SALUD

v. Salvación
Act 27:34 os ruego que comáis por vuestra s
3Jo 1:2 que tengas s, así como prospera tu alma


†¢Medicina. Médicos.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

(Véanse ENFERMEDAD, SANIDAD)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Equilibro en el cuerpo y ausencia de cualquier alteración, dolor o desajuste. Llamamos enfermedad a la carencia de salud y de equilibrio corporal.

La salud se consideró siempre como un don del cielo, del mismo modo que se miró la enfermedad como un castigo de los dioses. En el Evangelio no aparece el concepto abstracto de “salud”, pero sí­ son muy abundantes los términos que se refieren a ella: estar bien (kalos ejo), quedar curado (hygiano), padecer enfermedad; 46 veces se habla de curar (therapeuo) y en 39 se alude al médico y a las medicinas (iaomai o iatros)

En la Iglesia, desde los primeros tiempos, la Pastoral de la salud, el cuidado de los enfermos, la atención a los que sufren, la cercaní­a, sobre todo, con los moribundos, fue una inquietud prioritaria y siempre en referencia a la compasión de Jesús con los enfermos, con los cojos, ciegos, sordos y poseí­dos por los malos espí­ritus.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

—>Salvación

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

La salud es un estado de bienestar fí­sico, psí­quico y social. Por consiguiente, no es solamente del estudio del cuerpo de donde puede sacarse la definición de salud, sino de la consideración de toda la persona en su vocación global y en su destino final.

La verdadera salud guarda una estrecha relación con la autorrealización de la persona humana. Un concepto de salud puramente fisiológico, es decir, entendida como ausencia de dolor y como vitalidad exuberante, es un concepto demasiado limitado y peligroso. En una visión tan restringida como ésta, la salud podrí­a incluso impedir el bienestar verdaderamente humano, Cada individuo tiene la obligación de conservar su propia salud. Pero el factor decisivo es el grado de caridad con que se mira la salud, aceptándola como un medio para realizar la propia vocación. El discí­pulo de Cristo está dispuesto además a poner en peligro su propia salud en favor de los demás, cuando ese riesgo tiene su lógica propia en la realización del amor.

B. Marra

Bibl.: S. Spinsanti, Salud, enfermedad, muerte, en NDTM, 1639-1651; AA, VV , La Iglesia y el mundo de la salud Edicep, Madrid 1~82; B. Haring. La fe, fuente de salud San Pablo, Madrid 1986; E, López Azpitarte, Etica y vida, San Pablo, Madrid 1990; M, A, Monge, Etica, salud, enfermedad, Palabra, Madrid 1991.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

1. No hay una definición sencilla y general de s. y enfermedad. “Salud” como norma ideal puede describirse según la definición de la Organización mundial de la s. como “perfecto estado de bienestar corporal, espiritual y social”. Pero esta definición no es prácticamente aplicable ni teóricamente sostenible de todo punto. La s. sólo puede definirse en relación con la -> enfermedad, y aun aquí­ sólo de modo que ambos conceptos se excluyan, desde luego, aplicados a un único y mismo individuo (se está sano o enfermo, y no las dos cosas a la vez), pero quedando entre ambos extremos un amplio espacio indiferente en que el individuo no se siente ni enteramente sano ni enfermo todaví­a. Por qué sea esto así­, lo enseña el análisis de los hechos.

2. Hay sinónimos aparentes de los conceptos “sano” y “enfermo”, p. ej., las dos nociones de normal y anormal. También en biologí­a y medicina hay normas. Se dividen en tres grupos. a) Las cualidades necesarias de las especies y razas son su “norma”; desviaciones de las mismas (seis dedos, albino, p. ej.,) son anormalidades. Pero tales anormalidades no significan necesariamente enfermedad. b) Los valores medios de una población previamente clasificada como sana con relación a cualidades muy esparcidas individualmente, pueden ser definidos como normas (presión de la sangre, metabolismo fundamental, etc.). Sin embargo, las desviaciones respecto de valores medios no siempre son patológicas (p. ej., en tamaños extremos del cuerpo). Sólo lo son cuando los valores medios se refieren a valores funcionales vitales, como, p. ej., la presión de la sangre. Tales valores son, por tanto, valores obligados de una constitución regular, cuya modificación considerable es, consiguientemente, patológica. c) En la vida de los hombres se hallan normas de conducta que proceden de convenciones sociales, y desempeñan papel importante en el concepto de -> enfermedad mental.

El concepto de insano (morboso, patológico) define un estado o proceso que daña la salud de individuos y, por ende, pone enfermo. Las nociones de lesionado y herido significan enfermedad por una herida; mutilado designa el estado permanente que es efecto de la herida. Tampoco ese estado debe identificarse con la enfermedad.

3. La problemática de las nociones de s. y enfermedad aparece clara por el hecho de que, en los últimos cien años, la medicina moderna, en su lucha contra la enfermedad, ha duplicado la vida media (que ahora es de 70 años); pero en el mismo tiempo, el número de dí­as de enfermedad ha subido al triple en los asegurados.

4. S. y enfermedad son nociones que se derivan de la experiencia de la vida diaria, particularmente de la vida médica. Deben, por tanto, orientarse primeramente a los fenómenos. El fenómeno fundamental es el estado general del hombre: si se pone malo, pasa a ser paciente (pati = padecer). El dolor lo empuja al médico. Sin embargo, la indisposición subjetiva es fenómeno que acompaña a muchos procesos “fisiológicos” y se presenta en muchos casos de adaptación: en el trabajo muscular como agujetas, en la adaptación al calor como sentimiento de desgana e incapacidad para el trabajo pesado, etc. El estado general – cómo “se encuentra” uno – sólo puede ser estimado como signo de enfermedad cuando es indicio de perturbaciones que en el sentido más amplio son una amenaza para la vida. Toda enfermedad “significa la muerte” (Jores). Por eso una perturbación del estado general ha de tomarse tanto más en serio cuanto más fundado aparezca en el cuerpo por las mediciones (resultados) que se apartan de la norma. Los “resultados” del examen médico apoyan los diagnósticos, que han de sacarse del estado del paciente (p. ej., fatiga por falta de hemoglobina), y son por lo general suficientes, pero no siempre, para atestiguar una “enfermedad”. Pueden faltar en considerables perturbaciones subjetivas (p. ej., dolores de cabeza) y pueden amenazar la vida sin perturbación subjetiva (cáncer).

5. El paciente está enfermo cuando él mismo cree que ya no puede trabajar. Sólo él toma esa decisión (Jaspers), “se declara enfermo”; sin embargo, su decisión necesita la confirmación del médico, que emite “atestado”. Sí­guese que s. es ante todo capacidad de trabajar, tal como la juzga el individuo mismo. Claro que también una amenaza futura a la capacidad de trabajo (p. ej., cáncer o arteriosclerosis) puede ser enfermedad. Un juicio sobre la razón con que el paciente se declara enfermo, no siempre puede darse objetivamente. Incluso las manifestaciones del médico pueden de tal forma modificar el estado del paciente que (sin motivo objetivo) éste se sienta enfermo: “enfermedad iatrógena”.

6. La facticidad del estar enfermo se complica por el hecho de que lo psí­quico corre paralelo con lo corporal y a la inversa, y, por tanto, el hombre sólo puede entenderse como unidad de cuerpo y alma (“aspecto psicoanalí­tico”; Mitscherlich; v. Uexküll; v. Weizsäcker; v. Wyss). Esta acción recí­proca se ha comprobado recientemente también por experiencias en animales; también el animal puede enfermar psicosomáticamente (cf. la bibliografí­a más reciente en Baust, Golenhofen, Zanchetti). Pero la constitución psí­quica del hombre depende también fuertemente de su posición y ambiente sociales; el éxito y la esperanza le dan alas; la falta de perspectiva, la monotoní­a del trabajo, la soledad y el aislamiento lo deprimen, y modifican de tal forma su estado general; que él no sólo soporta peor las molestias, sino que, por la variación del sistema simpático, las recibe más fácilmente. Hablamos de fenómenos y enfermedades sociosomáticas y de s. social (v. Weizsäcker). Las neurosis y psicosis ostentan un fuerte cuño social (Mitscherlich). Aquí­ entra también lo religioso, cuya pérdida, con los rápidos cambios de estructuras del mundo laboral y social, contribuye mucho a la aparición de desviaciones sociosomáticas. La facultad de “tolerar” disminuye de manera creciente.

7. Aquí­ aparece claro un aspecto moral de la s. y del fenómeno social de la enfermedad. La mayorí­a de las “enfermedades” de la praxis médica son casos sin importancia, que no llevan nunca a la muerte. Muchas de ellas se podrí­an soportar sin necesidad de suspender el trabajo. En tal caso se estimarí­an como perturbación objetivo-subjetiva, pero no corno enfermedad. Así­, pues, lo que aparece como enfermedad, es resultado de un juicio múltiple. En las perturbaciones de su estado general, el hombre puede situarse en un punto de la escala entre la salud absoluta y la enfermedad sentida como mortal; y se situará tanto más próximo a la enfermedad cuanto más amenazado se sienta subjetivamente, cuanto más grave sea o por lo menos aparezca su estado objetivo y cuanto, por disposición de espí­ritu, más propenso sea a tomar en serio sus molestias. Aquí­ aparece clara la importancia de normas sociales. La sociedad por sus normas éticas habí­a antes establecido dentro de ciertos lí­mites lo que se debí­a soportar. Las convenciones fallan hoy dí­a en gran parte o se aflojan: se permite uno a sí­ mismo y permite a los demás declararse enfermo al primer estornudo. Los estados de enfermedad de los asegurados (el número de enfermos en el tanto por ciento de todos los trabajadores) suben así­, y determinan la proporción estadí­stica de la sanidad pública.

8. Los problemas morales de la s. se dilatan por el hecho de que estos fenómenos tienen fuerte significación económica. El individuo tiene el deber de estar sano, particularmente el deber de conservar su salud, pues la sociedad paga a causa de su enfermedad. A la verdad, a este deber ha de unirse el derecho a la s.: la sociedad ha de hacer todo lo posible para proteger la s. del individuo, y para ayudarle en caso de enfermedad. Pero es difí­cil fundamentar positivamente una y otra cosa, el derecho y deber en materia de s. El que hoy dí­a éstos se recalquen tan fuertemente, depende sobre todo de la fuerte mentalidad social del hombre moderno; pero, en parte también, seguramente de la raí­z cristiana de dicha mentalidad (idea de la beneficencia como obligación).

9. Sin embargo, la enfermedad no es un fenómeno primariamente moral, por más que así­ se entendió a menudo en la edad media y a ello alude la etimologí­a de algunas lenguas (ill de evil, malade de mal). En las enfermedades mentales, no se ha superado aún del todo ese prejuicio (cf. Müller-Suur). En éstas precisamente es claro el papel de la convención como base del juicio: lo extraordinario se declara a menudo enfermedad en el terreno espiritual (genio y locura según Lombroso). Mirar la enfermedad como efecto del pecado parece absurdo (cf. O.J. Hartmann y v. Siebenthal). Cierto que la enfermedad puede ser efecto de la fuerte conciencia de pecado (p. ej., en una conciencia escrupulosa), y entonces estarí­a caracterizada como psicosomática. También puede ser consecuencia natural de un comportamiento pecaminoso (abusos, enfermedades sexuales). Pero, por lo general, el teólogo subestima los considerables efectos de factores emocionales y sugestivos sobre el cuerpo humano y el carácter compulsivo de los fenómenos biológicos.

10. La s. es -> garantí­a de la libertad, toda enfermedad es pérdida de ella, es decir, una pérdida de posibilidades (Jores; Mitscherlich). El enfermo no es libre, porque la enfermedad le impone merma de prestación o trabajo, convalecencia o (en enfermedades psicosomáticas o mentales) una conducta anormal y contraproducente. Pero la s. puede ser también causa de mediocridad espiritual y moral; mientras que la enfermedad puede ser fuente de un desarrollo espiritual debido al sufrimiento. Todo sufrimiento enriquece la experiencia psicosomática, y lleva a reacciones espirituales y morales de la más alta importancia social. Una razón más de que sea abiológica la definición de la s., antes citada, dada por la organización mundial de la s. Pues, en efecto, el “hombre sin dolor” es un hombre sin adaptación a un mundo en que el dolor de toda especie tiene una gran importancia social, polí­tica y religiosa. Particularmente una enfermedad larga y grave remite al paciente a sus fuerzas espirituales y morales y puede conducir a un refuerzo considerable de las mismas.

11. Se habla también a menudo de la s. o enfermedad de unidades superiores: de la familia, del Estado, de la humanidad, o de determinadas estructuras sociales y polí­ticas (Kütemeyer). Si ya en los individuos es difí­cil de definir el concepto de s., aquí­ lo es de manera especial. De hecho tal concepto, representa sólo un juicio sobre el grado en que la estructura social juzgada coincide con el prejuicio del que la contempla, es decir, sobre la medida en que responde a determinadas ideas acerca de lo que debe ser y sus normas. De ahí­ que todo juicio sobre la s. de estructuras sociales sea un juicio polí­tico, que sólo puede darse partiendo de una idea previa de orden.

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Háns Schaefer

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica