Biblia

¿Por qué Dios no pondrá fin a mi sufrimiento?

¿Por qué Dios no pondrá fin a mi sufrimiento?

No recuerdo el día en que me diagnosticaron una discapacidad física. Yo solo tenía tres años. La discapacidad es algo que siempre ha sido parte de mi vida, y probablemente siempre lo será.

Al crecer, no tenía ninguna duda en mi mente de que Dios me creó de la forma en que lo hizo por una razón. Esta discapacidad estaría presente en mi vida por el tiempo que él hubiera elegido, para cumplir sus misteriosos, pero buenos propósitos.

Sin embargo, a medida que crecí, también me di cuenta de que la enfermedad no es lo que Dios originalmente pretendía para nuestros cuerpos. La enfermedad está confinada a este mundo pecaminoso donde vivimos por un breve tiempo. El sufrimiento es una señal de que estamos quebrantados y que necesitamos un Salvador. También apunta al poder y la soberanía de Dios. Sé que Dios puede sanar a las personas, pero también sé que puede optar por no hacerlo, por nuestro bien.

Esas dos cosas pueden ser difíciles de reconciliar. Si Dios puede acabar con nuestro sufrimiento en la tierra, ¿por qué no lo hace? ¿Por qué permite que la enfermedad nos aflija si la enfermedad no es lo que Él quiere última y eternamente para nosotros?

No hay respuestas fáciles. Pero está bien, incluso es bueno, luchar con preguntas como estas. El duelo y la lucha nos devuelve a preciosas verdades para los que sufren.

Dios es bueno, no cruel

Cuando veo circunstancias de sufrimiento en mi propia vida o en la vida de los demás, mi mente se vuelve inmediatamente a las preguntas por qué. Dios declara que Él dispone todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman, “aquellos que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

Pero, ¿cómo se supone que debemos interpretar el sufrimiento como algo bueno? Parece injusto que prolongue nuestro dolor, permitiéndole robar algo de la calidad o la duración de nuestra vida.

Dios desea que nuestros cuerpos estén completos algún día. Él también desea que nuestros corazones sean atraídos hacia él con una profunda comprensión de su gracia y amor.

CS Lewis lo resumió bien en El problema del dolor: “Por un lado, si Dios es más sabio que nosotros, su juicio debe diferir del nuestro en muchas cosas, y no menos en el bien y el mal. Por lo tanto, lo que nos parece bueno puede no serlo a sus ojos, y lo que nos parece malo puede no ser malo”.

Cuando parece que Dios nos está negando la sanación, no es porque el es cruel Nuestro entendimiento es limitado y nunca veremos completamente las cosas desde su perspectiva. Puede que tengamos problemas para comprender cómo Dios puede usar el sufrimiento para bien, pero tampoco tenemos la sabiduría o la autoridad para decir que no puede ser verdad.

Desear sanar y abrazar el sufrimiento

Cuando el sufrimiento entra en nuestras vidas, a menudo sentimos que son solo dos opciones: 1) aceptar que nuestras circunstancias nunca mejorarán, o 2) desear constantemente que algo cambie.

Pero no estamos limitados a esas opciones. Dios nos ha dado una libertad única a través de Cristo que nos permite simultáneamente tener la esperanza de una futura sanidad y restauración, al mismo tiempo que abrazamos la paz en medio de nuestro sufrimiento hoy. Esta libertad nos permite abordar nuestras dudas y preguntas, y aun así cultivar el contentamiento al que hemos sido llamados. Nos muestra que luchar no prueba nuestra falta de fe; fortalece nuestra fe cuando buscamos respuestas en la palabra de Dios y aplicamos la esperanza de sus promesas a nuestras circunstancias inmediatas y difíciles.

Está bien querer que las cosas sean diferentes. Cuando llevamos nuestras peticiones ante Dios, tenemos la oportunidad de modelar el ejemplo que Cristo mismo nos dio en su oración antes de la crucifixión (Lucas 22:42). Ejemplificó tanto una esperanza genuina de algo diferente como una aceptación del sufrimiento ordenado por Dios.

Jesús no dudó en pedirle al Padre otra forma de llevar a cabo su plan, pero sus peticiones fueron finalmente presentadas con un corazón de entrega.

Todo lo que necesitamos

Los sentimientos de insuficiencia y envidia son algunos de los más difíciles de combatir en medio del sufrimiento , recorriendo todas las preguntas abrumadoras. Pero en humildad, y llevados por la gracia, luchamos tanto para regocijarnos con otros en su curación como para caminar junto a otros a través de su dolor, sabiendo que nuestro sufrimiento no puede ni debe compararse.

Debemos recordar que el cuidado de Dios por nosotros es profundo y que siempre proveerá todo lo que necesitemos. Ya lo ha hecho.

La salud perfecta es algo que nunca he conocido en esta vida. Pero si no lo tengo, no lo necesito para lograr lo que Dios tiene planeado para mí. Él no cometió un error cuando me hizo. Nada en mi vida ha sucedido nunca fuera de su voluntad. Mis limitaciones físicas no me inhabilitan para las tareas que me han sido y serán asignadas. De hecho, creo que me han preparado extraña y bellamente para esas tareas. Las circunstancias e inconvenientes me han sido dados, y confío que son parte de Dios proveyendo lo que necesito para su llamado a mi vida.

La sanidad en esta vida puede llegar. O podemos ser llamados a un viaje de fe más profundo y gratificante a través de nuestro sufrimiento. No se puede negar que el camino es duro, pero Dios está aquí para caminar a nuestro lado y recordarnos que está obrando en todas nuestras circunstancias.

Eventualmente nuestro sufrimiento llegará a su fin. Si estamos en Cristo, es sólo temporal. En ese día, cuando la fe se convierta en vista, experimentaremos una gloria que no valdrá la pena comparar con todo lo duro que hemos experimentado en esta tierra.