Lo único que debemos temer
El temor del Señor lleva a la vida, y el que lo tiene queda satisfecho. (Proverbios 19:23)
Franklin D. Roosevelt acuñó una de las máximas icónicas de Estados Unidos en su primer discurso inaugural: «lo único que debemos temer es el miedo mismo». No es cierto.
Roosevelt estaba tratando de sofocar el pánico nacional de la crisis financiera, instando a los estadounidenses a no sucumbir al «terror irrazonable e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios». Es cierto que el miedo irracional debe ser resistido. Pero no es cierto que el miedo sea lo único que debemos temer.
De hecho, el miedo en sí mismo no está mal. Dios realmente nos diseñó para ser temerosos. El miedo es un revelador de la fe. Lo que tememos revela aquello en lo que confiamos. Es una fuerte respuesta a una amenaza percibida que nos ordena proteger nuestra esperanza. De esa manera gobierna nuestros comportamientos.
Eso significa que el miedo realmente no es nuestro problema. Si tememos las cosas malas es porque nuestra fe está en las cosas malas.
Ahí está el verdadero problema para usted y para mí. Tenemos muchos miedos porque tenemos mucha incredulidad.
Cada vez que tenemos un miedo pecaminoso, miedo de algo que Dios nos dice que no temamos, es un momento de exposición a la incredulidad. Es un lugar en el reino de nuestras almas que aún no ha sido conquistado; aún no completamente bajo el gobierno de Jesucristo.
La conquista de Israel de la Tierra Prometida es la metáfora de Dios para nosotros en la lucha contra la incredulidad. Frente a las ciudades fortificadas y los gigantes de Canaán, se les dijo a los israelitas:
Sé fuerte y valiente. No temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová vuestro Dios es el que va con vosotros. Él no te dejará ni te desamparará. (Deuteronomio 31:6)
Fueron llamados a enfrentar sus miedos porque los entrenaría para poner su confianza en la Esperanza correcta. “Al Señor vuestro Dios debéis temer” (Deuteronomio 6:13). Aprender a temer a la Única Cosa Correcta los liberaría de la tiranía de temer una miríada de cosas malas. Lo mismo es cierto para nosotros.
Si hoy el Señor te tiene enfrentando ciudades fortificadas y gigantes de incredulidad y te encuentras temeroso, escucha sus palabras y anímate a seguir adelante:
- “Sé fuerte y valiente. No temáis ni tengáis miedo de ellos, porque el Señor vuestro Dios es el que va con vosotros. Él no te dejará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).
- “El temor de Jehová, eso es sabiduría, y apartarse del mal es inteligencia” (Job 28:28).
- “Temed al Señor, vosotros sus santos, porque a los que le temen nada les falta” (Salmo 34:9)!
- Di a los que tienen un corazón ansioso: “Sé fuerte; ¡no temáis! He aquí, vuestro Dios… Él vendrá y os salvará” (Isaías 35:4).
- El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas” (Romanos 8:32)?
- Porque estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo por venir, ni potestades, ni altura ni profundidad, ni cosa alguna en toda la creación podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).
- “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32).
- “No temáis, creed solamente” (Marcos 5:36).
Solo hay una cosa que debemos temer, y no es el miedo. es el Señor. A través del temor nos enseñará la fe.