Este domingo quiero intentar decir algo que nos ayude a todos a “ser llenos del Espíritu”. El texto será Efesios 5:18. ¡Por favor reza por mi! Me siento como un Piper Cub tratando de alcanzar el transbordador espacial Columbia.

Todos conocen a la Madre Teresa, ¿no? Ella era la incansable anciana católica sierva de Dios en el “barrio marginal más grande del mundo”: Calcuta. Recientemente, Ruth Camberlin, una escritora independiente, dijo de ella que el rostro de la Madre Teresa “está lleno de tristeza y alegría”. ¿Es realmente posible que un rostro y un corazón estén llenos de tristeza y alegría?

Una vez los apóstoles de Jesús fueron arrestados, golpeados y liberados. Lucas dice en Hechos 5:41 que salieron “gozándose de haber sido tenidos por dignos de sufrir afrenta por el nombre” de Jesús. Pablo dijo: “Regocijaos en el Señor siempre; otra vez diré, regocijaos” (Filipenses 4:4). Pero luego también dijo: “llora con los que lloran” (Romanos 12:15). ¿Podemos realmente hacer eso?

De una cosa estoy seguro: todos queremos ser así, incluso si no podemos explicarlo. Anhelamos ser felices en Dios, pero también anhelamos preocuparnos tan profundamente por las personas que sufren que se nos saltan las lágrimas y nos “negamos a nosotros mismos” para ayudarlas. Queremos que la gente nos mire a la cara y la vea llena de alegría y de tristeza.

Tal vez la clave sea la fuente de nuestra alegría. Y tal vez tenga algo que ver con la “plenitud” del Espíritu Santo. Piense en Hechos 13:52, «Y los discípulos se llenaron de gozo y del Espíritu Santo«.