La visión y misión del matrimonio hoy… y para las generaciones futuras

El 22 de mayo de 1971 es el día más feliz de mi vida. ¿Por qué no sería? Después de todo, le dije “Sí, acepto” al amor de mi vida, y nuestros corazones se llenaron de esperanza, sueños y la anticipación de un maravilloso futuro y una vida juntos. Pero también estaba sobrio por este increíble sentido de responsabilidad. Mientras miraba a mis padres sentados en la primera fila, mi corazón se llenó de gratitud a Dios por el ejemplo y modelo de amor y compromiso con su matrimonio y el uno con el otro. Recuerdo haber pensado: “Oh Dios, ayúdanos a Karen y a mí a tener lo mismo”. Luego, después de la ceremonia, Pop me susurró al oído: “CW, recuerda, pediste casarte con Karen. Cueste lo que cueste, te aseguras de cuidarla en todos los sentidos”. Debo admitir que mi papá puso el temor de Dios en mí. Pero esa no era su intención. Me estaba recordando que además de mi relación con Cristo, acababa de hacer el compromiso más importante de mi vida.

Nuestra boda fue hermosa. Todas las bodas son hermosas. Como pastor, me encanta hacer bodas. Pero es fácil quedar atrapado en la ceremonia, la celebración y todos los adornos del gran día, y olvidar la realidad de que se está llevando a cabo un matrimonio, la base de la civilización.

Foto cortesía: Thinkstock/MonkeyBusinessImages