Dios no niega lo que es verdadero. Entonces, si alguien en el momento de la muerte está verdaderamente arrepentido, Dios aceptará el hecho de que él o ella se ha arrepentido. Pero, ¿un arrepentimiento en el lecho de muerte gana una recompensa celestial?

Gálatas 6:7,8 dice: “No os engañéis, Dios no puede ser burlado; porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.”

Esta escritura enseña que un el destino de la persona no está determinado por una confesión en el lecho de muerte – sino por sus comportamientos y el carácter resultante que se desarrolló a lo largo de su vida. Arrepentimiento significa «cambiar». La razón por la que alguien en la muerte querría arrepentirse es porque reconoce que su curso de vida ha sido sembrar para la carne y no está en armonía con la voluntad de Dios. Ese arrepentimiento de última hora no le permite a esa persona suficiente tiempo en esta vida para sembrar para el espíritu y cosechar vida eterna. 

Sin embargo, esto no significa que esa persona es condenado a un lugar de llamas eternas y tormento. Después de la primera resurrección de los que han sembrado para el espíritu (Apocalipsis 20:4-6), habrá una resurrección general (Apocalipsis 20:12) de toda la humanidad.  Es entonces cuando los verdaderamente arrepentidos tendrán la oportunidad de enmendar sus caminos y obtener la vida eterna en la tierra. “Y habrá allí calzada, y camino, y será llamado Camino de santidad; lo inmundo no pasará por ella; pero para aquéllos será; los caminantes, aunque necios, no se equivocarán en esto.  No habrá allí león, ni bestia feroz subirá por allí, no se hallará allí; pero los redimidos (Cristo redimió a toda la humanidad) andarán allí: Y los rescatados (toda la humanidad) de Jehová volverán (de la muerte y de la condición de morir) , y vendrán a Sión con cánticos y gozo perpetuo sobre sus cabezas; obtendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.” (Isaías 35:8-10)