Nuestro Señor infirió una vez que el alma del hombre es una posesión invaluable (Mateo 16:26). Es el alma lo que diferencia al hombre de la bestia. Cuando Dios sopló en el hombre aliento de vida y se convirtió en alma viviente, aprendemos que hay algo de Dios en cada ser humano (Génesis 2:7; Génesis 1:26 [ver comentario]).
Para mantener viva nuestra identidad con Dios, esta posesión invaluable debe ser alimentada (Efesios 6:4 RV; cf. 2 Timoteo 1:5; 2 Timoteo 3:13-15; 1 Pedro 2:1-2).
Como hijos del Dios vivo, necesitamos promover el cultivo de lo divino en el hombre (2 Pedro 1:3-4; cf. 1 Timoteo 4:12-16). Dios es Espíritu (Juan 4:24) y es por eso que debemos poner nuestras esperanzas en las cosas espirituales en lugar de las riquezas y el poder material mundano (Colosenses 3:1-2; 1 Timoteo 6:17-19).
¡Vamos a pensarlo!