En Hechos 12:20-23, leemos que el rey Herodes pronunció un discurso ante una audiencia deseosa de ganar su favor. Se deleitó con su halagadora respuesta:
“¡La voz de un dios y no de un hombre!” (Hechos 12:22 – NKJV).
Por su fracaso en “dar gloria a Dios,” inmediatamente fue herido por un ángel del Señor. Sufrió una muerte atroz debido a su actitud irreverente hacia Dios (Hechos 12:23 – NKJV).
En contraste, Pablo y Bernabé tenían una reverencia tan grande por Dios, que el mero pensamiento de ser adorado, les era ajeno (Hechos 14:14-15). Al ver al apóstol Pablo sanar milagrosamente a un hombre que había sido lisiado de nacimiento (Hechos 14:8-10), los espectadores gritaron:
“Los dioses han descendido a nosotros en la semejanza de los hombres!” (Hechos 14:11 – NVI).
Entonces se prepararon para ofrecer sacrificios a Pablo y Bernabé (Hechos 14:12-13). Cuando los apóstoles oyeron esto, “rasgaron sus vestiduras y corrieron entre la multitud, dando voces y diciendo: “Hombres, ¿por qué hacéis estas cosas?” (Hechos 14:14-15 – NVI). Su actitud era de asombro, respeto y humilde sumisión ante un Dios soberano.
En estos dos relatos, vemos dos actitudes contrastantes hacia Dios. Vemos un llamado solemne a dar reverencia a Dios en nuestro mundo irreverente. Él es el único que merece nuestra adoración “ Solo él es digno de gloria, alabanza y honor (Apocalipsis 5:13-14 – NKJV).