En nuestra oración a Él, oramos en una dirección, elevando nuestros corazones hacia Aquel que está por encima de nosotros. Confesamos en oración que no estamos por encima de Dios, como si pudiéramos influir en Él con nuestra bondad o controlarlo con nuestra ira, dolor o determinación. No, la elevación del corazón implica la confesión y el reconocimiento de nuestro verdadero estado ante Él, comenzando por ser Él Dios y nosotros no.