El Amor Más Grande
Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os son perdonados por su nombre. (1 Juan 2:12)
¿Por qué debemos enfatizar que Dios ama, perdona y salva “por amor de su nombre”, para su propia gloria? Aquí hay dos razones (entre muchas).
1) Debemos enfatizar que Dios ama y perdona para su propia gloria porque la Biblia lo hace.
Yo, yo soy el que borro vuestras transgresiones por causa de mí mismo, y no me acordaré de vuestros pecados. (Isaías 43:25)
Por amor de tu nombre, Señor, perdona mi culpa, porque es grande. (Salmo 25:11)
Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, para la gloria de tu nombre; líbranos y expia nuestros pecados, por tu por el bien de tu nombre! (Salmo 79:9)
Aunque nuestras iniquidades testifiquen contra nosotros, actúa, oh Señor, por amor de tu nombre. (Jeremías 14:7)
Reconocemos nuestra maldad, oh Señor, y la iniquidad de nuestros padres, porque contra ti hemos pecado. No nos desprecies, por causa de tu nombre; no deshonres tu glorioso trono. (Jeremías 14:20–21)
Dios puso a [Cristo] como propiciación por su sangre, para ser recibido por la fe. Esto fue para mostrar la justicia de Dios, porque en su paciencia divina había pasado por alto los pecados anteriores. Fue para manifestar su justicia en el tiempo presente, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (Romanos 3:25–26)
Tus pecados te son perdonados por amor de su nombre. (1 Juan 2:12)
2) Debemos enfatizar que Dios ama y perdona para su propia gloria porque deja claro que Dios nos ama con el mayor amor.
Padre, Quiero que donde yo estoy, también ellos, los que me diste, estén conmigo para ver mi gloria. (Juan 17:24)
Dios no nos ama de una manera que nos hace a nosotros supremos, sino que se hace a él mismo supremo. El cielo no será un salón de espejos, sino una visión creciente de grandeza infinita. Llegar al cielo y descubrir que nosotros somos supremos sería la última decepción.
El amor más grande se encarga de que Dios haga todo de tal manera que mantenga y magnifique su propia supremacía para que, cuando lleguemos al cielo, tengamos algo que aumente nuestro gozo para siempre: la gloria de Dios. El amor más grande es el de Dios dándose sí mismo a nosotros para nuestro disfrute eterno, a costa de la vida de su Hijo (Romanos 8:32). Eso es lo que quiere decir cuando dice que nos ama y nos perdona por amor de su propio nombre.