Mi teología es la convicción de que esta cita de San Agustín nos dice más sobre el buen diseño de Dios que nuestra mala depravación.

El deseo de felicidad no está solo en mí o en unos pocos amigos, sino que se encuentra en todos. Si esto no lo supiéramos con cierto conocimiento, no lo querríamos con determinación en nuestra voluntad. Pero ¿qué significa esto?

Si se pregunta a dos personas si quieren servir en el ejército, puede resultar que una de ellas responda que le gustaría hacerlo, mientras que la otra no. Pero si se les pregunta si les gustaría ser felices, cada uno diría inmediatamente, sin la menor vacilación, que elegiría serlo. Y la razón por la que uno desearía ser soldado y el otro no, es sólo que quiere ser feliz. ¿Se da entonces el caso de que una persona encuentra la alegría de una manera, otra de una manera diferente?

En lo que todos están de acuerdo es en que quieren ser felices, del mismo modo que, si se les pregunta, estarían de acuerdo en que quieren experimentar alegría y llamarían a esa alegría la vida feliz. Si una persona la persigue de una forma y de otra diferente, sin embargo, hay una meta que todos se esfuerzan por alcanzar, a saber, experimentar alegría. (Confesiones, 198)