Hoy, en 1631, John Donne murió. Para aquellos que lo conocen, es conocido principalmente por su poesía. Nació en Londres en 1572. Como católico romano, se desilusionó y se convirtió a la fe anglicana.

Se doctoró en teología en Cambridge en 1618 y fue nombrado deán de la Catedral de St. Paul en Londres en 1621. Estuvo allí hasta su muerte. Se casó con Ann Moore en 1601, quien le dio 12 hijos antes de que ella muriera en 1617. Nunca se volvió a casar.

Fue descuidado y erótico en sus primeros años, pero al final se convirtió en un devoto amante de Cristo. Su poesía se encuentra entre los mejores versos cristianos en inglés.

Hace poco leí unas líneas de Donne que me conmovieron profundamente debido a una conversación que teníamos Noël y yo sobre cómo Dios nos disciplina en el amor, pero nunca nos desprecia. Estábamos tratando de ver cómo el Señor se deleita en nosotros por nuestra posición en Cristo, mientras que al mismo tiempo se entristece con nosotros por nuestro pecado. Acordamos que el Señor puede “azotarnos” como sus hijos (Hebreos 12:6), pero que nunca nos trata con desprecio.

Fue conmovedor encontrar esto en el poema de Donne “Un himno a Cristo en la última entrada del autor a Alemania”:

Aunque tú con nubes de ira disimules
Tu rostro; sin embargo, a través de esa máscara conozco esos ojos,
  Que aunque a veces se desvían,
      Nunca despreciarán.