Isaías 61:1-3 describe el ministerio y el propósito de la unción de Cristo, (Lucas 4:16- 21) y de sus seguidores. (2 Corintios 1:21-22) ¡Somos ungidos, como lo fue Cristo, para predicar, para sanar a los quebrantados de corazón, para proclamar liberación! ¡Nuestro lugar en este ministerio, en esta obra de liberación comienza con nuestra propia liberación, que ciertamente incluye cada pensamiento puesto en la servidumbre de nuestro Precioso Ungido Salvador! ¡Los pensamientos y el carácter rendidos a la autoridad de Cristo nos equipan y preparan para ser parte de la obra del Libertador siendo luz y aliento ahora, y en el futuro a través del privilegio de bendecir a todas las familias de la tierra desde la gloria celestial!  ; 2 Corintios 5:20, 6:1-3; Apocalipsis 1:6; Romanos 8:17-21
“No dando en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no quede desacreditado, sino recomendándonos en todo como siervos de Dios…” 2 Corintios 6:3-4 Si nuestro estilo de vida no coincide con los valores de nuestro ministerio y servicio a Cristo, podemos desacreditar ese ministerio.
“Por tanto, si alguno se limpia de estos cosas, será vaso para honra, santificado, útil al Maestro, preparado para toda buena obra. Huye, pues, de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor.” 2 Timoteo 2:21-22
Nuestro privilegio de ministerio o servicio no es real ni efectivo a menos que seamos moldeados a la imagen de Cristo en nuestros corazones. Estamos preparados para ser de utilidad para nuestro Maestro mientras buscamos la fe, el amor y la paz, y mientras nos limpiamos de nuestros viejos hábitos.
“Vosotros sois la luz del mundo” Mateo 5:14 No solo debemos hacer brillar la luz del Evangelio, debemos reflejar la luz del Evangelio en nuestros corazones.
Recuerda el dicho: “Predica la Palabra. Usa palabras si es necesario”. Nuestro ministerio es poderoso en Cristo cuando la Palabra de Dios que deseamos compartir es consistente con la forma en que vivimos nuestras vidas.