Representamos a otro
En su libro clásico The Burdensome Joy of Preaching, James Earl Massey escribe sobre la urgencia de tener un “sentido de la unción divina que nuestra predicación debe llevar y transmitir. Nosotros, los que predicamos, no solo presentamos un mensaje, sino que también representamos a su Remitente.
“El ministerio del púlpito puede marcar una gran diferencia para nuestros oyentes cuando se nos percibe como parte de la misión de Dios, no nuestra propio, cuando parece contundentemente claro que nuestro estar en tal papel de servicio implicó algo más que una elección personal. La verdadera preparación para predicar es por designación divina para la tarea, y una unción distinta para ella es una de las credenciales que certifican nuestra disposición y derecho a predicar.
“Nuestro camino como líderes espirituales está marcado para nosotros por dos influencias básicas: la naturaleza y la gracia. La influencia de la naturaleza se ve en nuestra personalidad, intelecto, temperamento y dones naturales. La influencia de la gracia, es decir, el favor que Dios nos ha demostrado, se ve en la forma en que el toque de Dios en nuestras vidas ha aprovechado y mejorado esos factores naturales para que estemos preparados para servir a Dios.
"Como predicadores somos responsables de tratar las cosas de Dios y hablar de ellas, para que mientras hablamos y actuamos Dios está presente y activo en todo. De eso se trata la unción divina».