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Hasta donde se encuentra la maldición

Hasta donde se encuentra la maldición

Mi esposo y yo compramos terrenos para sepulturas esta semana. Lo sé, lo sé, no suena muy navideño. No es el tipo de compras con las que la mayoría de la gente está ocupada en esta época del año.

Tal vez parezca un poco sombrío pensar e incluso prepararse para la muerte durante la temporada navideña. Pero me parece que la Navidad es exactamente el momento adecuado para pensar en la muerte. Tim Keller ha dicho que tenemos que “infundir esperanza en la realidad de la muerte”. ¿Y hay algún momento en el que cantemos más sobre la esperanza que en Navidad?

Cantamos que este mundo estaba «en pecado y error, languideciendo, hasta que apareció», y estamos atrapados en la maravilla de que la Vida mismo, en la persona de Jesús, entró en este mundo de pecado y muerte. Su venida trajo consigo la “emoción de la esperanza” que hace que este mundo cansado se regocije. Pero, ¿cuál es la causa de esta alegría? ¿Cuál es la esencia de esta esperanza? Nuestra esperanza es que “allí rompa una nueva y gloriosa mañana”.

Nuestras canciones en Navidad sirven para recordarnos que esta temporada no se trata simplemente de recordar esa noche santa cuando nació Cristo. Más bien, nuestra celebración de su primera venida está destinada a nutrir en nosotros un mayor anhelo por su segunda venida. De hecho, perdemos el punto de esa noche santa si no despierta en nosotros la anticipación del glorioso día eterno por venir.

Canción de anhelo

Uno de mis villancicos favoritos siempre ha sido «¡Alegría para el mundo!» Como la cantamos en Navidad, siempre pensé que era una canción sobre el nacimiento de Jesús. Pero si pensamos en las palabras con más cuidado, nos damos cuenta de que esta canción no puede tratarse simplemente de la primera venida de Cristo.

Cantamos: «¡Que la tierra reciba a su Rey!» y sabemos que cuando Jesús vino la primera vez, la tierra no recibió a su Rey. En cambio, la tierra crucificó a su Rey. La primera vez que Jesús vino, las naciones no probaron las glorias de su justicia. En cambio, la historia humana ha probado, una y otra vez, el alcance de la rebelión del hombre contra su justicia.

Cuando miramos el mundo que nos rodea, así como las partes dolorosas de nuestras propias vidas, sabemos que su bendición aún no llega tan lejos como se encuentra la maldición. En cambio, vemos el impacto de la maldición en cada parte de nuestras vidas. El pecado y el dolor siguen creciendo, y todos los efectos espinosos de la maldición siguen siendo la realidad en la que vivimos día a día y año tras año.

De la bendición a la maldición

Por supuesto, las cosas no siempre han sido así. Leemos en Génesis 2:7 que “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Dios bendijo todo lo que había hecho para que su bendición definiera la atmósfera del Edén.

Pero luego Adán y Eva pecaron. Dios maldijo la tierra y le dijo a Adán cómo le afectaría esta maldición. “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Se fue la oportunidad de comer del árbol de la vida y nunca morir. Adán sería enterrado un día en la tierra, y su cuerpo volvería a convertirse en polvo.

Desde el Edén, la vida humana ha terminado en la muerte. Sí, Jesús realmente murió. Pero la muerte no era el final para él. Asimismo, todos los que están unidos a él por la fe pueden enfrentar la muerte, sabiendo que tampoco será el fin para nosotros. Pablo escribe: “Así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. . . . Así como trajimos la imagen del hombre del polvo, llevaremos también la imagen del hombre del cielo” (1 Corintios 15:22, 49).

Esta esperanza cierta nos da motivo para cantar de alegría en Navidad. Cuando Cristo venga de nuevo, la tierra recibirá a su Rey. Toda rodilla se doblará. Las naciones probarán las glorias de su justicia a medida que personas de toda tribu, lengua y nación vivan seguras bajo el justo gobierno del Rey Jesús. Toda opresión habrá cesado. Su bendición fluirá lejos cuando se encuentre la maldición.

La maldición finalmente se fue para siempre

Mi esposo y yo sabemos que va a llegar el día en que nuestros cuerpos serán sembrados, como semillas, en la oscuridad de la tierra. A algunos les parecerá que nuestras vidas han llegado a su fin. Pero sabemos mejor. Sabemos que allá rompe una nueva y gloriosa mañana. La oscuridad de nuestras tumbas será un día traspasada por la luz radiante de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. El silencio de nuestras tumbas será interrumpido por su voz atronadora. Él llamará el polvo de nuestros cuerpos muertos de esos sepulcros y los transformará para que sean como su propio cuerpo glorioso (Filipenses 3:21).

Esos dos pequeños terrenos no resultarán ser nuestro última morada. La bendición de su vida de resurrección va a penetrar la tierra en la que estamos sepultados, y seremos resucitados. Vamos a experimentar todo lo que Dios prometió cuando Isaías profetizó: “Tus muertos vivirán; sus cuerpos se levantarán. ¡Tú que moras en el polvo, despierta y canta de alegría! Porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra dará a luz a los muertos” (Isaías 26:19). Esta esperanza nos permite cantar canciones de alegría en la noche mientras esperamos esa mañana gloriosa.