TRONO

Gen 41:40 solamente en el t seré yo mayor que tú
1Ki 1:13 Salomón tu hijo .. él se sentará en mi t?
1:37


Trono (heb. kissê’; aram. korsê’, “asiento”, “trono”; gr. thrónos). Silla de alguien que ocupa la autoridad suprema, por lo general el gobernante de un estado o una nación. Los exquisitamente ornamentados tronos de los reyes orientales de la antigüedad se conocen por pinturas y relieves de Egipto y Asiria. Un trono portátil de Senaquerib se puede ver en los relieves de Laquis (figs 457, 522). Para tener una idea de cómo era el trono de Darí­o el persa, véase la fig 51. La tumba de Tutankamón nos proporciona tronos y estrados de verdad, hechos de madera, ricamente adornados y recubiertos de oro (fig 521). 521. Trono de Tutankamón en el Museo de El Cairo. Estaba echo de madera enchapada en oro, y con incrustaciones de oro, plata, loza fina y vidrios de color. El respaldo está decorado con figuras de enemigos cautivos. Los tronos mencionados en la Biblia los ocupaban los reyes y también los jueces (Exo 11:5; Sal 122:5; etc.). Algunos eran portátiles, como el de Senaquerib, y también los de Acab y Josafat cuando discutí­an el proyecto de la campaña militar contra Ramot de Galaad (1Ki 22:10). El trono de Salomón, al parecer, se podí­a comparar favorablemente con los más lujosos de los monarcas contemporáneos, por la descripción que de él hace la Biblia. Se llegaba a él subiendo 6 peldaños, con 2 leones en cada peldaño; estaba recubierto de oro y probablemente tení­a incrustaciones de marfil* (1Ki 10:18-20; 2Ch 9:17-19). 1178 El trono simboliza poder real, y en este sentido se lo usa con frecuencia en las Escrituras para representar: 1. El poder de un monarca terrenal (2Sa 3:10); de Dios (Psa 47:8); del Mesí­as (Luk 1:32). 2. La autoridad de los discí­pulos de Cristo y fieles reunidos para juzgar (Mat 19:28; cf Rev 20:4). 522. Senaquerib, rey de Asiria, sentado en su trono.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo silla cubierta, griego thrónos. Silla con gradas y adornada con doseles, en donde se sentaban los monarcas, faraones y los reyes, Gn 41, 40; Ex 11, 5; 12, 29; 1 R 1, 13 y 17; 2 S 3, 10.

El rey Salomón hizo un gran t. de marfil que revistió de oro finí­simo.

Tení­a seis gradas un respaldo redondo, brazos a uno y otro lado del asiento, dos leones de pie junto a los brazos y doce leones de pie sobre las seis gradas, a uno y otro lado. Nada igual llegó a hacerse para ningún otro reino, 1 R 10, 18-20.

Dios es el soberano el que reina desde su trono, 45, 6; 47, 9, y desde donde ve a todo el mundo, Sal 11, 4; 33, 13-14. Su t. es eterno, Sal 89, 30, 37. Y está en el cielo, Sal 103, 19. A Jerusalén lo llamaban El T. de Yahvéh, Jr 3, 17. En el juicio, los doce apóstoles se encontrarán sentados en sus doce tronos, y tomaran parte, Mt 19, 28; Ap 20, 4. Trueno, ruido que sigue al rayo, al paso de la descarga eléctrica; o el estampido de tiro de cualquier arma o artificio de fuego. El t. en la bí­blica se considera una señal de poder divino, como la voz de Dios, 2 S 22, 14; inspira temor y reverencia por ser de Dios, Jb 28, 26; 1 S 20, 10; 2 S 22, 14; Jb 37, 4; Sal 18, 13. †œTronó Yahvéh aquel dí­a con gran estruendo sobre los filisteos†, 1 S 7, 10. †œÂ¡Voz de trueno en torbellino! Tus relámpagos alumbraban el orbe†, Sal 77, 19; Ex 19, 16; Is 29, 6.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Un asiento de ceremonia ocupado por uno en autoridad o en elevada posición, tales como un sumo sacerdote, juez, gobernador o rey (Gen 41:40, 2Sa 3:10; Neh 3:7; Psa 122:5; Jer 1:15; Mat 29:28). El trono de Salomón era muy elaborado (1Ki 10:18-20; 2Ch 9:17-19). Durante siglos el trono ha sido un sí­mbolo de autoridad, de posición exaltada y majestad (Psa 9:7; Psa 45:6; Psa 94:20; Pro 16:12).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Asiento de los monarcas, jueces, sumo sacerdote, Gen 41:40, 2Sa 3:10, Sal 122:5, Jer 3:17, Mat 19:28.

– E1 de Salomón era de marfil, 1Re 10:18-20.

– E1 Trono de Dios, Sal 9:7, Sal 11:4, Sal 45:6Sal 47:8, Sal 89:14, Sal 93:2, Sal 94:20, Sal 103:19, Sal 103:132.

11, Isa 6:1, Isa 14:13, Isa 66:1, Mat 5:34, Mat 19:28Mat 25:31, Mat 23:22, Luc 1:32, Rev 4:2, Rev 4:4, Rev 7:9, Rev 5:6, Rev 7:9, Rev 7:17, Rev 20:11, Rev 21:5, Rev 22:3.

– El trono de los cristianos, Rev 3:21, Rev 20:4, Mat 19:28, Luc 22:30.

– Trono de Satanás, Rev 2:13.

– Trono de la gracia, Heb 4:16, Heb 8:1, Heb 12:2, Hec 2:30, Hec 7:49.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La silla donde se sentaba el rey, usualmente colocada en una sala amplia, o en lugar prominente en las grandes solemnidades (2Cr 18:9). El único t. que se describe en la Biblia es el de Salomón, el cual era de marfil, recubierto de oro. Estaba colocado sobre seis gradas. Su respaldo era redondo y tení­a brazos cerca del asiento †œjunto a los cuales estaban colocados dos leones†. Además, †œestaban también doce leones puestos allí­ sobre las seis gradas† (1Re 10:18-20). A veces la palabra t. es equivalente a †œreino†. Así­, Dios prometió a David que edificarí­a su t. †œpor todas las generaciones† (Sal 89:4). Se dice de Dios que tiene su t. en el cielo (Sal 11:4; Sal 103:19). Es †œalto y sublime† (Isa 6:1). Es eterno (Sal 45:6). Justicia y juicio son el cimiento del t. de Dios (Sal 89:14). El Cristo resucitado promete a los vencedores que se sentarán con él en su t. (Apo 3:21).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, UTEN TIPO

vet, (heb. “kissê”; gr. “thronos”). Aparatoso asiento, muchas veces con dosel, desde donde los grandes personajes, como el sumo sacerdote, jueces, generales, gobernadores, reyes, ejercí­an su autoridad (Gn. 41:40; 2 S. 3:10; Neh. 3:7; Sal. 122:5; Jer. 1:15; Mt. 19:28). Los monarcas tení­an asimismo tronos portables (1 R. 22:10). El trono de Salomón, sobre seis gradas, era de marfil, y estaba recubierto de oro (1 R. 10:18-20; 2 Cr. 9:17-19). Su magnificencia sobrepasaba a la de los otros soberanos. El rey, con gran pompa, se sentaba en el trono para las audiencias, para juzgar, para promulgar los decretos (1 R. 2:19; 7:7; 22:10; 2 R. 11:19; Jon. 3:6). Con frecuencia, el término “trono” simboliza la omnipotencia y el gobierno de Dios (Sal. 9:5, 8; Ez. 1:26; He. 1:8; Ap. 1:4).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[471]
Sede solemne en la que se sienta, sobre todo en los actos públicos, el rey para regir, para legislas y para juzgar, según el tipo de monarquí­a que presida.

Ha sido siempre emblema de poder y de dignidad. Por eso se ha transferido con frecuencia la divinidad. El trono se asoció naturalmente a la grandeza de Dios creador y a la dignidad de Cristo Juez del universo. Sin embargo, no se asoció al Espí­ritu Santo que, por responder a un concepto más sutil, se asocio a la llama aérea o a la paloma voladora.

Por asociación con su divino Hijo, también a Marí­a Stma, desde la Edad Media, se la atribuyó una sede majestuosa, recordando el papel que la madre de Salomón asumí­a cuando iba a hablar con el Rey, su hijo (1 Rey. 2.19).

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> sentado, exaltación). Signo de poder de los reyes y, especialmente, de Dios (cf. 1 Sm 4,4; 6,2; 1 Re 1,17; Sal 47,8). Evocaremos especialmente su sentido mesiánico, para fijarnos después en una representación medieval de la cruz como trono de Cristo.

(1) La Biblia, un libro sobre el Trono. Podrí­a decirse que la Biblia es la historia de una disputa sobre el sentido del verdadero trono y poder. Entre las referencias al trono de Dios y de su Mesí­as podemos citar: el trono de piedras de zafiro de Ez 1,26 (Mercabá*) y el trono de 1 Henoc* 14. En el Nuevo Testamento destaca el trono del Hijo del Hombre (Mt 25,31), acompañado por los doce apóstoles, que se sientan sobre doce tronos, para “juzgar” a las doce tribus de Israel (Mt 19,28; Lc 22,30). Sobre el trono mesiánico se sientan en el milenio todos los justos, cada uno en el suyo, todos juntos con el Cordero sacrificado (cf. Ap 20,4). Col 1,16 habla de tronos “personificados”, seres angélicos llamados tronos (ellos aparecen así­ en los nueve órdenes angélicos de la tradición posterior: Angeles, Arcángeles, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Principados, Potestades, Querubines y Serafines). En el Apocalipsis hay también tronos para los Ancianos del salón celeste (Ap 4,4; 10,16) y para los hombres salvados, tanto en el milenio (20,4) como en el reino final de Cristo con su Padre: “Al vencedor yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así­ como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (3,21). El Trono constituye, según eso, un elemento de la salvación de Dios: todos los hombres y mujeres son reyes, todos participan por Cristo del trono de la salvación. Desde esa base, el Apocalipsis se define como lucha entre el Trono de Dios, que es gracia abierta a todos los hombres, y el Trono de Dragón que es propio de la Bestia y de la Prostituta, sentada sobre la Bestia (Ap 13,2; 16,10; 17,1-6). En un sentido estricto, el trono pertenece a Dios de tal manera que ambos nombres se identifican. Dios es el Sentado sobre el Trono, en gesto de poder supremo (Ap 4,2-9; 5,1.7.13; etc.). Juan, el autor del Apocalipsis, quiere afirmar así­ que el verdadero Trono pertenece sólo a Dios, que las Bestias y la Prostituta no pueden usurparlo, haciéndose reyes. Quienes comen idolocitos y se prostituyen con Roma rechazan el Trono de Dios para ponerse al servicio del Trono de Satanás (cf. Ap 2,13). Lógicamente, el Ap culmina con la visión de un Trono grande, blanco, donde Dios juzga la historia (Ap 20,11), de manera que ese Trono (compartido por Dios y su Cordero) se hace fuente de existencia (lámpara de luz, rí­o y árbol de vida y curación) para todos los humanos (22,1-5). En las especulaciones de la Cábala*, Dios mismo se identifica con un Trono y el Metatron viene a presentarse como el ángel supremo, que asiste a Dios (de ahí­ vendrí­a su nombre griego: Metatron, el que está tras el Trono o junto al Trono).

(2) Trono de Gracia, Cruz de Jesús. Desde tiempo antiguo, tanto en sus escritos como en las representaciones artí­sticas (pinturas y esculturas), los cristianos han interpretado la Cruz de Jesús como Trono de gracia y su muerte como victoria de Dios sobre la muerte. Ciertamente, siguen estando en el fondo las palabras de Jesús en Mc 15,34: Dios mí­o, Dios mí­o, ¿por qué me has abandonado? Pero en el fondo de esas palabras se descubre la más alta presencia salvadora de Dios, “que estaba en Cristo, reconciliando el cosmos consigo mismo, no computando a los hombres sus pecados y poniendo en nuestra boca una palabra de reconciliación” (2 Cor 5,19). Dios estaba en Cristo, sosteniendo y asumiendo su entrega por los hombres, en un gesto de amor divino. Ama Dios a Cristo, su Hijo, al permitirle que culmine su camino de ofrenda redentora. Y ama Dios a los hombres al entregarles a su propio Hijo como propiciación por los pecados (cf. Jn 3,16). Así­ lo ha visto el evangelio de Juan cuando presenta la muerte de Jesús como principio de gracia salvadora abierta hacia los hombres. Así­ lo ha confesado la Iglesia cuando interpreta la cruz como trono de la gracia de Dios. Sentado sobre el trono se halla el Padre, en gesto de suprema bondad, sosteniendo entre sus brazos y rodillas la cruz del Cristo que muere diciendo, como sabe Lc 13,46: “Padre, en tus manos encomiendo mi espí­ritu”. Desde ahí­ se entienden también las palabras de Juan. “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, Marí­a la de Cleofás, y Marí­a Magdalena. Jesús, viendo allí­ a su madre y al discí­pulo que amaba, dijo a su madre: mujer, ahí­ tienes a tu hijo. Después dice al discí­pulo: ahí­ tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discí­pulo la recibió en su casa” (Jn 19,25-27). Muere Jesús, pero, en su muerte, él aparece como Señor supremo de la vida, firmando desde el alto de la cruz su testamento. Madre y discí­pulos son el signo de la Iglesia o, mejor dicho, de la humanidad entera. Desde el alto de la cruz, como fuente de la gracia, Jesús ha instituido la existencia nueva de los fieles en la Iglesia, uniendo a la Madre (Antiguo Testamento) con el discí­pulo amado (la Iglesia). En ese contexto se entiende también otro pasaje de Juan: “Cuando vieron que Jesús habí­a muerto no rompieron sus piernas, sino que uno de los soldados abrió su costado con una lanza. Y de pronto salió de allí­ sangre y agua” (Jn 19,33-34). La cruz de Jesús aparece así­ como trono de gracia de Dios para los hombres. Jesús, que es Dios de amor crucificado, les ofrece el torrente de su gracia, el agua de su Espí­ritu de vida, conforme a su promesa: “Todo el que beba de esta agua no volverá ya a tener sed; quien beba del agua que he de darle no tendrá ya sed jamás, sino que el agua que he de darle vendrá a hacerse dentro de él una fuente de agua viva que mana hasta la vida eterna” (Jn 4,13-14). Esta es el agua del Espí­ritu que brota de Jesús glorificado (cf. Jn 7,39), haciendo que los hombres puedan nacer de nuevo (de lo alto) (cf. Jn 3,3). De esa forma, la cruz que era maldición (cf. Gal 3,13-14) se convierte en principio de bendición. Ella se muestra así­ como trono de la vida de Dios para los hombres, porque Jesús ha dicho en ella: “Todo está cumplido. E inclinando la cabeza entregó el Espí­ritu” (Jn 19,3).

Cf. Germán de Pamplona, Iconografí­a de la Santí­sima Trinidad en el arte medieval español, CSIC, Madrid 1970; X. Pikaza, La Biblia de los pobres, Desclée de Brouwer, Bilbao 1982.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

El significado primario del término hebreo kis·sé´ es †œasiento† (1Sa 4:13), †œsilla† (2Re 4:10), o bien pudiera aludir a un asiento de importancia especial, como un †œtrono† (1Re 22:10). No obstante, no se limita estrictamente a los asientos de los monarcas reinantes (1Re 2:19; Ne 3:7; Est 3:1; Eze 26:16) o a un asiento con un respaldo alto y brazos, pues, por ejemplo, mientras estaba en la puerta de Siló, Elí­ cayó hacia atrás de su kis·sé´, por lo que este tení­a que ser un asiento sin respaldo. (1Sa 4:13, 18.) El término griego thró·nos por lo general se refiere a un asiento alto provisto de respaldo, brazos y un escabel.
Isaí­as 14:9 indica que los monarcas de casi todas las naciones utilizaban tronos. La Biblia menciona especí­ficamente los tronos de Egipto (Gé 41:40; Ex 11:5; 12:29), Asiria (Jon 3:6), Babilonia (Isa 14:4, 13; Da 5:20), Persia (Est 1:2; 5:1) y Moab (Jue 3:17, 20). Los arqueólogos creen haber encontrado los tronos que utilizaron los gobernantes de todas estas naciones, con la excepción de Moab. En Meguidó se ha hallado una talla en marfil que, según se cree, representa un trono cananeo con su escabel. Los tronos no israelitas solí­an disponer de respaldos y brazos, y estaban lujosamente tallados y ornamentados. Un trono egipcio que se ha conservado hasta nuestros dí­as es de madera recubierta de oro, y cierto trono asirio se hizo de hierro forjado con incrustaciones de marfil. Al parecer, el trono solí­a colocarse sobre un estrado, y casi siempre contaba con un escabel.
El único trono de un gobernante de Israel que se describe en detalle es el de Salomón. (1Re 10:18-20; 2Cr 9:17-19.) Parece ser que estaba situado en el †œPórtico del Trono†, uno de los edificios que habí­a en Jerusalén, sobre el monte Moria. (1Re 7:7.) Era un †˜gran trono de marfil revestido de oro refinado con un dosel redondo detrás de él y brazos†™. Aunque puede que el marfil haya sido el material básico de esta silla real, la técnica de construcción que por lo general se siguió en el templo indica que probablemente era de madera revestida de oro refinado y luego adornado ricamente con incrustaciones de paneles de marfil. Un trono de estas caracterí­sticas parecerí­a a simple vista estar hecho enteramente de marfil y oro. Después de mencionar que habí­a seis peldaños que llevaban al trono, el registro continúa: †œDe pie al lado de los brazos estaban dos leones. Y habí­a doce leones de pie allí­ sobre los seis escalones por este lado y por aquel lado†. (2Cr 9:17-19.) El simbolismo del león para denotar autoridad real encaja muy bien. (Gé 49:9, 10; Rev 5:5.) Parece ser que los doce leones correspondí­an a las doce tribus de Israel, y posiblemente simbolizaban su sujeción y apoyo al gobernante que se sentaba en este trono. Unido de alguna manera al trono habí­a un escabel de oro. La descripción del trono de marfil y oro en su elevada posición y con un dosel, junto con los majestuosos leones que estaban enfrente, supera la de cualquier trono de ese entonces que hayan descubierto los arqueólogos o que esté representado en los monumentos o descrito en las inscripciones. Con razón dijo el cronista: †œNingún otro reino tení­a uno que estuviera hecho exactamente como este†. (2Cr 9:19.)

Uso figurado. En sentido figurado, el término †œtrono† significa un asiento de autoridad gubernamental (1Re 2:12; 16:11), o esa misma autoridad y soberaní­a real (Gé 41:40; 1Cr 17:14; Sl 89:44); un gobierno o administración real dominante (2Sa 14:9); control soberano sobre un territorio (2Sa 3:10), y una posición de honor (1Sa 2:7, 8; 2Re 25:28).

¿Qué es el †œtrono de Jehovᆝ?
Jehová, a quien hasta el †œcielo de los cielos† no puede contener, no tiene que sentarse sobre un trono o silla literal. (1Re 8:27.) Sin embargo, El simboliza su autoridad y soberaní­a real con un trono. Ciertos siervos de Dios tuvieron el privilegio de tener una visión de su trono. (1Re 22:19; Isa 6:1; Eze 1:26-28; Da 7:9; Rev 4:1-3.) Al hablar del trono de Jehová, su majestad o poder, su posición como Juez Supremo, los Salmos dicen que está establecido sobre justicia y juicio †œdesde mucho tiempo atrás†. (Sl 89:14; 93:2; 97:2.)
Jehová extendió su trono hasta la Tierra de una manera tí­pica y especí­fica en su relación con los hijos de Israel. Puesto que el que gobernaba en Israel tení­a que ser †˜un rey que Jehová su Dios escogiera†™, que gobernara en Su nombre, sobre Su pueblo y según Su ley, en realidad su trono era †œel trono de Jehovᆝ. (Dt 17:14-18; 1Cr 29:23.)
Además de que su gobernación real estaba identificada con la lí­nea real de Judá, Jehová fue entronizado en Israel también en otro sentido. Jeremí­as lo expresó así­: †œAllí­ está el trono glorioso en alto desde el comienzo; es el lugar de nuestro santuario†. (Jer 17:12.) Se dijo que Jehová estaba †œsentado sobre los querubines† que estaban sobre la cubierta propiciatoria del arca del testimonio emplazada en el santuario. (Ex 25:22; 1Sa 4:4.) La presencia de Dios estaba simbolizada por una nube que, según se dice, producí­a una luz milagrosa, a la que más tarde los escritores judí­os llamaron luz Schekji·náh. (Le 16:2.) Aunque Jeremí­as predijo que el arca del pacto ya no estarí­a cuando Israel volviese del exilio en Babilonia, esto no significaba que el propósito de Jehová de estar entronizado en su centro de adoración hubiese cesado, pues El mismo dijo: †œEn aquel tiempo llamarán a Jerusalén el trono de Jehovᆝ. (Jer 3:16, 17.) Las profecí­as de restauración de Ezequiel también concuerdan con esto, pues en su visión del templo de Jehová, en el que no se veí­a ningún arca del pacto, se le dijo: †œHijo del hombre, este [templo] es el lugar de mi trono†. (Eze 43:7.)
Jehová dispuso en su pacto que el trono de la descendencia de David †˜durarí­a hasta tiempo indefinido†™. (1Cr 17:11-14.) Al anunciar el cumplimiento de esta promesa, el ángel Gabriel le dijo a Marí­a: †œJehová Dios le dará [a Jesús] el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin†. (Lu 1:32, 33.) Jesús no solo iba a heredar un dominio terrestre, sino que además compartirí­a el trono universal de Jehová. (Rev 3:21; Isa 66:1.) Jesús, a su vez, promete compartir su trono de autoridad regia con todos aquellos que, al igual que sus apóstoles fieles, estén en el nuevo pacto con su Padre y venzan al mundo tal como él mismo lo hizo. Este privilegio se les concederá en la †œre-creación†, durante la presencia de Jesús. (Mt 19:28; Lu 22:20, 28-30; Rev 3:21.)
En armoní­a con la profecí­a de Jehová pronunciada por medio de Zacarí­as de que el hombre llamado †œBrote†, el edificador del futuro templo de Jehová, †œtiene que llegar a ser sacerdote sobre su trono†, Pablo dice concerniente a Jesús: †œTenemos tal sumo sacerdote [como Melquisedec, un rey-sacerdote], y él se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos†. (Zac 6:11-13; Heb 8:1.) Además de a Cristo Jesús, Juan vio a toda la casa espiritual o santuario de Dios, la fiel congregación cristiana, entronizada como reyes-sacerdotes para gobernar por mil años. (Rev 20:4, 6; 1Pe 2:5.)
Como se predijo en el Salmo 45:6 y de acuerdo con la posterior aplicación de Pablo en Hebreos 1:8, el trono de Jesús, su puesto o autoridad como soberano, se origina de Jehová: †œDios es tu trono para siempre jamás†. Por otro lado, el Diablo también proporciona la base o concede la autoridad para que sus organizaciones gobiernen, como se indica en Revelación 13:1, 2 con respecto a la †œbestia salvaje que ascendí­a del mar†: †œEl dragón dio a la bestia su poder y su trono y gran autoridad†. Cuando Satanás le ofreció poder y autoridad similar a Jesucristo, también fijó el precio: †œSi tú haces un acto de adoración delante de mí­, todo será tuyo†. (Lu 4:5-7.) De manera correspondiente, el conceder a la †œbestia salvaje† un trono o autoridad tiene que haber sido con la condición de que esta sirva a Satanás.
Al hablar del puesto de Jesús como Obrero Maestro de Dios, Pablo menciona que por medio de Cristo se crearon †œtronos†. Al parecer, el término †œtronos† aquí­ se refiere a puestos de autoridad oficial, tanto visibles como invisibles, dentro del orden administrativo de Dios. (Col 1:16.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

kisse< (aSeKi , 3678), "trono; asiento". Esta palabra, cuyo significado básico es "asiento de honor", aparece en muchas lenguas semí­ticas (ugarí­tico, fenicio, arameo, sirí­aco, arábigo), así­ como en antiguo egipcio. Kisse< aparece 130 veces en el Antiguo Testamento hebraico y, como era de esperarse, es más frecuente en los libros históricos que en los proféticos. Pocas veces se halla en el Pentateuco. El primer caso de kisse†™ es en Gen 41:40 "Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú". En hebreo moderno el significado básico es "asiento" y un trono se denomina un "asiento real". En el Antiguo Testamento kisse< quiere decir básicamente "asiento" o "silla". Se ofrece un "asiento" a visitantes (1Ki 2:19), a huéspedes (2Ki 4:10) y a hombres de mayor edad (1Sa 1:9). Cuando un rey o los ancianos se reuní­an para administrar justicia, se sentaban sobre un trono de justicia (Pro 20:8; cf. Psa 9:4). En todos estos contexto kisse< se asocia con honor. Por otro lado, como en el caso de la prostituta (Pro 9:14) o de los soldados que ponen sus sillas (se asientan, acampan) en la entrada de una ciudad, kisse< significa un lugar y nada más (Jer 1:15 algunas versiones sí­ lo traducen "trono" o "asiento"; cf. rva, lba, nbe). El uso más común de kisse< es "trono" o "asiento de honor", que también se conoce como el "asiento real": "Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí­ en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas" (Deu 17:18; cf. 1Ki 1:46). Puesto que la dinastí­a daví­dica recibió la bendición de Dios, hay varias menciones en el Antiguo Testamento al "trono de David" (2Sa 3:10; Jer 22:2, 30; 36.30): "Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán lí­mite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre" (Isa 9:7). Un sinónimo de "trono de David" es "trono de Israel" (1Ki 2:4; cf. 8.20, 25; 9.5; 10.9; 2Ki 10:30; 15.12, etc.). La apariencia fí­sica de un "trono" reflejaba la gloria del rey. El "trono" de Salomón fue una obra de arte con incrustaciones de marfil en madera enchapada de oro fino (1Ki 10:18). El vocablo kisse< también puede representar "realeza" y sucesión al trono. David juró a Salomón que se sentarí­a sobre su "trono" (1Ki 1:13; cf. 2Ki 10:3). Por encima de todos los reyes y "tronos" humanos se encontraba el Dios de Israel: "¡Dios reina sobre las naciones! ¡Dios se ha sentado sobre su santo trono!" (Psa 47:8 rva). Los israelitas percibí­an a Dios como un monarca sentado sobre un gran "trono". En presencia de Acab y de Josafat, el profeta Micaí­as dijo: "Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a El, a su derecha y a su izquierda" (1Ki 22:19). Isaí­as recibió una visión de la gloria de Dios estando en el templo (Isa 6:1). La presencia del Señor en Jerusalén también dio lugar al concepto de que Jerusalén era el trono de Dios (Jer 3:17). La Septuaginta traduce el término como thronos ("trono; dominio; soberaní­a").

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

thronos (qrovno”, 2362), trono, asiento de autoridad. Se emplea del trono: (a) de Dios, p.ej., Heb 4:16 “el trono de la gracia”, esto es, desde el que brota la gracia; 8.1; 12.2; Rev 1:4; 3.21b; 4.2, dos veces; 5.1. Es frecuente en Apocalipsis; en 20.12, en los textos más comúnmente aceptados: “del trono” (algunos tienen theos: “Dios”, RV, RVR, RVR77; VM sigue la lectura “delante del trono”); cf. 21.3; Mat 5:34; 23.22; Act 7:49; (b) de Cristo (p.ej., Heb 1:8; Rev 3:21a; 22.3); su asiento de autoridad en el milenio (Mat 19:28a); (c) por metonimia, denotando poderes angélicos (Col 1:16); (d) de los apóstoles en su autoridad milenial (Mat 19:28b; Luk 22:30); (e) de los ancianos en la visión celestial (Rev 4:4b: “tronos”, : “sillas”); lo mismo en 11.16; (f) de David (Luk 1:32; Act 2:30); (g) de Satanás (Rev 2:13 “trono”, : “silla”); (h) de “la bestia”, la última cabeza federal del Imperio Romano redivivo (Rev 13:2; 16.10). Véase SILLA, Nota.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

En la Escritura se encuentran los usos literales y simbólicos. La palabra hebrea kissēʾ significa una silla elevada ocupada por una persona de honor. En un país en donde la gente generalmente se sentaba en cuclillas o se reclinaba, el uso de una silla era ya una muestra de dignidad (cf. 2 R. 4:10; Pr. 9:14). Para señalar a un trono, según nuestro entendimiento del término, fue necesario agregar a kissēʾ la idea de realeza o algún oficio tal como el de sumo sacerdote (1 S. 1:9), un juez (Sal. 122:5), o un líder militar (Jer. 1:15). La realeza se refleja en la frase «el trono del reino» (Dt. 17:18; 1 R. 1:46; 2 Cr. 7:18).

El rasgo característico del trono real era su elevación; el trono de Salomón estaba precedido por seis gradas (1 R. 10:19; 2 Cr. 9:18), y el trono de Jehová se describe como «alto y sublime» (Is. 6:1). El material y la obra de mano eran costosos; el de Salomón se describe como de marfil (decorado con marfil) y recubierto con oro puro excepto en las incrustaciones de marfil. El rey se sentaba sobre este trono para los asuntos de estado como cuando se concedían audiencias (1 R. 2:19; 22:10; Est. 5:1), para recibir homenaje (2 R. 11:19) o administrar justicia (Pr. 20:8). En tales ocasiones, él aparecía con sus vestimentas reales (1 R. 22:10; Jon. 3:6; Hch. 12:21).

Simbólicamente, el trono era emblema de poder y dignidad supremos (Gn. 41:40), de ahí que se le atribuyera a Jehová tanto en lo que respecta a la morada celestial de Dios (Sal. 11:4; 103:19; Is. 66:1; Hch. 7:49; Ap. 4:2), o su morada terrenal en Jerusalén (Jer. 3:17), y más particularmente en el templo (Jer. 17:12; Ez. 43:7). En una manera similar, «sentarse en el trono» implicaba el ejercicio del poder real (Dt. 17:18; 1 R. 16:11; 2 R. 10:30; Est. 1:2), y «sentarse en el trono de otra persona significa sucesión de la dignidad real (1 R. 1:13). En Colosenses 1:16, «tronos» designa realmente seres celestiales en lugar de potencias terrenales.

Es de especial importancia en la profecía mesiánica el derecho a ocupar «el trono de David» (2 S. 7:13, 16; Lc. 1:32).

D.H. Walters

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (621). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La palabra heb. kissē˒ puede referirse a cualquier asiento o a uno de especial importancia (1 R. 2.19). Su raíz (heb. kāsâ, ‘cubrir’) sugiere una estructura con baldaquín, por ende trono (p. ej. Ex. 11.5; Ez. 26.16). El trono simboliza dignidad y autoridad (Gn. 41.40; 2 S. 3.10), simbolismo que puede extenderse más allá del ocupante inmediato (2 S. 7.13–16). Dado que el rey es el representante de Yahvéh, su trono es “el trono del reino de Jehová sobre Israel” (1 Cr. 28.5); tipifica el trono de Yahvéh en los cielos (1 R. 22.10, 19; cf. Is. 6.1). La justicia y el derecho les son impuestos a sus ocupantes (Pr. 16.12; 20.28; cf. Is. 9.7; 2 S. 14.9). Si bien el trono de Yahvéh es trascendente (Is. 66.1; cf. Mt. 5.34), en su gracia acepta sentarse entronizado sobre los querubines (p. ej. 1 S. 4.4). En la era mesiánica “llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová” (Jer. 3.17; cf. Ez. 43.7). Los tronos destinados a juzgar, que se mencionan en Dn. 7.9ss, sirven de adecuada introducción para el sentido usual de esta palabra en el NT.

Jesús recibe “el trono de David su padre” (Lc. 1.32; cf. Hch. 2.30; He. 1.5–9, todos los cuales aluden a 2 S. 7.12–16. Cf. tamb. He. 8.1; 12.2). Como Hijo del hombre juzgará desde su trono (Mt. 25.31ss). En el mundo que ha de venir los discípulos tendrán tronos y colaborarán con el Hijo del hombre (Mt. 19.28; cf. Lc. 22.30). A los fieles se les promete un lugar en el trono del Cordero (Ap. 3.21), y el juicio premilenial parecería estar encomendado a ellos (20.4; cf. Dn. 7.9, 22). En el juicio posmilenial, sin embargo, no hay más que el gran trono blanco (20.11). Esta disparidad es más aparente que real, por cuanto Dn. 7 conforma el fondo de todas las visiones. De forma semejante, la visión del augusto trono de Dios y el Cordero en Ap. 22.3 se compara con Mt. 19.28 y Lc. 22.30, porque Juan, al agregar “y reinarán …” (22.5), indudablemente está pensando en los tronos de los fieles. Cf. “trono de gracia” (He. 4.16).

R.J.MCK.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Trono (Lat. thronus, cathedra, cedes episcopalis) es el asiento que utiliza el obispo cuando no está involucrado en el altar. Si el altar se encuentra cerca de la entrada al coro, entonces, de acuerdo al “Caeremoniale Episcoporum”, el trono debe ser colocado en el vértice del ábside en el centro de los bancos de los canónigos que se unen a la derecha ya la izquierda. Sin embargo, si el altar se coloca cerca de la pared del ábside, o está sólo a una corta distancia de este muro, el trono debe ser colocado en el lado del Evangelio del coro. De acuerdo con el “Caeremoniale Episcoporum” el trono se hará in modum cathedrer et throni immobilis (en la forma de una silla inmueble o trono), como aún se ve en muchas iglesias antiguas. Por consiguiente, una silla ordinaria, que se utiliza temporalmente o sólo por el momento, no es suficiente como trono de un obispo.

Otras instrucciones son forma praealta et sublimis, es decir, la silla debe tener un respaldo alto y brazos, y debe estar levantada sobre el piso con tres escalones que conduzcan a ella. Los peldaños deben estar cubiertos por una alfombra, y el trono mismo debe tener encima una cubierta de seda del mismo color que las vestimentas del obispo, pero no de tela de oro, a menos que el obispo sea un cardenal. El trono puede ir coronado por un baldaquino sólo cuando hay un baldaquino sobre el altar, o cuando el altar está cubierto con un dosel.

Cuando está en otra diócesis, el obispo sólo puede utilizar el trono en virtud de una carta de dispensa del obispo diocesano. Si hay un cardenal presente, el obispo debe ceder el trono al cardenal y utilizar un faldistorium colocado al lado del Evangelio del altar, es decir, un faldistorio de cuatro patas con brazos. Los obispos auxiliares siempre deben usar un faldistorio. Los abades tienen derecho a un trono en sus propias iglesias, pero este trono sólo puede tener dos peldaños que conduzcan a él, y no pueden estar coronados por un baldaquino.

El tiempo no ha hecho cambios esenciales en la cathedra episcopal. En diferentes épocas, sobre todo en los siglos XII y XIII, el trono tenía la forma de un faldistorio, pero por regla general siempre mostró el tipo antiguo característico de un asiento, asegurado al sitio donde estaba colocado, con brazos y un respaldar de una cierta altura. Las modificaciones que sufrió con el transcurso del tiempo resultaron únicamente a partir de los cambios en el estilo del arte, y, por lo tanto, fueron meramente convencionales. El trono episcopal en el período pre-carolingio ya ha sido tratado en el artículo CÁTEDRA. Otros ejemplos de la misma época son el trono de Nápoles en la Iglesia de San Genaro, y el de la Iglesia de Santa Maria della Sanith; en Roma, en San Pietro in Vincoli, San Gregorio en el Celio, San Alejandro, en la Via Nomentana; en Rávena, en San Apolinar Nuovo, además de otros tronos que están en parte en asientos antiguos, especialmente asientos para el baño.

Tronos pertenecientes a la Edad Media y al siglo XII se encuentran en Canosa, Bari, en la iglesia de la gruta de Monte Gargano, en San Emerán en Ratisbona, en Santa María in Cosmedin y en San Clemente en Roma. Excelentes ejemplos de tronos del siglo XIII son aquellos en las Iglesias de San Cesario, Santos Nereo y Aquileo y San Lorenzo Extramuros, en Roma. Es sorprendente hay pocos tronos de la época medieval tardía todavía en existencia. Los tronos episcopales que están o estuvieron coronados por una estructura similar a un baldaquino son los que están en Torcello, Grado y Augsburgo. Es evidente a partir del “ Ordines” Romano de esa época que ya para el siglo VIII o IX el trono no siempre estaba en el ápice del ábside, sino que también se colocaba a la derecha del altar. Sin embargo, lo que pudo haber sido menos habitual en ese periodo se convirtió en la costumbre del siglo XII, ya que se volvió usual colocar el altar cerca de la pared del ábside, y también colocar un retablo sobre la mesa, al menos en los días de fiesta.

Fuente: Braun, Joseph. “Throne.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 6 Nov. 2015
http://www.newadvent.org/cathen/14709a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica