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Bernard Madoff: ¡Cómo caen los poderosos!

Bernard Madoff: ¡Cómo caen los poderosos!

Hace unos meses valía más de $800 millones. Ahora, a los 70 años, se sienta en esta celda de la prisión, de 7.5 por 8 pies, con un lavabo, un inodoro y una litera. Bernard Madoff fue allí el jueves pasado después de estar bajo arresto domiciliario en su penthouse de $7 millones desde diciembre.

Se declaró culpable el 12 de marzo de once cargos, todos relacionados con el mayor fraude inversor jamás cometido por una sola persona: $65 mil millones. Ha dejado en la ruina a cientos de personas.

¿No es bueno que Dios sea tan agresivo al pregonar la verdad de su palabra en las noticias para que todos la vean? ¿Hubo alguna vez un testimonio más claro de la verdad de 1 Timoteo 6:9-10?

Pero los que anhelan enriquecerse caen en tentación, en lazo, en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en ruina y perdición. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males. Es por este anhelo que algunos se han desviado de la fe y han sido traspasados con muchos dolores.

La caída pública de Madoff es el grito misericordioso de Dios al mundo:

¡No deseen ser ricos! Te matará. Deséame! Acumule tesoros en el cielo donde nada los podrá arrebatar jamás.

Bienaventurados los que se contentan con posesiones modestas y regalan el resto. Ellos heredarán la tierra.

No necesitas levantarte temprano y acostarte tarde comiendo el pan del afanoso trabajo.

No necesitas estafar ni hacer trampa.

Si confías en mi Hijo eres coheredero con él del universo. Todo lo que tengo será tuyo.

¡Oh, mundo, vuélvete de la locura de perseguir la riqueza!

¿Y el señor Madoff? ¡Oh, cuán bueno ha sido Dios con él al cortarlo ahora antes de que sea demasiado tarde! Ore por él para que, tal vez como con Chuck Colson, esta pequeña celda resulte ser un lugar de encuentro con Jesús.

Entonces, con Richard Lovelace, puede que encuentre en su celda el lugar más libre del mundo.

Muros de piedra no hacen una prisión,
  Ni barrotes de hierro una jaula;
Mentes inocentes y tranquilas toman 
  Que por un ermita;
Si tengo libertad en mi amor 
  Y en mi alma soy libre,
Ángeles solos, que vuelan arriba,
  Gocen tal libertad.