Charles Haddon Spurgeon escribió una de las cosas más sabias que he leído sobre cómo lidiar con el desánimo o la depresión en el ministerio. Se llama "Los desmayos del ministro" de su libro Lectures to My Students.

Aquí está en su mejor momento.

El que olvida el zumbido de las abejas entre los brezos, el arrullo de las palomas torcaces en el bosque, el canto de los pájaros en el bosque, el murmullo de los riachuelos entre los juncos, y el suspiro de las el viento entre los pinos, no tiene por qué extrañarse si su corazón se olvida de cantar y su alma se apesadumbra. Un día de respirar aire fresco sobre las colinas, o unas horas, pasear por los bosques de hayas’ calma sombría, barrería las telarañas del cerebro de muchos de nuestros esforzados ministros que ahora están vivos a medias. Una bocanada de aire marino, o un andar rígido en la cara del viento, no daría gracia al alma, pero proporcionaría oxígeno al cuerpo, que es lo mejor.