TERREMOTO

v. Temblar
1Ki 19:11 un t; pero Jehová no estaba en el t
Isa 29:6 serás visitada con truenos, con t y con
Amo 1:1 que profetizó .. dos años antes del t
Mat 24:7; Mar 13:8; Luk 21:11 habrá .. t en diferentes lugares
Mat 27:54 visto el t .. temieron en gran manera
Mat 28:2 hubo un gran t; porque un ángel del
Act 16:26 sobrevino de repente un gran t, de tal
Rev 6:12 abrió el sexto sello .. hubo un gran t
Rev 8:5 hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un t
Rev 11:13 en aquella hora hubo un gran t, y la


Terremoto (heb. raash; gr. seismós). Temblor de tierra provocado por erupciones volcánicas o fallas de la corteza terrestre; es uno de los desastres naturales más terrorí­ficos. Un memorable terremoto registrado en el AT ocurrió durante el reinado de Uzí­as (Am 1:1; Zec 14:5). En tiempos del NT un terremoto señaló la muerte y otro la resurrección de Cristo (Mat 27:54; 28:2), como asimismo la intervención divina en favor de Pablo y Silas en la prisión romana de Filipos (Act 16:26). Los terremotos aparecen entre las señales del fin (Mat 24:7; Mar 13:8; Luk 21:11; Rev 6:12). Una descripción sublime de un terremoto y otros fenómenos naturales aparece en Psa_18 504. Tanque de agua en Qumrán con una quebradura en sus peldaños que muestran los efectos del terremoto del 31 a.C. Bib.: D. H. K. Amiran, “A Revised Earthquake Catalogue of Palestine” [Un catálogo revisado de los terremotos de Palestina], IEJ 1 (1950-1951):223-246; 2 (1952):48-65.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., ra†™ash, temblor; gr., seismos, terremoto). Hay cuatro terremotos registrados explí­citamente en las Escrituras: el que sucedió en beneficio de Elí­as (1Ki 19:11); el que mencionan Amós (Amo 1:1) y Zacarí­as (Amo 14:5) que ocurrió en el reinado de Uzí­as; el que sucedió en la resurrección de Cristo (Mat 28:2); y el que libró a Pablo y a Silas de la cárcel (Act 16:26). Dios puede usar los terremotos en juicio. Todos los fenómenos naturales —terremotos, vientos, tormentas, lluvias, granizos y demás— están bajo el control divino soberano y son parte de su arsenal para gobernar al mundo con justicia.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Los temblores de tierra eran considerados como demostraciones del poder de Dios y se pensaba que antecedí­an a manifestaciones divinas de alguna naturaleza (Exo 19:18; 1Re 19:11-12; Isa 6:4; ). Cuando Dios se indigna, la tierra tiembla (Sal. 18; 7; Isa 5:25; Nah 1:5). La muerte de Coré, Datán y Abiram, cuando †œse abrió la tierra que estaba debajo de ellos† sugiere un t. (Num 16:25-33). Hubo grandes t. en tiempos de †¢Uzí­as y Jeroboam II (Amo 1:1; Zac 14:4-5). En el año 31 d.C. hubo un t. en Judea que causó la muerte de 10.000 a 30.000 personas, según atestigua Josefo. Un fuerte temblor de tierra se sintió cuando murió el Señor Jesús (Mat 27:51-53). Y el dí­a que resucitó †œhubo un gran t.† (Mat 28:2). Estando Pablo y Silas presos en Filipos sobrevino un t. †œde tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudí­an† (Hch 16:26). Como señales de los últimos tiempos †œhabrá pestes, y hambres, y t. en diferentes lugares† (Mat 24:7; Mar 13:8; Apo 6:12; Apo 8:5; Apo 11:13).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

vet, Temblor de tierra. Durante los grandes seí­smos, en los lugares donde las sacudidas son más violentas, las colinas tiemblan (Jer. 4:24); se conmueven los mismos cimientos de la tierra (Sal. 18:7); aparecen grietas en la corteza de la tierra (Zac. 14:4, 5); se abren y cierran hendiduras en las que uno puede caer (Nm. 16:31-33); las casas se agrietan y derrumban sobre sus moradores; si el mar está cercano, abandona en ocasiones su lecho, precipitándose sobre la tierra en una enorme ola de aguaje que abate y destruye todo lo que halla a su paso. En la época de Uzí­as y de Jeroboam II, Judea sufrió un terrible terremoto (Am. 1:1; Zac. 14:5; Ant. 9:10, 4). En el año séptimo de Herodes el Grande hubo otro gran seí­smo que causó la muerte de más de diez mil personas y de muchí­simo ganado (Ant. 15:5, 2). Un terremoto, acompañado de tinieblas, marcó la muerte de Cristo (Mt. 27:45, 51:54), y otra sacudida similar señaló Su resurrección (Mt. 28:2). Un terremoto tuvo lugar en Macedonia mientras Pablo y Silas estaban en la cárcel de Filipos (Hch. 16:26). Se anuncia un recrudecimiento de terremotos entra las señales del retorno de Cristo (Mt. 24:7; Lc. 21:11; cfr. Ap. 6:12; 11:13; 16:18).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Simbólicamente, trastorno grave que perturba la forma ordinaria de vida y destruye muchas de las realidades que se han conseguido o que se habí­an construido creyendo que estaban arraigadas.

De cuando en cuando pueden surgir en la vida “terremotos” psicológicos, sociales o morales: una ruptura, una desgracia, un disputa violenta pueden originar una situación traumática y exigir una reacción fuerte o una reconstrucción de los esquemas anteriores, arruinados de manera inesperada.

También para esos momentos hay que contar con recursos morales y sociales que hagan posible la vuelta a comenzar, sin dejarse aniquilar por completo.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

A la muerte (Mt 27,51.54) y a la resurrección de Jesucristo (Mt 28,2) acompaña un grande y sobrecogedor terremoto, como una señal externa del poder divino de Jesús. Su segunda venida, antes del fin del mundo, será también precedida de grandes terremotos (Mt 24,7; Mc 13,8; Lc 21,11).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Sacudida o movimiento brusco de la corteza terrestre causada por fenómenos internos. El sustantivo hebreo rá·`asch no se circunscribe exclusivamente a un †œtemblor† de tierra, o †œterremoto† (1Re 19:11; Am 1:1), sino que también puede denotar los †œestremecimientos† causados por un ejército al marchar (Isa 9:5, nota), el †œtraqueteo† de los carros de guerra (Jer 47:3), el †œruidoso sacudimiento† de la jabalina (Job 41:29) y el †œgolpeo† de los caballos (Job 39:24). El vocablo griego sei·smós (seí­smo; terremoto) se refiere a un temblor o sacudida. (Mt 27:54; compárese con Mt 27:51; 28:4; Rev 6:13.)
A lo largo de toda la historia bí­blica ocurrieron sacudidas o temblores de tierra como resultado de fuerzas geológicas naturales (Zac 14:5), o como resultado de la intervención directa de Dios bien con fines judiciales o para cumplir algún propósito relacionado con sus siervos. La naturaleza geológica de Palestina, propia de una región con actividad sí­smica, explica dicha actividad en tiempos pasados y en la actualidad.
El recinto del templo de Jerusalén se halla en una zona sí­smica. De hecho, la mezquita de al-Aqsa, que se halla en dicho recinto (no debe confundirse con la Cúpula de la Roca, un santuario), ha sufrido desperfectos en diversas ocasiones debido a movimientos sí­smicos.
Cuando se inauguró el pacto de la Ley en Sinaí­, se produjo un formidable terremoto con, al parecer, alguna actividad volcánica, lo que constituyó un marco impresionante para aquel acto. (Ex 19:18; Sl 68:8.) Jehová tuvo una intervención directa en aquella demostración de poder, pues habló desde la montaña por medio de un ángel. (Ex 19:19; Gál 3:19; Heb 12:18-21.)
La aterradora potencia destructiva de los terremotos en ocasiones ha sido prueba del juicio de Jehová contra los que quebrantan su ley. (Na 1:3-6.) Jehová se sirvió de un terremoto para ejecutar a los rebeldes Datán y Abiram, así­ como a la casa de Coré. El registro dice que la tierra abrió su boca y los tragó, haciéndolos descender vivos al Seol. (Nú 16:27, 32, 33.) También ocurrió un temblor de tierra antes de que Jehová corrigiese a Elí­as y volviera a encomendarle nuevas asignaciones de servicio. (1Re 19:11-18.) Otros terremotos han ocurrido milagrosamente para ayudar al pueblo de Jehová, como cuando Jonatán y su escudero atacaron con audacia una avanzadilla filistea. En respuesta a su fe, Jehová originó un terremoto que puso en confusión a todo el campamento filisteo, de modo que se mataron entre ellos y los sobrevivientes se dieron a la fuga. (1Sa 14:6, 10, 12, 15, 16, 20, 23.)
Hacia las tres de la tarde del dí­a en que murió Jesús, un terremoto hendió las masas rocosas, con lo que las tumbas conmemorativas se abrieron y arrojaron los cadáveres que habí­a en ellas. Además, la cortina del santuario del templo reconstruido por Herodes se rasgó de arriba abajo. Previamente, la tierra se habí­a oscurecido. Hay quien opina que tal vez eso se debiese a actividad volcánica, pues suele ocurrir que el humo y la ceniza que expulsan los volcanes oscurece el cielo. Sin embargo, no existe ningún indicio de que el terremoto estuviese acompañado de una erupción volcánica. (Mt 27:45, 51-54; Lu 23:44, 45.) Otro terremoto ocurrió el dí­a de la resurrección de Jesús, cuando un ángel descendió del cielo e hizo rodar la piedra que impedí­a la entrada a la tumba. (Mt 28:1, 2.) El apóstol Pablo y su compañero Silas recibieron respuesta a sus oraciones y canciones de alabanza cuando un gran terremoto abrió las puertas de la prisión y soltó las cadenas de los prisioneros. Este incidente llevó a la conversión del carcelero y su casa. (Hch 16:25-34.)
Jesús predijo que los terremotos en gran cantidad y magnitud serí­an una de las caracterí­sticas de la señal de su presencia. (Mt 24:3, 7, 8; Lu 21:11.) Desde 1914 E.C. ha habido un aumento en la cantidad de terremotos que han causado mucha angustia. Tomando como base datos obtenidos del Centro Nacional de Datos Geofí­sicos de Boulder (Colorado, E.U.A.), así­ como varias obras de consulta, en 1984 se hizo un cómputo de los terremotos que habí­an sobrepasado una intensidad de 7,5 en la escala Richter, los que habí­an ocasionado daños valorados en más de cinco millones de dólares (E.U.A.) y los que habí­an ocasionado un centenar de muertes o más. El cómputo indicó que durante los dos mil años anteriores a 1914 habí­an ocurrido 856 temblores de estas caracterí­sticas, pero que en solo los sesenta y nueve años posteriores a 1914 se habí­an producido 605. Esta estadí­stica demuestra la incidencia de los terremotos durante este perí­odo de la historia.

Usos figurados y simbólicos. En las Escrituras los terremotos se emplean a menudo en sentido figurado para indicar la sacudida y derrocamiento de naciones y reinos. La antigua Babilonia confiaba en dioses falsos, como Nebo y Marduk, los cuales, según creí­an los babilonios, llenaban los cielos. También confiaba en gran manera en el poder de su enorme fuerza militar, pero Dios dijo en una declaración formal contra ella: †œHaré que el cielo mismo se agite, y la tierra se mecerá y moverá de su lugar ante el furor de Jehová de los ejércitos†. (Isa 13:13.) Por lo que a Babilonia se refiere, debió sufrir una gran sacudida cuando su imperio cayó y su territorio dejó de pertenecerle como tercera potencia mundial, y se convirtió en una simple provincia del Imperio persa. (Da 5:30, 31.)
En otras referencias, David dice que Jehová lucha por él valiéndose de un terremoto. (2Sa 22:8; Sl 18:7.) Jehová habla de mecer los cielos y la Tierra y el mar y el suelo seco. Mecerí­a todas las naciones para el bien de su pueblo, y, como resultado, las cosas deseables de las naciones entrarí­an y El llenarí­a Su casa de gloria. (Ag 2:6, 7.)
El apóstol Pablo utiliza como ilustración la imponente exhibición que aconteció en Sinaí­ y la compara a la ocasión —mayor y más impresionante— en que la congregación cristiana de los primogénitos se reúne en el monte Sión celestial ante Dios y su Hijo, el Mediador. Prosigue con la ilustración del terremoto que hubo en Sinaí­ y le da una aplicación simbólica, animando a los cristianos a continuar sirviendo con valor y fe en vista de que el Reino y los que se adhieren a él podrán permanecer en pie, mientras que todas las otras cosas de los cielos y la Tierra simbólicos serán sacudidas en pedazos. (Heb 12:18-29.)
El mayor terremoto de todos, que aún está por venir, es de carácter simbólico, y se habla de él en relación con la séptima de las siete últimas plagas simbólicas de Revelación. No se dice que destrozará una o dos ciudades, como han hecho algunos de los terremotos más violentos, sino †œlas ciudades de las naciones†. El relato de Juan sobre este cataclismo dice: †œOcurrió un gran terremoto como el cual no habí­a ocurrido uno desde cuando los hombres vinieron a estar en la tierra, tan extenso el terremoto, tan grande. Y la gran ciudad [Babilonia la Grande] se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron†. (Rev 16:18, 19.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

seismos (seismov”, 4578), sacudida, choque; véase TEMBLAR, TEMBLOR, B. Se traduce “terremoto/s” en Mat 24:7; 27.54; 28.2; Mc 13.8; Luk 21:11; Act 16:26; Rev 6:12; 8.5; 11.13, dos veces; v. 19; 16.18b; “temblor de tierra” en Rev 16:18a; “tempestad” en Mat 8:24: Véase también TEMPESTAD.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Los terremotos han sido el alter ego de la *Palestina como consecuencia de su estructura geológica. En la historia bíblica los terremotos o los fenómenos que se asocian a los mismos se registran en distintos períodos, y han sido comprobados por algunas excavaciones (p. ej. Y. Yadin, Hazor, 1975, pp. 150–151), en el mte. Sinaí en el momento de promulgarse la ley (Ex. 19.18), en los días de Saúl (1 S. 14.15), de Elías (1 R. 19.11), de Uzías (Am. 1.1; Zac. 14.5) y de Pablo y Silas (Hch. 16.26). Un terremoto acompañado de grietas en la tierra destruyó a Coré y sus compañeros (Nm. 16.31), y un acontecimiento similar puede haber tenido que ver con la destrucción de Sodoma y Gomorra (véase Am. 4.11). El terremoto en el momento de la crucifixión se describe en Mt. 27.51s con manifestaciones milagrosas.

Existen muchas referencias a esta terrible forma de calamidad natural: Jue. 5.4; Sal. 18.7; 29.6; 97.4; 114.4; Jl. 2.10; 3.16; Am. 8.8; Nah. 1.5; Hab. 3.6; Zac. 14.4; Ap. 6.12; 8.5; 11.13; 16.18. El terremoto era figura del juicio divino (Is. 29.6; Ez. 38.19ss). En textos asirios (Iraq 4, 1927, pp. 186–189) también se mencionan terremotos (rı̂bu).

Bibliografía. Para un lista de terremotos en la era cristiana, véase E. Hull, art. “Earthquake” en HDB, 1, pp. 634.

J.M.H., D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico