mejores que los muertos (Ez 6,8s; 12,15s; 14,21ss). Ahora bien, anteriormente habí­a predicho que sólo con los justos se tendrí­a consideración (9,4ss). Por tanto, el juicio escatológico, al que se referí­a entonces, está todaví­a por venir (20,35-38; 34,17). Sólo éste separará a los infieles y al resto santo (20,38; 34,20).

3. Los tres tipos de resto. Así­ se delinea la distinción entre dos significados de la palabra: la fracción que sobrevive a una calamidad determinada, o resto histórico (Am 5, 15; Is 37,4; Jer 6,9; Ez 9,8; etc.), y la comunidad que en los últimos tiempos será beneficiaria de la salvación, o resto escatológico (Miq 5, 6ss; Sof 3,12; Is 4,4; 10,22; 28,5; Jer 23,3; 31,7; etc.). Sólo este último es santo. El primero no lo es, como no lo es la fracción eliminada.

A partir del exilio aparece una tercera noción, la de una selección religiosa en el interior del pueblo, heredera y depositaria de las promesas. Se la puede llamar resto fiel, aun cuando en el AT no lleva nunca el nombre de resto. Este nombre se le dará en el NT (Rom 11,5) y en ciertos escritos no bí­blicos (Documento de Damasco 1,4; 2,11). Se trata, en efecto, sin duda de la misma idea, pero que pasa del plano material al plano espiritual. El resto fiel es la fracción religiosamente viva a los ojos de Dios.

Este resto fiel aparece bajo elnombre de “Israel servidor de Yahveh”, “Israel, en quien me gloriaré” (Is 49,3). Está encargado de una misión para con todo Israel (49,5). En esta selección religiosa emerge una figura individual, que la personifica y encarna sus destinos: el *Siervo. Es finalmente él, y él solo, quien realiza con su muerte redentora la misión confiada a este resto (52,13-53,12). Pero a partir de él se produce el movimiento inverso, y no sólo todo Israel, sino también los paganos se integrarán al resto, reducido al solo Mesí­as (49,6; 53,11).

4. Después del exilio. La pequeña comunidad de los exilados regresados a Sión se intitula el resto (Ag 1,12; 2,2; Zac 8,6), y algunos oráculos pueden hacer creer que es éste el resto santo y que las promesas escatológicas (Os 2,23s; Ez 34,26s) se van a realizar en su favor (Zac 8, 1ls). Pero la restauración no es mesiánica sino en forma incoactiva y figurativa, y el resto histórico de después del exilio tiene todaví­a necesidad de ser purificado (Zac 13,8s; 14,2). La idea del resto fiel va siendo cada vez más neta. El *pueblo de Dios se identifica con los “pobres de Yahveh” (Is 49,13; Sal 18,28; 149,4; IMac 1,52s). El salmo 73,1 identifica a Israel con los que tienen el corazón puro. Los textos proféticos de después del exilio anuncian todaví­a el resto escatológico (Is 65, 8-12; Abd 17 = Jl 3,5), pero introduciendo ahora en él a los paganos (Is 66,19; Zac 9,7).

NT. En el NT se aplica todaví­a la palabra al “resto fiel”, a la parte del pueblo de Dios que ha creí­do en Cristo (Rom 11,5). El tema del resto fiel, único *Israel verdadero, está latente en muy numerosos textos del NT (Mt 3,9s; 22,14; Jn 1,11s; 1,47; Rom 2,28; iCor 10,18; Gál 6,16); pero, cesa de tener existencia autónoma. El resto es ahora la *Iglesia.

La significación profunda del tema en el plan de Dios la da san Pablo, que en la epí­stola a los Romanos desarrolla una verdadera teologí­a del *designio de Dios (Rom 9-11). Gracias al resto que ha creí­do en Jesucristo, la infidelidad de Israel no acaba con las *promesas, y la *fidelidad de Dios se mantiene í­ntegra (Rom 11,1-7). Por otra parte, la existencia de un resto, único depositario de las promesas, manifiesta la absoluta gratuidad de la *elección de los individuos, incluso en el marco de la elección del pueblo entero (9,6-18.25-29). Y la elección de una fracción en el interior del pueblo elegido, fracción que finalmente se reduce al solo Mesí­as, está ordenada a la *redención de todos, no sólo de todo Israel (11,26), sino también de los paganos (11,25). Así­ quedan conciliadas las exigencias aparentemente opuestas de la *justicia divina: por una parte castigo del pecado, por otra, fidelidad a la *promesa, que el pecado de los hombres no puede frustrar, pero que en todo caso es un don gratuito.

–> Alianza – Elección – Promesas.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas