La resurrección de Cristo
La resurrección física de Cristo es la piedra angular de nuestra fe. Sin ella, el cristianismo se derrumba. Es precisamente porque la resurrección física de Cristo está en el corazón mismo del cristianismo que está constantemente bajo ataque. Nuestra cultura niega con frecuencia la resurrección corporal de Jesucristo debido a un sesgo en contra de los milagros. Es común que el cristianismo aberrante y el cultismo nieguen también la resurrección física de Cristo. Por estas razones, debemos estar equipados para defender este esencial de los esenciales. Para hacerlo, echemos un vistazo a los registros bíblicos e históricos de la resurrección de Cristo.
Primero, la resurrección física de Cristo se afirma en el canon de las Escrituras. Cuando los líderes judíos pidieron una señal milagrosa, Jesús respondió: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan 2:19). La Escritura confirma que el templo del que estaba hablando era el templo de su propio cuerpo (ver v.21). Juan declara: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos, esto proclamamos acerca de [Jesús], la Palabra de vida» (1 Juan 1:1).
Además, las confesiones del cristianismo están repletas de referencias a la resurrección física del Redentor. Cirilo de Jerusalén proclamó: «Que ningún hereje te persuada jamás a hablar mal de la Resurrección. Porque hasta el día de hoy los maniqueos dicen que la resurrección del Salvador fue fantasmagórica y no real».
Al igual que los padres de la iglesia, la iglesia medieval y la Reforma produjeron confesiones convincentes acerca de la resurrección corporal. Tomás de Aquino condena a aquellos que «no han creído en la resurrección de la carne, y se han esforzado por torcer las palabras de la Sagrada Escritura para que signifiquen una resurrección espiritual». la Confesión de Westminster afirma: «Al tercer día resucitó de entre los muertos, con el mismo cuerpo en que padeció; con el cual también subió al cielo, y allí está sentado a la diestra del Padre».
Finalmente, las características del cuerpo de Cristo dan una verdad elocuente a su resurrección física. Jesús invitó a los discípulos a examinar Su cuerpo resucitado para que supieran sin sombra de duda que era exactamente el mismo que había sido atormentado fatalmente. También comió alimentos como prueba de la naturaleza de Su cuerpo resucitado.
Jesús proporcionó el signo de exclamación final para Su resurrección física al decirles a los discípulos que Su cuerpo resucitado estaba compuesto de «carne y huesos». «Tócame y verás»; Él dice, «un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:39).