Me miré en el espejo, otro día y otra mañana donde me desperté más ansiosa que la anterior. Parece que no puedo salir de mi casa, levantar mi teléfono o interactuar con nadie sin que COVID sea el tema de conversación. Incluso más allá de eso con todo lo que está pasando en el mundo y la pesadez que pesa en los corazones de cada persona que respira.
No hay escapatoria de un mundo roto.
Creo que por el Por primera vez en mucho tiempo, regresamos al lugar donde nuestros ojos se abren al hecho de que somos pecadores en un mundo pecaminoso y quebrantado. Las generaciones anteriores a nosotros que soportaron horribles guerras, tragedias y pandemias ya saben lo que estamos aprendiendo por nosotros mismos.
Nuestro mundo no es inmune a la oscuridad. Nada de este dolor es nuevo.
Sin embargo, nuestra generación y la generación de nuestros hijos no han vivido nada parecido. Una pandemia es terreno extraño.
Casi dos años después de que comenzara la pandemia, hay una nueva epidemia que se arrastra hacia la superficie. Al principio estaba en silencio, pero se hizo más fuerte a medida que pasaba el tiempo, y la frustración con COVID está en su punto más alto.