TIRO

Isa 23:1 profecía sobre T, Aullad, naves de
Eze 26:3 yo estoy contra ti, oh T, y haré subir
Eze 28:2 dí al príncipe de T: Así ha dicho Jehová
Amo 1:9 por tres pecados de T, y por el cuarto
Mat 11:21; Luk 10:13 en T y .. se hubieran hecho
Act 12:20 Herodes .. enojado contra los de T
Act 21:3 navegamos a Siria, y arribamos a T


Tiro (heb. Tsôr, “roca”; fen. y ugar. Tsr; ac. Tsurru; egip. D3yr; gr. Túros). Importante puerto fenicio de la antigüedad, ubicado a 37 km al sur de Sidón. La ciudad se fundó al principio en el continente, y la isla adyacente de la costa se usó sólo para las instalaciones portuarias. El nombre de ésta aparece como Ushu en las inscripciones cuneiformes; los griegos la llamaron Palaityros. A menudo la población de Tiro buscó refugio en la isla rocosa (de unas 57 ha de superficie), y con el tiempo ésta llegó a ser el lugar definitivo de su residencia. Mapa VI, B-3. El origen de Tiro es desconocido. Aunque se la consideraba una ciudad muy antigua (Isa 23:7), parece que Sidón era más importante al principio, puesto que se la menciona en los registros bí­blicos más antiguos sin Tiro (Gen 0:15; 49:13). Cuando Herodoto la visitó (c 450 a.C.), los sacerdotes de Melcart le dijeron que su ciudad tení­a 2.300 años, pero esto debe de haber sido una tradición sin fundamento. Figura por 1a vez en los registros egipcios (los Textos de Execración*) del s XIX a.C., y más tarde en las Cartas de Amarna,* que revelan que su rey Abimilki era vasallo de Egipto, así­ como lo eran todos los prí­ncipes de Siria y Palestina en el s XIV a.C. Poco después recuperó su independencia, pero más tarde la volvió a conquistar el faraón Seti I; pero Egipto la perdió de nuevo, quizá durante el reinado de Ramsés II. Para los autores bí­blicos era conocida como una fortaleza desde los dí­as de Josué, y de allí­ en adelante (Jos 9:29; 2Sa 24:7). No se la asignó a tribu alguna, y nunca perteneció a Israel. Hiram, el rey de Tiro, mantuvo relaciones amistosas con David y Salomón, y le proporcionó a ambos reyes materiales de construcción y obreros especializados para la erección de sus palacios y del templo (2Sa 5:11; 1Ki :1-6; 9:10-14; 1Ch 14: 1; 2Ch 2:3-16). Los experimentados marinos de Tiro también le ayudaron a Salomón a llevar a cabo sus expediciones marí­timas a Ofir y Tarsis (1Ki 9:26- 28; 10:22). Estas relaciones amistosas continuaron, a lo menos por un tiempo, incluso después de la escisión del reino, de lo cual da testimonio el matrimonio del prí­ncipe Acab de Israel con Jezabel, una princesa tiria (16:31). Por aquellos años, algunos colonos tirios fundaron Cartago en la costa de Túnez. Con el correr del tiempo esta ciudad se hizo tan poderosa que llegó a ser una seria rival de Roma y casi la sobrepujó. 512. Mapa de Tiro y sus alrededores. 1166 Los gobernantes tirios, dado que eran prí­ncipes mercaderes, no se interesaban en la guerra (ls. 23:8), comerciaban con todos los paí­ses de la cuenca del Mediterráneo, y más adelante con naciones ubicadas más allá de ese mar. Sus principales productos eran telas teñidas de púrpura, objetos de vidrio y metal, pero también vendí­an esclavos (entre ellos, hebreos; Eze 27:13; Amo 1:9; Jl. 3:5,6) y productos de otros paí­ses. Su riqueza despertó la envidia de naciones amantes de la guerra, y a menudo se vieron envueltos en conflictos que no deseaban. Cuando los asirios aparecieron en Siria en el s IX a.C., los tirios se libraron de Asurnasirpal II (884-859 a.C.) por medio del pago de un tributo. Su hijo Salmanasar III (859-824 a.C.), Adad-nirari III (810-782 a.C.) y Tiglat- pileser III (745-727 a.C.) informan que también recibieron tributos de Tiro. De acuerdo con Josefo, Salmanasar V (727-722 a.C.), de quien no se han encontrado registros cuneiformes hasta ahora, se apoderó de la Tiro continental y asedió la ciudad marí­tima, sin poder tomarla. Otros intentos de apoderarse de la isla los hicieron Senaquerib (705-681 a.C.), Esar-hadón (681-669 a.C.) y Asurbanipal (669-627? a.C.). Senaquerib y Asurbanipal se conformaron con conquistar la ciudad continental (=Ushû), pero Esar-hadón pretendió haber tomado la isla (fig 193). Otro gran intento se produjo cuando Nabucodonosor sitió la ciudad marí­tima durante 13 años sin poder someterla, aunque logró apoderarse de la Tiro continental. Las profecí­as de Ezequiel se refieren a este asedio infructuoso (Eze 26:1-14; 29:18). Finalmente se llegó a una transacción: Nabucodonosor le permitió a Tiro conservar su reino y su condición de estado semiindependiente bajo la supervisión de un comisionado babilonio encargado de verificar que la ciudad pagara regularmente un tributo (para incrementar las arcas de Babilonia), y que éste fuera proporcional a sus ganancias. Parece que la ciudad continental no fue reconstruida en ese entonces, aunque la población edificada sobre la isla continuó floreciendo durante el perí­odo persa, y aparentemente gozaba de una gran independencia. Cuando ésta, confiada en su aislamiento y en su carácter de inexpugnable, no quiso someterse a Alejandro después de la batalla de Isos (333 a.C.), éste la sitió. Construyó un terraplén que iba del continente a la isla, para lo cual usó los escombros de la ciudad vieja, con lo que se cumplieron las profecí­as de Ezequiel (26:12). Siete meses después de llegar a Tiro, Alejandro lanzó contra ella un ataque concertado anfibio y terrestre durante el cual su ejército de tierra, que avanzaba sobre el terraplén recién construido, se unió con las fuerzas marí­timas, de manera que por todas partes se invadieron las costas de la isla. La ciudad fue tomada y destruida, perecieron sus nobles y los habitantes sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Aunque la ciudad se recuperó después, nunca más alcanzó su antigua gloria. En el 198 a.C. se la incorporó al reino de los Seléucidas, pero más tarde gozó de cierta independencia, que se respetó cuando Pompeyo tomó Siria en el s I a.C. Cristo visitó la región de Tiro durante su ministerio en Galilea (Mat 15:21-28; Mar 7:24-31), y entre sus oyentes se encontraba de vez en cuando gente de Tiro (Mar 3:8; Luk 6:17). Existí­a una iglesia cristiana en esa ciudad en dí­as de los apóstoles, la cual visitó Pablo cuando regresaba a Jerusalén de su 3er viaje misionero (Act 21:3-6). Los cruzados se apoderaron de ella en el 1124 d.C., pero la perdieron a manos de los sarracenos en el 1291 d.C., quienes la destruyeron casi por completo. Desde ese entonces sólo una pequeña comunidad musulmana ha vivido allí­ en compañí­a de unos pocos cristianos. Sus casas se encuentran en parte en el sector norte de la antigua isla, y en parte en el terraplén construido por Alejandro, el que como consecuencia de la arena que se ha ido acumulando a ambos lados, ha adquirido una amplitud de unos 800 m (fig 512). El nombre actual de la ciudad es Tsûr. Sus ruinas visibles son de la época bizantina, pero las excavaciones han descubierto ruinas romanas y anteriores. Parte de la costa occidental ha sido erosionada por el mar, y se pueden ver debajo del agua los restos de antiguos edificios, como asimismo muchas columnas y otros bloques de piedra. 1167 La pequeña bahí­a de pescadores que existe en la actualidad en ese lugar (fig 425), en el sector septentrional de la isla, está ubicada en el sitio donde se encontraba el antiguo muelle de Sidón. Del así­ llamado muelle de Egipto en el sur se pueden ver todaví­a algunos rompeolas y accesos medio sumergidos (fig 513). Véase Etbaal. Bib.: FJ-AJ viii.3.1; ii.44; ix.14.2; ANET 276b, 280b, 281b, 283ª, 287b, 300b; 290a; FJ-AA i.21. 513. Remanente de los antiguos pilares del muelle en la costa de Tiro.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ciudad fenicia, puerto al norte del monte Carmelo y a 40 km al sur de Sidón. Fue un gran centro económico, cultural y del poder polí­tico de todas las ciudades fenicias, durante el reinado de Jiram I; llegó a tener relaciones comerciales con David y Salomón.

Fue famosa por sus navegantes; su comercio uní­a al oriente y al occidente, haciéndola un gran puerto, centro comercial y marí­timo, durante casi todo el A. T., por lo que Isaí­as la llama emporio de las naciones, Is 23, 3, y Ezequiel dice de ella que es la que trafica con los pueblos de muchas costas, Ez 27, 3. Fue tributaria del rey de Asiria, en el siglo IX, sin perder su importancia. El año 814, la ciudad de T. fundó Cartago, †œciudad nueva†, al nordeste de Túnez, en la ruta comercial con el sur de España.

Fue conquistada por Alejandro Magno el año 322 a. C. tras un cerco de seis meses, para lo cual hubo de construir un dique de unión entre la isla y el continente. Ocho mil de sus habitantes fueron muertos y treinta mil fueron vendidos como esclavos y no obstante, la ciudad continuó siendo muy importante. Pero al morir Alejandro, los generales que tení­a bajo su mando se disputaban T., tiempo durante el cual la ciudad se fortificó y terminó siendo mucho más importante.

En el N. T. se menciona T. Algunos de sus habitantes pudieron escuchar al Señor, Mc 3,8; Lc 6, 17. Jesús estuvo en territorios de T., Mt 15, 21; Mc 7, 24, y también hizo referencia a ella, Mt 11, 21-22; Lc 10, 13-14.

La ciudad también fue visitada por el apóstol Pablo Hch 21, 3-7.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., tsor, una roca; gr., Tyros). Puerto fenicio al sur de Sidón y al norte de Carmelo. Isaí­as (Isa 23:2, Isa 23:12) implica que Tiro era una colonia de Sidón. Josué asignó Tiro a Aser, pero muy probablemente la ciudad no fue ocupada (Jos 19:29; 2Sa 24:7).

Tiro emerge nuevamente en la historia con el nombre de Hiram, amigo de David (2Sa 5:11). La muerte de Hiram fue seguida por problemas de dinastí­a. Un tal Etbaal surgió triunfante después del asesinato de su hermano.

La hija de Etbaal, Jezabel, llegó a ser la notoria reina de Acab (1Ki 16:31). Nuevos problemas después de la muerte de Etbaal condujeron a la emigración de Elisa, la Dido de la Eneida IV de Virgilio y a la fundación de Cartago.

Durante los 200 años de la agresión asiria Tiro sufrió con el resto del Medio Oriente pero, debido a la fuerza de su posición y a su poder marí­timo, mantuvo cierta medida de independencia durante gran parte de la difí­cil época. Se libró de Ní­nive una generación antes de la caí­da del último baluarte de Asiria (606 a. de J.C.). Estos fueron los años más grandes de la gloria tiria. El relato de Ezequiel (Ezequiel 27—28), aunque colocado en un contexto de acusación y profecí­a de ruina, presenta un cuadro ví­vido del poder y riqueza del gran puerto de intercambio. Eventualmente, la ruina llegó. Babilonia siguió a Asiria y, aun cuando al parecer Tiro resistió exitosamente el largo sitio de Nabucodonosor, el desgaste de su resistencia a Babilonia y el daño a su comercio empobrecieron la ciudad. Cayó por un breve tiempo bajo el poder de Egipto y luego llegó a ser una dependencia de Babilonia, posición que retuvo hasta que ésta cayó ante Persia. Ezr 3:7 contiene una orden de Ciro II a Tiro a que proporcione cedro para la restauración del templo en Jerusalén. Cambises II reclutó una flota tiria contra Egipto, y naves tirias lucharon del lado de Persia contra los griegos en Salamis. En 332 a. de J.C., en el curso de sus conquistas en el Oriente, Alejandro apareció frente a Tiro. El baluarte de la isla cerró sus puertas, y Alejandro se vio forzado a edificar un terraplén. Después de largos meses de frustración, tomó la ciudad mediante un costoso asalto. Tiro fue quebrantada y el terraplén aún subsiste, pero ahora como un lugar, como Ezequiel habí­a predicho, en el cual los pescadores ponen a secar sus redes (Eze 26:5, Eze 26:14; Eze 47:10).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

La gran roca (sur; en griego tyros) frente a la costa fenicia sostuvo, desde aproximadamente el año 2000 a.C., una ciudad comercial y marinera, cuyo territorio de soberaní­a se adentraba profundamente en el continente. En las épocas de postración de la hegemoní­a egipcia (poco después del 1200 a.C.) Tiro alcanzó su plena independencia y desarrolló cada vez más su poderí­o como Estado industrial y mercantil (trabajos metalúrgicos, labores textiles, tintes e industria del vidrio).
David extendió sus dominios más allá de los territorios de Tiro en tierra firme, pero dejó a la ciudad tiria su autonomí­a. Pero ya bajo Salomón los territorios continentales arrebatados a Tiro por su padre volvieron de nuevo a Tiro. Con su rey Jiram concluyó Salomón un tratado comercial: Tiro le proporcionaba madera para la construcción del templo de Jerusalén, a la vez que constructores y metalúrgicos, y Salomón le proporcionaba al tirio alimentos. Con la ayuda de Tiro construyó también Salomón su flota comercial. Y en todo ello hay que ver un fortalecimiento de la posición de Tiro.
Todaví­a en más estrecha conexión con Tiro estuvo el rey Omrí­ de Israel (reino septentrional). Con el fin de obtener la ayuda de los fenicios en su lucha contra los arameos, concertó un matrimonio entre la hija del rey de Tiro, Jezabel, y su hijo Ajab (1Re 16:31).
Frente a las guerras de conquista de asirios y neobabilonios, a las que acabaron sucumbiendo el reino septentrional de Israel el año 722 a.C. y el meridional de Judá el año 586, Tiro supo preservar de alguna manera su libertad mediante el pago de tributos. Pero muchos de sus ciudadanos emigraron al norte de áfrica, donde fundaron una †œciudad nueva† (Cartago). Desde el 332 a.C. (Alejandro Magno) hasta el 126 a.C. (disputas sirias por el trono) Tiro estuvo bajo soberaní­a extranjera. Finalmente, los Seléucidas dieron a Tiro su status de ciudad libre, que los romanos confirmaron; pero la zona de influencia del interior del paí­s dejó de pertenecerle.
En tiempos de Jesús, la expresión †œel territorio de Tiro y Sidón† se empleaba formalmente para indicar la Siro-Fenicia (Mar 7:24). Tiro y Sidón distaban entre sí­ 40 km, y desde Pompeyo pertenecí­an a la provincia romana de Siria (62 a.C.), en la que formaban el distrito de Siro-Fenicia, con la excepción de la ciudad libre de Tiro.
Pablo visitó en Tiro a los hermanos cristianos y permaneció con ellos siete dí­as (Hch 11:3).

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

Tiro, el principal puerto fenicio está situado en el Mediterráneo, a 40 kms. al sur de Sidón y a 56 kms. al norte del monte Carmelo. En los tiempos antiguos se hací­a una distinción entre la ciudad princial del puerto, la antigua Tiro o Ushur (en textos asirios) y la ciudad de la isla de Tiro (Surru, asirio). Alejandro el Grande puso sitio a la ciudad isla por 7 meses (332 a. de J.C. ) y la capturó solamente después de construir un montí­culo que conectaba la isla con el continente. Este cambio en la topografí­a de Fenicia fue permanente y Tiro ya no es una isla.
La historia más antigua de Tiro es desconocida. Durante la *edad amarna, su rey, Abimilki, permaneció leal a Egipto mientras denunciaba al rey de Sidón por haberse unido a Aziru amorita en fomentar una rebelión. Cuando los filisteos saquearon a Sidón ( ca. 1200 a. de J.C. ) mucha de su gente huyó a Tiro, la cual llegó a ser el puerto principal de los fenicios en los siglos posteriores.
En los dí­as del Reino Unido de los israelitas, Hiram de Tiro tení­a relaciones comerciales amistosas con David así­ como con Salomón (2 S. 5:11; 1 R. 5:1; 1 Cr. 14:1). Hiram proveyó materiales para la construcción del templo de Jerusalén (2 Cr. 2:3-16) y los tirios ayudaron en la construcción del templo. Un hombre llamado Hiram (no el rey) fue responsable del trabajo de bronce (1 R. 7:13, 14).
Hiram de Tiro edificó la primera calzada que conectaba el continente con la isla y durante su reinado los tirios edificaron un gran templo para el dios Melkart, el Baal de Tiro cuyo nombre significa †œrey de la ciudad† y para la diosa Astarté. Hiram también ayudó a Salomón en el desarrollo del puerto de Ezión-geber para el tráfico comercial con la costa oriental del Africa y los territories del océano Indico (1 R. 9:27, 28). La época de Hiram fue la época de oro de Tiro cuando sus barcos surcaron el Mediterráneo cargando sus tinturas de púrpura hechas de moluscos gasterópodos y cristales manufacturados en las islas y tierras de la costa oriental del Mediterráneo. Durante el siglo IX a. de J.C. , los tirios fundaron Cartago (†œpueblo nuevo†) en el norte de Africa. Su fundador legendario fue Dido, cuya historia Virgilio relata en La Eneida. El siglo IX también fue testigo de Jezabel, una hija de Etbaal (Itobal), el rey sacerdote de Tiro, casándose con Acab de Israel. La finalidad de ese matrimonio fue indudablemente polí­tica, ya que serví­a para estrechar las relaciones entre Tiro e Israel; pero el baalismo de Jezabel precipitó una crisis religiosa en Israel.
Con el surgimiento del poder asirio en el oeste de Asia, Tiro fue continuamente amenazada. Por lo general mantuvo cierto grado de autonomí­a pagando tributos. En el 722 a. de J.C. , sin embargo, Tiro, junto con Samaria, cayó ante Sargón II.
Con la decadencia del poder asirio, Tiro volvió a ganar autonomí­a y su tráfico comercial marí­timo prosperó. Nabucodonosor sitió a Tiro, la cual cayó finalmente ante los babilonios. Tiro continuó siendo un puerto de gran importancia en los siglos siguientes. Alejandro, al construir un montí­culo, pudo dominar a Tiro; pero la ciudad se recuperó muy pronto. En los tiempos romanos, Herodes I reedificó el templo principal de Tiro.
Las ruinas principales de Tiro datan de los tiempos de las Cruzadas. Muchas monedas acuñadas en Tiro desde el siglo V a. de J.C. en adelante dan testimonio de la grandeza de los tirios en las tierras del Mediterráneo oriental. Las excavaciones realizadas desde 1921 han trazado algunos de los antiguos fundamentos de la ciudad.
BIBLIOGRAFIA: A. Poidebard an L. Cayeux, Un grand Port disparu, Tyr, 1939.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(roca).

Puerto Fenicio en el Mediterráneo, al N. del Monte Carmelo.

– Jesús fue bien recibido, Luc 7:24-31, : – Pablo estuvo allí­, Hec 21:3-7.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Famosa ciudad portuaria de los fenicios, en la costa mediterránea de lo que hoy es el Lí­bano. T. mantuvo por muchos años una rivalidad con Sidón, y obtuvo la preeminencia por el año 1200 a.C. †¢Hiram rey de T., fue amigo de David (2Sa 5:11; 1Re 5:1) y de Salomón, y contribuyó con este último en la construcción del †¢templo (1Re 5:1-18). Otro rey posterior, llamado también Hiram, construyó en T. un rompeolas, luego convertido en islote al cual incluso se trasladó gran parte de la ciudad, y se convirtió en uno de los puertos más importantes del Mediterráneo. Las naves tirias o fenicias, las famosas †œnaves de Tarsis† (Isa 23:1) cruzaban todo ese mar en grandes expediciones comerciales. A finales del siglo IX a.C. los tirios fundaron la ciudad de Cartago. El comercio de T. es descrito en Ez. 27, mencionándose plata, hierro, estaño, plomo, caballos, mulos, marfil, ébano, perlas, púrpura, vestidos, linos finos, corales, rubí­es, trigo, miel, aceite, resina, vino, lana, hierro labrado, mirra, caña aromática, paños, corderos, carneros, machos cabrí­os, especierí­a, cedro, etcétera. También incluí­a esclavos, muchos de ellos israelitas, por lo cual los profetas anunciaron juicio contra ella (Joe 3:6).

Atacada por los asirios, fue tomada por †¢Sargón y dominada por varios reyes asirios hasta que el caldeo †¢Nabucodonosor la tomó tras un asedio de trece años, cosa que fue profetizada por Jeremí­as y Ezequiel (Jer 27:1-11; Eze 27:31-36). Alejandro Magno marchó sobre T. en el año 332 a.C., y la sitió. Pudo tomarla después de siete meses, destruyendo la ciudad de tierra firme y con los escombros construyó un dique hasta llegar a la ciudad en el islote y matar o esclavizar a sus habitantes. Después de reconstruida, tuvo reinados autónomos bajo la soberaní­a de los Ptolomeos y luego los Seléucidas, hasta obtener su independencia en el 126 a.C.
Señor Jesús visitó los alrededores de T. (Mat 15:21; Mar 3:8) y mucha gente vení­a desde T. para oí­rle o ser sanados (Luc 6:17). Pablo hizo una visita de una semana a T., donde habí­a creyentes (Hch 21:2-7).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CIUD

ver, BAAL, DIVINIDADES PAGANAS

sit, a1, 335, 109

vet, = “roca”. Ciudad fenicia cuyo origen se pierde en la más remota antigüedad (Is. 23:5-18; Ant. 8:3, 1). Según los datos bí­blicos, la fundación de Tiro es posterior a la de Sidón, aunque la sobrepasó en importancia. Un texto de Herodoto permite situar la fundación de Tiro alrededor del año 2750 a.C. (Herodoto 2:44). Los historiadores y geógrafos de la antigüedad afirman que la ciudad antigua se hallaba sobre el continente. Para protegerse contra los invasores, fue trasladada a una isla rocosa separada de la ciudad antigua por un brazo de mar. De ahí­ proviene el nombre de Tiro: roca. Los autores antiguos hacen frecuentemente alusión a su posición en medio de las aguas (Ex. 26:17; 27:32). La ciudad continental recibió entonces el nombre de Palaetyrus: la antigua Tiro. Los textos sagrados que mencionan simultáneamente a Tiro y a Sidón sitúan a Tiro antes que a su rival; Israel se hallaba más cercana a Tiro que a Sidón, y Tiro no dejaba de cobrar más y más importancia. Era ya una ciudad fuerte en tiempos de Josué (Jos. 19:29), situada en la frontera con Aser. No fue asignada a ninguna tribu de Israel. Hiram, también llamado Huram, rey de Tiro, mantuvo relaciones amistosas con David y Salomón. Suministró materiales para la construcción del palacio de David (2 S. 5:11; 1 R. 5:1; 1 Cr. 14:1); también para la construcción del Templo de Salomón y otros edificios (1 R. 9:10-14; 2 Cr. 2:3-16). Un artesano fundidor muy diestro, también llamado Hiram, hijo de madre israelita y de padre tirio, llevó a cabo los trabajos de arte del Templo (1 R. 7:13, 14, 40, 45). Los tirios, nación pací­fica, fabricaban tinturas de púrpura, objetos de metal y de vidrio, y se enriquecí­an con el comercio marí­timo con los pueblos más alejados (cfr. 1 R. 9:28). Los mercaderes tirios eran comparables a prí­ncipes (Is. 23:8). En el siglo IX a.C., una colonia de tirios fundó Cartago, que durante mucho tiempo rivalizó con Roma. A pesar de su pací­fico espí­ritu, Tiro sufrió los rigores de la guerra. Hacia el año 724 a.C., Salmansar V, rey de Asiria, recibió la sumisión de la ciudad continental y asedió la marí­tima. Murió en el año 722 sin haber podido apoderarse de ella (Ant. 9:14, 2). Su sucesor, Sargón, logró tomarla. En esta época ya no habí­a relaciones amistosas entre Tiro e Israel. La impí­a Jezabel, mujer de Et-baal, rey de Tiro, se habí­a casado con Acab, rey de Israel. Hizo todo lo que estaba en su mano para introducir en Israel el corrompido paganismo de su patria (1 R. 16:31-33; 18:4, 19, véanse BAAL, DIVINIDADES PAGANAS), y fue muerta por orden de Jehú, que hizo además exterminar a toda su descendencia (2 R. 9:30-37, 14-26; 10:1-14 ss.). Por otra parte, los profetas acusan a Tiro de haber entregado israelitas a los edomitas (Am. 1:9), haber robado sus bienes, y vendido a israelitas como esclavos a los griegos (Jl. 3:5, 6). Esar-hadón asedió Tiro, y la hizo tributaria. En el año 664 a.C. se sometió a Assurbanipal. Un siglo más tarde, los prósperos mercaderes tirios comerciaban con todas las regiones del mundo conocido (Ex. 27). Jeremí­as profetizó que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se apoderarí­a de Tiro (Jer. 27:1-11). El profeta Ezequiel lanzó una célebre profecí­a contra Tiro (Ez. 26:1-28:19; 29:18-20). Estas predicciones de Jeremí­as y de Ezequiel tienen que ver especialmente con el asedio de Tiro por parte de Nabucodonosor, que duró trece años, del 585 al 573 a.C. (Contra Apión 1:21). Se desconoce si Nabucodonosor se apoderó realmente de las dos ciudades. Posiblemente sí­ logró apoderarse de la marí­tima (cfr. Is. 26), pero sólo después que los tirios hubieran puesto a salvo sus riquezas por mar (cfr. Ez. 29:18-20). En el año 332 a.C., después de un asedio de siete meses, la ciudad insular cayó en poder de Alejandro Magno, que construyó un dique uniendo la ciudad con tierra. La ciudad continental desapareció totalmente, por cuanto todas sus ruinas fueron usadas para la construcción de este dique. La ciudad insular se recuperó después de esta conquista, y es mencionada posteriormente como “ciudad libre” en diversas obras de tiempos posteriores. El Señor Jesús fue una vez a los territorios de Tiro y Sidón (Mt. 15:21-28; Mr. 7:24-31), cuyos habitantes buscaron beneficiarse varias veces de Su ministerio (Mr. 3:8; Lc. 6:17). Jesús afirmó que las ciudades paganas eran menos culpables que las localidades galileas, que habí­an tenido tantas ocasiones de oí­r Su predicación y de ver Sus milagros (Mt. 11:21, 22; Lc. 10:13, 14). En Tiro surgió una comunidad cristiana, que fue visitada por Pablo (Hch. 21:3-6). El célebre Orí­genes, que murió hacia el año 254 d.C., fue sepultado en la basí­lica cristiana de Tiro. En el año 323, Eusebio, historiador de la iglesia y obispo de Cesarea, pronunció el sermón de consagración de la nueva gran basí­lica erigida por el obispo Paulino. Los musulmanes se apoderaron de Tiro en el año 638; los Cruzados, en 1124. El emperador Barbarroja fue sepultado allí­. Cuando los Cruzados perdieron la ciudad, apenas si quedó otra cosa que piedras sueltas, que sirvieron para las construcciones de Beirut, Acre y Jafa. Tiro poseí­a dos puertos: uno al noreste de la isla, llamado sidonio porque miraba hacia Sidón; el otro, al sur, se llamaba puerto egipcio. El espigón construido por Alejandro continúa existiendo. Mide alrededor de 800 m. La mayor parte de las ruinas, incluyendo las de la catedral, datan de la época de las Cruzadas. Un acueducto llevaba agua del continente a la Tiro insular, procedente de las fuentes de Ras-el-Aîn. Las profecí­as de Jeremí­as y de Ezequiel acerca de Tiro se cumplieron. El emplazamiento de la antigua ciudad está deshabitado. El espigón de Alejandro y la acumulación de arenas han transformado la primitiva isla en una pení­nsula. Hay una pequeña localidad que lleva el nombre árabe de Sour, que se levanta en la unión de la isla con el istmo. Palaetyrus, la ciudad continental, ha desaparecido casi enteramente. Apenas si quedan algunos hipogeos. El monumento que lleva el nombre de Hiram, aunque es muy antiguo, no es, seguramente, el sepulcro del soberano contemporáneo de Salomón.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[023]
Ciudad fenicia sobre una roca (sur, en hebreo) citada en Ez. 26.4 y en diversos lugares del Antiguo Testamento. En sus años de gloria sus naves circularon por todo el Mediterráneo, hasta llegar a fundar Cartago en Africa. Mantuvo muchas relaciones con Israel, sobre todo con Salomón (1 Rey 18.19. 1 Rey 5.1-12) y luego con Ajab, casado con una princesa tiria (1 Rey. 16.31).

Sometida por Alejandro Magno se integró en la polí­tica de los Lagidas y de los Seléucidas. La llegada de los Romanos la mantuvo como ciudad libre y comercial en la provincia siria.

El mismo Jesús extendió su predicación por la región tiria: Mc. 3.8 y Mat. 15.21 y alabó la fe de la mujer sirofenicia que solicitaba un milagro (Mt. 15.25-27).

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Ciudad fenicia en una isla rocosa en la costa oriental del Mediterráneo. Los evangelios nos dicen que muchas gentes de Tiro acudí­an a oí­r hablar a Jesús (Mc 3,8; Lc 6,17) y que el mismo Jesucristo se retiró a Tiro (Mt 15,21; Mc 7,24,31). Jesucristo habla de ella con cierta alabanza (Mt 11,21-22; Lc 10,13-14). ->doce.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Tiro era la ciudad más importante en Fenicia. Ahora tiene el nombre del Sur. Estaba a unos 33 Kms. al sur de Sidón, como a la mitad de la distancia entre Egipto y Asia Menor, y cerca de la frontera noroeste de Palestina. No se sabe la fecha de su principio, pero se dice que el templo de Hércules fue edificado en 2300 a. de J.C., y basándose en esto, probablemente la ciudad fue establecida en 2700 a. de J.C. Estaba construida en parte sobre una isla que era muy rocosa, y en parte sobre la tierra firme al lado opuesto. Alrededor de ella habí­a un llano muy fértil, como de
Kms. de largo, cruzado un poco al norte de la ciudad por el rí­o Leontes, y un poco al sur por una copiosa fuente que juntos proveí­an agua abundante para la ciudad y sus jardines. Tení­a dos puertos, uno hacia el norte y otro hacia el sur, que estaban conectados por un canal. La ciudad isleña era rocosa, y por un lado en tierra firme estaba protegida por un muro como de 45 ms. de alto. Adentro del muro habí­a muchos edificios apiñados; se decí­a que la población era como de 40.000 habitantes. Por mucho tiempo estuvo subordinada a Sidón, hasta que los filisteos conquistaron Sidón en el siglo XII a. de J.C. Después de esto Tiro fue la ciudad más grande, y su poder es indicado por el hecho que con éxito resistió el poder de grandes reyes tales como Tiglath-Pileser, Salmanasar y Nabucodonosor. Fue conquistada por Alejandro el Grande, pero en el año 40 a. de J.C. no pudo ser tomada por los partos quienes conquistaron Siria.
Era una ciudad muy rica y tení­a un comercio muy extenso. La gente era muy atrevida y conocí­a mucho de la geografí­a del mundo. Los marineros fundaron colonias en España y al norte y al oeste de ífrica, y en sus expediciones comerciales navegaron por el mar Rojo, el Océano índico hasta Bretaña. Las rutas terrestres atravesaban cada sección de Asia Occidental. Así­ mostraron su conocimiento de tierras occidentales y orientales, y se extendieron por todos los mares incluyendo el Atlántico.
La ciudad ha tenido considerable importancia en conexión con la historia cristiana. Aceptó el cristianismo y para el Siglo II d. de J.C. fue el asiento de un obispado, y el escenario de un sinnúmero de concilios como el que consideró las acusaciones en contra de Atanasio en el Siglo IV. Más tarde vino a ser ofensiva para los cristianos, por cierta filosofí­a anti-cristiana que se encontraba en esa ciudad. Pero aun en tiempo de las cruzadas era de importancia.
En la actualidad Tiro es un pueblecito de 9.500 personas; muy pobre, con calles angostas y casas en ruinas. Está situado en la parte norte de la isla. La mayor parte de sus habitantes son musulmanes; hay pocos cristianos latinos y católicos unidos, y unos pocos judí­os. Casi todo su comercio ya ha sido desviado a Beirut. Hay solamente unos cuantos barcos de pesca y de comercio, pero todaví­a exporta algo de algodón, tabaco y piedras de molino. Uno puede ver algunas ruinas de la antigua ciudad, que incluyen los restos de un acueducto.
Fue asignada a la tribu de Aser, pero nunca fue ocupada, Josué 19:29. Hiram, rey de Tiro, edificó una casa para David, 2 Samuel 5:11, y proveyó
materiales y obreros para ayudar a Salomón en la edificación del templo. 1 Reyes 5, 7, 9.
Con provisiones de allí­ se ayudó a reedificar el templo, Esdras 3:7.
Nehemí­as fue perturbado por los tirios que no guardaban el sábado, Nehemí­as 13:16.
Su destrucción fue profetizada, Isaí­as 23; Jeremí­as 25:22; 47:4 ; Ezequiel 26-
28; Amós. 9; Zacarí­as 9:1-7; Joel 3:4 y siguientes: Oseas 9. Gente de Tiro oyó a Jesús predicar, Marcos 3:8; Lucas 6:17.
Jesús comparó a Corazí­n y a Betsaida con Tiro y Sidón, Mateo 11:21, 22; Lucas 10:13, 14.
Jesús sanó a la hija de la sirofenicia cerca de allí­, Mateo 15:21-28; Marcos 7:24.
Herodes tuvo dificultades con los tirios, Hechos 12:20-23. Pablo pasó siete dí­as allí­, Hechos 21:3-7.

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

(Roca).
El principal puerto marí­timo fenicio; se ha identificado con el moderno es-Sur, situado a unos 50 Km. al N. del monte Carmelo y a unos 35 Km. al SSO. de Sidón. (GRABADO, vol. 2, pág. 531.) Tiro era una ciudad antigua (Isa 23:1, 7), pero no se sabe exactamente cuándo fundaron la colonia los sidonios. Se la menciona por primera vez después de la conquista de la Tierra Prometida en el año 1467 a. E.C., y en aquel tiempo era una ciudad fortificada. Esta mención de Tiro se hizo en conexión con los lí­mites del territorio tribal de Aser. Desde el comienzo y durante toda su historia, parece ser que Tiro permaneció fuera de los lí­mites de Israel como población vecina independiente. (Jos 19:24, 29; 2Sa 24:7.)
Tiro e Israel mantuvieron relaciones amistosas en ciertas épocas, notablemente durante los reinados de David y Salomón. Diestros trabajadores tirios colaboraron en la construcción del palacio real de David con madera de cedro que envió Hiram, el rey de Tiro. (2Sa 5:11; 1Cr 14:1.) Los tirios también le suministraron a David cedros que posteriormente se utilizaron en la construcción del templo. (1Cr 22:1-4.)
Tras la muerte de David, el rey Hiram de Tiro le proporcionó a Salomón materiales y ayuda para la construcción del templo y de otros edificios gubernamentales. (1Re 5:1-10; 7:1-8; 2Cr 2:3-14.) El hijo de un obrero tirio que trabajaba el cobre y de una mujer israelita trabajó en la construcción del templo por ser un hábil artesano. (1Re 7:13, 14; 2Cr 2:13, 14.) Se pagó a los tirios por su ayuda con trigo, cebada, aceite y vino. (1Re 5:11, 12; 2Cr 2:15.) Además, Salomón le dio al rey de Tiro veinte ciudades, aunque al monarca tirio no le agradó mucho el regalo. (1Re 9:10-13.)
Con el tiempo, Tiro se convirtió en una de las grandes potencias marí­timas del mundo antiguo, y tanto sus marineros como su flota comercial de naves de †œTarsis† eran famosos por sus viajes a lugares lejanos. Salomón y el rey de Tiro cooperaron en una empresa naviera para importar oro de Ofir y otros artí­culos de valor. (1Re 9:26-28; 10:11, 22; 2Cr 9:21.)
En todos los tratos que los tirios tuvieron con Israel, no hay ningún indicio de que se interesasen como pueblo en la adoración de Jehová; mantení­an una relación principalmente comercial. Eran de raza cananea, y la religión que practicaban era una forma de baalismo, con Melqart y Astarté (Astoret) como sus principales deidades. Jezabel, hija de Etbaal, rey de los sidonios (y de Tiro), se casó con Acab, el rey del reino septentrional de Israel. Fue infame la determinación de Jezabel por aniquilar la adoración de Jehová. (1Re 16:29, 31; 18:4, 13, 19.)

Condenada por Dios. Sin embargo, Tiro no llegó a estar bajo la firme condenación divina debido a la iniquidad personal de Jezabel y de su hija Atalí­a. Tiro creció hasta hacerse muy grande a expensas de otros pueblos, entre ellos Israel. Manufacturaba objetos de metal, artí­culos de vidrio y tintes de color púrpura; era un centro de comercio para las caravanas por ví­a terrestre y un gran almacén de importación y exportación. Junto con este crecimiento industrial y comercial vinieron riquezas, presunción y orgullo. Sus mercaderes y comerciantes se jactaban de ser prí­ncipes y los honorables de la Tierra. (Isa 23:8.) Con el tiempo, Tiro también manifestó una actitud de oposición a Jehová y conspiró junto con las naciones vecinas contra el pueblo de Dios. (Sl 83:2-8.) De modo que fue su atrevido desafí­o a Jehová lo que finalmente le acarreó un juicio adverso, con su consecuente caí­da y destrucción.
En la última parte del siglo IX a. E.C., Jehová se fijó en la actitud arrogante de Tiro. Por lo tanto, le advirtió que por haber robado a su pueblo el oro, la plata y muchas cosas deseables, y haber utilizado todo esto para hermosear sus templos, se la iba a pagar con la misma moneda. También habrí­a un ajuste de cuentas con Tiro por haber vendido al pueblo de Dios en esclavitud. (Joe 3:4-8; Am 1:9, 10.)
Posteriormente, el profeta Isaí­as registró una nueva declaración formal contra Tiro, que indicaba que se la olvidarí­a durante †œsetenta años†. (Isa 23:1-18.) Años después, el profeta Jeremí­as incluyó a Tiro entre las naciones escogidas para beber el vino de la cólera de Jehová. (Jer 25:8-17, 22, 27; 27:2-7; 47:2-4.) Como las naciones mencionadas en la profecí­a de Jeremí­as tení­an que †œservir al rey de Babilonia setenta años† (Jer 25:8-11), esto parece indicar que tanto la profecí­a de Isaí­as como la de Jeremí­as estaban relacionadas con la campaña de Nabucodonosor contra Tiro.
Además, por medio de Ezequiel, contemporáneo de Jeremí­as, Jehová señaló a la calamidad que sufrirí­a Tiro a manos de Nabucodonosor. (Eze 26:1–28:19.) Aunque Tiro habí­a sido como una bonita nave que tení­a velas de diversos colores, coberturas para la cubierta y una proa con incrustaciones de marfil, se hundirí­a en alta mar. (Eze 27:3-36.) El †œrey† de Tiro (al parecer la lí­nea de gobernantes tirios) se jactó altivamente: †œYo soy un dios. En el asiento de dios me he sentado†. Pero, por su irreverencia, tendrí­a que ser derribado y destruido por fuego. (Eze 28:2-19.)

Destrucción de la ciudad. Durante el largo sitio de Nabucodonosor contra Tiro, las cabezas de sus soldados †˜quedaron calvas†™ por el rozamiento de sus yelmos, y sus hombros se †˜pelaron por frotación†™ de cargar los materiales utilizados en la construcción de obras de asedio. Como Nabucodonosor no recibió ningún †œsalario† por ser el instrumento divino al ejecutar juicio sobre Tiro, Jehová prometió compensarle con la riqueza de Egipto. (Eze 29:17-20.) Según el historiador judí­o Josefo, el sitio duró trece años (Contra Apión, libro I, sec. 21), y fue muy costoso para los babilonios. La historia no da detalles, pero la pérdida en vidas y propiedades que sufrieron los tirios a manos de Nabucodonosor tiene que haber sido grande. (Eze 26:7-12.)
No obstante, cuando los israelitas regresaron del exilio en Babilonia, los tirios pudieron ayudarlos suministrándoles madera de cedro del Lí­bano para un segundo templo, y reanudaron su comercio con la ciudad reedificada de Jerusalén. (Esd 3:7; Ne 13:16.)
Aunque el enfrentamiento de Tiro con Nabucodonosor fue grave, no tení­a que ser el fin completo de Tiro. Una declaración formal profética pronunciada posteriormente indicó que, si bien Tiro edificarí­a un antemural y amontonarí­a plata y oro, Jehová mismo la destruirí­a por completo. (Zac 9:3, 4.)
La profecí­a de Zacarí­as se cumplió casi doscientos años después de pronunciarse. En el año 332 a. E.C., Alejandro Magno hizo marchar a su ejército a través de Asia Menor, y al avanzar hacia el S., se detuvo por suficiente tiempo como para poner sitio a Tiro. Cuando la ciudad se negó a abrir sus puertas, Alejandro, encolerizado, hizo que su ejército †˜raspase†™ las ruinas de la ciudad que habí­a estado en tierra firme y las arrojase al mar, y de este modo construyó un terraplén hasta la ciudad que estaba en la isla, todo ello en cumplimiento de la profecí­a. (Eze 26:4; GRABADO, vol. 2, pág. 531.) Mientras sus fuerzas navales mantení­an atrapadas a las naves tirias en el puerto, Alejandro se puso a construir las torres de asedio más altas que jamás se habí­an utilizado en las guerras antiguas. Finalmente, después de siete meses, se abrió brecha en los muros, que eran de 46 m. de altura. Además de los 8.000 militares muertos en batalla, se dio muerte como represalia a 2.000 cabecillas, y 30.000 habitantes de Tiro fueron vendidos como esclavos.

Mencionada en las Escrituras Griegas. A pesar de que Alejandro arrasó por completo la ciudad, fue reedificada durante el perí­odo seléucida, y en el siglo I E.C. era un importante puerto de escala en el Mediterráneo. Durante el extenso ministerio de Jesús en Galilea, varias personas de Tiro, Sidón y sus alrededores acudieron a oí­r su mensaje y a que las curara de sus enfermedades. (Mr 3:8-10; Lu 6:17-19.) Unos meses más tarde, Jesús visitó personalmente la región de Tiro y sus alrededores, y en esa ocasión curó a la hija endemoniada de una mujer sirofenicia. (Mt 15:21-29; Mr 7:24-31.) Jesús comentó que si hubiese realizado en Tiro y Sidón las obras poderosas que hizo en Corazí­n y Betsaida, sus habitantes paganos hubieran respondido mejor que aquellos judí­os. (Mt 11:20-22; Lu 10:13, 14.)

[Fotografí­a en la página 1135]
Moneda antigua con el nombre de Tiro

Fuente: Diccionario de la Biblia

EN LA HISTORIA de Tiro hallamos un ejemplo sobresaliente del cumplimiento de la profecí­a bí­blica. Primero cayó la ciudad continental y más tarde le tocó el turno a la insular. Ambos sucesos ya se habí­an predicho.
En la época de David y Salomón las relaciones entre Tiro e Israel eran buenas (1Cr 14:1; 1Re 9:10, 11), pero los tirios adoraban a Melqart y Astarté. Tiro se dedicaba al comercio, y su prosperidad la volvió orgullosa y desafiante para con Jehová. Por eso, los profetas de Jehová predijeron su ruina.
Nabucodonosor II sitió la ciudad. Desde una óptica estrictamente militar, era inútil mantener el asedio durante muchos años, pero Nabucodonosor persistió hasta que Tiro cayó trece años después, y así­ cumplió la profecí­a bí­blica que decí­a que él serí­a el conquistador. (Eze 26:7-12.)
Más tarde Zacarí­as predijo de nuevo la destrucción de Tiro, aunque en este caso se trataba de la ciudad insular. Alejandro Magno utilizó las ruinas de la ciudad continental para hacer un terraplén y llegar hasta ella, y además levantó enormes torres de asedio. Por eso, a pesar de que la altura de las murallas de Tiro era de 46 m., la profecí­a se cumplió. (Zac 9:3, 4; Eze 26:4, 12.)

[Fotografí­a en la página 531]
Vista aérea de Tiro. En la actualidad el terraplén se ha convertido en un istmo

[Fotografí­a en la página 532]
Cedros del Lí­bano. Hiram, el rey de Tiro, proporcionó madera de cedro para la construcción del templo de Jerusalén

[Fotografí­a en la página 532]
Maqueta de un tipo de embarcación comercial que probablemente se usaba en la antigua Tiro

[Fotografí­a en la página 532]
Moneda con la efigie de Melqart, uno de los dioses de la antigua Tiro

[Fotografí­a en la página 532]
Mercancí­as de la antigua Tiro: marfil, aceite, metales preciosos, madera y tela teñida de púrpura rojiza

[Mapa en la página 531]
(Véase la publicación para ver el texto completo)
Litoral en la actualidad
TIRO
Terraplén
Tierra firme

Fuente: Diccionario de la Biblia

bole (bolhv, 1000), denota un tiro (relacionado con balo, arrojar, lanzar), y se emplea en Luk 22:21 en la frase “un tiro de piedra”, de la distancia a que se alejó el Señor de los discí­pulos en el huerto de Getsemaní­ para orar a solas.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

(hoy Sur; heb. ṣôr; as. âur(r)u; egp. ãaru; gr. Tyros), el puerto marítimo más importante de la costa fenicia, que se encontraba unos 40 km al S de Sidón y 45 al N de Aco, comprendía dos puertos. Uno se encontraba en una isla, el otro, el puerto “antiguo”, en tierra firme, podría ser el Ussu de las inscripciones asirias. La ciudad, bañada por el río Litani, dominaba la llanura circunvecina, en el N de la cual se encontraba *Sarepta.

I. Historia

Según Herodoto (2.44), Tiro fue fundada ca. 2700 a.C., y se menciona en textos de execración de *Egipto (ca. 1850 a.C.) y en un poema cananeo (Keret, ANET, pp. 142s) de Ras Shamra (* Ugarit). Tuvo participación antigua y activa en el comercio de artículos suntuarios con Egipto, lo cual condujo a las campañas egp. para controlar la costa fenicia. Durante el período de Amarna el gobernante local de Tiro, Abimilki, se mantuvo leal, y le escribió a Amenofis III acerca de la deserción de los pueblos circundantes, y solicitó ayuda contra Aziru el amorreo y rey de Sidón. Cuando los filisteos saquearon Sidón (ca. 1200 a.C.), muchos de sus habitantes huyeron a Tiro, que entonces se convirtió en “hija de Sidón” (Is. 23.12), el principal puerto fenicio. Ya para la última parte del 2º milenio a.C. se la consideraba una ciudad fuertemente defendida, en los límites de la tierra asignada a Aser (Jos. 19.29), y esta reputación se mantuvo (2 S. 24.7; “fortaleza”).

Con la decadencia de Egipto Tiro se independizó, y sus gobernantes dominaron la mayoría de las ciudades de la costa fenicia, como también el interior del Líbano. Hiram I fue amigo de David, y suministró materiales para la construcción del palacio real en Jerusalén (2 S. 5.11; 1 R. 5.1; 1 Cr. 14.1), política que continuó durante el reinado de Salomón, cuando mandó madera y piedra para la construcción del templo (1 R. 5.1–12; 2 Cr. 2.3–16) a cambio del suministro de alimentos y de ventajas territoriales (1 R. 9.10–14). Los tirios, incluido un fundidor de bronce también llamado Hiram, colaboraron en los proyectos de Salomón (1 R. 7.13–14). Durante su reinado Hiram I vinculó el puerto costero con la isla mediante una calzada artificial, y edificó un templo dedicado a las deidades Melqart y Astarte. Como parte de esta política de expansión colonial y comercial, ayudó a Salomón en la construcción del puerto del mar Rojo, denominado Ezion-geber, para los viajes hacia el S (1 R. 9.27), y sus barcos llegaron hasta lugares muy distantes (1 R. 9.28; * Ofir). A partir de esa época, llamada con frecuencia “edad de oro de Tiro”, este pueblo acaparó el liderazgo mercantil del Mediterráneo oriental (Is. 23.8), y se hicieron conocer por su habilidad marítima (Ez. 26.17; 27.32). El comercio principal estaba relacionado con sus propias manufacturas de *vidrio y tinturas especiales de color púrpura escarlata, llamadas “tirias”, fabricadas con el murex local (* Artes y oficios; * Fenicia).

El canon de Tolomeo sigue siendo una fuente importante para la lista de reyes, aunque, a pesar de las correlaciones con la historia asina y hebrea, se mantiene una diferencia de unos diez años en la cronología de los primeros gobernantes. Así, Hiram I corresponde a ca. 979–945 a.C. (cf. Albright, Katzenstein, ca. 969–936 a.C.). Su sucesor Baal-eser I (= Balbazeros) fue sucedido por Abd-Astart, que fue asesinado por sus hermanos, el mayor de los cuales, Methus-Astartus, usurpó el trono. Feles, que sucedió a Astarimus ca. 897 a.C., fue derribado por el sumo sacerdote Et-baal (Itobal), cuya hija Jezabel se casó con Acab de Israel para confirmar la alianza concertada entre sus países (1 R. 16.31). Et-baal también fue contemporáneo de Ben-adad I. Su éxito contra Feles puede haber tenido relación con la invasión de Asurnasirpal II de Asiria, que exigió a Tiro un pesado tributo.

El puerto sufrió otro golpe en el 841 a.C., cuando, en el 18º año de su reinado, Salmanasar III de Asiria recibió tributo de Baalimanzar al mismo tiempo que Jehú le rindió homenaje en el nahar el-Kelb (Sumer 7, 1951, 3–21). Baalezer II fue seguido por Mattán I (ca. 829–821) y por Pigmalión (Pum-yatón), en cuyo 7º año (825 a.C.; otros 815 a.C.) Cartago fue fundada desde Tiro.

La presión asiria contra Fenicia continuó, y Tiro pagó tributo a Adad-nirari III de Asiria en el 803 a.C., y su rey Hiram II mandó presentes a Tigat-pileser III, quien afirma que su *Rabsaces recibió 150 talentos de oro de Mattán II, el rey de Tiro que sucedió al anterior (ca. 730 a.C.; ANET, pp. 282). Como consecuencia de esa sumisión pacífica la ciudad mantuvo una buena medida de autonomía. Según Josefo (Ant. 9.283), Salmanasar V de Asiria (cuyos propios anales faltan) sitió Tiro en 724, y la ciudad cayó con Samaria en manos de Sargón II en el 722 a.C. Oficiales asirios locales supervisaron el envío de impuestos en especie a Ninive, pero Egipto fomentó bastantes disturbios, porque los tirios acudieron a ellos en busca de ayuda. Esto llevó a que los profetas hebreos que siguieron a Isaías censuraran a Tiro, como también lo hizo Joel (3.5–6) por venderlos como esclavos a los griegos. Tiro pasó a ser dominada por Sidón, y cuando Senaquerib se acercó su gobernante Luli (Eluleo) huyó y murió en el exilio. Esto libró a la ciudad de ser asaltada, por cuanto los asirios instalaron a su candidato Tubaalu (Et-baal III) en el 701 a.C.

Esar-hadón, que procuró mantener abierta la ruta para atacar Egipto, ejecutó a Abdi-milkitti de Sidón (ca. 677 a.C.) y puso a Baali (I) en el trono, obligándolo mediante un tratado a mantenerse leal a Asiria. No obstante, Tiro, instigada por Tirhaca de Egipto, se rebeló, y Esar-hadón asechó el puerto, el que sin embargo no cayó por cuanto Baali se sometió. Su influencia e independencia deben haber sido considerables en Fenicia, ya que retuvo el trono toda su vida. Cuando se rebeló nuevamente en el 664 a.C. la ciudad cayó en manos de Asurbanipal, quien hizo rey a Azi-baal, llevándose a sus hermanas y muchos oficiales a Nínive como rehenes.

Con la declinación de Asiria al final del reinado de Asurbanipal (ca. 636–627 a.C.), Tiro recuperó su autonomía y buena parte de su anterior comercio marítimo. No obstante, Jeremías profetizó la sujeción de Tiro a los babilonios (25.22; 27.1–11), como también lo hizo Ezequiel más tarde (26.1–28.19; 29.18–20) y Zacarías (9.2ss). Nabucodonosor II asedió Tiro durante 13 años, ca. 587–574 a.C. (Jos., Ant. 10.228; JBL 51, 1932, pp. 94ss), pero no se ha conservado ningún registro contemporáneo de esto (cf. Ez. 29.18–20). Finalmente la ciudad (bajo Baali II) reconoció la soberanía babilónica, y una cantidad de contratos babilónicos confirman esto y ofrecen los nombres de los oficiales babilónicos locales. Por una década la ciudad fue gobernada por “jueces” (špṭ).

En el 332 a.C. Alejandro Magno sitió el puerto isleño durante 7 meses, y lo capturó porque construyó un malecón para llegar hasta la fortaleza instalada en la isla. A pesar de las grandes pérdidas, el puerto se recuperó pronto bajo protección seléucida. Herodes I reedificó el templo principal, que seguramente estaba en pie cuando nuestro Señor visitó la zona que limitaba con Tiro y Sidón (Mt. 15.21–28; Mr. 7.24–31). Habitantes de Tiro lo oyeron hablar (Mr. 3.8; Lc. 6.17), y él mencionó a Tiro como una ciudad pagana que tendría menos responsabilidad que aquellas ciudades galileas que constantemente fueron testigos de su ministerio (Mt. 11.21–22; Lc. 10.13–14). Hubo actividad cristiana en Tiro en el ss. I (Hch. 21.3–6), y allí fue sepultado el erudito Orígenes (254 d.C.).

II. La arqueología

Las principales ruinas existentes datan de la caída de la ciudad de los cruzados en 1291 d.C., pero excavaciones iniciadas en 1921 (Syria 6, 1922), y a partir de 1937 en el puerto, han descubierto algunas de las fundaciones primitivas. Las muchas monedas acuñadas en Tiro desde el ss. V a.C. en adelante, que se han encontrado en sitios excavados en todo el antiguo Cercano Oriente y el Mediterráneo, atestiguan su grandeza.

La “escalera de Tiro” (Jos., GJ 2.188), que marcaba la división entre Fenicia y Palestina propiamente dicha (1 Mac. 11.59), se identifica con el promontorio rocoso en Ras en-Naqara o Ras el-Abyad.

Bibliografía. C. F. Pfeiffer, “Tiro”, °DBA, pp. 684–685; J. A. G. Larraya, “Tiro”, °EBDM, t(t). VI, cols. 1026–1028; S. Moscati, Las antiguas civilizaciones semíticas, 1960, pp. 106ss.

N. Jidejian, Tyre through the Ages, 1969; H. J. Katzenstein, The History of Tyre, 1973.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico