Hay tres clases de muerte mencionadas en las Escrituras: la muerte adámica; la muerte sacrificial, como muerte de Cristo; y la «muerte segunda». La condición adámica de muerte, pasó a toda la raza humana a causa de la desobediencia de Adán. El mundo de la humanidad puede ser considerado como una raza de convictos bajo sentencia de muerte– "Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte; y así la muerte pasó a todos los hombres. (`Rom. 5:12`.) La muerte de Cristo es diferente de la de Adán y su posteridad. Adán murió como un convicto; el Señor Jesús murió, no como un convicto, sino como un sacrificio por el pecado del mundo. La suya fue una muerte sacrificial, y comenzó en el Jordán cuando se presentó en plena consagración a Dios, y fue «terminado»; (`Juan 19:30`) cuando murió en la cruz, tres años y medio después. Desde el punto de vista divino, el Señor Jesús ya no fue considerado como hombre desde el momento de su consagración; pero fue considerado como una «nueva criatura» espiritual. Estaba muerto según la carne, y estaba vivo según el espíritu. Así es con los verdaderos seguidores de Cristo. «Todos los que fueron bautizados en Cristo, fueron bautizados en su muerte». (`Rom. 6:3`.) Desde el momento de la plena consagración a Dios, éstos se cuentan como muertos, como dice el Apóstol– «Vosotros estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios». (`Col. 3:3`.) Estos son los "muertos que mueren en el Señor" –morir cada día en el servicio del Señor y en el servicio de la verdad (`1 Cor. 15:31`). Véase también `Rom. 6:8`; ‘Col. 2:23`