¿Qué es la codicia y qué dice la Biblia al respecto? Fuimos creados para desear. Algunos deseos surgen de nuestras necesidades, como nuestro deseo de comer y descansar. Otros deseos se originan en nuestras necesidades, como nuestro anhelo por las tendencias y el exceso. Si bien podemos distinguir entre deseos y necesidades, ambas categorías nos llevan a concluir que no somos autosuficientes ni autosatisfechos. Requerimos provisión externa y cuando llega esa provisión, nos complacemos en ella.
Nuestro buen Creador nos diseñó para tener necesidades y deseos para que podamos conocerlo y deleitarnos en él como nuestro Proveedor y nuestro Sustentador.
Él no nos creó como robots sin sentimiento ni gratitud. En cambio, nos dio la capacidad de desear y saborear. Considere cuán mediocre sería la vida sin la satisfacción de los deseos cumplidos. Esta parte de nosotros es sagrada porque precede a nuestra adoración. Cuando se satisfacen las necesidades y los deseos, adoramos la fuente. Entonces se gana la confianza y volvemos a esa fuente a medida que los deseos continúan surgiendo.
El pecado corrompe nuestros anhelos dados por Dios y nos hace creer que nuestros deseos pueden ser satisfechos separados del Señor. Como resultado, corremos tras bienes mundanos que, como una manga de galletas, nos gratifican por un momento, pero terminan dejándonos enfermos y desnutridos.
Cuando buscamos plenitud lejos del Señor, cortando la relación entre el Proveedor y la provisión, codiciamos.
Esta amplia definición puede sorprendernos. Estamos mucho más inclinados a asignar la codicia a un deseo específico por una cosa específica, como comerse con los ojos la cortadora de césped de un vecino o la casa de un amigo. Incluso podríamos vocalizar estos pensamientos en broma. Aunque estos deseos directos pueden ser una forma de codicia, le hacemos un flaco favor a la palabra si limitamos así este pecado de gran alcance.
Considere estas tres preguntas para ayudarnos a profundizar nuestra comprensión de lo que significa codiciar.