Biblia

Cinco maneras en que la aflicción ayuda

Cinco maneras en que la aflicción ayuda

Antes de ser afligido andaba descarriado, pero ahora cumplo tu palabra. (Salmo 119:67)

Este versículo muestra que Dios envía aflicción para ayudarnos a aprender su palabra. ¿Cómo funciona? ¿Cómo nos ayuda la aflicción a aprender y obedecer la palabra de Dios?

Hay innumerables respuestas, como hay innumerables experiencias de esta gran misericordia. Pero aquí hay cinco:

  1. La aflicción quita la ligereza de la vida y nos hace más serios, para que nuestra mentalidad esté más a tono con la seriedad de la palabra de Dios. Y fíjate en esto: no hay una sola página simplista en el libro de Dios.

  2. La aflicción nos quita los apoyos mundanos y nos obliga a confiar más en Dios, lo que trae más en sintonía con el fin de la palabra. Porque el fin de la palabra es que esperemos en Dios y confiemos en él. “Las cosas que se escribieron en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que mediante la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). “Estas [cosas] se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31).

  3. La aflicción nos hace escudriñar las Escrituras con mayor desesperación por ayuda, en lugar de tratarlo como algo marginal a la vida. “Me buscaréis y me encontraréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).

  4. La aflicción nos lleva a la sociedad de los sufrimientos de Cristo, así que que tengamos una comunión más cercana con él y veamos el mundo más fácilmente a través de sus ojos. El gran anhelo del corazón de Pablo era “que yo pueda conocerlo a él y el poder de su resurrección, y ser partícipe de sus sufrimientos, llegando a ser como él en su muerte” (Filipenses 3:10).

  5. La aflicción mortifica los deseos carnales engañosos y que distraen, y así nos lleva a un marco más espiritual y nos hace receptivos a la palabra espiritual de Dios. “Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos vosotros del mismo modo de pensar; pues quien ha padecido en la carne, cesó en el pecado” (1 Pedro 4:1). El sufrimiento tiene un gran efecto para matar el pecado. Y cuanto más puros somos, más claramente vemos a Dios (Mateo 5:8).

Que el Espíritu Santo nos dé gracia para no envidiar la pedagogía de Dios a través de dolor.