El libro de Éxodo registra que toda la nación de Israel vivía en cautiverio bajo los egipcios. La liberación de Israel vino de Dios a través del liderazgo de Moisés. Debido a que nunca habían existido como una nación libre y autónoma, era necesario que recibieran y aplicaran instrucción antes de entrar a la tierra prometida. Por tanto, Dios no condujo a los israelitas a la tierra prometida por el camino más directo. Los condujo por el desierto durante cuarenta años. 

Dios dio instrucciones específicas sobre cómo debía operar la nación. Debían ser una “Nación Santa.” Debían permanecer separados de otras naciones y expulsar a todos los demás pueblos que ocupaban la tierra dada a Abraham. Para Israel, Jehová sería su Dios, y ellos Su pueblo. (Zacarías 8:8)

La liberación puede ser aterradora. Y la liberación sin propósito ni dirección puede ser peligrosa. Con Israel, encontramos que a la primera señal de pruebas, los israelitas se desanimaron, murmuraron y expresaron el deseo de regresar a Egipto, de vuelta al entorno familiar. (Éxodo 14:11,12)  Esto demostró que las personas a veces prefieren las experiencias familiares de sufrimientos y angustias pasadas, si no pueden percibir la certeza de la supervivencia en el futuro. Como cristianos, a esa certeza la llamamos –fe. 

La libertad no es necesariamente la libertad de la servidumbre, sino la libertad de elegir a quién o a qué servimos. Algunos eligen ser egoístas; dedicando su tiempo y energía solo a lo que beneficia su propio bienestar. Algunos eligen servir a una causa noble, algunos a un movimiento radical, algunos a una institución. Con “libertad" las opciones son infinitas. En Cristo, hay una libertad que se nos ha dado que el mundo no puede quitarnos. El Apóstol Pablo nos advierte, no usemos nuestra libertad para servir a la carne. Antes bien, servíos con amor los unos a los otros. (Gálatas 5:13 ) 

De cualquier vínculo que seamos liberados, tendremos que elegir a qué causa queremos que sirva nuestra vida. Escojamos como hizo Josué, “en cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor,” Josué 24:15.