Biblia

Las bendiciones del siglo venidero

Las bendiciones del siglo venidero

LAS BENDICIONES DEL SIGLO VENIDERO.

Isaías 61:10-11; Isaías 62:1-3.

“El Espíritu de Jehová Dios está sobre mí”, anuncia Isaías (Isaías 61:1). El profeta continúa hablando de restauración (Isaías 61:4), y un pacto eterno (Isaías 61:8). “El Espíritu del Señor está sobre mí”, resuena Jesús: y el Señor proclama el año del jubileo (Lc 4,18-19).

Isaías, Israel, el creyente, la iglesia – y el Mesías mismo – todos responden con un himno de alegría por la gracia de Dios, que nos viste con salvación, y nos viste con Su justicia (Isaías 61:10-11). Esto es lo que significa haberse “revestido de Cristo” en lo que representa nuestra iniciación bautismal (Gálatas 3:27). También explica los mandatos continuos de “vestirse del nuevo hombre” (Efesios 4:24), y de “vestirse del Señor Jesucristo” (Romanos 13:14).

Este pasaje es la inversión de otro cántico, de otro tiempo, cuando el juicio y la desolación se cernían sobre el horizonte de los contemporáneos de Isaías: el ‘Canto de la Viña’ (Isaías 5:1-7). Allí esperaba el labrador (cf. Jn 15,1) una cosecha fructífera, pero la viña sólo dio malos frutos (Is 5,4). Jehová buscó justicia y rectitud en Israel, pero no halló más que opresión y gritos de angustia (Isaías 5:7).

Ahora al fin Jehová tendrá su mies: los desposeídos ya no serán más temerosos de quienes los explotaban y oprimían, ni de su propio pueblo ni de la fuerza invasora del enemigo. La justicia brotará delante de todas las naciones (Isaías 61:11), comenzando en Jerusalén (Isaías 62:1). Una tierra una vez desolada y abandonada será restaurada (Isaías 62:4).

Según el juicio de Dios, el reino del norte de Efraín/Israel llevaba una corona de orgullo, y su hasta ahora gloriosa belleza era una flor marchita (Isaías 28:1). La Jerusalén restaurada, sin embargo, iba a ser “una corona de gloria en la mano de Jehová” (Isaías 62:3). La “diadema real” habla de un reino de sacerdotes, guardado por la mano de Dios.

Isaías – y el Mesías – no callarán, ni descansarán, hasta que el SEÑOR haya establecido a Sión en alabanza en el tierra (Isaías 62:7). Fue el evangelio que emanaba de esa ciudad el que produjo una abundante cosecha jubilar para Cristo. Aún debemos, “Orar por la paz de Jerusalén” (Salmo 122:6).

La participación de gentiles y reyes (Isaías 62:2) anticipa el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Isaías profetizó en otra parte que “en los postreros días” el monte de la casa del SEÑOR sería exaltado sobre todos los collados, y gente de todas las naciones se reuniría para adorar (Isaías 2:2-3). Según el apóstol Pedro, los últimos días comenzaron en Pentecostés (Hechos 2:16-17).

El otorgamiento de un “nombre nuevo” (Isaías 62:2) apunta hacia nuestra nueva identidad en Cristo (Apocalipsis 2:17). Hay una identificación con el nuevo nombre de Dios (Apocalipsis 3:12), y un nombre de Jesús hasta ahora oculto (Apocalipsis 19:12). Cualquiera que sea el nombre, será pronunciado por Dios.