La Biblia no fue escrita para los incrédulos, ni fue escrita de tal manera que el mundo podría entender sus enseñanzas. Para entender la Biblia debemos adoptar la actitud de discípulos de Cristo y debemos ser enseñados por él. La Biblia es como un telescopio; no es suficiente que veas su exterior, su pedestal y sus juntas. Ni siquiera es suficiente que miremos por el telescopio. Muchos han mirado un telescopio simplemente a lo largo de su brillante cañón sin ver el otro extremo en absoluto. Incluso cuando miramos correctamente a través del telescopio y hacia el otro extremo, debemos ajustarlo correctamente para que podamos obtener los mejores resultados y discernir los objetos con precisión. Así es con la Biblia; a medida que nos acercamos a Dios, él se acerca a nosotros; y así somos capacitados para apreciar más y más las cosas profundas de su Palabra. Pero solo el santo estudiante de la Biblia es capaz de comprender y apreciar la «anchura y la longitud y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo». (`Ef. 3:18`) que sobrepasa todo conocimiento, pero que está revelado en las Sagradas Escrituras. San Pablo nos da la clave para el entendimiento correcto, diciendo: “El hombre natural no percibe las cosas que son del espíritu de Dios, porque para él son locura; ni las puede conocer, porque se disciernen espiritualmente.” Pero Dios nos las ha revelado a nosotros (la Iglesia, los consagrados) por su espíritu. (`1 Cor. 2:14,10`.) Aun las cosas profundas de Dios se dan a conocer cuando adquirimos más del espíritu de Dios, el espíritu de la Verdad, el espíritu de la Palabra.