Dios no muestra favoritismo. “…Dios no hace acepción de personas. Pero en toda nación, cualquiera que le teme y hace lo correcto, le es grato…” Hechos 10:34, 35 (NVI). Asimismo, nos enseñan a ser iguales en nuestro trato con los demás (Proverbios 24:23; 28:21).  

Dios desea que todos los hombres lleguen a un pleno discernimiento de la Verdad para que puedan conocer a Cristo. “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, que se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo que se dará testimonio a su debido tiempo,” 1 Timoteo 2:3-6. Así cada hombre podrá manifestar su deseo, a través de Jesús, de obedecer la voluntad de Dios, única forma de ser eternamente “salvo” (Efesios 2:7, 8).  

La salvación de Dios para los hombres no es tal que entre en conflicto con su libre albedrío o su libertad de elección (Deuteronomio 30:19; Josué 24:15) ; Santiago 2:12).  Esta libertad de elección es parte de la dotación original del hombre.  En la Era Milenaria (los 1000 años del «Día del Señor»), todo el mundo será invitado a compartir los favores entonces ofrecidos, en las condiciones entonces dadas a conocer a todos. “…para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa… pero es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:8,9.) El que quiera puede venir y beber libremente de la fuente de la vida. Apocalipsis 22:17, “…el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.”  

Durante ese “día”, Dios dejará todo juicio a Su Hijo, nuestro Redentor Jesús (Juan 5:22-29; Mateo 16:27; Hechos 17:31).  Además, el Señor dice: “En aquellos días, no se dirá más, los padres comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera, pero cada uno

[quien muera] morirá por su propia iniquidad.” (Jeremías 31:29, 30; Ezequiel 18:20)  Este no es el caso ahora.  Ahora cada uno no muere por su propio pecado, sino por el pecado de Adán: “En Adán todos mueren”. (1 Corintios 15:22, 23) “Porque no tengo placer en la muerte del que muere, dice el Señor DIOS; convertíos, pues, y vivid.” (Ezequiel 18:32)